miércoles, 10 de noviembre de 2010

Quién fue el Buda histórico

Quién fue el
Buda histórico
Vivió en el norte de la India, en el siglo VI a.C. Su nombre personal
era Sidarta (Siddartha, en sánscrito) y su apellido, o nombre de familia,
era Gotama (Gautama, en sánscrito). (1)
Su padre fue Sudodana, gobernante del reino de los Sakyas (situado en
el actual Nepal), y su madre la reina Maya. Según la costumbre de la
época contrajo matrimonio a los 16 años con la princesa Yasodara, con
quien tuvo un hijo.
El joven príncipe debía tener tendencias religiosas que su padre
adivinó, ya que Sidarta fue aislado en palacio y rodeado de todos los
lujos posibles para evitar que le llegaran los problemas y sufrimientos
normales de la humanidad. Sin embargo diversas "casualidades"
permitieron que Sidarta contemplase directamente la pobreza, la
enfermedad, la extrema vejez y la muerte. Profundamente afectado por
la visión de estos males (quizá su lujoso aislamiento hizo aún más
fuerte la impresión), decidió hallar la causa y la solución a estos males
aparentemente irremediables, por lo que pensó en buscar las
enseñanzas adecuadas. Así fue como decidió abandonar su futuro
reino, su mujer y su hijo en busca de un antídoto para el mal.
Durante 6 años el príncipe Sidarta practicó un furioso ascetismo; tal
como se lo indicaron los distintos maestros que a su paso fue
encontrando. Tan débil y esquelético llegó a estar que, según lo
cuentan crónicas posteriores, apenas podía sostenerse en pie con todas
sus costillas cubiertas por un ligero manto de carne. Sin embargo el
antídoto al sufrimiento se le hacía esquivo y no hallaba nada
concluyente en su búsqueda infatigable.
En cierto momento una aldeana se apiadó del esquelético y maloliente
asceta y le ofreció unas gotas de leche. Sidarta, que ya había
reflexionado sobre las consecuencias inútiles de tan extrema privación,
aceptó esas pocas gotas; y con energía renovada se sentó a los pies de
un árbol con la firme decisión de encontrar, de una vez por todas, la
pieza que faltaba en el rompecabezas cósmico.
Así fue como se sentó a meditar Sidarta al pie del árbol (desde
entonces conocido como el árbol Bodhi, o de la "Sabiduría"), a orillas
del río Neranjara, en Buda Gaya (en el actual Bihar), cuando contaba
ya 35 años. Luego de muchos días y noches, donde fue sometido a toda
clase de tentaciones y depresiones, alcanzó la iluminación y con ella la
transformación. Se había sentado a meditar Sidarta; al levantarse era el
Buda.
Buda viene de la raíz "Bud" que significa "despierto" o "iluminado", así
como Cristo significa "ungido". No debe usarse como nombre propio,
ya que significa un título y un reconocimiento por haber alcanzado un
estado de desarrollo espiritual.
Posteriormente a esa experiencia crucial dudó sobre que hacer y, según
la leyenda, los dioses del cielo le pidieron que no se quedara para sí
esa experiencia sino que la compartiera con los demás hombres. Así
fue como en el Parque de las Gacelas, en Isipatana (la actual Sarnath),
el Buda se encontró nuevamente con los 5 ascetas que habían
compartido con él parte de su búsqueda.
Al principio éstos se negaron a escucharles, convencidos que aceptar
alimento (aquellas gotas de leche) había sido una claudicación. No
obstante la serenidad y confianza del Buda se impuso y escucharon el
primer sermón. De esta manera, cuenta la leyenda, empezó a girar la
rueda de la ley: las cuatro nobles verdades que caracterizan al budismo
con una identidad propia. Así fue como nació la Sangha.
La Sangha, la comunidad budista, es la consecuencia de la prédica del
Buda. No resisto la tentación de transcribir las apasionadas palabras de
Edward Conze, un reconocido estudioso del budismo:
"La comunidad budista es la institución más antigua de la humanidad.
Ha sobrevivido más tiempo que ninguna otra institución, con
excepción de la secta afín de los jainos. Allí están los grandes y
orgullosos imperios de la historia, guardados por legiones de soldados,
naves y magistrados. Apenas alguno de ellos duró más de unos tres
siglos. Y allí tenemos un movimiento de mendigos voluntarios, que
siempre apreciaron más la pobreza que la riqueza; que habían jurado
no hacer daño ni matar a otros seres; que pasaban el tiempo soñando
maravillosos sueños, inventando hermosas tierras de nunca jamás; que
despreciaban todo lo que el mundo valorara; que valoraban todo lo
que el mundo despreciara; la mansedumbre, la generosidad, la
contemplación ociosa. Y sin embargo, mientras que esos poderosos
imperios, construidos sobre la codicia, el odio y el engaño, duraron
sólo unos cuantos siglos, el impulso de autonegación llevó a la
comunidad budista a través de 2.500 años." (2)
Durante 45 años Buda predicó a toda clase de personas: de ambos
sexos, ricos, pobres, santos y ladrones. No hacía ninguna distinción de
clase, de cultura, o de sexos. Tampoco de castas (con lo que se enfrentó
directamente con el hinduismo, la religión dominante en la zona).
También aceptó la admisión de mujeres al nuevo culto; siendo la
primera gran religión que creó la categoría de monjas; algo que en su
época causó verdadero horror porque las mujeres no podían entender
ni aspirar al conocimiento religioso. Un detalle curioso es que las
campanas, y su uso dentro del culto, también son de origen budista.
La personalidad del Buda histórico, Sidarta Gotama, tal como aparece
en todos los relatos de la época, es avasallante. Su personalidad se
proyecta a través de los tiempos en cada anécdota que leemos de él. El
Buda murió en Kusinara (el actual Uttar Pradesh), a los 80 años,
rodeado de una multitud de discípulos. Según los escritos budistas sus
últimas palabra fueron: "todas las cosas son perecederas. Esforzaos por
vuestra salvación".
Los occidentales, siempre interesados en el rigor histórico (a diferencia
de los hindúes) también se han preocupado por la realidad de los
hechos anteriormente mencionados. Como dice Borges "lo legendario
envuelve toda la vida del Buddha, pero es más profuso en la etapa que
antecede a la proclamación de su ley. El itinerario de sus viajes debe de
ser auténtico, dada su precisa topografía. Nos queda pues a crónica
minuciosa de cuarenta y cinco años de magisterio, de la que basta
extirpar algunos milagros". (3)
Luego agrega Borges un comentario muy interesante: "Acaso no sea
inútil señalar que el siglo VI a.C., en que floreció el Buddha, fue un
siglo de filósofos: Confucio, Lao Tse, Pitágoras y Heráclito fueron
contemporáneos suyos". (4)
Posteriormente el budismo se escindió en diversas ramas con sus
propias variaciones; extendiéndose desde la India del Norte por todo
el subcontinente, Ceilán, Birmania, Tailandia, Camboya, Laos,
Vietnam, Pakistán, Tíbet, China, Japón, Mongolia, Corea, Formosa, y
partes de lo que hasta hace poco fue la Unión Soviética.
¿Cómo llegó a Europa? Escribe el ya citado E. Conze que "en los siglos
XVII y XVIII, los misioneros jesuitas habían adquirido un conocimiento
bastante exacto del budismo chino y japonés, pero el primero que dio a
conocer el budismo en Europa como una religión viva fue un filósofo
alemán, Arturo Schopenhauer. (5)
Sin embargo este filósofo no tuvo oportunidad de leer ninguna
traducción directa de las escrituras budistas por lo que resulta difícil
encontrar una figura claramente introductoria. Por ejemplo, se dice
que Richard Wagner fue también profundamente impresionado por
las enseñanzas búdicas. En cualquier caso, la lenta infiltración de estas
ideas fueron consecuencia, en el siglo pasado, de la propia acción
imperialista europea. Muchos estudiosos se aplicaron a conocer a
fondo estos antiguos pueblos que empezaba a formar parte del
floreciente mercado inglés, y así se aplicaron a estudiar el budismo
"como se observa a un enemigo, empeñados en probar la superioridad
del cristianismo" (6)
Pero el conocimiento trajo la comprensión y algunos descubrieron una
doctrina con bondades desconocidas. Este proceso, derivado de la
expansión europea, fue, como era de suponer, particularmente notable
en el Reino Unido, Alemania y Francia; y de muy baja intensidad en
los países periféricos.
Posteriormente se fueron instalando en las metrópolis de los países
mencionados pequeños grupos mixtos, formados por estudiosos
locales e inmigrantes del imperio colonial. Así crecieron nuevas
sociedades, como la Sociedad Teosófica, fundada en 1875 por Madame
Blavatsky y el coronel Olcott, que dieron un fuerte impulso a los
estudios orientalistas en general y a los budistas en particular.
Se produjo un fenómeno muy curioso que fue, y es, totalmente
desconocido en España. Con palabras de E. Conze: "En esa época [se
refiere a la segunda mitad del siglo XIX], la civilización europea, una
mezcla de ciencia y comercio, de cristianismo y militarismo, parecía
enormemente fuerte. La dinamita latente de la guerra nacional y de la
guerra de clases era percibida por muy pocos. Una creciente cantidad
de hombres educados en la India y en Ceilán, sentía, al igual que los
japoneses por la misma época, que no tenía más alternativa que
adoptar el sistema occidental con todo lo que ello implicaba. Los
misioneros cristianos esperaban rápidas conversiones masivas. Pero
entonces cambió la corriente, en forma bastante súbita e inesperada.
Unos cuantos miembros de la raza dominante, hombres y mujeres
blancos de Rusia, América e Inglaterra, teósofos, aparecieron entre los
hindúes y los singaleses para proclamar su admiración hacia la antigua
sabiduría del oriente. Madame Blavatsky habló del budismo en
términos de la más alta consideración, el coronel Olcott escribió un
"catecismo budista" y A. P. Sinnett publicó un libro de gran éxito en el
cual toda clase de ideas misteriosas, pero fascinantes, eran presentadas
como "budismo esotérico". (7)
De esta manera, y gracias indirectamente, a la expansión europea,
entró el budismo en las grandes metrópolis coloniales. En este siglo
volvió a darse un fenómeno también imprevisto: la invasión y
posterior anexión del Tíbet por parte de la China comunista (agresión
que se hizo y se consolidó con la absoluta indiferencia del mundo
occidental) hizo volar por el aire el antiguo régimen tibetano, donde la
religión estaba indisolublemente unida a todas las demás actividades
sociales. Pronto se crearon movimientos guerrilleros para combatir al
invasor chino; más fueron desautorizados por el Dala Lama, (hasta
entonces gobernante del Tíbet) que, como budista, rechazaba cualquier
forma de violencia para hacer valer sus derechos.
Se produjo la gran diáspora del pueblo tibetano, en parte presionado
por una política deliberadamente terrorista del gobierno chino (con
destrucción de monasterios y santuarios históricos), y sustitución de
los habitantes nativos por chinos traídos de otras partes del imperio
comunista. Política que está debidamente documentada en organismos
internacionales y que cuenta con la indiferencia de las mismas
potencias que se soliviantan cuando se amenazan las posesiones
petrolíferas de cualquier jeque árabe. Sin embargo, este atentado a un
pueblo pacífico y a la comunidad internacional trajo, como decíamos,
un resultado inesperado: una nueva ola de difusión budista hacia
occidente. Ahora localizada sobre todo en USA, y que, en menor
medida ha alcanzado a Europa (sobre todo en el Reino Unido y
Francia) donde se han fundado nuevos monasterios y consolidados los
anteriores.
En 1951 escribía Edward Conze: "El impulso creador del pensamiento
budista hizo un alto unos 1.500 años después del Nirvana de Buda.
Durante los últimos 1.000 años no ha surgido ninguna nueva escuela
importante, y los budistas simplemente han conservado, como mejor
han podido, la gran herencia del pasado". (8). A juzgar por lo que se ve
en la segunda mitad de este siglo, diera la impresión que la "Sangha"
ha comenzado un nuevo ciclo de expansión.
En España existen pequeñas comunidades de difusión muy
restringida. Nuestro país ha pasado de un integrismo tipo
"restauración" a un laicismo tan extremo como superficial. Y escribo
"superficial" porque tampoco ha sido el resultado de una adopción
sedimentada de una filosofía pragmática (lo cual necesita, entre otras
cosas, bastante tiempo). Simplemente la sociedad de consumo ha
impuesto sus valores; que son aceptados con la misma ingenuidad y
acriticismo con que, en otra época, se alababa a la virgen y a todos los
santos. Ahora se lleva "el racionalismo" de salón. ¡Vamos! Es el mismo
perro, con diferente collar.
Reconozco que las palabras anteriores son demasiado ambiguas; en el
sentido que pueden ser aceptadas por personas con ideas
absolutamente contrapuestas. Quizá conocer algo sobre el budismo no
cambie nada. En una situación de relativo bienestar material, y
ausencia total de intereses trascendentes, no existe ese fermento
colectivo que genera importantes modificaciones culturales. De todos
modos nadie puede profetizar los cambios futuros; así que cada cual
debe hacer lo que crea de la mejor manera posible. Nunca se sabe
donde germinarán las ideas y las experiencias... lo cual nos hace
optimistas en el largo plazo, aunque no veamos nada claro en el corto.
Para terminar una pequeño fragmento de un budista que se acerca
bastante al tipo de doctrina que nos gustaría compartir:
"Buda afirmó que aquí, en esta vida, se podía conseguir plenamente un
estado de paz, no por sacrificio a los dioses, ni por oraciones, sino por
un esfuerzo incesante y por la abnegación lentamente perfeccionada.
El Budismo no es una religión que se acepta ciegamente de una vez
por todas; tiene que ser comprendida y constantemente investigada.
Buda dijo 'Aceptad mis palabras sólo y después de haberlas
comprobado vosotros mismos; no las aceptéis simplemente por la
veneración que me profesáis (Tattvasangraha). Aunque en el
transcurso del tiempo el budismo ha sido a veces afectado por la
tradición, ritos, etc., su fundador no pretendió que fuera otra cosa que
un método que había que comprobar. la confianza en sí mismo y la
tolerancia son las claves del pensamiento budista. Buda dijo muchas
veces: 'Vosotros mismos sois los que tenéis que hacer el esfuerzo, los
Budas sólo indican el camino' (Dhammapada). Por consiguiente, el
budismo nunca podría ser una fe proselitista. Ciertamente, el seguidor
de la enseñanza de Buda es exhortado a usar dicha enseñanza
únicamente "como balsa para cruzar la corriente". Una vez conseguido
el objetivo, Nibbána, la balsa, debe ser abandonada.
Las últimas palabras de Buda fueron éstas: "Perseverad atentamente".
Perseverar en la atención es ver el mundo claramente y ver a nuestros
prójimos claramente, sin juicio, sin envidia, sin odio. Para lograr esto
es necesario que nos conozcamos íntimamente y que conozcamos la
fuente de felicidad e infelicidad que yace en nuestro interior". (9)
Carlos Salinas
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Nota: he simplificado la grafía en palabras como Buda y otras similares.
La razón se encuentra en que tampoco originariamente se escribían así,
ya que las primeros textos budistas fueron escritos en idioma páli, del
sur de la India (y posteriormente en sánscrito). El uso de grafias como
Budha, Budhha, etc. provienen de las traducciones del inglés, el francés y
el alemán. En estos casos puede justificarse para representar los sonidos
originarios; pero a nosotros, los hispanohablantes, estos grafemas lo
único que hacen es complicarnos inútilmente la vida. Sin embargo
reconozco algunas incoherencias, como Sangha (que debería quedar
como Sanga) o Sakyas (Sakias) porque se dan sin excepción en todos los
libros que tocan estos temas. Cambiar ciertas cosas podría provocar el
efecto contrario, en vez de facilitar la lectura, desorientar. Por supuesto
admito que mi solución es una entre tantas, así que preparo al futuro
estudioso para la fastidiosa experiencia de encontrarse las mismas
palabras escritas en forma tan imaginativa como variada.
NOTAS
(1) Véase de Walpola Rahula. "Lo que el Budha enseñó". Kier. Buenos Aires.
Excelente libro para introducirse en el Budismo Theravada.
(2) Edward Conze."El Budismo, su esencia y su desarrollo". Fondo de Cultura
Económica. Breviarios. 1ªEdic. español 1978. Pág. 32 Libro recomendado para
tener un panorama general de la historia del budismo.
(3) Jorge L. Borges y Alicia Jurado. "Qué es el budismo". Edit. Columba. Bs.As,
1976. Pág. 15. Borges tiene una visión muy particular del Budismo. A pesar de
seguir a otros autores da la impresión que éste tema lo tocó de soslayo; sin
prestarle mucha importancia. De ahí algunos comentarios que parecen bastante
superficiales. De todos modos no es habitual que un escritor y poeta se ponga a
estudiar seriamente el Budismo.
(4) Ibidem. Pág. 16.
(5) E.Conze. "El Budismo...". Pág. 291.
(6) Ibidem. Pág. 292. Esta actitud de recelo del Cristianismo no parece
coyuntural. Posiblemente está en el propio corazón de su doctrina y de su
historia. En cuanto a su doctrina leemos, por ejemplo, lo que dice el Cardenal
Sergio Pignedoli, que es, o era, el Presidente del Secretariado para los no
cristianos en 1974, en su presentación del libro de Jesús López-Gay, s.i. "La
mística del Budismo", publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos, nº 356,
Madrid:
"Por lo que se refiere al cristianismo, sabemos (por la experiencia además de por
la fe) que en la vida religiosa se halla a Dios, hasta decir con sor Isabel de la
Trinidad: "Quien vive de la fe no trata jamás con las causas segundas, sino sólo
con Dios. Entonces nunca se es banal, ni siquiera haciendo las acciones más
ordinarias, porque no se vive en estas cosas, sino que se va más allá de ellas". La
presencia del Otro llena la celda del monje. El budismo no puede dar la misma
respuesta consoladora, aunque tenga rayos de iluminación. Un día Buda dijo a
un discípulo: "¿Por qué se debe construir un pozo, si las aguas están en todas
partes?" No somos atrevidos al pensar que el Señor, que conoce los corazones
de cada uno, hablará a estos sus hijos que le buscan con una generosidad
sincera y le llaman con nombres diversos". (Pág XI, de la Presentación)
A buen entendedor... "El budismo no puede..." y el "Señor, que conoce los
corazones de cada uno, hablará a estos sus hijos..." ¿y que le dirá? Pues nada,
que a ver si se espabilan, se dejan de monsergas y entran, como corresponde, en
la Santa Iglesia Católica. El Cardenal no tiene duda.
Claro que su opinión es moderadísima si se compara con lo que dice Pablo VI,
en su primera encíclica, Ecclesiam suam, comentado por el autor, Jesús López
Gay, s.i.:
"Ya en su primer encíclica, Ecclesiam suam, Pablo VI hizo una clara distinción
entre "sistemas religiosos no-cristianos" y los "valores religiosos y morales" de
dichas religiones (AAS [1964] 655). Los sistemas quizás un día providenciales,
pero radicalmente provisorios, están llamados a ceder el paso al cristianismo,
que es ya definitivo y "única verdadera religión", como el alba deja paso a la
plena luz del día (la metáfora es también de Pablo VI: AAS [1964] 394). Los
valores religiosos, al contrario, deben ser respetados, purificados, iluminados y
aun aceptados por la Iglesia. El concilio ha elaborado una teología sobre la
posición del cristiano, del misionero y del teólogo ante esos valores.
Recordemos algunas ideas. "Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos [los
no cristianos], la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio y
otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida"
(Lumen gentium n16)".
Como se ve, el Budismo queda relegado a la categoría de "alba", antes de que
venga la "plena luz del día". Debe ser, pienso yo, porque es 500 años más
antiguo. Antes "el alba" duraba mucho más; eran otros tiempos.
Con esta perspectiva resulta un verdadero milagro que la iglesia tenga alguna
clase de diálogo con los eufemísticamente llamados "sistemas religiosos nocristianos"
(Una definición que ya, en si misma, se las trae. La única identidad
de los "otros" es no-ser- como-yo).
(7) Ibidem. Pág. 293
(8) Ibidem. Pág. 91
(9) H. Saddatissa. "Introducción al Budismo". (The Buddha's Way).

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