miércoles, 28 de octubre de 2009

EL NACIMIENTO DEL JAPON


EL NACIMIENTO DEL JAPON

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En el principio, tras la formación del cielo y de la Tierra, tres dioses se crearon a sí mismos y se escondieron
en el cielo. Entre este y la Tierra apareció algo con aspecto de un brote de junco, y de él nacieron dos dioses,
que también se escondieron. Otros siete dioses nacieron de la misma manera, y los últimos se llamaron
Izanagi e Izanami.
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IZANAGI E IZANAMI
Fueron encargados por los demás dioses de formar las islas japonesas. Estos hundieron una jabalina adornada
con piedras preciosas en el mar inferior, la agitaron y al sacarla, las gotas que de ella resbalaban formaron la
isla de Onokoro. Descendiendo de los cielos, Izanagi e Izanami resolvieron construir allí su hogar, así que
clavaron la jabalina en el suelo para formar el Pilar Celestial.
Descubrieron que sus cuerpos estaban formados de manera diferente, por lo que Izanagi preguntó a su esposa
Izanami si sería de su agrado concebir más tierra para que de ella nacieran más islas. Como ella accedió,
ambos inventaron un matrimonio ritual; cada uno tenía que rodear el Pilar Celestial andando en direcciones
opuestas. Cuando se encontraron, Izanami exclamó: "¡Que encantador! ¡He encontrado un hombre
atractivo!", y a continuación hicieron el amor.
En lugar de parir una isla, Izanami dio a luz a un malforme niño-sanguijuela al que lanzaron al mar sobre un
bote hecho de juncos. Después se dirigieron a los dioses para pedir consejo, y estos les explicaron que el error
estaba en el ritual del matrimonio, ya que ella no debía de haber hablado primero la encontrarse alrededor del
Pilar, pues no es propio de la mujer iniciar la conversación. Así pues, ambos repitieron el ritual, pero esta vez
Izanagi habló primero, y todo salió según sus deseos.
Con el tiempo, Izanagi concibió todas las islas que forman el Japón, creando, además, dioses para embellecer
las islas, y después hicieron dioses del viento, de los árboles, de los ríos y de las montañas, con lo que su obra
quedó completa. El último dios nacido de Izanami fue el dios del fuego, cuyo alumbramiento produjo tan
graves quemaduras en los genitales de la diosa que murió. Y todavía, mientras moría, nacieron más dioses a
partir de su vómito, su orina y sus excrementos. Izanagi estaba tan furioso que le cortó la cabeza al dios del
fuego, pero las gotas de sangre que cayeron a la Tierra dieron vida a nuevas deidades.
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EL MAS ALLA
Tras la muerte de Izanami, Izanagi quiso seguirla en su viaje a Yomi, la región de los muertos, pero ya era
demasiado tarde. Cuando llegó allí, Izanami ya había comido en Yomi, lo que hacía imposible su vuelta al
mundo de los vivos. La diosa pidió a su esposo que esperase pacientemente mientras ella discutía con los
demás dioses si era o no posible su retorno al mundo, pero Izanagi no fue capaz; Impa ciente, rompió una
punta de la peineta que llevaba, la prendió fuego, para que le sirviese de antorcha y después entró en la sala.
Lo que vió allí fue espantoso: los gusanos se retorcían ruidosamente en el cuerpo putrefacto de Izanami.
Izanagi quedó aterrado al contemplar la visión del cuerpo de Izanami, por lo que dio media vuelta y salió
huyendo de allí. Encolerizada por la desobediencia de su marido, Izanami envió tras él a las brujas de Yomi y
a los fantasmas del lugar, pero Izanagi pudo despistarlos haciendo uso de sus trucos mágicos. Cuando por fin
llegó a la frontera que separa el mundo de los muertos del de los vivos, Izanagi lanzó a sus perseguidores tres
melocotones que allí encontró, retirándose las brujas y fantasmas a toda prisa.
Finalmente, fue la propia Izanami quien salió en persecución de Izanagi. Este colocó una gigantesca roca en
el paso que unía Yomi con el mundo de los vivos, de modo que Izanami y él se vieron uno a cada lado del
enorme obstáculo. Izanami dijo entonces: "Oh, mi amado marido, si así actuas haré que mueran cada dia mil
de los vasallos de tu reino", a lo que Izanagi contestó "Oh, mi amada esposa, si tales cosas haces yo daré
nacimiento cada día a mil quinientos". Finalmente llegaron a un acuerdo, mediante el cual la cifra de
nacimientos y fallecimientos se mantienen en la misma proporción. Ella le dijo que debía aceptar su muerte y
él prometió no volver a visitarla. Entonces ambos declararon el fín de su matrimonio. Esta separación
significó el comienzo de la muerte para todos los seres.
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LA CREACION DE LOS DIOSES MAYORES
Izanagi se sometió entonces a un proceso de purificación para librarse de la suciedad que pudiera haber
contaminado su cuerpo durante el descenso al mundo inferior. Llegó a la llanura junto a la desembocadura del
río y se libró de sus ropas y de todo cuanto llevaba. Y allí donde dejaba caer una prenda o un objeto, del suelo
salía una deidad. Y nuevos dioses se iban creando a medidad que Izanagi entraba en el agua para limpiar su
cuerpo. Finalmente, cuando lavó su cara fueron creados los dioses más importantes del panteón japonés; Al
secar su ojo izquierdo apareció Amaterasu, la diosa Sol; de su ojo izquierdo nació la diosa Luna, Tsuki-yomi;
El dios de la tormenta, Susano, fue engendrado de su nariz.
Izanagi decidió entonces dividir el mundo entre sus hijos. Encargó a Amaterasu el gobierno del cielo, a
Tsuki-yomi el de la noche ya Susano el cuidado de los mares. Pero este último dijo que prefería ir al mundo
inferior con su madre, así que Izanagi lo desterró y después se retiró del mundo para vivir en el alto cielo.
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EL ENGAÑO DE SUSANO
Antes de ser desterrado a Yomi, Susano quiso despedirse de Amaterasu, pero en realidad quería traicionarla
ya que estaba celoso de la belleza y preeminencia de su hermana. Amaterasu, recelosa de la actitud de su
hermano, se armó con un arco y flechas antes de acudir a la cita, pero Susano se mostró realmente encantador
y acabó cautivando a la diosa con la sugerencia de engendrar hijos juntos como prueba de buena fe.
Amaterasu accedió, pero antes exigió que le entregase su espada, que inmediatamente quebró con su boca en
tres pedazos, mientras de su aliento salían tres diosas. Susano pidió a Amaterasu cinco collares, los cuales
masticó para engendrar otros tantos dioses.
Al momento se entabló una discusión entre ambos por la custodia de los hijos, pues Amaterasu los reclamaba
como suyos al haber sido formados de sus propias joyas. Su hermano, sin embargo, creyó haber engañado a
la diosa y lo celebró rompiendo las paredes que contenían los campos de arroz, bloqueando los canales de
irrigación y defecando en el templo donde había de celebrarse el festival de la cosecha. Su desconcertante
comportamiento es el germen de la enemistad que nació entre los dos dioses. Susano, a pesar de haber sido
desterrado, se quedó merodeando por la Tierra y el cielo.
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LA DESAPARICION DEL SOL
Un día, mientras Amaterasu se encontraba tejiendo ropas para los dioses, Susano arrojó un caballo desollado
que atravesó el tejado de la sala en la que la diosa y sus ayudantes trabajaban. Una de ellas se asustó de tal
modo que se pinchó con la aguja y murió. Y tan atemorizada quedó la propia diosa que después de aquello se
escondió en una cueva y bloqueó la entrada con una enorme piedra. Sin la diosa Sol, el mundo quedó sumido
en la oscuridad y el caos.
Una asamblea de ochocientas deidades se reunió para hallar la manera de sacar a Amaterasu de la cueva.
Decidieron que la única manera de lograrlo sería excitando su curiosidad, así que decoraron un árbol con
ofrendas y joyas, encendieron fuego y danzaron al ritmo de los tambores, y alabaron la belleza de otra diosa,
para provocar sus celos. Colocaron un espejo mágico a la entrada de la cueva, llevaron gallos al lugar para
que cantaran y persuadieron a la diosa de la aurora, Amo No Uzume, para que bailara. En un momento de
abandono, la diosa empezó a quitarse las ropas, para solaz del resto de los dioses, que la llamaron "terrible
hembra del cielo".
Como esperaban, Amaterasu se asomó a la entrada de la cueva para averiguar qué estaba sucediendo. Los
dioses respondieron que estaban celebrando una fiesta porque habían encontrado a su sucesora y que esta era
incluso mejor que la propia Amaterasu. Sin pensarlo, la diosa salió de la cueva y vió su reflejo en el espejo
mágico. En ese momento, el dios Tajikawa la agarró, obligándola a salir de su escondite y bloqueando la
entrada para impedir que volviera a desapareer. La vida volvió a la naturaleza y desde aquel momento el
mundo ha conocido el ciclo normal del día y la noche. El espejo fue confiado al mítico primer Emperador de
Japón, descendiente directo de la diosa, como prueba de su divino poder.
Los ochocientos dioses castigaron a Susano cortando su barba y bigote, arrancándole las uñas de las manos y
los pies, y arrojándole del cielo. Fue entonces cuando el dios comenzó su vida errante y vagabunda por la
Tierra.
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CONCLUSION
Los mitos de la creación de Japón hacen referencia directa a un buen número de deidades y tienen su origen
en antiguas religiones folclóricas de la región. Por muy importantes que sean, los dioses del Sol, la Luna y las
estrellas no están solos en los cielos. A ellos se une un enorme número de espíritus menores de ancestrales
raíces, los kami, los budas y bodhisattvas, todos ellos conviviendo pacíficamente.

martes, 20 de octubre de 2009

Eres tan bella como una flor, pero las nubes nos separan


Li Po

Eres tan bella como una flor, pero las nubes nos separan

Gracias “Nemo”


La vida es un largo sueño.
¿para que abrumarla con fatigas?
Por eso todo el día estoy ebrio


Li Po

Hijo de un acomodado comerciante, Li Po nació en la ciudad de Shuiye en el año 701. Durante su juventud vivió durante un tiempo como eremita y luego viajó por el país. En 742 se estableció en Changan, la capital del imperio Tang. Fue presentado al emperador y frecuentó la corte hasta que cayó en desgracia, y más tarde se le desterró temporalmente por su apoyo al príncipe Yong durante el estallído de una rebelión. Murió en el año 762. Le tocó vivir una época de paz y de relativa libertad ideológica que se tradujo, entre otras cosas, en la promoción de la poesía por parte de los emperadores. Escribió más de diez mil poemas, de los que se han conservado unos mil. Y en ellos abordó todos los temas: el amor, la nostalgia, el canto a la vida de los ermitaños el elogio de los caballeros, la guerra, la naturaleza, la vida en las regiones fronterizas y, como buen bebedor, los placeres del vino. junto con su contemporáneo y amigo Du Fu está considerado uno de los poetas más importantes de la poesía china.

BEBIENDO SOLO BAJO LA LUNA

Rodeado de flores, libo solo,
ante un jarro de vino.
Alzando la copa, convido a la luna.
Con mi sombra, somos tres.

Aunque la luna no puede beber,
y mi sombra en vano me sigue,
las tomo por compañeras transitorias. ¡Divirtámonos antes de que pase la primavera!

Canto, mientras la luna pasea.
Bailo, mientras mi sombra vacila.
Antes de mi embriaguez nos solazamos juntos.
Cuando estoy ebrio, se deshace nuestra compañia.
¡Oh luna! ¡Oh sombra! Seréis mis inmortales amigas.
Ya nos reuniremos algún día
en el cristalino mundo de las estrellas.



DESPIDIENDO A UN AMIGO EN JINMEN

He dejado ya atrás Jinmen,
y se extiende ante mis ojos
la tierra de Chu.
Los montes terminan
cuando empieza la vasta llanura.
El río fluye hacia el confín del mundo.
Un espejo ha bajado del cielo:
es la luna que riela.
Encima, una alta terraza
y casas coloreadas:
las nubes.
¡Oh aguas de mi país natal!
¡Qué cariño me tenéis!
¿Hasta dónde me vais a acompañar?





A MI AMIGO YUAN DANQIU,
QUE MORA EN LA MONTAÑA

Moras en la montaña de Levante,
deleitándote con la belleza del paisaje.
Desde tu lozana primavera,
te acuestas en la solitaria selva.
Y duermes todavía cuando el sol ya calcina. Las mangas de tu túnica se limpian con la brisa de los pinos.
Tu corazón y tus oídos se purifican con el arroyo que serpentea entre peñas.
¡Cuánto te envidio!
Alejado de rumores y contiendas,
reposas con una nube diáfana bajo tu cabeza.





NOSTALGIA EN UNA NOCHE SILENCIOSA

Brillantes luces inundan mi lecho.
¿Será la escarcha sobre la tierra?
Alzo los ojos y veo la luna.
Al bajar la cabeza, añoro mi hogar.


CONTEMPLANDO LA CASCADA
DE LA MONTAÑA LU SHAN

El sol enciende el Incensario,
que exhala un vapor violáceo.
Lejos una cascada
cuelga de la montaña.
En un vertiginoso vuelo
rueda mil pies hacia abajo.
¿Estará la Vía Láctea cayendo
de lo más alto del cielo?




ESTANDO EN HUÉSPED

En las copas de jade brilla el ámbar;
es el licor de Lan Ling,
fragante como un tulipán.
Mi anfitrión insiste en embriagarme
para ahuyentar mis añoranzas del hogar.


VISITA A MI MAESTRO YONG EN SU ERMITA

Rodeado de picos que tocan el cielo,
vives en plena libertad, olvidando los años. Aparto las nubes y busco el antiguo sendero.
Y recostado en un árbol,
escucho el susurro del arroyo.
Entre flores primaverales,
los búfalos negros se acuestan,
y entre pinos erguidos,
las grullas blancas reposan.
Con nuestras voces, el crepúsculo cae sobre el agua.
Solo, desciendo en medio de las brumas y el frío.


LAS RUINAS DEL PALACIO DE YUE

Después de conquistar el reino de Wu,
regresó triunfante Gou Jian, rey de Yue.
Sus guerreros vestían de seda,
y las doncellas de la corte,
bellas flores de primavera,
inundaban su palacio.
Hoy no quedan sino ruinas
y una que otra perdiz.

DESPEDIDA EN UNA TABERNA DE JINLING

Las flores de los sauces
se mecen con la brisa
e inundan la taberna de fragancia.
Mis jóvenes amigos de Jinling
vienen a despedirme.
Una hermosa doncella nos escancia el licor. Entre "adiós" y "adiós",
apuramos una copa tras otra.
Preguntad, ¡oh amigos! al gran río que corre hacia el este:
¿qué acabará primero, su curso o mi añoranza?



GRAZNIDOS NOCTURNOS DE LOS CUERVOS

Amarillas nubes flotan
encima de las murallas.
Los negros cuervos que tornan
graznan sobre las ramas.
Tras la nebulosa cortina,
murmura la joven esposa,
sumida en la melancolía.
Abandona la lanzadera,
y añora al amado que corre tierras remotas. De noche, sus lágrimas caen cual lluvia
en la soledad de su alcoba.


BALADAS DE LAS CUATRO ESTACIONES
DEL AÑO



PRIMAVERA

A la orilla azul del agua,
la doncella Lo Fu, del país Qin,
recoge moras.
Sus manos blancas brillan
entre las verdes hojas.
Bajo el fulgor del sol,
luce aún más radiante su ropa de grana. «Tengo que irme -dice-,
mis gusanos de seda tienen hambre.
Y usted, con sus cinco caballos, no demore en volver a casa. »


VERANO

En el extenso lago del Espejo,
los lotos florecen alegremente.
Es mayo. La bella Xi Shi los recoge.
En ambas orillas, se aglomera
una multitud para contemplarla.
Su barca regresa
sin esperar el claro de luna
y se desliza
hasta el palacio del rey de Yue.


OTOÑO


La ciudad de Changan se baña en luces de luna.
Se golpea la ropa en miles de casas.
La brisa otoñal no puede barrer
Las añoranzas del Paso de Jade.
¡Ay! ¿Cuándo derrotarán a los invasores tártaros?
Cuándo tornará el amado del campo de batalla?


INVIERNO

Mañana partirá el correo a la frontera.
Ella cose toda la noche un abrigo de soldado. Trabajando con la frígida aguja,
sus finos dedos están helados,
y apenas pueden manejar las tijeras.
¡Ay! ¿Cuándo llegará el envío a manos del amado?


NOSTALGIA EN PRIMAVERA

Las hierbas de Yen
son hilos de seda esmeralda.
El peso de las hojas
inclina las verdes ramas
de las moreras de Qin.
Mi corazón anhelante ya está destrozado.
Y sólo ahora piensas tú, mi amor,
tornar a casa.

¡Oh viento de primavera!
Tú, que eres un extraño,
¿por qué levantas
mi cortina de raso?



A LA SEÑORA YANG
(Según la melodía «Ching Ping»)

Su traje es una nube, su cara una flor, radiante con el rocío de la primavera.
¿Estoy en la cumbre de la Montaña de jade,
o en la Terraza del paraíso bajo la luna?


PLACERES DEL PALACIO

De niña, viví en una casa de oro.
Adulta, habito el Palacio del Púrpura.
Flores de la montaña adornan mi moño. Claveles bordados decoran mi túnica.
Cuando salgo del insondable palacio,
siempre voy en la carroza del soberano.
Sólo temo que los cantos y las danzas concluyan,
como nubes rosáceas que se esfuman.


GOZO DEL VIAJERO

El viajero cabalga el viento,
que lo lleva a tierras lejanas,
como un ave que emprende el vuelo,
sin dejar su rastro en el cielo.


LA LUNA EN EL PASO MONTAÑOSO

Entre un mar de nubes y neblinas,
la luna surge del Monte Celeste.
El viento recorre miles de leguas
y azota el Paso de jade.
Guerreros chinos marchan por el Blanco Camino.
Tropas tártaras merodean el Lago Azul.
De esos campos de batalla nunca ha regresado nadie.
Los recién llegados, triste el rostro, contemplan la frontera,
pensando en el hogar,
en las que suspiran y lloran esta noche,
en la soledad de sus aposentos.


DIFÍCIL EL CAMINO

El vino de mi copa dorada
vale diez mil monedas de cobre,
y los manjares de mis platos de jade,
otro tanto.
Pero no los puedo tomar:
abandono la copa y los palillos.
Desenfundo mi espada
y miro a mi alrededor
con el corazón perturbado.
Quiero cruzar el río Amarillo,
pero está congelado.
Quiero escalar el monte Taishan,
pero las nieves nublan el cielo.
Ocioso, me siento a pescar
en un arroyo diáfano.
De pronto, sueño que llego,
en una barca, a la capital.

¡Qué difícil es el camino!
¡Qué arduo es el sendero!
¡Qué numerosas son las encrucijadas!
¿Cómo voy a encontrar la salida?
Mas, algún día, navegaré viento en popa,
y atravesaré el inmenso océano.

A MI AMOR LEJANO

II

¿Dónde está mi pabellón verde?
Está entre las nubes azules.
Un río de otoño cuelga
de su mágico espejo.
La brisa de primavera
agita mi traje de seda.
Bien ataviada, me siento
frente al sol poniente.
Melancólica, contemplo
mi alcoba solitaria.
Te envío mis añoranzas en una carta;
si pudiéramos ser una pareja de aves
que vuelen siempre juntas.


VI

El río Chu me separa de ti.
Las hierbas de la primavera
reverdecen las riberas del río Amarillo.
Mis nostalgias no cesan de día ni de noche. Impetuosas, se convierten en olas que se precipitan hacia la mar.
Anhelo verte,
pero no puedo.
Tengo que conformarme con enviarte, a ti,
mi lejana belleza, una lágrima.



XI

Cuando estabas, las flores llenaban la casa.
Al irte, dejaste el lecho vacío.
La manta bordada, doblada,
permanece intacta.
Tres años ya han transcurrido,
pero tu fragancia no se disipa.
Te añoro, y de los árboles caen hojas amarillas.
Lloro, y sobre el verde musgo brilla el rocío.
NOSTALGIA ANHELANTE

Dirijo mis añoranzas
a la distante capital.
En torno al brocal de jade,
los grillos lloran tristemente el otoño.
La escarcha cae, y el frío invade mi lecho.

¡Oh amor mío!
Pienso en ti, desesperado,
a la luz de mi moribundo candil.
Corro la cortina,
contemplo la luna y gimo largo tiempo:
eres tan bella como una flor,
pero las nubes nos separan.

El firmamento se extiende infinitamente.
Las olas de los ríos azules
una a otra se suceden.
El cielo es tan inmenso, y la tierra, tan ancha,
que me costará atravesarlos.
No podré llegar ni en sueños
a la montaña de Guangshan.
Se me parte el corazón por la nostalgia.



EXHORTACIÓN

¿No ves, amigo mío,
que las aguas del río Amarillo,
fluyendo del firmamento,
se precipitan hacia el mar para no volver?
¿No ves, en la grandiosa sala,
que el espejo plateado refleja
los cabellos canos,
que las sedas, negras por la mañana,
se han tornado blanca nieve con el crepúsculo?
¡Entreguémonos a libar mientras podamos,
y no dejemos vacía la copa dorada frente a la luna!
Los dones que me concedió el cielo
no se han de desperdician
Al gastar mil onzas de oro,
volveré a tener otro tanto.
¡Guisemos carneros, matemos reses y divirtámonos!
¡Apuremos trescientas copas en un solo encuentro!
¡Vamos, maestro Qin y querido amigo Dan Qiu!
No dejéis vuestras copas ni un momento.
Os voy a cantar una balada, y escuchadme todos atentos:
nada representan para mí gongs,
tambores ni manjares exquisitos,
y no desearía más que una ebriedad perpetua. Todos los santos y sabios del pasado se quedan en soledad.
Sólo los grandes bebedores
conservan su fama.
El príncipe Chen aprovechó bien su tiempo: en el Palacio de Paz y Delicias
se entregaba a las orgías con los suyos.
No los satisfacían sino los licores más preciosos.

Ahora te pido vino, tabernero,
¿por qué nos dices que no alcanza el dinero? ¡Ven, mozo, y trae al momento mi corcel tordo y mi abrigo
exornado con cien pedazos de oro.
Los trueco por vinos deliciosos,
que vierto en vuestros vasos
para disipar juntos las tristezas de mil años.


DESPEDIDA AL ERMITAÑO YANG
QUE VUELVE A LA MONTAÑA

Tengo una cabaña muy antigua
en la cumbre Doncella de jade.
Atrae tanto a la luna,
que siempre la ronda encima
de un pino junto al arroyo.
Oh amigo, ya te marchas.
Vas a recoger la hierba
de la inmortalidad en la montaña,
donde se abrirán flores seductoras.
Iré a visitarte a fines del año
y viajaré en el azul infinito
montando un blanco dragón.


PU SA MAN

Los infinitos bosques
tejen un velo gris oscuro.
Las montañas frías derraman un verdor triste. El crepúsculo envuelve el alto pabellón
donde mora una joven melancólica.
En pie, sobre las gradas de color jade,
ella espera en vano.
Los pájaros vuelan presurosos a sus nidos. ¿Por dónde retornará el amado?
Por allá, por detrás de los kioskos distantes que suceden a los más cercanos.




A UNA BELLA DEL CAMINO

El gallardo jinete pasa
cabalgando sobre la alfombra de flores.
La punta de su látigo roza
un carruaje de nubes multicolores.
Sentada allí, sonriente, entreabre
la cortina de perlas una joven hermosa. «Aquella es mi casa», murmura,
señalando un lejano pabellón color rosa.


MARCHA MILITAR

Montado en su caballo alazán,
sobre una nueva silla
tachonada de jade blanco,
el jinete trota en el campo de batalla, inundado de frías luces de luna.
Finaliza el combate.
Los ecos de los tambores
siguen resonando desde la muralla.
En el sable de oro, ya envainado,
aún no se seca la sangre.


CACERÍA

Los jóvenes de la frontera
pasan su vida sin leer una letra.
No saben sino cazar,
orgullosos de su agilidad y presteza.
En otoño sus caballos tártaros,
fuertes, necesitan pastos.
Entonces montan sobre ellos,
soberbios y raudos relámpagos.
Sus látigos dorados
acarician la nieve silbando.
Medio ebrios, llevando sus halcones,
se van a las afueras.
Tensan sus arcos,
y nunca yerran el blanco.
Al lanzar una flecha,
caen dos grullas juntas.
Al borde de la laguna,
los espectadores quedan boquiabiertos.
Su bravura y valentía
estremecen el desierto.
Encerrado entre cortinas
hasta que blanqueen sus cabellos,
¿cómo podrá el inútil letrado
igualarse a los caballeros?

CANCÓN DE LA FRONTERA

En mayo, vuelan copos de nieve
sobre la Montaña Celeste.
Faltan flores y nos traspasa el frío.
En las notas de una flauta
reconocemos «Sauces Llorones»
y nunca vemos aquí un asomo de lozanía.
De día, luchamos guiados
por los gongs y tambores.
De noche, dormimos con la silla
de color de jade como almohada.
¡Cuánto deseamos liquidar al tirano Lou Lan con nuestros sables desenvainados!


BEBIENDO CON EL ERMITAÑO
EN LA MONTAÑA

Rodeados de espléndidas flores,
hemos bebido, frente a frente,
una copa tras otra.
Retírate ahora,
ya estoy embriagado
y tengo que dormir.
Si quieres, vuelve mañana
y trae tu cítara.


RESPONDIENDO DESDE LA MONTAÑA

¿Por qué vivo en la montaña esmeralda? Callado sonrío, el corazón sereno.
Las flores de durazno que se lleva el arroyo me abren un mundo nuevo,
totalmente distinto del de los hombres.

AUTOABANDONO

Ensimismado por el vino,
no advierto el crepúsculo,
hasta que los pétalos caídos
cubren mi túnica arrugada.
Embriagado, me levanto y retorno,
guiado por la luna del arroyo,
sin pájaros ni gente que me acompañe.


DELANTE DEL VINO

Vino de uva... Copa de oro...
Una doncella de Wu de quince años
llega sobre un airoso caballo.
Sus cejas están pintadas de negro,
y sus zapatos son de satén rojo.
Habla con una pronunciación extraña,
pero canta con una voz que acaricia.
En el espléndido festín,
se embriaga en los brazos de mi amigo.
Y, bajo el toldo color rosa,
éste no sabe qué hacer.


EL GRANADO DE LA VENTANA ESTE
DE LA VECINA

Bajo la ventana este de la dama Lu,
hay un granado sin par en toda la tierra.
El coral reflejado por el agua esmeralda
dista de poder igualar su belleza.
Con la brisa, su fragancia se esparce,
y de noche reposan en él preciosas aves.

Desearía convertirme en una de sus ramas, que se mecen y rozan el vestido de la dama. Y, si ella no me prestara atención,
alcanzaría la cabeza hacia su puerta dorada.


DESPIERTO DE LA EMBRIAGUEZ
EN UN DÍA PRIMAVERAL

La vida es un largo sueño.
¿Para qué abrumarla con fatigas?
Por eso, todo el día estoy ebrio.
Abatido, me acuesto
junto a una columna de la puerta.
Al despertar, miro más allá del patio,
y veo un ave que canta entre las flores.
La interpelo:
«¿ En qué estación del año estamos? ».
« ¡Vaya pregunta!
¿No ves que es la primavera
quien hace hablar, con su brisa,
a la oropéndola vagabunda? »
Conmovido, quiero arrancarme un suspiro. Mas prefiero volver a servirme vino.
Canto en voz alta, esperando la luna.
Al terminar, todo queda en el olvido.


QUEJAS EN LAS GRADAS DE JADE

Las gradas de jade blanco
están cubiertas de un rocío diáfano.
A media noche, el frío traspasa
las pantuflas de seda.
Dejando caer la persiana cristalina,
la doncella contempla
una redonda luna de otoño.


MELANCOLÍA RENCOROSA


La beldad levanta su cortina de perlas. Sentada, pensativa, fruncidas las cejas,
con huellas de lágrimas en las mejillas.
¡Ay! ¿A quién le deberá
esa rencorosa melancolía?

SENTADO, SOLO, EN LA MONTAÑA
DE JINGTING

Los pájaros han tornado a sus nidos en bandadas.
Perezosa, la última nube se aleja.
La montaña es mi única compañera.
Ni al uno ni al otro nos cansa mirarnos.


MELANCOLÍA

La nueva amada
es fascinante como una flor.
Mas la antigua es tan preciosa como el jade. Liviana,
la flor vacila con el viento;
mientras el jade
nunca se altera en su pureza.
La anciana de hoy
ha sido novia en otra época.
La novia de hoy
algún día será anciana.

¡Mirad el Pabellón de Oro
de la emperatriz Chen!:
en sus cortinas ornadas de perlas,
ya aparecen,
silenciosamente,
telas de araña.

DESPEDIDA A UN AMIGO

Montañas verdes tras las murallas del norte. Un río cristalino al este de la ciudad.
Aquí nos separamos,
y una hoja mustia, solitaria
flotará mil leguas sobre el agua.

Nubes vaporosas, corazón de viajero.
Puesta del sol, separación de viejos amigos. Te alejas. Nos decimos adiós con la mano. Tristes relinchan nuestros caballos.


INTERNÁNDONOS EN EL ARROYO LÍMPIDO
Y VIAJANDO ENTRE MONTAÑAS


¡Qué ligera y rauda nuestra barca!
En un abrir y cerrar de ojos,
nos lleva a un mundo
poblado de bosques lozanos.
Sosegadas nubes blancas flotan
por encima de nuestras cabezas.
Sentados entre peces y aves,
contemplamos las aguas
y las montañas vacilantes
reflejadas en ellas.
Los ecos resuenan entre los peñascos,
y un profundo silencio
reina en todo el arroyo.
Entregados a un ocio placentero,
dejamos los remos y admiramos
los últimos rayos del ocaso.


A WANG LUN


Ya estoy a bordo. Voy a partir.
De pronto se aproximan por la orilla
el compás de tus zuecos y canciones.
El lago Flor de Durazno es muy hondo.
Mucho más hondo es, Wang Lun,
tu cariño por mí.


BALADA DE CHANCAN
Mis cabellos comenzaban a cubrir mi frente. Delante de la puerta, cogiendo flores,
me divertía,
cuando tú venías,
montado en un caballo de bambú.
Dabas vueltas al brocal,
tirando verdes ciruelas.
Ambos vivíamos en la misma aldea
y crecíamos en plena confianza mutua.
A los catorce años vine a ser tu esposa.
Con rubor, bajaba la cabeza
hacia un rincón oscuro,
y nunca te mostré una sonrisa.
Cien veces me llamabas,
mas ni una vez me volví.
Cuando tenía quince años
desfruncí las cejas
y deseaba que nos uniéramos
como polvo y ceniza.
Siempre estaba dispuesta a seguir
el ejemplo del «hombre del pilar».
Mas no esperaba subir
a la Colina de la Espera.
Un año más tarde
partiste a esa zona lejana,
donde los escollos Qutang y Yenyu,
enhiestos, impiden el paso
en el mes de mayo,
cuando los monos
lanzan sus lamentos al cielo.
Las huellas que dejaron tus pasos,
una tras otra se cubrieron de un musgo verde, tan tupido, que no lo puedo barrer.
Hojas desprendidas de los árboles
indican la temprana llegada del otoño.
Es septiembre ya.
Las mariposas, en parejas,
vuelan por el jardín
revoloteando entre las hierbas.
El espectáculo me conmueve
y llena de aflicción mi alma.
La amargura me quita
la rosa de mis mejillas.
¡Ay! Cuando desciendas de Sanba,
no dejes de avisarme con tiempo.
Para ir a tu encuentro,
no me importará la distancia.
Saldré a recibirte
hasta la Arena del Gran Viento.


COLINA DE LA ESPERA DEL ESPOSO

Apenada, contempla el horizonte,
fundida en la inmensidad celeste;
añora al amado ausente.
Las hierbas de la ribera
no conocen la tristeza.
Las flores montañosas
disputan su belleza.
Miles de cerros y nubes
separan a los esposos,
y una gran distancia los incomunica.
Los años se suceden sin cesar,
y sus añoranzas nunca terminan.


MELANCOLÍA PRIMAVERAL

Montando un caballo blanco con silla dorada mi esposo se fue a la guerra.
Bajo cortinas de seda,
cubierta con una manta bordada,
duermo mecida por la brisa de primavera.
A través de la ventana
la baja luna lanza una mirada furtiva
a mi agonizante candelabro.
Las flores indiscretas
se asoman a mi morada
y se burlan de mi soledad.


NO INSPIRACIÓN

La brisa otoñal refresca.
La luna brilla.
Las hojas caídas,
amontonadas, se mueven.
El cuervo, ya recogido,
sale asustado de su nido.
¿Dónde estarás, mi amor?
¿Cuándo volveré a verte?
¡Ay! Esta noche me duele el corazón.

NOSTALGIAS OTOÑALES

Las montañas de Yanzhi
se visten de hojas amarillas.
Una mujer joven,
desde la terraza Baidian,
contempla el cielo
cuajado de un mar de nubes oscuras:
el otoño ha llegado a la verde estepa.

¡Mirad, tropas tártaras se agrupan
en la arenosa llanura!
Nuestro mensajero torna presuroso
para anunciar la noticia.
«Ay, cuando regrese mi esposo de la guerra, hallará, triste, marchita mi belleza.»


EN EL TEMPLO DE LA CÚMBRE

Paso la noche en el templo de la Cumbre. Levanto la mano y palpo las estrellas.
Mas no me atrevo a hablar en voz alta:
temo molestar a los moradores del Cielo.


UNA NOCHE ENTRE AMIGOS

Para ahuyentar
las eternas tristezas del mundo,
nos entregamos a beber,
centenares de jarros.
La hermosa noche nos invita
a íntimos coloquios,
y la brillante luna nos quita el sueño.
Ya ebrios,
nos acostamos en la yerma montaña.
El cielo es nuestra manta,
y la tierra, nuestro lecho.


PARTIDA MATINAL DE LA CIUDAD DE BAIDI

Digo adiós a Baidi
entre nubes multicolores del alba,
y hoy mismo llegaré a mi hogar
recorriendo cien leguas.
Con el incesante aullar de los monos
en ambas riberas,
se desliza, entre un bosque de montañas,
mi barca.


RECOLECCIÓN DE LOTOS

A la orilla del arroyo
las doncellas recogen lotos,
charlando y riendo entre las flores.
El sol ilumina sus ropas nuevas,
que se reflejan en el agua diáfana.
Con la brisa,
ondulan sus mangas perfumadas
¿Quiénes son los gallardos jinetes que,
en grupos de tres o cinco,
aparecen montando los pardos caballos
a través de los sauces llorones?
Entre relinchos pasan de largo,
pisando los pétalos caídos.
Decepcionadas, las doncellas
se entristecen en vano.


Al PIE DE LA MONTAÑA DE LOS CINCO PINOS,
EN CASA DE LA ABUELA SUN

Me alojo al pie de los Cinco Pinos,
solo, e incómodo.
La gente del campo
trabaja duro en otoño.
Azotada por el frío de la noche,
una doncella vecina
desgrana las semillas.
La abuela, arrodillada,
me ofrece una sopa de chouhu.
La luna alumbra el plato blanco, recordándome a la lavandera.
Le doy las gracias
una y otra vez,
mas no puedo quitarle su comida.


PASEO POR EL RÍO BLANCO DE NANYAN ESCALANDO LA ROCA SHIJI

Al despuntar la aurora,
vadeo el río Blanco
en el angosto cauce de su nacimiento.
Me alejo así por el momento
del mundo de los hombres.
Innumerables islas se visten
con los maravillosos colores
de la naturaleza.
El cielo y el río, ligados,
se ofrecen en un Inmenso espejo azul.
Mis ojos siguen las nubes, que,
una a una, se pierden en el mar.
Mis pensamientos, sosegados,
divagan como peces
que se deleitan en el agua.
Canto todo el día,
hasta la caída del sol.
Luego, en compañía de la luna,
retorno a mi cabaña.


CANTO DEL AGUA VERDE

En las aguas transparentes
riela la luna de otoño.
En la Laguna del Sur
se recogen blancas flores de boda.
Los lotos zalameros
parecen murmurar sus quejas,
y los barqueros, conmovidos,
los contemplan maravillados.


NUECES BLANCAS

Dentro de las mangas de gasa roja,
se ven claramente.
Mas en un plato de jade,
son como inexistentes.
Parece que un monje anciano,
al dejar de rezar,
puso delante de sus dedos
perlas cristalinas de su rosario.


LLORANDO LA DESAPARICIÓN DE JI,
EL BUEN DESTILADOR DE VINO

En el otro mundo,
el anciano Ji seguirá destilando su vino.
¿Pero a quién se lo venderá,
si Li Po no está allá?


EL PABELLÓN LAO LAO

Será el lugar más triste de la tierra
el pabellón donde nos despedimos.
¡Oh viento primaveral!
Qué bien conoces
las penas de la separación:
dejas sin reverdecer
los sauces llorones de aquí.