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sábado, 16 de febrero de 2008

EL MUCHACHO QUE ESCRIBIA POESIA - Yukio Mishima

EL MUCHACHO QUE ESCRIBIA POESIA

Yukio Mishima

Poema tras poema fluía de su pluma con pasmosa facilidad. Le llevaba poco tiempo llenar las treinta páginas de uno de los cuadernos de la Escuela de los Pares. ¿Cómo era posible, se preguntaba el muchacho, que pudiera escribir dos o tres poemas por día? Una semana que estuvo enfermo en cama, compuso: "Una semana: Antología". Recortó un óvalo en la cubierta de su cuaderno para destacar la palabra "poemas" en la primera página. Abajo, escribió en inglés: "12th. 18th: May, 1940".
Sus poemas empezaban a llamar la atención de los estudiantes de los últimos años. La algarabía es por mis 15 años. Pero el muchacho confiaba en su genio. Empezó a ser atrevido cuando hablaba con los mayores. Quería dejar de decir "es posible", tenía que decir siempre "sí".
Estaba anémico de tanto masturbarse. Pern, su propia fealdad no había empezado a molestarle. La poesía era algo aparte de esas sensaciones físicas de asco. La poesía era algo aparte de todo. En las sutiles mentiras de un poema aprendía el arte de mentir sutilmente. Solo importaba que las palabras fueran bellas. Todo el día estudiaba el diccionario.
Cuando estaba en éxtasis, un mundo de metáforas se materializaba ante sus ojos. La oruga hacía encajes con las hojas del cerezo; un guijarro lanzado a través de robles esplendorosos volaba hacia el mar. Las garzas perforaban la ajada sábana del mar embravecido para buscar en el fondo a los ahogados. Los duraznos se maquillaban suavemente entre el zumbido de insectos dorados; el aire, como un arco de llamas tras una estatua, giraba y se retorcía en torno a una multitud que trataba de escapar. El ocaso presagiaba el mal: adquiría la oscura tintura del yodo. Los árboles de invierno levantaban hacia el cielo sus patas de madera. Y una muchacha estaba sentada junto a un horno, su cuerpo como una rosa ardiente. El se acercaba a la ventana y descubría que era una flor artificial. Su piel, como carne de gallina por el frío, se convertía en el gastado pétalo de una flor de terciopelo.
Cuando el mundo se transformaba así era feliz. No le sorprendía que el nacimiento de un poema le trajera esta clase de felicidad. Sabía mentalmente que un poema nace de la tristeza, la maldición o la desesperanza del seno de la soledad. Pero para que este fuera su caso, necesitaba un interés más profundo en sí mismo, algún problema que lo abrumara. Aunque estaba convencido de su genio, tenía curiosamente muy poco interés en sí mismo. El mundo exterior le parecía más fascinante. Sería más preciso decir que en los momentos en que, sin motivo aparente era feliz, el mundo asumía dócilmente las formas que él deseaba.
Venía la poesía para resguardar sus momentos de felicidad, ¿o era el nacimiento de sus poemas lo que la hacía posible? No estaba seguro. Sólo sabía que era una felicidad diferente de la que sentía cuando sus padres le traían algo que había deseado por mucho tiempo o cuando lo llevaban de viaje, y que era una felicidad únicamente suya.
Al muchacho no le gustaba escrutar constante y atentamente el mundo exterior o su ser interior. Si el objeto que le llamaba la atención no se convertía de pronto en una imagen si en un mediodía de mayo el brillo blancuzco de las hojas recién nacidas no se convertía en el oscuro fulgor de los capullos nocturnos del cerezo se aburría al instante y dejaba de mirarlo. Rechazaba fríamente los objetos reales pero extraños que no podía transformar: "No hay poesía en eso".
Una mañana en que había previsto las preguntas de un examen, respondió rápidamente, puso las respuestas sobre el escritorio del profesor sin mirarlas siquiera, y salió antes que todos sus compañeros. Cuando cruzaba los patios desiertos hacia la puerta, cayó en sus ojos el brillo de la esfera dorada del asta de la bandera. Una inefable sensación de felicidad se apoderó de él. La bandera no estaba alzada. No era día de fiesta. Pero sintió que era un día de fiesta para su espíritu, y que la esfera del asta lo celebraba. Su cerebro dio un rápido giro y se encaminó hacia la poesía. Hacia el éxtasis del momento. La plenitud de esa soledad. Su extraordinaria ligereza. Cada recodo de su cuerpo intoxicado de lucidez. La armonía entre el mundo exterior y su ser interior...
Cuando no caía naturalmente en ese estado, trataba de usar cualquier cosa a mano para inducir la misma intoxicación. Escudriñaba su cuarto a través de una caja de cigarrillos hecha con una veteada caparazón de tortuga. Agitaba el frasco de cosméticos de su madre y observaba la tumultuosa danza del polvo al abandonar la clara superficie del líquido y asentarse suavemente en el fondo.
Sin la menor emoción usaba palabras como "súplica", "maldición" y "desdén". El muchacho estaba en el Club Literario. Uno de los miembros del comité le había prestado una llave que le permitía entrar a la sede solo y a cualquier hora para sumergirse en sus diccionarios favoritos. Le gustaban las páginas sobre los poetas románticos en el "Diccionario de la literatura mundial": En sus retratos no tenían enmarañadas barbas de viejo, todos eran jóvenes y bellos.
Le interesaba la brevedad de las vidas de los poetas. Los poetas deben morir jóvenes. Pero incluso una muerte prematura era algo lejano para un quinceañero. Desde esta seguridad aritmética el muchacho podía contemplar la muerte prematura sin preocuparse.
Le gustaba el soneto de Wilde, "La tumba de Keats": "Despojado de la vida cuando eran nuevos el amor y la vida / aquí yace el más joven de los mártires". Había algo sorprendente en esos desastres reales que caían, benéficos, sobre los poetas. Creía en una armonía predeterminada. La armonía predeterminada en la biografía de un poeta. Creer en esto era como creer en su propio genio.
Le causaba placer imaginar largas elegías en su honor, la fama póstuma. Pero imaginar su propio cadáver lo hacía sentirse torpe. Pensaba febrilmente, que viva como un cohete. Que con todo mi ser pinte el cielo nocturno un momento y me apague al instante. Consideraba todas las clases de vida y ninguna otra le parecía tolerable. El suicidio le repugnaba. La armonía predeterminada encontraría una manera más satisfactoria de matarlo.
La poesía empezaba a emperezar su espíritu. Si hubiera sido más diligente, habría pensado con más pasión en el suicidio.
En la reunión de la mañana el monitor de los estudiantes pronunció su nombre. Eso implicaba una pena más severa que ser llamado a la oficina del maestro. "Ya sabes de qué se trata", le dijeron sus amigos para intimidarlo. Se puso pálido y le temblaban las manos.
El monitor, a la espera del muchacho, escribía algo con una punta de acero en las cenizas muertas del "hibachi". Cuando el muchacho entró, el monitor le dijo "siéntese", cortésmente. No hubo reprimenda. Le contó que había leído sus poemas en la revista de los egresados. Después le hizo muchas preguntas sobre la poesía y sobre su vida en el hogar. Al final le dijo: "Hay dos tipos: Schilla y Goethe. Sabe quién es Schilla, ¿no es cierto?"
"¿Schiller quiere decir?"
"Sí. No trate nunca de convertirse en un Schilla. Sea un Goethe".
El muchacho salió del cuarto del monitor y se arrastró hasta el salón de clase, insatisfecho y frunciendo el ceño. No había leído ni a Goethe ni a Schiller. Pero conocía sus retratos. "No me gusta Goethe. Es un viejo. Schiller es joven. Me gusta más".
El presidente del Club Literario, un joven llamado R que le llevaba cinco años, empezó a protegerlo. También a él le gustaba R, porque era indudable que se consideraba un genio anónimo, y porque reconocía el genio del muchacho sin tener para nada en cuenta su diferencia de edades. Los genios tenían que ser amigos.
R era hijo de un Par. Se daba los aires de un Villiers de l'Isle Adam, se sentía orgulloso del noble linaje de su familia y empapaba su obra con una nostalgia decadente de la tradición aristocrática de las letras. R, además, había publicado una edición privada de sus poemas y ensayos. El muchacho sintió la envidia.
Intercambiaban largas cartas todos los días. Les gustaba esta rutina. Casi las mañanas llegaba a casa del muchacho una carta de R en un sobre al estilo occidental, del color del melocotón. Por largas que fueran las cartas no pasaban de un cierto peso; lo que le encantaba al muchacho era esa voluminosa ligereza, esa sensación de que estaban llenas pero de que flotaban. Al final de la carta copiaba un poema reciente, escrito ese mismo día, o si no había tenido tiempo, un poema anterior.
El contenido de las cartas era trivial. Empezaban con una crítica del poema que el otro había enviado en la última carta, a la que seguía una palabrería inacabable en la que cada cual hablaba de la música que había escuchado, los episodios diarios de su familia, las impresiones de las muchachas que le habían parecido bellas, los libros que había leído, las experiencias poéticas en las que una palabra revelaba mundos, y así sucesivamente. Ni el joven de veinte años ni el muchacho de quince se cansaban de este hábito.
Pero el muchacho reconocía en las cartas de R una pálida melancolía, la sombra de un ligero malestar que sabía no estaba nunca presente en las suyas. Un recelo ante la realidad, una ansiedad de algo a lo que pronto tendría que enfrentarse le daban a las cartas de R un cierto espíritu de soledad y de dolor. El tranquilo muchacho percibía este espíritu como una sombra sin importancia que nunca caería sobre él.
¿Veré alguna vez la fealdad? El muchacho se planteaba problemas de esta clase; no los esperaba. La vejez, por ejemplo, que rindió a Goethe después de soportarla muchos años. No se le había ocurrido nunca pensar en algo como la vejez. Hasta la flor de la juventud, bella para unos, fea para otros, estaba todavía muy lejos. Olvidaba la fealdad que descubría en sí mismo.
El muchacho estaba cautivado por la ilusión que confunde al arte con el artista, la ilusión que proyectan en el artista las muchachas ingenuas y consentidas. No le interesaba el análisis y el estudio de ese ser que era él mismo, en quien siempre soñaba. Pertenecía al mundo de la metáfora, al interminable calidoscopio en el que la desnudez de una muchacha se convertía en una flor artificial. Quien hace cosas bellas no puede ser feo. Era un pensamiento tercamente enraizado en su cerebro, pero inexplicablemente no se hacía nunca la pregunta más importante: ¿Era necesario que alguien bello hiciera cosas bellas?
¿Necesario? El muchacho se hubiera reído de la palabra. Sus poemas no nacían de la necesidad. Le venían naturalmente; aunque tratara de negarlos, los poemas mismos movían su mano y lo obligaban a escribir. La necesidad implicaba una carencia, algo que no podía concebir en sí mismo. Reducía, en primer lugar, las fuentes de su poesía a la palabra "genio", y no podía creer que hubiera en él una carencia de la que no fuera consciente. Y aunque lo fuera, prefería llamarlo "genio" y no carencia.
No que fuera incapaz de criticar sus propios poemas. Había, por ejemplo, un poema de cuatro versos que los mayores alababan con extravagancia; le parecía frívolo y le daba pena. Era un poema que decía: así como el borde transparente de este vidrio tiene un fulgor azul, así tus límpidos ojos pueden esconder un destello de amor.
Los elogios de los demás le encantaban al muchacho, pero su arrogancia no le permitía ahogarse en ellos. La verdad era que ni siquiera el talento de R le impresionaba mucho. Claro que R tenía suficiente talento como para distinguirse entre los estudiantes avanzados del Club Literario, pero eso no quería decir nada. Había un rincón frígido en el corazón del muchacho. Si R no hubiera agotado su tesoro verbal para alabar el talento del muchacho, quizás el muchacho no hubiera hecho ningún esfuerzo para reconocer el de R.
Se daba perfecta cuenta de que el premio a su gusto ocasional por ese tranquilo placer era la ausencia de cualquier brusca excitación adolescente. Dos veces al año, las escuelas tenían series de béisbol que llamaban los "Juegos de la Liga". Cuando la Escuela de los Pares perdía, los estudiantes de penúltimo año que habían vitoreado a los jugadores durante el partido los rodeaban y compartían sus sollozos. El nunca lloraba. Ni se sentía triste. "¿Para qué sentirse triste? ¿Porque perdimos un partido de béisbol?" Le sorprendían esas caras llorosas, tan extrañas. El muchacho sabía que sentía las cosas con facilidad, pero su sensibilidad se encaminaba en una dirección diferente a la de todos los demás. Las cosas que los hacían llorar no tenían eco en su corazón. El muchacho empezó a hacer cada vez más que el amor fuera el tema de su poesía. Nunca había amado. Pero le aburría basar su poesía solamente en las transformaciones de la naturaleza, y se puso a cantar las metamorfosis que de momento a momento ocurren en el alma.
No le remordía cantar lo que no había vivido. Algo en él siempre había creído que el arte era esto exactamente. No se lamentaba de su falta de experiencia. No había oposición ni tensión entre el mundo que le quedaba por vivir y el mundo que tenía dentro de sí. No tenía que ir muy lejos para creer en la superioridad de su mundo interior; una especie de confianza irracional le permitía creer que no había en el mundo emoción que le quedara por sentir. Porque el muchacho pensaba que un espíritu tan agudo y sensible como el suyo ya había aprehendido los arquetipos de todas las emociones, aunque fuera algunas veces como puras premoniciones, que toda la experiencia se podía reconstruir con las combinaciones apropiadas de estos elementos de la emoción. Pero, ¿cuáles eran estos elementos? El tenía su propia y arbitraria definición: "Las palabras".
No que el muchacho hubiera llegado a una maestría de las palabras que fuera genuinamente suya. Pero pensaba que la universalidad de muchas de las palabras que encontraba en el diccionario las hacía variadas en su significado y con distinto contenido y, por lo tanto, disponibles para su uso personal, para un empleo individual y único. No se le ocurría que solo la experiencia podía darle a las palabras color y plenitud creativa.
El primer encuentro entre nuestro mundo interior y el lenguaje enfrenta algo totalmente individual con algo universal. Es también la ocasión para que un individuo, refinado por lo universal, por fin se reconozca. El quinceañero estaba más que familiarizado con esta indescriptible experiencia interior. Porque la desarmonía que sentía al encontrar una nueva palabra también le hacía sentir una emoción desconocida. Lo ayudaba a mantener una calma exterior incompatible con su juventud. Cuando una cierta emoción se apoderaba de él, la desarmonía que despertaba lo llevaba a recordar los elementos de la desarmonía que había sentido antes de la palabra. Recordaba entonces la palabra y la usaba para nombrar la emoción que tenía ante sí. El muchacho se hizo práctico en disponer así de las emociones. Fue así como conoció todas las cosas: la "humillación", la "agonía", la "desesperanza", la execración", la "alegría del amor", la "pena del desamor".
Le hubiera sido fácil recurrir a la imaginación. Pero el muchacho dudaba en hacerlo. La imaginación necesita una clase de identificación en la que el ser se duele con el dolor de los demás. El muchacho, en su frialdad, no sentía nunca el dolor de los demás. Sin sentir el menor dolor se susurraba: "Eso es dolor, es algo que conozco".
Era una soleada tarde de mayo. Las clases se habían acabado. El muchacho caminaba hacia la sede del Club Literario para ver si había alguien allí con quien pudiera hablar camino a casa. Se encontró con R, quien le dijo: "Estaba esperando que nos encontráramos. Charlemos".
Entraron al edificio estilo cuartel en el que los salones de clase habían sido divididos con tabiques para alojar los diferentes clubes. El Club Literario estaba en una esquina del oscuro primer piso. Alcanzaban a oír ruidos, risas y el himno del colegio en el Club Deportivo, y el eco de un piano en el Club Musical. R. metió la llave en la cerradura de la sucia puerta de madera. Era una puerta que aún sin llave había que abrir a empujones.
El cuarto estaba vacío. Can el habitual olor a polvo. R entró y abrió la ventana, palmoteó para quitarse el polvo de las manos y se sentó en un asiento desvencijado.
Cuando ya estaban instalados el muchacho empezó a hablar. "Anoche vi un sueño en colores". (El muchacho se imaginaba que los sueños en colores era prerrogativa de les poetas). "Había una colina de tierra roja. La tierra era de un rojo encendido, y el atardecer, rojo y brillante, hacía su color más resplandeciente. De la derecha vino entonces un hombre arrastrando una larga cadena. Un pavo real cuatro o cinco veces más grande que el hombre iba atado a su extremo y recogía sus plumas arrastrándose lentamente frente a mí. El pavo real era de un verde vivo. Todo su cuerpo era verde y brillaba hermosamente. Seguí mirando el pavo real a medida que era arrastrado hacia lo lejos, hasta que no pude verlo más... Fue un sueño fantástico. Mis sueños son muy vívidos cuando son en colores, casi demasiado vívidos. ¿Qué querría decir un pavo real verde para Freud?"
"Qué querría decir?"
R no parecía muy interesado. Estaba distinto de siempre. Estaba igual de pálido, pero su voz no tenía su usual tono tranquilo y afiebrado, ni respondía con pasión. Había aparentemente escuchado el monólogo del muchacho con indiferencia. No, no lo escuchaba.
El afectado y alto cuello del uniforme de R estaba espolvoreado de caspa. La luz turbia hacía que refulgiera el capullo de cerezo de su emblema de oro, y alargaba su nariz, de por sí bastante grande. Era de forma elegante pero un tris más grande de lo debido, y mostraba una inconfundible expresión de ansiedad. La angustia de R parecía manifestarse en su nariz.
Sobre el escritorio había unas viejas galeras cubiertas de polvo y reglas, lápices rojos, laca, volúmenes empastados de la revista de los egresados y manuscritos que alguien había empezado. El muchacho amaba esta confusión literaria. R revolvió las galeras como si estuviera ordenando las cosas a regañadientes, y sus dedos blancos y delgados se ensuciaron con el polvo. El muchacho hizo un gesto de burla. Pero R chasqueó la lengua en señal de molestia, se sacudió el polvo de las manos y dijo:
"La verdad es que hoy quería hablar contigo de algo".
"De qué?"
"La verdad es...". R vaciló primero pero luego escupió las palabras. "Sufro. Me ha pasado algo terrible".
"¿Estás enamorado?" preguntó fríamente el muchacho.
"Sí".
R explicó las circunstancias. Se había enamorado de la joven esposa de otro, había sido descubierto por su padre, y le habían prohibido volver a verla. El muchacho se quedó mirando a R con los ojos desorbitados. "He aquí a alguien enamorado. Por primera vez puedo ver el amor con mis ojos". No era un bello espectáculo. Era más bien desagradable.
La habitual vitalidad de R había desaparecido; estaba cabizbajo. Parecía malhumorado. El muchacho había observado a menudo esta expresión en las caras de personas que habían perdido algo o a quienes había dejado el tren.
Pero que un mayor tuviera confianza en él era un halago a su vanidad. No se sentía triste. Hizo un valeroso esfuerzo por asumir un aspecto melancólico. Pero el aire banal de una persona enamorada era difícil de soportar.
Por fin halló unas palabras de consuelo.
"Es terrible. Pern estoy seguro que de ello saldrá un buen poema".
R respondió débilmente: "Este no es momento para la poesía".
"¿Pero no es la poesía una salvación en momentos como este?"
La felicidad que causa la creación de un poema pasó como un rayo por la mente del muchacho. Pensó que cualquier pena o agonía podía ser eliminada mediante el poder de esa felicidad.
"Las cosas no funcionan así. Tú no comprendes todavía".
Esta frase hirió el orgullo del muchacho. Su corazón se heló y planeó la venganza.
"Pero si fueras un verdadero poeta, un genio, ¿no te salvaría la poesía en un momento como este?"
"Goethe escribió el Werther", respondió R, "y se salvó del suicidio. Pero sólo pudo escribirlo porque, en el fondo de su alma, sabía que nada, ni la poesía, lo podría salvar, y que lo único que quedaba era el suicidio".
"Entonces, ¿por qué no se suicidó Goethe? Si escribir y el suicidio son la misma cosa, ¿por qué no se suicidó? ¿Porque era un cobarde? ¿O porque era un genio?"
"Porque era un genio".
"Entonces..."
El muchacho iba a insistir en una pregunta más, pera ni él mismo la comprendía. Se hizo vagamente a la idea de que lo que había salvado a Goethe era el egoísmo. La idea de usar esta noción para defenderse se apoderó de él.
La frase de R, "Tú no comprendes todavía", lo había herido profundamente. A sus años no había nada más fuerte que la sensación de inferioridad por la edad. Aunque no se atrevió a pronunciarla, una proposición que se burlaba de R había surgido en su mente: "No es un genio. Se enamora".
El amor de R era sin duda verdadero. Era la clase de amor que un genio nunca debe tener. R, para adornar su miseria, recurría al amor de Fujitsubo y Gengi, de Peleas y Melisande, de Tristán e Isolda, de la princesa de Cleves y el duque de Némours como ejemplos del amor ilícito.
A medida que escuchaba, el muchacho se escandalizaba de que no había en la confesión de R ni un solo elemento que no conociera. Todo había sido escrito, todo había sido previsto, todo había sido ensayado. El amor escrito en los libros era más vital que éste. El amor cantado en los poemas era más bello. No podía comprender por qué R recurría a la realidad para tener sueños sublimes. No podía comprender este deseo de lo mediocre.
R parecía haberse calmado con sus palabras, y ahora empezó a hacer un largo recuento de los atributos de la muchacha. Debía de ser una belleza extraordinaria, pero el muchacho no se la podía imaginar. "La próxima vez te muestro su retrato", dijo R. Luego, no sin vergüenza, terminó dramáticamente:
"Me dijo que mi frente era realmente muy hermosa".
El muchacho se fijó en la frente de R, bajo el pelo peinado hacia atrás. Era abultada y la piel relucía débilmente bajo la luz opaca que entraba por la puerta; daba la impresión de que tenía dos protuberancias, cada una tan grande como un puño.
"Es un cejudo" , pensó el muchacho. No le parecía nada hermoso. Mi frente también es abultada, se dijo. Ser cejudo y ser bien parecido no son la misma cosa.
En ese momento el muchacho tuvo la revelación de algo. Había visto la ridícula impureza que siempre se entremete en nuestra conciencia del amor o de la vida, esa ridícula impureza sin la cual no podemos sobrevivir ni en ésta ni en aquel: es decir, la convicción de que el ser cejijuntos nos hace bellos.
El muchacho pensó que también él, quizás, de un modo más intelectual, estaba abriéndose camino en la vida gracias a una convicción parecida. Algo en ese pensamiento lo hizo estremecerse. "¿En qué piensas?" preguntó R, suavemente, como de costumbre.
El muchacho se mordió los labios y sonrió. El día se estaba oscureciendo. Oyó los gritos que llegaban desde donde practicaba el Club de Béisbol. Percibió un eco lúcido cuando una pelota golpeada por bate fue lanzada hacia el cielo. Algún día, tal vez, yo también deje de escribir poesía, pensó el muchacho por primera vez en su vida. Pero todavía le quedaba por descubrir que nunca había sido poeta.

FIN

lunes, 4 de febrero de 2008

HAGAKURE - EL LIBRO DEL SAMURAI ( HOJAS OCULTAS )

HAGAKURE (hojas cultas)


Índice:

1.La rutina
2.Las raices
3.Tácticas militares
4.Los cuatro votos
5.Decisiones
6.La critica de los
demás
7.Previsión
8.Como ha de ser el
samurai
9.La perdida de la
virirlidad
10.Mushin
11.Entrenamiento
12.Caligrafía
13.Imponer
14.El dragón
15.Concentración
16.Animar a un amigo
17.Las palabras
18.La actitud durante la
tormenta
19.Ganar desde el
principio
20.La amistad se mide
en la adversidad
21.Éxito y fracaso
22.Quien calcula es un
cobarde
23.La vía del samurai
24.La distracción
25.La desgracia
26.Las decisiones
27.El orgullo
28.Levantaos a la
octava
29.Auto-perfección
30.Los consejos
31.Determinación
32.El fundamento de las
cosas
33.Senilidad
34.Errores
35.Caligrafía
36.Aceptar el sufrimiento
37.Hacer demasiado
38.La condición del
samurai
39.El fin de las cosas
40.El mundo es sueño
41.fanatismo
42.Resolución
43.La nostalgia del
pasado
44.Examen cotidiano
45.Marionetas
46.Cuando el agua sube
47.Ahora es la hora
48.Fugacidad
49.Dignidad y sinceridad
50.El orgullo(2)
51.Intuición súbita
52.Nuestra opinión
53.Longevidad
54.Relajación
55.Confusión
56.Un método secreto
57.Las palabras(2)
58.Lealtad a la muerte
59.Los pequeños fallos
60.Hierba de cobardía
61.Asir la ocasión
62.Dominar a sus aliados
63.Vencer la enfermedad
64.Valentía
65.Homosexualidad



HAGAKURE (hojas ocultas)

Hagakure, que significa "oculto bajo las hojas", es un
antiguo breviario de caballería inspirado en el célebre código
Bushido. Nos expone la vía del guerrero, cuyos preceptos
filosóficos y ética trascendental presentan al Bushi.
Bushido es la aceptación total de la vida, vivir incluso cuando ya no tenemos
deseos de vivir. Esto se logra sabiendo morir en cada instante de nuestra vida, viviendo
el instante, el aquí y ahora, sumido en el eterno presente, en vez de abandonar el campo
de batalla cotidiano. Para el Samurai, la vida es un desafío, y la muerte es preferible a
una vida indigna o impura. Esta es la noble y espectacular lección del HAGAKURE.
Mantenido en secreto durante siglos, el Hagakure fue el libro de cabecera de Yukio
Mishima.
He descubierto que la vía del Samurai reside en la muerte. Durante una crisis,
cuando existen tantas posibilidades de vida como de muerte, debemos escoger la
muerte. No hay en ello nada difícil; sólo hay que armarse de valentía y actuar. Algunos
dicen que morir sin haber acabado su misión es morir en vano. Este razonamiento es el
que sostienen los mercaderes hinchados de orgullo que merodean por Osaka; no es más
que un razonamiento sofisticado a la vez que una imitación caricaturesca de la ética de
los Samurais.
Hacer una elección juiciosa en una situación donde las posibilidades de vivir o
de morir se equilibran, es casi imposible. Todos preferimos vivir y es muy natural que el
ser humano encuentre siempre buenas razones para continuar viviendo.
El que escoge vivir habiendo fracasado en su empeño, será despreciado y será a
la vez un cobarde y un fracasado. El que muere después de haber fracasado, muere de
una muerte fanática, que puede parecer inútil. Pero en cambio, no será deshonrado. Tal
es la vía del Samurai.
Para ser un Samurai perfecto es necesario prepararse a la muerte mañana y tarde
e incluso durante todo el día.
Cuando un Samurai está constantemente dispuesto a morir, ha alcanzado la
maestría de la Vía y puede dedicar, sin cesar, la vida entera al servicio de su señor.



La Rutina

Cuando Hotta Haga No Kami Masamori era paje del Shogun, era tan obstinado
que este último decidió someterlo a prueba. Para hacerlo, hizo calentar a blanco un par
de sandalias y las colocó sobre un brasero. Masamori tenía por costumbre coger las
sandalias colocadas al lado del brasero para ir a recibir a su Señor. Esta vez, en cuanto
tocó las sandalias notó la quemadura en las manos. Pero actuó de la manera
acostumbrada, así que el Shogun se las quitó rápidamente de las manos.
Uno de los Samurai de Matsudaira Sagami No Kami estaba en una pensión en
Kyoto para recoger dinero. Un día que estaba en el portal viendo pasar a la gente, oyó a
un transeúnte gritar: "Se dice que los hombres del Señor Matsudaira están enzarzados en
un combate." El samurai se dijo: "Es muy lamentable que mis compañeros estén
implicados en un combate. Estos deben de ser los que tenían que ir a relevar a los que
estaban de servicio en Edo." Se informó sobre el lugar del combate y cuando llegó
jadeante, sus compañeros habían sido heridos ya por sus adversarios, que estaban a
punto de darles el golpe de gracia. Acompañando su ataque de un grito, golpeó a dos
hombres y regresó a Kyoto. Este asunto llegó a oídos del oficial del Shogun que mandó
llamar al Samurai para preguntarle: "Habéis ayudado a vuestros compañeros,
desobedeciendo con ello al edicto del Gobierno. ¿Cómo es eso?" Él contestó: "Vengo de
la provincia y me es difícil entender lo que Su Señoría me dice. ¿Podría volver a
repetirlo?" El oficial enfureció y dijo: "¿Está usted sordo? ¿Habéis estado implicado en
una pelea, derramado sangre y desobedecido el decreto gubernativo, quebrantando las
leyes, sí o no?" El hombre contestó: "Ya había comprendido todo esto. Aunque lo
afirméis, yo no he desobedecido voluntariamente a las leyes y no he tenido intención de
desobedecer al gobierno. La razón de ello es que todo ser viviente concede a la vida
cierto precio y desde luego lo mismo ocurre con los seres humanos. Por mi parte, doy
un gran valor a la vida humana. Pero he oído que mis compañeros estaban en peligro y
hacer ver que uno no se ha enterado de nada no es digno de la Vía del Samurai. Por ello
he corrido para socorrer a mis compañeros. Volver a mi casa, la vergüenza en el
corazón, sabiendo que mis amigos han sido asesinados, habría prolongado desde luego
mi vida, pero era desobedecer a la Vía. Para seguir la Vía, uno debe sacrificar su
preciosa vida. Es debido a esto, a respetar a la Vía y no por despreciar el reglamento,
que decidí ir allí. Os ruego, ahora, que procedáis a mi ejecución." El oficial quedó
impresionado, archivó el asunto y escribió al Señor Matsudaira: "Tenéis un valiente
Samurai a vuestro servicio. Espero que lo sabréis cuidar como se merece."


Las Raíces

El árbol genealógico del Señor Soma, sobrenombrado el Chiken Marokoshi, era
el más elaborado del Japón. Un año en el que su hacienda se incendió y estuvo a punto
de ser destruida, el Señor Soma dijo: "Incluso si la casa, los muebles y todo el resto es
destruido, no lo lamentaré porque son cosas que se pueden reemplazar. Lo único que
lamentaré es no haber podido salvar mi árbol genealógico, que es un tesoro de familia
de lo más precioso." Allí estaba un Samurai y dijo: "Voy a entrar en la casa y traerlo."
El Señor y los demás se pusieron a reír, diciendo: "La casa es ya pasto de las llamas,
¿cómo lo conseguiréis?" Aquel hombre no había sido jamás muy hablador y no había
sido particularmente diligente pero era alguien que iba hasta el final en todo lo que
hacía. Dijo también: "Hasta ahora no he sido de una gran utilidad a mi amo, porque no
he sido muy cuidadoso, pero he vivido con la idea de que un día mi vida podría ser útil.
Me parece que este momento ha llegado." Entonces se lanzó a las llamas. Cuando el
incendio fue apagado, el amo ordenó: "¡Que se encuentre su cadáver! ¡Qué gran
pérdida!" Después de haber buscado por todas partes, se descubrió su cuerpo en el
jardín próximo a los apartamentos; cuando se le dio la vuelta, salió sangre de su vientre.
El Samurai se había abierto el vientre y en él había colocado el documento para que
permaneciera intacto. A partir de ese día, se sobrenombró este documento "la
genealogía de la sangre".
En el Koyogunkan, alguien dijo: "Cuando estoy frente al enemigo, siempre
tengo la impresión de que penetro en las tinieblas y a causa de esto he sido herido
gravemente... sin embargo, vos que habéis combatido con tantos hombres valientes
jamás habéis sido herido. ¿Cómo es posible esto?" El otro contestó: "Cuando me
enfrento con el enemigo, es desde luego como si penetrara en las tinieblas. Pero
enseguida tranquilizo mi mente, todo se vuelve como una noche iluminada por la pálida
Luna. Si ataco en este momento, sé que no seré alcanzado." Esta es la situación en el
momento de la verdad.


Tácticas Militares

En las Notas sobre las Reglas Marciales, está escrito lo siguiente: "Ganar
primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes. La riqueza del
tiempo de paz es permitir la preparación marcial para el tiempo de guerra. Con
quinientos aliados, se puede derrotar a una fuerza enemiga de diez mil hombres."
Cuando uno intenta tomar el castillo de un enemigo y es necesario retirarse, hay que
replegarse, no siguiendo la carretera principal sino las carreteras secundarias. Se debe
tender a sus muertos y heridos con el rostro girado hacia el enemigo. Es evidente que el
guerrero tiene que estar en vanguardia durante el ataque y en la retaguardia cuando la
retirada. Cuando se ataca, no se ha de despreciar esperar el buen momento. Esperando el
buen momento no se debe olvidar el ataque.
Entre los principios secretos de Yaygu Tajima No Kami Munemori, hay un
proverbio: "No existe táctica militar para un hombre de gran fuerza moral." Instruido
por esto, cierto vasallo del Shogun fue a ver al Maestro Yagyu y le pidió que lo aceptara
como a su discípulo. El Maestro Yagyu dijo: "Me parece que ya sois alumno de una
escuela de Artes Marciales. Decidme el nombre de vuestra escuela antes de iniciar
nuestras relaciones de maestro-discípulo." El hombre contestó: "Yo no he practicado
jamás un arte marcial." El Maestro dijo: "¿No habéis jamás aprendido la disciplina de la
escuela Tajima Nokami? Tengo la impresión de que sois uno de los maestros del
Shogun. El hombre juró que no. El Maestro le preguntó entonces: "¿Tenéis algún tipo
de convicción profunda?" El hombre contestó: "De niño tomé conciencia de que el
Bushi es un hombre que no debe arrepentirse de su vida. He enterrado este pensamiento
en mi corazón durante muchos años y ello se ha vuelto una convicción. Por ello, jamás
pienso en la muerte. No tengo ninguna otra concepción fuera de ésta." El Maestro
Yagyu quedó muy impresionado y dijo: "Mi intuición no me ha engañado. El principio
más profundo de la táctica marcial es el que vos poseéis. Hasta ahora, de cientos de
discípulos que he tenido, ninguno ha alcanzado este principio. No es necesario
prepararos con el "sable de madera" (boken). Voy a iniciaros inmediatamente."
Enseguida le dio un pergamino. Esta historia ha sido relatada por Muragawa Soden.
Si alcanzáis demasiado rápido la gloria, la gente se volverá vuestro enemigo y
no seréis de ninguna utilidad. Si os eleváis progresivamente en el mundo, las personas
serán aliados vuestros y seréis felices. A la larga, que hayáis sido rápido o lento, en
cuanto hayáis adquirido la comprensión de los otros, nada os amenaza. Se dice que la
suerte que os es dada por otros es la más segura.


Los Cuatro Votos

Algunos son capaces de actuar con sabiduría cuando la ocasión lo requiere.
Otros se ven obligados a permanecer despiertos largas horas, presos de angustia, antes
de descubrir la solución correcta al problema planteado. Pero aunque estas deferencias
innatas sean en cierta medida inevitables, cada uno puede alcanzar dones de sabiduría
insospechada adoptando "los cuatro votos".
Parece que cualesquiera que sean los dones personales, cualquiera que sea la
dificultad del problema, a una reflexión suficientemente larga y profunda. En tanto uno
funda su razonamiento sobre el "Yo", puede ser muy prudente y astuto pero no sabio.
Los seres humanos son insensatos y les es difícil abandonar su "Yo". A pesar de
todo, un individuo enfrentado a una situación complicada tiene grandes posibilidades de
encontrar una solución, si llega a abstraerse momentáneamente del problema,
concentrándose sobre los "cuatro votos" y abandonando su "Yo".


Decisiones

Poseemos muy poca sabiduría; sin embargo, tenemos una gran tendencia a
referirnos a ella para resolver nuestras dificultades. Debido a que nos preocupamos
esencialmente de nosotros mismos, nos desviamos de la Vía del Cielo y nuestras
acciones se vuelven malas. A los ojos de los demás, somos despreciables, débiles,
limitados y totalmente ineficaces. Cuando nos sentimos incapaces de una competencia
verdadera es preferible apelar a alguien más sabio. No estando personalmente
implicado, tal vez pueda revelarse como un juez preclaro -ya que no tiene un interés
propio-. Estará en medida de aconsejar la elección más juiciosa.
Si observamos a un hombre que toma sus resoluciones de esta manera digna de
notarse, sabemos que está resuelto, autónomo, digno de fe y enraizado en la realidad. Su
sabiduría, alimentada por los consejos de los demás, puede compararse a las raíces de
un gran árbol de follaje espeso y denso.
Existen límites a la sabiduría del ser humano, arbusto débil, sacudido por el
viento.


La Critica a Los Demás

Reprender y corregir a alguien por sus errores es importante. Este acto
esencialmente caritativo es la primera obligación del Samurai. Pero hay que esforzarse
en hacerlo de la manera conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos
en la conducta del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo. La mayoría de las
personas se imagina que es por gentileza que dicen a los otros lo que no desean oír y si
alguna vez sus críticas son mal acogidas, piensan que los otros son incurables. Tal
manera de pensar no es razonable. La misma da tan malos resultados como colocar a
alguien en una situación embarazosa o bien si alguien nos insultara. Esto no es muchas
veces más que una mala manera de sacar lo que nos pesa en el corazón.
La crítica sólo debe intervenir después de haber discernido si la persona la
aceptará o no, después que uno se ha hecho amigo de ella, de haber compartido sus
intereses y de haberse comportado de manera tal que nos concede su entera confianza
para que tenga fe en nuestras palabras. Luego interviene el tacto. Hay que sentir el buen
momento y la buena manera de ejercer su crítica - por carta o al regresar de una reunión
particularmente agradable-. Hay que empezar comentando sus propios fallos y luego
llevar a su interlocutor a comprender, sin pronunciar más palabras de las necesarias.
Hay que alabar sus méritos; esforzarse en darle ánimos, en preparar su humor;
volverlo tan receptivo a las observaciones del mismo modo que el hombre sediento lo es
al agua. Es entonces cuando hay que corregir sus errores. La crítica constructiva es
delicada.
Sé por experiencia que las costumbres malas y antiguas, no ceden sin fuerza. Me
parece que la actitud más verdaderamente caritativa consiste, para todos los Samurais al
servicio de un mismo Daimyo, en ser benevolentes y amistosos los unos con lo otros,
corregir mutuamente sus errores para servir luego al Daimyo. Poniendo a alguien
voluntariamente en una situación embarazosa no se hace nada constructivo. ¿Cómo
podría ser de otro modo?


Previsión

El lenguaje militar emplea los términos de "Samurai ilustrado" y de "Samurai
ignorante". Un Samurai que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles
para aprender a salir de ellas no es ilustrado. Un Samurai que se preocupa por
adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto
capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente. No importa lo que
ocurra, un Samurai ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes
de la hora. Un Samurai imprevisor, en cambio, da la penosa impresión de arrastrase en
una gran confusión y su éxito sólo proviene de una suerte anormal. Sólo un Samurai
negligente no considera todas las eventualidades antes del momento de la acción.
No comparto la opinión de los que preconizan una autoridad estricta y constante.
Como dice el proverbio: "El pez no vive en el agua clara". Son las algas las que le
permiten desarrollarse plenamente hasta su madurez. Es cuando uno pasa de los detalles
y no cuida de las quejas menores cuando es capaz de procurar la serenidad a los que nos
sirven. La comprensión de este principio es esencial para el que quiera comprender el
carácter y el comportamiento de los demás.
Cuando el Señor Mitsushige sólo era un niño, se le pidió leer un pasaje de un
libro del Monje Kaion; llamó a los otros niños y a los acólitos para decirles: "Os ruego
que os acerquéis y escuchéis. Es muy difícil leer cuando no hay casi nadie que escuche".
El monje quedó impresionado y dijo a los fieles: "Es con este espíritu que hay que hacer
todas las cosas".


Como Ha de Ser el Samurai

Tengo la impresión de que los jóvenes Samurais de hoy en día se han fijado
objetivos lamentablemente bajos. Tienen la mirada furtiva de los ladrones. La mayoría
sólo busca su interés personal o hacer gala de su inteligencia. Incluso los que parecen
tener el alma serena sólo muestran una fachada. Esta actitud no es conveniente. Un
Samurai sólo lo es verdaderamente en la medida que no tiene otro deseo que morir
rápidamente -y de volverse puro espíritu- ofreciendo su vida a su amo, en la medida
donde su preocupación constante es el bienestar de su Daimyo, al que rinde cuentas
continuamente, sin cesar, de la manera mediante la cual resuelve los problemas para
consolidar las estructuras del dominio. De este modo, Daimyo y servidores deben estar
determinados de la misma manera. Es indispensable que nadie, ni siquiera los dioses y
los Budas, puedan haceros desviar de la meta fijada.


La Pérdida de la Virilidad

He aquí lo que decía uno de mis amigos. Parece que un tal Doctor Kyon afirma
lo siguiente: "En medicina se distingue a los hombres de las mujeres en virtud de los
principios del Yin y del Yang; por consiguiente, los tratamientos médicos son
fundamentalmente diferentes. Además, su pulso es también diferente. Sin embargo, en
el curso de estos últimos cincuenta años, el pulso de los hombres se ha vuelto idéntico al
de las mujeres. Desde que me he fijado en este fenómeno, he considerado bueno tratar
las enfermedades oculares de los hombres por los medios apropiados al pulso de las
mujeres. Cuando intento aplicar a mis pacientes varones los cuidados previstos para
ellos, no obtengo ningún resultado". En efecto, el mundo está abordando un período de
degeneración; los hombres pierden su virilidad y se parecen cada vez más a las mujeres.
Es una convicción inquebrantable que he adquirido en el curso de mi experiencia
personal y que he decidido no propalar. Desde entonces, no olvidando nunca esta
reflexión, cuando miro a los hombres de hoy en día, me digo: "Mira, mira, he aquí un
pulso femenino". Ya no encuentro prácticamente nunca lo que se llama un hombre
verdadero. Debido a esto es por lo que es posible hoy en día ser considerado excelente y
acceder a una posición importante con un esfuerzo mínimo. Los hombres se vuelven
cobardes y débiles, la prueba de ello está en que, hoy en día, raros son los que tienen la
experiencia de haber cortado la cabeza de un criminal con las manos atadas a la espalda.
Cuando se les pide ser el asistente del que va a suicidarse ritualmente, la mayoría
considera que es más hábil evadirse e invoca a excusas más o menos válidas.
Hace sólo cuarenta o cincuenta años, se consideraba una herida combate como
una marca de virilidad. Un muslo sin cicatrices era un signo tan destacado de falta de
experiencia que nadie se hubiera atrevido a mostrarlo tal cual, prefiriendo infligirse una
herida voluntaria. Se esperaba de los hombres que tuvieran la sangre ardiente y fueran
impetuosos. Hoy en día la impetuosidad es considerada como una ineptitud. Los
hombres de hoy en día utilizan la impetuosidad de su lengua para rehuir sus
responsabilidades y no hacer nunca ningún esfuerzo. Desearía que los jóvenes
reflexionaran seriamente sobre esta situación actual.


Mushin

El Monje Tannen tenía costumbre de decir: "La gente ha terminado por no
entender nada porque los sacerdotes ya no enseñan más que la doctrina de Mushin. Lo
que se llama Mushin es un espíritu sin mancha y sin complicación. Esto es interesante".


La Vía del Samurai

El Señor Sanenori decía: "En el seno de un espíritu en donde la perversidad no
encuentra su lugar, está la vía". Si esto es verdad, la Vía es una. Pero nadie puede
comprender esta evidencia en el primer intento.


La pureza no se consigue sin esfuerzo.

El carácter chino gen puede leerse en japonés maboroshi y significa "ilusión".
En japonés, los magos indios se llaman Gen shu sushi o "ilusionistas".
Los seres humanos son marionetas aquí abajo. Es por ello que se utiliza el
carácter gen para sugerir la ilusión del libre arbitrio.
Abominar del mal y conducir su vida con rectitud se vuelve extremadamente
difícil. Ello es bastante sorprendente pero muchos errores tienen por origen la creencia
de que es esencial ser estrictamente lógico y colocar la rectitud por encima de cualquier
otra cosa. Existe una vía más elevada que la rectitud, pero su descubrimiento no es una
cosa fácil e impone una profunda sabiduría. Comparados con esta vía, los principios
lógicos son insignificante, en efecto. Aunque para el que no tenga la experiencia de ella
o no la conozca, existe una manera de descubrir la verdad, incluso si uno no ha sabido
discernirla solo. Esta vía consiste en hablar con otros. Ocurre a menudo que una
persona, aunque imperfecta, puede dar consejos juiciosos a otra, porque ella puede
dominar la situación exterior, del mismo que el que, en el juego de Go, tiene "la ventaja
de ser espectador". Se dice que es igualmente posible discernir sus faltas por la "mirada
en uno mismo" y por la meditación, pero también en este caso el resultado es
igualmente mejor cuando uno habla con otros. La razón de esto es que se puede superar
su propia facultad de discernimiento si uno aprende a escuchar con provecho a los
demás y leer libros.

Uno siempre se enriquece de la sabiduría de los Antiguos.

Entrenamiento

Me dijeron que un maestro de sable ya anciano había dicho esto: "El Samurai
debe entrenarse toda su vida", y para ello hay una razón. Al principio, incluso en caso
de práctica regular, uno no tiene la sensación de progresar. Uno se sabe poco hábil y ve
a los demás a su propia imagen. En este estadio es inútil precisar que no se es de
ninguna utilidad al servicio del Daimyo. Cuando se alcanza un estadio mediano, uno no
es todavía de gran utilidad pero toma conciencia de sus deficiencias y empieza a notar
las imperfecciones de los otros.
Cuando un Samurai alcanza un nivel superior, es capaz de tomar, por propia
iniciativa, decisiones en cualquier situación, de tal manera que ya no necesita los
consejos de los otros. Un Samurai es, podemos decirlo, útil al Daimyo. Luego, por
encima de este nivel, están aquellos cuyo rostro jamás revela lo que piensan, los que no
hacen jamás gala de su habilidad, que fingen ignorancia e incompetencia. Y lo que es
más: respetan la habilidad de los otros. Para muchos, ésta es la ambición más alta. Pero
a un nivel todavía más elevado existe un dominio que supera la habilidad del común de
los mortales. El que se compromete a fondo en la Vía de este campo, toma conciencia
de que su entrenamiento será ilimitado y que no podrá estar jamás satisfecho de su
trabajo. Por esto un Samurai debe conocer sus debilidades y pasar su vida
corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de haber hecho ya lo suficiente. No debe,
naturalmente, tener demasiada confianza pero tampoco sentirse inferior.
Yagyu, el maestro de la Vía del Sable, que enseñaba al Shogun Tokugawa,
decía: "Yo no sé cómo superar a los otros. Todo lo que sé es cómo superarme a mí
mismo". El se decía: "Hoy, yo soy mejor que ayer, mañana todavía seré superior". Un
verdadero Samurai consagra todo su tiempo al perfeccionamiento de sí mismo. Es por
ello que el entrenamiento es un proceso sin fin.
Entre las proclamaciones públicas que ha hecho el Señor Naoshige, se encuentra
la siguiente: "Las decisiones importantes deben ser tomadas con calma". Ittei Ishida
(sabio confucionista de Han Sagan y maestro Jocho Yamamoto) explica: "Los asuntos
menores deben ser estudiados con seriedad. Hay pocos problemas realmente
importantes, solamente se presentan más de dos o tres en toda una existencia. Una
reflexión cotidiana os convencerá. Es por ello que es indispensable prever lo que
conviene hacer en caso de crisis. Cuando ésta se manifieste, habrá que acordarse de la
solución, para resolverla en consecuencia. Sin una preparación cotidiana, cuando
sobrevenga una crisis delicada, se será incapaz de tomar una decisión rápida, lo que
conlleva el riesgo de consecuencias desastrosas". ¿No es entonces posible decir que para
poder tomar con calma decisiones importantes, hay que prepararse cada día con
resolución?
En el curso de una reunión cuya meta era examinar la oportunidad de conceder
una promoción a cierta persona, se tuvo noticia de que la misma, anteriormente, era
muy aficionada a la bebida. Por lo tanto, los participantes estaban muy propensos a
negarle su adelanto. Sin embargo, uno de ello intervino: "No animar a un hombre
porque ha cometido un solo error, es impedir que mejore. Si un hombre, que ha
flaqueado una vez, muestra, por una conducta irreprochable y conforme a las reglas, que
lamenta sinceramente su error, es eminentemente útil a su Señor. Siendo así, animadlo".
Entonces, uno de los presentes dijo: ¿Asumís la responsabilidad de tal decisión?"
Después de que él hubo dado tal seguridad, la asistencia le rogó que diera sus razones.
Dio esta respuesta: "Lo avalo porque sé que se ha equivocado una vez. No se puede
conceder confianza al que no ha cometido jamás errores". Fue de este modo que el
interesado consiguió su promoción.
Un día, un hombre cayó en desgracia porque había descuidado reparar el insulto
que le había sido hecho. La única manera de vengarse era lanzarse sobre el campamento
enemigo y combatir hasta la muerte. Un Samurai que se lanza desesperadamente al
combate no puede caer en desgracia. Es porque uno espera la victoria que la misma se
nos escapa. El tiempo corre cuando uno espera que el enemigo no sea tan numeroso
para no estar uno en desventaja. A fuerza de esperar, incluso puede ser que uno olvide la
injuria y que abandone la venganza. Pero cuando los enemigos son numerosos, si uno se
agarra al terreno con la determinación de diezmarlos a todos, la pelea se resolverá
deprisa. El curso de la acción transcurrirá probablemente de buena manera. Incluso
cuando los cuarenta y siete Ronins del clan Asano, que acabaron por atacar a Kira una
noche para vengar la muerte de su Amo, ya habían fallado en su salida. Deberían
haberse suicidado ritual e inmediatamente Sengakuji. Se tomaron tiempo para vengar la
muerte de su Señor. Kira habría podido caer mortalmente enfermo antes de que
hubieran ejecutado su plan. En este caso, habrían perdido irremediablemente la ocasión.
Por regla general, yo no critico el comportamiento de los otros, pero puesto que
nosotros estudiamos la vía del Samurai, debo añadir esto: si no se consideran con
cuidado y por adelanto todas las eventualidades, cuando ocurre el suceso no se está en
medida de contestar adecuadamente y uno es deshonrado.
Escuchar estos consejos e intentar comprender la esencia de las cosas, constituye
una preparación para tomar decisiones antes de que sobrevenga la crisis.
La vía del Samurai exige, entre otras cosas, que se esté siempre dispuesto a
someter a prueba la firmeza de su resolución. Noche y día, el Samurai debe seccionar
sus pensamientos prepara una línea de acción. Según las circunstancias, puede ganar o
perder. Pero evitar el deshonor es un hecho distinto de l victoria o de la derrota; para
evitar el deshonor tal vez le será necesario morir. Pero si, desde el principio, las cosas
no se desarrollan como había previsto, debería intentarlo de nuevo. Para ello, ninguna
sabiduría ni habilidad particular son precisas. El Samurai valiente no piensa en términos
de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza
su destino.
No es bueno tener fuertes convicciones personales. Si, al perseverara y
concentrarse, un Samurai adquiere opiniones muy marcadas, podrá estar tentado a
pensar con precipitación que ya ha alcanzado un buen nivel de realización. Esto debe
ser desaconsejado formalmente. Un Samurai debe, por asiduidad, llegar primeramente a
la maestría absoluta de los principios básicos y luego continuar su entrenamiento de tal
manera que sus técnicas lleguen a la madurez. Un Samurai no debe jamás relajar su
esfuerzo sino que debe perseverar toda su vida en el entrenamiento. Pensar que uno
puede relajar la disciplina del entrenamiento porque simplemente ha hecho algún
descubrimiento personal, es el colmo de la locura. Un Samurai debe estar
constantemente animado por el pensamiento siguiente: "En tal o cual punto todavía
disto mucho de la perfección" y consagrar toda su vida más y más al perfeccionamiento,
buscando asiduamente la vía verdadera. Es por una práctica así que se puede encontrar
la Vía.
No hace aún cincuenta o sesenta años que los Samurais hacían sus abluciones
cada mañana, se afeitaban la cabeza y perfumaban el moño. Luego se cortaban las uñas
de las manos y de los pies, las limaban con piedra pómez y luego las pulían con hierba
Kogane. No mostraban jamás señal alguna de pereza en este asunto y se cuidaban con
atención. Después el Samurai verificaba su sable largo y su sable corto para comprobar
que el óxido no los deterioraba; les quitaba el polvo y los limpiaba para cuidar su brillo.
Tomar tal cuidado de su apariencia puede parecer una manifestación de fatuidad pero
esta costumbre no provenía de una inclinación para la elegancia o lo romancesco. Uno
puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo
descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas
costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario. Esta es la razón
por la cual los viejos y jóvenes Samurais han aportado siempre un gran cuidado en su
presentación. Un escrúpulo tal puede parecer una pérdida de tiempo y una ocupación
muy fútil, pero forma parte de la vida del Samurai. En realidad, ello precisa menos
esfuerzo y tiempo de lo que parece. Si quiere estar dispuesto a morir, un Samurai debe
considerarse ya muerto; si es diligente en su servicio y se perfecciona en las artes
militares, no se cubrirá jamás de vergüenza. Pero si se dedica a hacer egoístamente lo
que le plazca, en caso de crisis de deshonrará. Incluso, no será jamás consciente de su
deshonra. Si nada le importa, excepto el hecho de no estar en peligro y de sentirse feliz,
se descuidará de una manera completamente lamentable.
Es seguro que un Samurai que no está preparado para morir, morirá de una
muerte poco honorable. En cambio, si consagra su vida a preparar su muerte, ¿cómo
podría tener un comportamiento despreciable? Uno debería reflexionar seriamente al
respecto y armonizar su conducta en consecuencia.
Los tiempos han cambiado mucho en el transcurso de estos últimos treinta años.
En nuestros días, cuando los jóvenes Samurais se reúnen, hablan de dinero, de
provecho, de pérdidas, de la manera de administrar su casa, de los criterios para juzgar
el valor de la vestimenta, e intercambian opiniones profanas. Si otro tema es evocado, el
ambiente se estropea y cada uno se siente vagamente a disgusto. ¡Qué estado tan
lamentable éste al que hemos llegado! Antaño, hasta la edad de veinte o treinta años, un
hombre joven no tenía ningún pensamiento para las cosas materiales o indelicadas, por
lo tanto no hablaba de ellas jamás. Si, por accidente, en su presencia, los hombres de
edad madura dejaban escapar de sus labios alguna reflexión fuera de lugar, se sentía tan
afectado como si hubiera recibido una herida física. La tendencia nueva ha penetrado
aparentemente mediante lo que los tiempos modernos aprecian al máximo: el lujo y la
ostentación. Sólo el dinero tiene importancia. Es manifiesto que si los hombres jóvenes
no tuvieran estos gustos de lujo, incompatibles con su situación, esta actitud errónea
desaparecería. Por otra parte, alabar como ricos en recursos a jóvenes ahorrativos y
parcos, es completamente despreciable. La frugalidad equivale a la ausencia del sentido
del giri u obligaciones sociales y personales. ¿Necesito añadir que un Samurai que se
olvida de sus obligaciones hacia los demás es despreciable, cobarde e indigno?


Caligrafía

Cuando me dirigí a Yasaburo para tomar ejemplo de su arte caligráfico, me dijo:
"Se debería escribir en caracteres suficientemente grandes como para que uno solo
cubriera toda la hoja, con suficiente vigor como para rasgarla. La habilidad en la
caligrafía depende del espíritu y de la energía con la que se ejecuta. El Samurai debe
obrar sin dudar, sin confesar el más mínimo cansancio ni el más mínimo desánimo hasta
concluir su tarea. Eso es todo". Y continuó escribiendo.
Según el sabio confucionista Ittei Ishida, todo calígrafo, incluso mediocre, puede
aprender a escribir de una manera correcta si sigue cuidadosamente las líneas de un
cuaderno. Se puede decir la misma cosa al servicio de un Samurai. Si toma por modelo
un buen Samurai, el éxito es posible. Desgraciadamente, en el momento presente no hay
ningún Samurai que merezca realmente ser imitado, así que uno debe crearse
idealmente un modelo que imitar. El modo de crear tal modelo es imaginar cuál de los
que están en torno a nosotros sabe cómo conformarse al protocolo, a la rectitud y a las
conveniencias; cuál demuestra la mayor valentía; cuál es el más elocuente; cuál es aquél
cuyo comportamiento es el más irreprochable; cuál es el más íntegro; cuál tiene el
mayor espíritu de decisión en caso de crisis. A partir de todos estos elementos, es
necesario imaginar un ser reuniendo todas estas cualidades. La síntesis constituirá un
excelente modelo, digno de ser imitado. Es cierto que en todo arte es muy difícil
aprender los puntos fuertes del maestro, pero en cambio, sus puntos débiles son
imitados fácilmente. Estos no son, desde luego, de ninguna utilidad para sus discípulos.
Por ejemplo, algunos conocen perfectamente la etiqueta pero no son íntegros. Cuando
uno intenta tomar por modelo este tipo de persona, siempre tiene tendencia a descuidar
la etiqueta y a no imitar más que la ausencia de integridad. Cuando uno aprende a
apreciar los puntos fuertes de lso demás, cada persona puede volverse un maestro o en
público. Si es negligente cuando está en período de descanso, el público sólo lo
percibirá bajo este aspecto.


Imponer

Retirarse silenciosamente cuando el amo habla de uno, en buenos o malos
términos, indica perplejidad. Se debe poder dar una respuesta apropiada y estar decidido
previamente. Cuando se os encargue una cierta función, la alegría o el orgullo que
vosotros sentiréis se reflejará en vuestro rostro y eso es algo inconveniente. Algunos,
conscientes de sus fallos, piensan: "Soy torpe pero debo cumplir cueste lo que cueste mi
misión. ¿Cómo la voy a llevar a cabo? Esto puede ocasionarme muchos motivos de
ansiedad". Aunque estas palabras no se pronuncien jamás, se reflejarán claramente en
vuestro rostro. Esto es una prueba de modestia. Es por inconstancia y ligereza que nos
apartamos de la Vía y que nos comportamos como novicios. Entonces somos fuente de
molestias. El año pasado, en el curso de una reunión, un hombre expuso su punto de
vista y afirmó que estaba dispuesto a matar al animador de la reunión si su opinión no
era adoptada. Su moción fue aceptada. Cuando todos los procedimientos fueron
terminados, dijo: "Han dado su consentimiento demasiado rápidamente. Pienso que son
débiles y no son dignos de ser los consejeros de su amo".
Cuando una reunión oficial es extremadamente seria y alguien introduce, con
ligereza, temas diferentes los participantes expresan su despecho y se enfadan. Esto no
está bien. En tales momentos la etiqueta de Samurai consiste en permanecer calmado y
tratar a la persona con benevolencia. Maltratar a alguien es una conducta digna de un
lacayo.
Hay momento en donde uno tiene realmente necesidad de los demás. Si esto se
repite a menudo, éstos acaban por encontrarlo inoportuno y desplazado. Para ciertas
cosas, más vale no tener que tener que contar con los demás.


El Dragón

Había un hombre en China al que gustaban mucho las imágenes representando a
dragones. Todos sus muebles y vestidos estaban decorados con este emblema. El dios
de los dragones se dio cuente de este amor profundo, así que un día, un verdadero
dragón se presentó en su ventana. Se dice que el hombre se murió del susto... Era
seguramente un charlatán que se hubiera revelado como tal en el momento de la acción.


Concentración

En cierta ocasión vivía un maestro del arte de la lanza. En el momento de su
muerte llamó a su mejor discípulo y le declaró: "Te he transmitido todas las técnicas
secretas de nuestra escuela. Si piensas aceptar ahora a un discípulo, debes practicar
enseguida con diligencia, y cada día, con el sable de madera. La superioridad no es una
cuestión de técnicas secretas". Del mismo modo, en la enseñanza de un maestro de
Renga, se dice que la víspera del concurso de poesía debe calmar su espíritu y consultar
una antología de poesías. Es necesario saberse concentrar sobre una sola cosa. Todos los
oficios deben ser ejercidos con concentración.


Animar a un Amigo

Cuando se visita a un Samurai golpeado por la desgracia, lo que se le dice para
animarlo es siempre de una extremada importancia. Él es, en efecto, capaz de discernir a
través de nuestras palabras los móviles verdaderos que animan a su interlocutor. Para
animar a un amigo en dificultades el secreto a revelarse es el siguiente: un verdadero
Samurai no debe pavonearse ni perder confianza. Debe ir siempre hacia delante, sino no
avanzará y será totalmente inútil


Las Palabras

Se dice que no hay que dudar jamás en corregirse cuando uno a cometido un
error. La falta desaparece rápidamente si uno se corrige sin demora. Cuando se intenta
remediar un error, ello se vuelve desplazado y doloroso. Cuando se dice algo que no se
debería haber dicho, si uno se autocritica rápida y claramente, aquello se olvida pronto y
ya no hay necesidad de preocuparse. Pero si alguien os censura, hay que saber contestar:
"Os he dado las razones de mis propósitos inconsiderados, yo no veo nada más que
hacer si no las aceptáis. Puesto que he dicho esto sin querer, deberá pasar como si nadie
lo hubiera oído. Nadie puede sustraerse a una reprimenda.".
Morooka Hikoemon fue requerido un día para confirmar la verdad de sus
palabras respecto a un asunto. Pero él contestó: "La palabra de un Samurai es más firme
que el metal. Dado que estoy impregnado de este principio, ¿qué más pueden aportar los
dioses y los Budas?" El juramento fue anulado. Esta historia ocurrió cuando él tenía
veintiséis años


La Actitud Durante la Tormenta

Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido
por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien
colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos
modos nos mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar
mojado, se estaría a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se
puede aplicar este principio con provecho en todas las situaciones.


Ganar Desde el Principio

Cuando ya era anciano, Tetsuzan hizo un día la reflexión siguiente: "Tenía
tendencia a pensar que el combate a manos desnudas difería del Sumo, debido a que no
tenía importancia ser tirado al suelo al principio, ya que lo esencial era ganar al final del
combate. Recientemente he cambiado de punto de vista. Se me ha ocurrido que si un
juez tomaba la decisión de parar el combate en el momento en que uno se encuentra en
el suelo, os declararía vencido. Hay que ganar desde el principio para salir victorioso
siempre."


La Amistad Se Mide en la Adversidad

Se ha dicho: "Si queréis sondear el corazón de un amigo, caed enfermo." Una
persona a la que consideráis amiga cuando todo te va bien, y que os da la espalda como
un extraño en caso de enfermedad o de infortunio, no es más que un cobarde. Es mucho
más correcto cundo un amigo debe enfrentarse con el infortunio, estar cerca de él,
visitarlo y socorrerlo. Un Samurai no debe jamás, mientras viva, permitirse distanciarse
de aquellos de los que es deudor espiritualmente. He aquí por lo tanto un medio para
medir los verdaderos sentimientos de un hombre. La mayor parte del tiempo nosotros
nos dirigimos a los demás para pedirles ayuda y luego los olvidamos en cuanto la crisis
ha pasado.
Alguien hizo un día el comentario siguiente: "Se piensa generalmente que nada
es más difícil que ser ronin; que cuando este destino golpea a un hombre, se pierde
confianza en él y se le abandona. En verdad, ser ronin es algo muy diferente de lo que
yo me había imaginado y es un estado menos desagradable de lo que parece. Me
gustaría, en verdad, volver a ser un ronin cierto." Coincido con esta opinión. La misma
actitud puede prevalecer en lo que concierne a la muerte. Si un Samurai se acostumbra,
día a día, a la idea de la muerte, será capaz de morir con toda tranquilidad cuando llegue
el momento. Como todos los desastres son difícilmente tan terribles como uno se los
había imaginado, es totalmente ridículo lamentarse por adelantado y sin cesar. Más vale
prepararse desde el principio a la idea de que el destino final del Samurai dedicado al
servicio de un Señor es hacerse sepukku o terminar ronin.


Éxito y Fracaso

La bondad o la maldad del carácter de un individuo no se reflejan en el éxito
momentáneo o en el fracaso, aquí abajo. El éxito o el fracaso no son, a fin de cuentas,
más que manifestaciones de la Naturaleza. El bien y el mal son, sin embargo,
naturalezas humanas. No obstante, es cómodo, por razones didácticas, expresarse como
si el éxito o el fracaso en el mundo fueran el resultado directo de un buen o mal
carácter.


Quien Calcula es un Cobarde

Un hombre que no para de calcular es un cobarde. Digo esto porque las
suposiciones siempre tienen una relación con las ideas de provecho y de pérdida; el
individuo que las hace está siempre preocupado por las nociones de ganancia o pérdida.
Morir es una pérdida, vivir una ganancia y es así que se decide a menudo no morir. Esto
es cobardía. Del mismo modo, un hombre que ha recibido una buena educación puede
camuflar, con su inteligencia y su elocuencia, su pusilanimidad o su estupidez, que son
su verdadera naturaleza. Mucha gente no se da cuenta


La Vía del Samurai

El Señor Naoshige tenía por costumbre decir: "La vía del Samurai es la pasión
de la muerte. Incluso diez hombres son incapaces de desviar a un hombre animado de
tal convicción." No se pueden llevar a cabo grandes hazañas cuando se está en una
disposición anímica normal. Hay que volverse fanático y desarrollar la pasión de la
muerte. Si uno cuenta sobre el tiempo para acrecentar su poder de discernimiento, corre
el riesgo de que sea demasiado tarde para ponerlo en práctica. La lealtad y la piedad
filial son algo suplementario en la Vía del Samurai; Lo que uno necesita es la pasión por
la muerte. Todo el resto vendrá por añadidura de esta pasión.
El famoso Samurai KiranoSuke Shida ha dicho: "Si sois totalmente desconocido,
entre morir o vivir, más vale escoger vivir". Shida era un Samurai fuera de lo corriente.
Los jóvenes han interpretado frecuentemente mal lo que ha dicho, pensando
equivocadamente que se hacía el abogado de una conducta deshonrosa. En un postscriptum,
escribió: "Si uno duda entre comer y no comer, más vale abstenerse. Cuando
uno no puede decidirse entre vivir o morir, entonces más vale morir."
Hay una manera de educar a los hijos de Samurais. En su infancia se ha de
favorecer su bravura y evitar darles miedo frívolamente o burlarse de ellos. Si una
persona se ve afectada por la cobardía cuando niño, queda una cicatriz para toda la vida.
Es un error de los padres que, sin reflexionar, hagan temer a los niños los relámpagos,
los sitios oscuros, o contarles cosas terroríficas para provocar sus lloros. Más aún, si un
niño es reñido severamente se volverá tímido. No debe tolerarse que se formen malos
hábitos. Después que se ha formado un mal hábito, aunque se reprenda al niño, ya no
mejorará. Para cosas tales como el hablar correctamente o tener un buen
comportamiento hay que volver gradualmente al niño consciente de ello. No dejéis que
el niño conozca la avaricia. Otra cosa más, si tiene una naturaleza normal, se
desarrollará siguiendo el camino que se le marque. Otro punto más a tener en cuenta es
que si los padres tienen una mala relación, el niño no tendrá sentimientos filiales. Esto
es natural. Incluso los pájaros y las bestias se sienten afectados por lo que ven en el
momento de nacer. Por lo tanto, las relaciones entre padre e hijo se pueden deteriorar
debido a la inconsciencia de la madre. Una madre quiere a su hijo por encima de todas
las cosas y será imparcial con él cuando es corregido por el padre. Si se vuelve una
aliada del niño, tal cosa sembrará la discordia entre el padre y el hijo. Debido a la
estrechez de su mente, una mujer ve a su hijo como el sostén de su vejez.


La Distracción

Seréis confundidos por la gente cuando vuestra resolución sea débil. Más aún, si
en una reunión estáis distraído cuando otra persona esté hablando, por vuestro descuido
podéis pensar que coincidís con su opinión y le vais a seguir diciendo: "De acuerdo, de
acuerdo", incluso cuando esté diciendo algo contrario a vuestros propios sentimientos, y
los demás pensarán que estáis de acuerdo con ellos. Por esto, nunca debéis distraeros ni
un instante cuando tengáis una reunión con otras personas. Cuando estéis escuchando
una historia o estén hablando con vosotros, deberéis ser cuidadosos para evitar veros
confundidos; y si hay algo con lo que no estéis de acuerdo, exponed vuestra opinión,
mostradle su error a vuestro oponente, esforzaos en resolver la situación. Incluso en
asuntos poco importantes los malentendidos provienen de cosas pequeñas. Uno debe ser
cauteloso en este aspecto. Más aún, es mejor no colaborar con gente de la que ya habéis
tenido dudas anteriormente. No importa lo que hagáis, será gente que siempre os
confundirá o absorberá. Para estar seguro en este tipo de asuntos debéis tener mucha
experiencia.


La Desgracia


No es suficiente evitar simplemente sentirse desanimado cuando llega una
prueba. Cuando llega una desgracia, el Samurai debe alegrarse y coger la suerte que le
es ofrecida por poder emplear así su energía y su valentía. Tal actitud difiere
radicalmente de la simple resignación. Cuando la marea sube, el barco flota...
Cuando se ha oído hablar de las hazañas de un Maestro, pensar que cualquier
cosa que uno haga no podrá jamás igualarlo, es señal de un alma mezquina. Se debe
pensar, al contrario, que "si el Maestro es un hombre como yo, ¿por qué yo he de ser
inferior?" En cuanto un Samurai se decide contestar a este desafío contra sí mismo, ya
está en camino de la mejoría. Ittei Ishida ha dicho: "Un hombre reconocido como sabio
por los otros, sólo adquiere esta reputación porque ha comenzado a profundizar sus
conocimientos desde su más tierna edad. Nunca es el resultado de un aprendizaje tardío,
incluso si éste es difícil." En otras palabras, en cuanto un ser toma la resolución de
llegar a la perfección, puede esperar un día experimentar la iluminación. Un Samurai
debe prestar atención a sus hechos y gestos para evitar cometer errores de conducta, no
importa lo pequeños que aquellos sean. Ocurre que, por descuido, un Samurai no
controla su mente y llega a pensar reflexiones de este tipo: "Decididamente, soy un
cobarde" o "Si esto ocurre, corramos para preservar nuestras vidas" o "Cuán terrorífico
es esto", "¡Ay!", Etcétera. Tales exclamaciones no deben ser jamás proferidas por un
Samurai aunque sea para mofarse o reírse, ni por descuido, ni siquiera soñando, ni en
ninguna otra situación. Un ser perspicaz adivinaría rápidamente la naturaleza verdadera
de la persona que hubiera pronunciado tales palabras. Uno debe estar siempre en
guardia. Se ha dicho que un hombre que acaba de ser decapitado todavía puede hacer
algunos gestos. Esta historia ha sido transmitida por Nitta Yoshisada y Ono Moken.
¿Cómo un hombre puede ser inferior a otro hombre? Mitani Joyku decía: "Incluso
cuando un hombre enferma mortalmente, puede sobrevivir dos o tres días más."
Las malas relaciones existentes entre los actuales gobernantes y los procedentes,
entre el padre y el hijo, entre el hermano mayor y el pequeño están motivadas por
razones egoístas. La prueba es que no hay tales relaciones entre maestro y servidor.


Las Decisiones

Un viejo proverbio dice: "Decidios en el espacio de siete soplos." El Señor
Takanobu Ryuzoti hizo un día este comentario: "Si un hombre tarde demasiado en
tomar una decisión, se duerme." El Señor Naoshige dice también: "Si uno se lanza sin
vigor, siete de cada diez acciones no llegan a término. Es verdaderamente difícil tomar
decisiones en estado de agitación. Por consiguiente, si sin ocuparse de las consecuencias
menores, uno se enfrenta a los problemas con la mente afilada como una navaja,
siempre se encuentra la solución en menos tiempo del preciso para hacer siete
soplos."Hay que considerar los problemas con calma y determinación.


El Orgullo

El que tiene pocos conocimientos se vuelve rápidamente pretencioso y se deleita
en la idea de ser considerado como un hombre competente. Los que se enorgullecen de
sus talentos y se estiman superiores a sus contemporáneos serán inevitablemente
castigados por alguna manifestación del Cielo. Un hombre que no sepa hacerse apreciar
de los otros no será de utilidad a nadie a pesar de su alta competencia. El que trabaja
arduamente y sabe permanecer modesto; el que se alegra de la posición subordinada que
ocupa al mismo tiempo que respeta a sus iguales, será altamente estimado.


Levantaos a la Octava

Es el colmo de la locura para un Samurai perder el control de sí mismo si por
desgracia queda reducido al estado de ronin o se encuentra enfrentado a algún revés de
fortuna del mismo tipo. En el tiempo del Señor Katsushige, los Samurais tenían una
divisa favorita: "Si no habéis sido ronin siete veces, no podréis reivindicar
efectivamente el título verdadero de Samurai. Tropezad y caed siete veces, pero
levantaos a la octava." Manifiestamente, Hyogo Naritomi había sido, según se dice,
siete veces ronin. Un Samurai al servicio de un daimio debe ser como un tentetieso que
se levanta cada vez que uno lo inclina. En verdad, sería una excelente idea para el
Daimyo devolver a sus discípulos la libertad para someter a prueba su fuerza espiritual.
El Trato a los Subordinados
En un poema a la gloria de Yoshitune, se dice: "Un general debe dirigirse
frecuentemente a sus soldados." Las personas que sirven a un amo estarán tanto más
dispuestas a consagrar su vida a su servicio cuando su amo le alabe en circunstancias
excepcionales, así como en la vida corriente, del tipo: "Me habéis servido muy bien."
"Debéis ser muy cuidadoso con esto o lo otro." "Ahora tengo un servidor de primera
clase." Estos comentarios atentos son de una gran importancia.


Auto-perfección

Si deseáis perfeccionaros, la mejor manera de hacer es solicitar la opinión de los
otros y buscar sus críticas. La mayor parte de las personas intentan perfeccionarse
fiándose en su sola facultad de apreciación. El único resultado que consiguen es que no
hacen progresos significativos... Los hombres que buscan las críticas de los demás son
ya superiores a ellos. La primera palabra pronunciada por un Samurai, en cualquier
circunstancia, es extremadamente importante. Revela por esta palabra todo su valor. En
tiempos de paz, el lenguaje firma el valor. Pero, del mismo modo, en tiempos de
disturbios y destrucción, la gran bravura puede revelarse por una única palabra. Se
puede decir entonces que esta palabra única es la flor del alma.
Un Samurai debe siempre evitar quejarse, incluso en la vida corriente. Debe
estar en guardia para no dejar escapar jamás una palabra que demuestre su debilidad.
Una indicación anodina hecha por inadvertencia indica frecuentemente el valor del que
la ha hecho.
Un hombre cuya reputación está basada sobre su habilidad para una técnica
precisa es insignificante. Concentrando toda su energía en un solo objeto, se ha vuelto
desde luego excelente pero se ha abstenido de interesarse en otras cosas. Un hombre así
no es de ninguna utilidad


Los Consejos

Son numerosas las personas que dan consejos, pero escasas son las que los
reciben con reconocimiento, y todavía más raros los que los siguen. Después de los 30
años, el hombre se vuelve, por lo general, impermeable a los consejos. Cuando los
consejos ya no le alcanzan se vuelve rápidamente fatuo y egoísta. Añade, para el resto
de sus días la impudencia a la estupidez, lo que irremediablemente causará su pérdida.
Es por ello que es indispensable descubrir a alguien capaz de discernir, ligándose
fuertemente a él para recibir su enseñanza.
Un Samurai que no concede ningún interés a la riqueza y al honor, acaba
habitualmente por volverse insignificante y envidioso. Este hombre es a la vez vano e
inútil, acaba por revelarse inferior a aquel mismo cuyos únicos móviles son la ambición,
el dinero y la fama. No es de ninguna utilidad inmediata.
Hasta la edad de cuarenta años un Samurai debe vigilar de no dejarse seducir por
la sabiduría y el sentido del juicio. Debe depender únicamente de sus capacidades y de
su fuerza de carácter. Cuanto mayor sea esta última, mejor será el samurai. Aun
habiendo superado los 40 años, pero esto depende del individuo y de su posición social,
un Samurai no es nada si no tiene fuerza de carácter.


Determinación

Cualquiera que sea la meta, nada es imposible de hacer cuando uno está
determinado. Se puede entonces remover cielo y tierra según convenga. Pero cuando el
hombre no tenga "el corazón en el vientre", no se puede persuadir de ello. Remover
cielo y tierra sin esfuerzos es una simple cuestión de concentración.
Es bueno desarrollar su potencia hasta la edad de cuarenta años. En cambio es
aconsejable "calmarse" a partir de los cincuenta. Cuando alguien os da su opinión, hay
que saber aceptar con gratitud incluso si no es de ningún interés. Solo con esta
condición os comunicará lo que ha oído decir de vosotros. Es bueno dar y recibir avisos
de una manera amistosa.
Si en el campo de batalla no dejáis a nadie al cuidado de conducir el asalto y sois
vosotros quienes tenéis la firme intención de penetrar en las filas enemigas, no caeréis,
vuestro espíritu será bravo y manifestaréis vuestro valor marcial. Este consejo es una
herencia de los antiguos. Por otro lado, si debéis ser derribado en el curso de un
combate, estad decidido a serlo frente al enemigo.


El Fundamento de las Cosas

Conozco un sacerdote que pretende resolverlo todo gracias a su extraordinaria
inteligencia. No hay ningún otro en todo Japón que le sea comparable. Esto no es muy
sorprendente ya que simplemente nadie percibe el fundamento de las cosas.


Senilidad

La vejez llega cuando uno se limita a hacer las cosas a las que se es proclive.
Mientras el vigor persiste, uno puede ir en contra de esta inclinación; cuando él se
debilita, las verdaderas tendencias aparecen y nos perturban. Existen diferentes
manifestaciones de este estado pero, alcanzados los sesenta años, nadie escapa a ello.
Pensar que uno no será jamás senil, es serlo ya. Así uno puede considerar la
argumentación del maestro Ittei como la de una persona senil, cuando quiso probar que
él era el único que podía ayudar a la Casa Nabeshima. Fue a hablar con los poderosos de
diferentes familias, pero mostraba ya señales de senilidad. Todo el mundo pensó en su
momento que era un acto razonable; y si reflexiono mejor me doy cuenta que era un
acto de debilidad. Por mi parte, gracias a este ejemplo y debido a la sensación que tengo
de retornar a la infancia, he rehusado la invitación a la ceremonia del templo por el
aniversario de la muerte el Señor Mitsushige y he decidido permanece cada vez más
recluido en mi casa. Uno debe tener la clarividencia de lo que os va a ocurrir.


Errores

Según una historia de Ryutaji, había un experto en el I-Ching en la región de
Kamigata. Habría dicho que, incluso tratándose de un sacerdote, es inútil dar una
posición a un hombre antes de los cuarenta años, por la buena razón de que hasta
entonces comete numerosos errores. Confucio no fue el único que tuvo el espíritu
sereno después de los cuarenta años. Hasta esa edad, tanto el sabio como el insensato
han acumulado numerosas experiencias formadoras y luego cesan de estar indecisos
frente a la existencia.
En lo que concierne al valor marcial, es más meritorio morir por su amo que
matar a un enemigo. Es en este sentido que se puede comprender la devoción de Sato
Tsugunobu.
Cuando yo era joven, tenía un "diario de lamentaciones" en el cual mencionaba
día tras día mis errores. Pero no pasaba un solo día sin que yo tuviera que abrirlo veinte
o treinta veces. Es así como acabé realizando que siempre sería así y decidí
abandonarlo. Hoy en día, cuando medito, antes de irme a dormir, sobre la jornada
transcurrida, no hay un día en el cual yo no haya cometido algún fallo de palabra o de
acción. Vivir sin cometer errores es casi imposible, pero "los intelectuales" distan
mucho de admitirlo.
Cuando se lee un texto en voz alta, hay que hacerlo con el vientre. Cuando se lee
con la boca y la garganta, uno se cansa deprisa. Esto es una enseñanza de Nakamo
Shikibu.
Lo que se llama generosidad es realmente compasión. En el "Shin´ei" está
escrito: "Mirando con el ojo de la compasión, no hay nadie que no merezca ser amado.
El que ha pecado debe despertar todavía más nuestra piedad". No hay límite para la
anchura y profundidad de nuestro corazón. Hay espacio para todo. Por esto todavía
adoramos a los sabios de los tres antiguos reinos (India, China y Japón) debido a que su
compasión todavía nos alcanza a nosotros actualmente. Cualquier cosa que hagáis,
tenéis que hacerlo para el bien de vuestro amo, vuestros parientes, la gente en general y
la posteridad. Esto es la gran compasión. El amor y la sabiduría que vienen de esto son
el real amor y la real sabiduría. Cuando uno castiga o lucha con el corazón compasivo,
todo lo que haga será sin límites en la fuerza y la corrección. Hacer una cosa sólo en el
propio beneficio es superficial y se vuelve negativo. Yo comprendí hace tiempo los
temas de la sabiduría y la bravura. Ahora estoy justamente empezando a entender el
tema de la compasión. El Señor Ieyasu decía: "El fundamento para gobernar un país en
paz es la compasión; cuando uno considera al pueblo como a su propio hijo, el pueblo lo
considera como su propio padre." Además ¿no ha de pensarse que los nombres del
"padre del grupo" y "niño del grupo" (es decir jefe del grupo y miembro) provienen de
lso armoniosos corazones de una relación padre-hijo? Es de esta manera que ha de
comprenderse que la frase del Señor Naoshige: "Un buscador de faltas vendrá para ser
castigado por los otros" viene de su compasión. Su sentencia: "El principio está más allá
de la razón" también tiene que ser considerado compasión. Él afirmó con entusiasmo
que uno tiene que probar lo ilimitado.


Caligrafía

El Maestro Ittei decía: "El progreso en caligrafía consiste en crear la armonía
entre el pergamino, el pincel y la tinta."¡Tienen tanta tendencia a estar desunidas!
El Monje Tannen decía: "Podría ocurrir que un servidor inteligente no
ascendiera. Pero tampoco hay casos en donde un servidor estúpido haya podido salir del
montón."


Aceptar el Sufrimiento

El Maestro Ittei decía también: "Para actuar correctamente, en una sola palabra:
es necesario soportar el sufrimiento." No aceptar sufrir es malo. Es un sufrimiento que
no tiene ninguna excepción.


Hacer Demasiado

Según los antiguos, un Samurai debe notarse por su excesiva tenacidad. Una
cosa hecha con moderación puede ser juzgada insuficiente. Es necesario "hacer
demasiado" para no cometer errores. Es el tipo de principio que no es necesario olvidar.
Cuando uno ha decidido matar a alguien, incluso si la empresa parece difícil de realizar,
sin duda no sirve de nada intentarlo hacer con medios desviados. El corazón puede
flaquear, la ocasión puede faltar y, a fin de cuentas, todo puede fracasar. La Via del
Samurai es la de la acción inmediata y por ello es preferible "lanzarse la cabeza
primero". Una vez, un hombre iba de camino para ir a escuchar los Sutras en el Jissoin
en Kawakami. Uno de sus pajes se emborrachó y buscó pelea con uno de los marinos.
Cuando se acercaron, el paje desenvainó su sable y el marino, cogiendo una percha, lo
golpeó en la cabeza. En el mismo momento, los otros marinos cogieron remos y ya iban
a golpear al paje cuando el amo llegó. Hizo ver que no se daba cuenta de nada y
entonces otro paje fue a pedir excusas a los marinos. Calmó a su compañero y lo
acompañó hasta su casa, pero entonces se dio cuenta de que le habían robado su sable.
La lección que es necesario extraer es la siguiente: en primer lugar, no haber
desaprobado y sancionado al paje en el barco es una negligencia del amo; luego,
incluso si el paje había actuado sin consideración, en cuanto fue golpeado en la cabeza
ya no había lugar para excusarse. El Amo debería haber ido hacia el paje borracho y el
marino, como si fuera a excusarse y luego haberlos matado a los dos. Es evidente que
este amo no tenía "Espíritu".
El Señor Naoshige decía: "El valor de un antepasado se mide por el
comportamiento de sus hijos. Un hijo debe actuar de modo que honre a su antepasado y
no de modo que lo deshonre. Esto es realmente la piedad filial."
Cuando Nakano Shogen hizo Seppuku, los miembros de su clan, reunidos en
casa de Oki Hyobu, hicieron comentarios críticos sobre él. Hyobu les dijo: "No se debe
hablar mal de alguien que ha muerto y el que ha sido condenado debe despertar
particularmente nuestra piedad. Es deber del Samurai elogiarle, aunque sólo fuera un
poco. No hay duda de que dentro de veinte años se dirá de Shogen que era un servidor
fiel." Estoso comentarios son los de un hombre maduro.
Cuando uno conoce a alguien, debería captar rápidamente su carácter y
reaccionar de manera adecuada para cada una. Cuando uno se encuentra con alguien a
quien le gusta argumentar, es necesario enfrentarse a él y ganarlo por la superioridad de
la lógica, pero sin ser demasiado severo, para evitar que quede un resentimiento. Es a la
vez algo del corazón y algo de palabras. Este consejo fue dado por un sacerdote.


La Condición del Samurai

Si se debiera resumir en pocas palabras la condición del Samurai, yo diría que en
primer lugar es devoción en cuerpo y alma a un amo. En segundo lugar yo diría que es
necesario cultivar la inteligencia, la compasión y la valentía. La posición de estas tres
virtudes reunidas puede parecer imposible al ser común, pero es fácil. La inteligencia no
es más que saber conversar de unas cosas y otras con los demás, consiguiendo con ello
una sabiduría infinita. La compasión cosiste en actuar en bien de los demás
comparándose con ellos y dándoles la preferencia. La valentía es saber apretar los
dientes. Es suficiente hacer esto en cualquier circunstancia. Todo lo que está más allá de
estas tres virtudes no es útil conocerlo. En tercer lugar, en lo que concierne al aspecto
exterior, es necesario cuidar su apariencia, su manera de expresarse y perfeccionarse en
caligrafía. Esto no es más que un asunto corriente que es necesario mejorar con una
práctica constante. En la base de todo esto hace falta sentir en nosotros la presencia de
una fuerza tranquila. Cuando ella haya realizado todo esto, será necesario aprender la
historia de nuestra tierra y de sus costumbres. Luego podremos estudiar algunas artes
recreativas. Ser un Samurai es, a fin de cuentas, muy simple. Si miráis los que hoy en
día son de alguna utilidad, os daréis cuenta que han reunido estas tres condiciones.
Los hombres valientes del pasado eran, en su mayoría, ruidosos; su exuberancia
era signo de fortaleza y bravura. Como yo dudaba de ello, Tsunetomo me contestó: "Se
puede comprender que su vitalidad poderosa haya hecho de ellos seres rudos y
exuberantes. Hoy en día, los hombres han perdido esta alegría ruidosa porque su
vitalidad es menor. La savia se ha agotado pero su carácter ha mejorado. El valor es de
otro orden. Que hayan perdido en vitalidad y ganado en dulzura no significa que posean
una menor pasión por la muerte. Esto no tiene nada que ver con la vitalidad." Aunque el
Señor Ieyasu no haya ganado jamás una batalla, la posteridad ha dicho de él. "Ieyasu era
un general muy valiente." Ninguno de sus Samurais murió en el campo de batalla dando
la espalda al enemigo. Todos yacían con la cara vuelta hacia las filas adversarias.


El Fin de las Cosas

Yasuda Ukyo hazo el comentario siguiente a propósito de la última copa de vino
que se ofrece: "Sólo el fin de las cosas es importante." Cada uno debería parecerse a
esto. Cuando los invitados se van, decirles adiós con pesar es importante. Si este
sentimiento está ausente, se corre el riesgo de parecer harto y todo el placer de la
jornada se difumina. Se debe dar sin cesar la impresión de que uno hace algo
importante. Esto es posible con un mínimo de comprensión.


La Situación

Uesugi Kenshin decía: "Yo no he sabido jamás lo que era ganar desde el
principio al fin; yo solamente he comprendido que no hay que ser jamás inferior a la
situación y esto es importante. Es molesto que un Samurai no esté a la altura. Si no
estuviéramos constantemente por debajo de la situación, no nos sentiríamos
embarazados jamás."
Deberíamos desconfiar de hablar de temas tales como el conocimiento, la
moralidad, las costumbres delante de los mayores o las personas de alto rango. Es algo
desagradable de oír.
Incluso, aun cuando uno acabara de ser decapitado, todavía deberíamos ser
capaces de hacer con seguridad una última cosa. Los últimos instantes de Nitta
Yoshisada lo prueban: si hubiera tenido un espíritu débil, se haría caído en el momento
exacto en que su cabeza fue cortada. Este también ha sido recientemente el caso de Ono
Doken. Estos hechos relevan de la determinación. Cuando uno posee valor marcial y
determinación, incluso teniendo la cabeza cortada, no muere, siendo como un fantasma
vengador.


El Mundo es Sueño

Que uno sea de alto linaje o de origen humilde, rico o pobre, joven o anciano,
ilustrado o no, todos estamos destinados a morir. Nosotros sabemos que esto es
ineludible pero nos agarramos a las ramas diciéndonos que los otros morirán antes que
nosotros, que seremos el último. La muerte siempre parece lejana. ¿Acaso no es esto
una vista engañosa y futil? ¿No es una ilusión, un sueño? No se deberían ver las cosas
de una manera que nos indujera a la negligencia. Se debería ser valiente y actuar
rápidamente ya que la muerte vendrá tarde o temprano a golpear nuestra puerta.
La vergüenza y el arrepentimiento son comparables al hecho de derramar un
jarro de agua. Uno de mis amigos ha resentido compasión escuchando la confesión de
aquel que le había robado su sable de gala. Cuando uno quiere reparar sus faltas, sus
huellas desaparecen rápidamente.
Una persona de poco conocimiento se da aires de sabio: es una cuestión de
inexperiencia. Cuando se domina bien algo, no se destaca en nuestro comportamiento:
una persona así es educada.


Fanatismo

El monje Keiho cuenta que el Señor Aki había dicho un día que la virtud marcial
por excelencia era el fanatismo. He constatado que esto coincidía con mi propia
convicción y desde entonces soy cada vez más extremado en mi fanatismo.
Cuando hice la siguiente pregunta: "¿Qué es lo que no debe hacer jamás un
Samurai que esté al servicio de daimyo?", Me fue contestado: "Un Samurai no debe ni
beber demasiado ni estar demasiado seguro de sí mismo ni darse a la lujuria." En
período de dificultad, estas debilidades sólo tienen pocas ocasiones de ser satisfechas.
Así, sólo tienen consecuencias limitadas. Pero cuando los tiempos mejoran, la vida se
vuelve más fácil. Entonces estos tres defectos se vuelven susceptibles de tener
consecuencias nefastas. Examinad de cerca la carrera de personas que conocéis. En
cuanto empiezan a palpar el triunfo, se vuelven arrogantes sin medida, se entregan a un
lujo imperdonable. Es bueno enfrentarse con dificultades en la juventud porque el que
no ha sufrido jamás no ha templado plenamente su carácter. Un Samurai que se
desanima o abandona frente a las pruebas, no es de ninguna utilidad.


Resolución

En un último análisis, la única cosa que cuenta es la resolución del momento. Un
Samurai toma una decisión tras otra y el conjunto llena toda su vida. Una vez que ha
comprendido esta regla fundamental ya no tiene que manifestar jamás impaciencia ni
buscar otra cosa que el momento presente. Su existencia fluye naturalmente, se
concentra en sus decisiones. Sin embargo, las personas tienen tendencia a olvidar esta
regla de conducta. Aprender a conformarse a sus decisiones sin desviarse, no puede
realizarse sin alcanzar una cierta edad. Incluso cuando uno ha alcanzado la iluminación
y si el interesado no tiene plenamente conciencia de ello su determinación está siempre
presente. Si alguien lleva a término aunque sólo sea una resolución, bado: pues revela
así un gesto de lealtad será raramente perturbado: pues revela así un gesto de lealtad
respecto a su fe.


La Nostalgia del Pasado

No podemos cambiar nuestra época. En cuanto las condiciones de vida se
degradan regularmente es prueba de que uno ha penetrado en la fase última del destino.
En efecto, no se puede estar constantemente en primavera o verano, tampoco se puede
disfrutar permanentemente; por ello es obrar en vano empeñarse en cambiar la
naturaleza de los momentos actuales para reencontrar los felices días del siglo pasado.
El error de los que cultivan la nostalgia del pasado viene de que no captan esta idea.
Pero los que sólo tienen consideración por el momento presente y afectan detestar el
pasado, parecen ser muy superficiales.


Examen Cotidiano

Se debe enseñar a los jóvenes Samurais las virtudes marciales de manera que
cada uno de ellos esté convencido de ser el guerrero más bravo de Japón. Paralelamente,
los jóvenes Samurais deben evaluar cotidianamente sus progresos con respecto a la Vía
y deshacerse lo más rápidamente posible de sus imperfecciones. Este examen cotidiano
es la condición para alcanzar la meta buscada.


Marionetas

Mientras yo iba reflexionando al caminar, se me ocurrió que los seres humanos
son unas extraordinarias e inteligentes marionetas articuladas. Aunque estén
suspendidos por hilos, pueden saltar, caminar, hablar. ¡Cuán magníficamente están
concebidos! Pero de aquí al próximo festival budista, pueden morir y venirnos a visitar
bajo forma de espíritus. ¡Qué existencia más vana! La gente siempre parece olvidarlo.
Cuando el Agua Sube...
Existe un proverbio que reza: "Cuando el agua sube, el barco también." En otras
palabras, frente a las dificultades, las facultades se agudizan. Es cierto que los hombres
valientes cultivan seriamente sus talentos cuando las dificultades con las que están
enfrentados son importantes. Es un error imperdonable dejarse abatir por las
dificultades.


Ahora es la Hora

El maestro Jocho dijo un día a su yerno Gomojo esta máxima: "Ahora es la hora
y la hora es ahora." Tenemos tendencia a pensar que la vida cotidiana difiera de un
momento de crisis; así cuando el momento de actuar llega, no estamos nunca listos. Si
nos convocan para hablar con el Daimyo o somos enviados a una misión, no
encontramos palabras para expresarnos. Estas actitudes indican que continuamente
diferenciamos entre "el tiempo" en el sentido amplio y "el momento presente".
Comprender la expresión: "La hora es ahora" significa prepararse constantemente para
un suceso imprevisto. Un Samurai debe siempre estar dispuesto a expresarse claramente
en público, a ser convocado frente al Daimyo o incluso a entrevistarse con
personalidades oficiales, aun con el mismo Shogun en persona. Poco importa que esto
ocurra o no, uno debe de estar dispuesto permanentemente. Esta disponibilidad para
actuar es el método a aplicar para llevar a cabo todas nuestras acciones, tanto en las
artes militares como en los deberes cívicos.
Si los dioses ignoran mis rezos debido ha que he sido mancillado por la sangre
del enemigo, no puedo hacer nada si no es continuar mis actos de devoción sin
preocuparme de la mancha. Incluso, aunque los dioses no aman las manchas de sangre,
yo tengo mi propia manera de ver las cosas. No me olvido jamás de mi hora cotidiana
de oración. E incluso si en el campo de batalla me salpica la sangre o tropiezo en los
cadáveres que yacen a mis pies, tengo confianza en la eficacia de mis rezos dedicados a
los dioses para alcanzar el éxito militar o asegurarme una larga vida.


Fugacidad

La vida humana sólo dura un instante, es necesario tener la fuerza de vivirla
haciendo lo que más nos gusta. En este mundo fugaz como un sueño, vivir en el
sufrimiento no haciendo más que cosas que nos disgustan es una pura locura. Sin
embargo, este principio, mal entendido, puede ser nocivo, por ello he decidido no
enseñarlo a los jóvenes... Adoro dormir. En contestación a la situación actual del
mundo, pienso que lo mejor que puedo hacer es volver a dormir a mi casa.
Ocurre a menudo que un hombre que goza de grandes capacidades de juicio y
que es consciente de su valor, se vuelva cada vez más arrogante. Es difícil conocer
realmente sus cualidades pero todavía es más difícil admitir sus cualidades. Es el
maestro Zen Kaion quien ha hecho estas reflexiones.


Dignidad y Sinceridad

La dignidad de un ser se mide por la impresión exterior que da. Hay dignidad en
el esfuerzo y la asiduidad; en la serenidad y la discreción. Hay dignidad en la
observación de las reglas y en la rectitud. También hay dignidad para apretar los dientes
y mantener los ojos abiertos: todas estas actitudes son visibles desde el exterior. Lo que
es capital es actuar siempre con dignidad y sinceridad.
Kazuma Nakano ha dicho: "Es un signo de mezquindad y falta de gusto utilizar
un juego de tazas ya gastado para la ceremonia del té." Los utensilios nuevos son más
convenientes. Algunas personas pueden pensar que más vale emplear utensilios ya
gastados debido al carácter de su origen. Estas dos concepciones son igualmente
erróneas. Los objetos antiguos han sido empleados por personas, ciertamente modestas,
pero su gran antigüedad les confiere una cierta nobleza. Os utensilios viejos han dado
prueba de su calidad en las manos de gente de alto rango. Es por haber sido detentadas y
usadas por su propietario que ha acrecentado su valor. Uno puede tener un razonamiento
semejante sobre el deber del Samurai. Un hombre de origen modesto que logra cierto
renombre y alcanza una posición social elevada, está dotado manifiestamente de
cualidades sobresalientes. Sin embargo, habrá gente que siempre encontrará
desagradable codearse con un hombre de genealogía dudosa, que rehúsa siempre
considerar como un oficial superior al que no era hasta ahora más que un simple
soldado.
Fundamentalmente, un hombre que ha descollado del montón, sólo ha podido
hacerlo debido a que poseía más habilidad y mérito que los que están colocaos
inicialmente en un escalón elevado. Por ello debemos siempre testimoniarles un mayor
respeto.
Cuando uno busca algo esencial que realizar, hay que saberse mantener lejos del
Señor de un feudo, de las personalidades oficiales y de los consejeros. Cuando uno pasa
el tiempo "girando en torno" a sus superiores y a estar suspendido de sus labios, se hace
difícil llevar a cabo los proyectos. Es una máxima que no ha de ser olvidada.
Está mal murmurar, sin embargo, tampoco es mejor alabar a alguien en todo
momento. Un Samurai debe conocer su talla, observar la disciplina sin distraerse y
hablar lo menos posible.
Un hombre valeroso debe permanecer impávido y jamás dar la impresión de
estar desbordado. Sólo las personas insignificantes, cuyo carácter se revela agresivo,
buscan la fama a cualquier precio y chocan con todos los que frecuentan.
En un debate o una discusión algunas veces hay que saber perder pronto para
hacerlo con elegancia. Del mismo modo, si en la lucha Sumo, para ganar a cualquier
precio, uno se pone a hacer trampas, se vuelve peor que un vencido y es, al mismo
tiempo, derrotado y carente de elegancia.


El Orgullo(2)

Alguien dijo un día: "Hay dos tipos de orgullo, el interno y el externo. Un
Samurai que no posee los dos es de una utilidad dudosa." El orgullo puede ser
comparado con la hoja de un sable. Debe afilarse y luego volverse a colocar en la vaina.
De vez en cuando, es desenvainada, sostenida y limpiada para volverla a envainar. Si el
sable de un Samurai siempre está desenvainado, si está siempre levantado, la gente le
temerá y le será difícil tener amigos. Si por el contrario, no lo saca jamás de su vaina, la
hoja se enmohecerá y la gente ya no temerá al que lo lleva.


Intuición Súbita

Deberían escucharse con respeto y gratitud las palabras de un hombre de gran
experiencia, incluso si habla de cosas que ya sabemos. Ocurre, a veces, que después de
haber oído diez o veinte veces la misma cosa, uno tenga una intuición súbita y que esta
intuición trascienda la significación habitual. Hay una tendencia a mirar desde lo alto a
la gente anciana y a no tomar en serio sus comentarios. Pero deberíamos hacer lo
contrario, acordándonos que han tenido el beneficio de una larga y real experiencia.


Nuestra Opinión

Como ya lo he subrayado en mis Reflexiones locas (un manual de
comportamiento del Samurai redactado para mi yerno Gonojo), el non plus ultra del
servicio de un Samurai es saber expresar con inteligencia su propia opinión, como los
hombres cualificados el feudo, que son los consejeros experimentados del Daimyo.
Cuando uno ha comprendido esto, poco importa lo que uno piensa o lo que hace. Pero
nadie lo ha comprendido hasta ahora. Hay pocas personas cuya inteligencia sea
suficiente para conformarse a este principio. Algunos, más preocupados de su avance
personal, usan de la adulación y de la zalamería para mejorar su situación. Tales
personas sólo alimentan bajas ambiciones y no podrán alcanzar el nivel de hombre de
estado experimentado. Algunos, más calculadores todavía que estos últimos, no ven
ningún interés en volverse buenos Samurais y pasan el tiempo deleitándose con los
"Ensayos sobre la pereza" o la poesía de Sagyo. Sin embargo, desde mi punto de vista,
Kenko y Sagyo no son más que cobardes, y es porque eran incapaces de asumir las
funciones de Samurai que tratan con desdén estos problemas, prevaleciéndose del título
de religiosos retirados del mundo. Aún hoy en día, si bien yo pienso que es bueno para
estos bonzos y las personas ancianas consagrarse a esta literatura, es preferible para el
que tenga la ambición de ser un verdadero Samurai, que aunque acaparado por su
combate para penetrar en el mundo, se esfuerce en servir perfecta y lealmente a su amo.
Incluso si para conseguirlo tiene que estar hundido en el seno del infierno.


Longevidad

Cuando el Señor Naoshige pasó por un lugar llamado Chiriki, se le dijo: "Por
aquí vive un hombre anciano, cuya edad supera los noventa años. Este hombre es tan
afortunado que deberías deteneros para saludarle." Naoshige escuchó y contestó:
"¿Quién puede ser más desgraciado que este hombre? ¿Cuántos hijos y nietos ha visto
ya desaparecer? ¿Dónde se encuentra su suerte?" No se detuvo para saludar al anciano.


Relajación

Me han contado que el señor Naoshige había dicho un día: "Hay un momento en
el que todo el mundo está alegre y amistoso y es el momento en donde uno se relaja. Sin
embargo, también hay cosas que uno lamenta siempre después de haberlos hecho o
dicho."


Confusión

Durante una cacería en un lugar llamado Shiroishi, el amo Katsushige mató a un
enorme jabalí. Todos le rodeaban admirándolo por la bestia extraordinaria que acababa
de abatir. De repente, el jabalí dejado por muerto se levantó y cargó. Los miembros del
cortejo del amo, sorprendidos, se asustaron y huyeron. En aquel momento, Matabei
Nabeshima, rápido como el rayo, disparó sobre el jabalí y lo alcanzó. El amo
Katsushige se cubrió el rostro con su manga y exclamó: "El aire está lleno de polvo."
Evidentemente, hizo este gesto para evitar ver la confusión de los aduladores.
Un hombre, Hyogo Naritomi, dijo un día: "La verdadera victoria significa la
derrota de tu amigo. Ganar a tu aliado significa alcanzar la victoria sobre ti mismo; es la
victoria del espíritu sobre el cuerpo." Un Samurai tiene el deber cotidiano e cultivar su
espíritu y de ejercitar su cuerpo de tal manera que ninguno -entre mil aliados- pueda
alcanzarlo. Sin esto, será ciertamente incapaz de derrotar a un enemigo.


Un Método Secreto

Cuando vayáis a salir para una misión importante antes de hacerlo, colocad
saliva sobre los lóbulos de vuestras orejas, respirad profundamente, tirad y romped un
objeto entre vuestras manos. Es un método secreto. Del mismo modo, si sentís que la
sangre se os sube a la cabeza, colocad saliva sobre vuestros lóbulos de la oreja y os
sentiréis mejor inmediatamente.
Se considerará siempre como algo natural la cualificación y la competencia de
un Samurai, cualquiera que sea la manera extraordinaria en que realiza sus hazañas. Si
sus resultados son semejantes a los de sus contemporáneos, se considera que es de poca
valía. En cambio, si una persona despreocupada cualquiera realiza algo de manera
ligeramente superior al promedio, será alabado grandemente.


Las Palabras (2)

La mejor actitud respecto a las palabras es no usarlas. Si pensáis que podéis
pasar sin usarlas, no habléis. Lo que debe ser dicho debería serlo siempre de la manera
más concisa, lógica y clara posible. Una cantidad sorprendente de personas se
ridiculizan hablando sin reflexionar y se desconsideran otra tanto.


Lealtad a la Muerte

La absoluta lealtad respecto de la muerte debe ser puesta en práctica todos los
días. Debemos comenzar cada amanecer meditando tranquilamente, pensando en el
último momento e imaginando las diferente maneras de morir: muerto por una flecha,
por un cañonazo, atravesado por un sable, sumergido por las olas, saltando en un
incendio, golpeado por el rayo, aplastado por un terremoto, cayéndonos desde un risco,
víctima de una enfermedad o súbitamente. Debemos comenzar la jornada pensando en
la muerte. Como decía un anciano: "Cuando abandonáis vuestro tejado, entráis en el
reino de los muertos; cuando abandonáis vuestro umbral, encontráis al enemigo." Esta
sentencia no preconiza la prudencia sino la firme resolución de morir.


Los Pequeños Fallos

Si os lanzáis a una empresa, no os preocupéis de los problemas de poca
importancia. No es grave que un Samurai se manifieste egoísta de tiempo en tiempo, si
por lo demás es perfectamente leal y devoto a su amo, si es bravo y generoso por regla
general. De hecho, es más bien malo ser siempre perfecto en todas las cosas, porque
entonces se tiene tendencia a olvidar que podemos cometer errores. Un hombre que se
lanza a la aventura no puede cometer fallos. En efecto, ¿qué importancia tiene, en un
hombre que cultiva el honor y la integridad, cometer un fallo mínimo?
Cuando Nabeshima Tadanao tenía sólo quince años, un criado de las cocinas
cometió una mala acción y uno de los guardias quiso matarlo; pero lo que ocurrió es que
al final fue el criado quien lo mató. Los Ancianos del clan reclamaron su muerte
argumentando que aquel hombre se había salido de su posición y que había vertido la
sangre de su adversario. Tadanao, al oír esto dijo: ¿Qué es la cosa más condenable, salir
de su rango o apartarse de la vía del Samurai? Los Ancianos no supieron qué contestar.
Entonces Tadanao dijo: "He leído que cuando el delito no es verdaderamente evidente,
el castigo debe ser ligero. Arrestadlo por un tiempo."
Cuando el Señor Katsusuhige era joven, el Señor Naoshige, su padre, le enseñó
esto: "Para entrenarte a cortar con el sable, ve a cortar la cabeza de algunos condenados
a muerte." Así se hizo. En la plaza, que se encuentra en el interior de la muralla de la
Puerta Oeste, había unos hombres alineados y Katsushige los decapitó uno tras otro.
Cuando llegó al décimo, se dio cuenta que era joven y fuerte y dijo: "Estoy cansado,
perdono la vida de este hombre." Aquel hombre fue indultado.
Cuando el Señor Takanobu estaba en el campo de batalla de Bungo, un
mensajero del campo adversario vino a traerle un regalo, sake y comida. Takanobu iba a
hacer el reparto cuando sus hombres se lo impidieron diciendo: "Los regalos del
enemigo están verosímilmente envenenados, General; no deberíais ni siquiera tocarlos."
Takanobu los escuchó y dijo: "Incluso si la comida está envenenada, ¿en qué puede
cambiar el destino? ¡Haced venir al mensajero!, Bebió tres grandes copas, ofreció una a
aquél, le dio su respuesta y lo mandó de vuelta a su campamento.


Hierba de Cobardía

Cuando la caída del castillo de Arima, el día 28 en la vecindad de la ciudadela,
Mitsuse Genbei se sentó sobre un dique, en medio de los campos. Cuando Nakano pasó
por allí y le preguntó por qué estaba allí, Mitsuse le contestó: "Tengo dolores de vientre
y no puedo dar un paso más. He enviado a mis hombres al asalto os ruego que toméis el
mando. Este hecho fue repetido por un testigo. Se juzgó que era cobarde y fue
condenado a hacerse Seppuku. Ya hace mucho tiempo, los dolores abdominales eran
llamados "Hierba de cobardía". Vienen sin avisar e inmovilizan al hombre.
Nakamo Uemonnosuke Taaki fue matado el duodécimo día del octavo mes del
año Eiroku durante la guerra entre los Señores Goto e Hirai de Suko, en la isla de
Kabashima, en la región de Kishima. Antes de ir hacia las líneas enemigas, abrazó a su
hijo Shihibu (sobrenombrado más tarde Jin´emon) en el jardín y le dijo: "Cuando seas
mayor consigue el honor por la Vía del Samurai." Desde entonces, incluso cuando los
hijos de su familia eran muy jóvenes, Yamamoto Jin´emon los reunía y les decía:
"Creced y sed guerreros valerosos, sed diligentes hacia vuestro Señor." Y añadía. "Es
bueno murmurar estas cosas a sus oídos incluso si son demasiado jóvenes para
comprender."
Cuando Sahei Kiyoji, hijo legítimo de Ogawa Toshikiyo, murió, era muy joven.
Entre los Samurais hubo un hombre que fue al templo corriendo a hacerse Seppuku.


Asir la Ocasión

Cuando Taku Nagato No kami Yasuyori murió, Koga Yataemon dijo que, al no
haber podido devolver a su amo todos los beneficios que le había dado, iba a hacerse el
Sepukku. Kenshin Uesugi hizo un día el comentario siguiente: "Yo no conozco recetas
para asegurar la victoria. Lo que yo sé es que hay que asir toda ocasión y no dejarla
escapar jamás." Este comentario no carece de interés.


Dominar a sus Aliados

"Lo que es llamado vencer es, en primer lugar, dominar a sus aliados", decía
Narutomi Hyogo. "Dominar a sus aliados es dominarse y dominarse es controlar
rigurosamente el cuerpo. Si uno se encuentra en una situación comparable a un hombre
rodeado de diez mil aliados, ninguno de los cuales le seguiría. Si no se ha sabido
previamente dominar el espíritu y el cuerpo uno no puede vencer a su enemigo"
Cuando la rebelión de Shibamara, aunque su armadura se había quedado en el
campamento, Shugo Echigen No Kami Tanenao se lanzó a la batalla vestido solamente
con un Hakama y una blusa (haori). Se dice que fue encontrado vestido así.
Cuando tuvo lugar el ataque al castillo de Shibamara, Tazaki Geki revistió una
armadura, espléndidamente vistosa. El Señor Katsushige se vio contrariado por ello y
desde entonces, cada vez que notaba algo excesivo, decía: "Es la misma cosa que la
armadura de Geki". Teniendo en cuenta esta anécdota, las armaduras y los equipos
militares demasiado vistosos pueden ser considerados como señales de debilidad y de
falta de fuerza. Revelan la verdadera naturaleza del que los lleva.
Cuando Nabeshima Hizen no Kami Tadanao murió, el Samurai Ezoe Kimbei
tomó sus restos mortales y los hizo consagrar en el monte Koya. Luego se retiró a un
lugar apartado, esculpió una estatua de su amo y otra representándole a él haciendo una
reverencia ante su amo. A raíz del primer aniversario de la muerte de Tadanao, volvió a
su casa y se hizo Sepukku. La estatua fue trasladada más tarde del monte Koya al
Koenji.
El Señor Mitsushige tenía en su guardia personal un Samurai llamado Oishi
Kosuge. Cuando el Señor iba a su otra residencia de Edo, Kosuge tenía la costumbre de
dar vueltas constantemente por sus apartamentos. Cuando consideraba que una zona era
peligrosa, desenrollaba allí una estera y pasaba la noche velando. Si llovía, tenía por
abrigo solamente un gran sombrero de bambú y un vestido aceitado; protegido de esta
manera, permanecía de pie y vigilaba el lugar a pesar de la lluvia que lo calaba. Hasta
que murió no faltó una sola noche a esta regla de prudencia.
A la edad de cinco años, a petición de Jin´emon, su padre, Yamanoto
Kichizaemon mató a un perro con un sable; a la edad de quince años tuvo que ejecutar
del mismo modo a un criminal. Era la costumbre de la época. Es así cómo el Señor
Katsushige, todavía muy joven, mandado por el Señor Katsushige, todavía muy joven,
mandado por el Seor Naoshige ejecutó a más de diez condenados sucesivamente. Esta
práctica era muy corriente en las clases altas desde hacía mucho tiempo pero ahora ni
siquiera los hijos de las clases inferiores proceden a este tipo de ejecución y ello es una
negligencia grave. Decir que se puede vivir sin haber tenido el mérito de matar a un
condenado, pues se trata de un crimen, de una vileza y de una mancilla, no es más que
una excusa. Más bien deberíamos pensar que son los que tienen una débil virtud marcial
los que cuidan de no mancharse las manos. Si uno sondea la mente de los que
consideran desagradables estas prácticas, se da cuenta que busca excusas que invocan la
razón, pues es demasiado sensible para hacerlo. Sin embargo, Naoshige lo había
ordenado porque era una práctica conveniente. El año pasado, fui a un lugar de
ejecuciones llamado Kase para comprobar la firmeza de mi mano y he encontrado que
era una buena cosa. Me encontré muy bien. Pensar que es impresionante es señal de
cobardía.


Vencer la Enfermedad

Las enfermedades y cosas semejante se vuelven graves debido a nuestros
propios sentimientos. Yo nací cuando mi padre tenía setenta y un años y por eso yo era
un chico enfermizo. Pero debido a que tenía el deseo de ser útil, incluso en una edad
avanzada, probé la suerte cuando llegó el momento y desde entonces nunca he estado
enfermo. Me he abstenido de sexo y he empleado cauterios de moxa. Esto son cosas que
indiscutiblemente tienen efecto. Hay un proverbio que dice que incluso aunque uno
queme un "mamushi" siete veces, retornará a su forma original. Esto es mi gran
esperanza. Siempre he estado con una idea: ser capaz de realizar el deseo de mi corazón,
el cual es renacer siete veces como miembro de mi clan.
Yamamoto Jin´emon dice que lo mejor para un Samurai es tener buenos
seguidores. Los asuntos militares no son asunto de una persona sola, por más eficaz que
intente ser. Dinero es una cosa que uno puede pedir prestado de la gente, pero un
hombre bueno no es algo que aparezca repentinamente. Uno debe mantener a un
hombre amablemente y bien desde el principio. Y tener seguidores significa no
alimentarse sólo uno mismo. Si se divide lo que tiene y alimenta incluso a la gente de
menor categoría, será capaz de guardar hombres buenos.


Valentía

Se dice que al final de cada reunión de su clan, Oki Hyobu decía: "Los jóvenes
deben esforzarse en aumentar siempre su determinación y su valentía. Esto sólo podrá
hacerse cuando la valentía esté enraizada en el corazón. Cuando el sable está roto, hay
que atacar con las manos. Cuando las manos están amputadas, hay que servirse de los
hombros. Cuando los hombros están cortados, hay que morder el cuello de diez o hasta
de quince enemigo. Esto es realmente valentía."


Homosexualidad

Esto fue un comentario de Nakano Shikibu. Cuando uno es joven, puede ser
avergonzado toda su vida por actos homosexuales. No comprenderlo es peligroso.
Debido a que nadie informa a los jóvenes sobre este tema voy a dar unas indicaciones.
Se debe entender que una mujer es fiel a un solo hombre. Sus sentimientos van a una
sola persona de por vida. Si ello no es así, es lo mismo que sodomía o prostitución. Es
una vergüenza para un guerrero. Ihara Saikaku ha escrito esta famosa sentencia que
dice: "Un adolescente sin un amante adulto es como una mujer sin marido." Este tipo de
persona es ridícula. Un joven tiene que someter a prueba a un adulto por lo menos cinco
años y si está seguro de las intenciones de esta persona puede también pedir las
relaciones. Una persona ligera no entrará profundamente en relación y luego abandonará
a su amante. Si uno puede asistir y entregar su vida el uno al otro, entonces su
naturaleza podrá ser averiguada. Pero si uno de los dos no es honesto, el otro tiene que
decir que hay obstáculos a la relación y apartarse con firmeza. Si el primero pregunta
qué obstáculos hay, el otro tiene que decir que no se lo dirá en su vida. Si el primero
insiste, uno tiene que enfadarse, si continúa apretando entonces hay que matarlo. De ello
se sigue que el hombre adulto tiene que descubrir los motivos del joven en la manera
descrita. Si el joven se puede entregar él mismo y estar en esta situación por cinco o seis
años, entonces será de confianza. Ante todo no se tiene que dividir un camino en dos.
Hay que esforzarse en seguir la Vía del Samurai.
Hoshino Ryotetsu fue el progenitor de la homosexualidad en nuestra provincia y
a pesar de que tuvo numerosos seguidores, instruyó a cada uno de ellos
individualmente. Edayoshi Saburozaemon fue un hombre que comprendió el
fundamento de la homosexualidad. Un día, cuando acompañaba su amo a Edo, Ryotetsu
preguntó a Saburozaemon: "¿Qué es lo que has comprendido de la homosexualidad?"
Saburozaemon contestó: "Es algo agradable y desagradable al mismo tiempo." Ryotetsu
estuvo contento por esta respuesta y dijo: "Habéis reflexionado largo tiempo y con
esfuerzo para contestar de esta manera." Unos años después una persona preguntó a
Saburozaemon el sentido de esta respuesta. Contestó: "Entregar su vida por otro es el
principio básico de la homosexualidad. Si esto no es así, es motivo de vergüenza. Sin
embargo, luego ya no habéis abandonado nada por entregaros a vuestro amo. Por ello se
dice que es algo simultáneamente agradable y desagradable."
En la duodécima sección del capítulo cincuenta del Ryoan-kyo, figura la
siguiente anécdota: En la provincia de Hizen, vivía un hombre originario de Taku. Tenía
la viruela pero quiso, a pesar de esto, reunirse con las fuerzas que salían para asaltar el
castillo de Shimaba. Sus parientes intentaron disuadirlo: "Con una enfermedad tan
grave, incluso si llegas allí, no servirás para nada." "Estaré satisfecho incluso si muero
en el camino. Mi maestro me ha acogido en su generosa bondad. ¿Cómo podría yo
ahora no serle de alguna utilidad?" Fue hacia las filas enemigas. Era invierno y a pesar
del frío no cuidó de su salud. No se vistió más de lo acostumbrado y no abandonó su
armadura. No tomó remedios contra su enfermedad. Pero acabó por restablecerse.
Ocurrió, pues, lo contrario de lo que se esperaba, no fue necesario estar a la infección.
Cuando el Señor Suzuki Shozo conoció esto, dijo: "¿Acaso no es purificarse el
sacrificar así su vida? Un hombre que entrega su vida en nombre de la rectitud, no tiene
necesidad de invocar el Dios de la viruela. Todos los Dioses del cielo lo protegen."
Hace unos años, cuando hubo una recitación de sutras en el Jissoin de
Kawakami, cinco o seis hombres de Konyamachi y de los alrededores de Tashiro se
fueron a descansar y en el camino de vuelta decidieron tomar unas copas. Un Samurai
de la casa Kizuka Kyuzaemon rehusó la proposición de sus compañeros y se volvió para
su casa antes de la caída de la noche. Durante esa noche, sus compañeros quedaron
envueltos en una pelea y mataron a varias personas. El Samurai de Kyuzaemon lo supo
durante la noche y fue inmediatamente a habla con sus compañeros. Escuchó su versión
y dijo: "Supongo que vais a hacer un informe. Os ruego que declaréis que yo estaba
presente y que he participado en el combate mortal. Yo diré lo mismo a Kyuzaemon.
Debido a que este combate nos concierne a todos, yo haré frente a la muerte con todos
vosotros. Tal es mi deseo más profundo. De hecho, si yo dijera a mi amo que he vuelto
más pronto, no me creería; Kyuzaemon es un hombre severo. Incluso si los
investigadores me disculpan, me hará ejecutar delante de sus ojos por cobardía y sería
lamentable que yo muriera con mala reputación. Morir por morir, lo prefiero por haber
matado a alguien. Si no aceptáis, me clavo el sable en el vientre ahora mismo." No
teniendo elección, aceptaron. Cuando se hizo la investigación, las verdaderas
circunstancias fueron descubiertas y se supo que el Samurai había vuelto pronto a su
casa. Los investigadores quedaron muy impresionados y lo homenajearon. Sólo me han
contado los grandes rasgos de esta historia. La estudiaré en detalle luego.
Nabeshima Aki No Kami estaba comiendo cuando llegó un visitante y tuvo que
dejar su plato tal cual. Poco después, uno de sus servidores se sentó delante de la
bandeja y comenzó a comerse el pescado frito. Justo en ese momento llegó el Señor Aki
y sorprendió al sirviente, que escapó, atemorizado. El Señor Aki gritó: "Hace falta una
mentalidad de esclavo para comer en el plato empezado por otra persona." Se volvió a
sentar y acabó su plato. Esta historia fue relatada por Jin´emon. Se cuenta que este
servidor fue uno de los que se suicidó cuando murió su amo.
Ichiguyen era un pequeño servidor a las órdenes del Señor Takanobu. Debido a
un desacuerdo que tuvo respecto a la lucha, mató con su sable a siete u ocho hombres y
fue condenado a hacerse el Seppuku. Cuando el Señor Takanobu lo supo, usó su
clemencia y dijo: "Nuestra nación conoce ahora una época tumultuosa. Los hombres
bizarros son de una gran importancia y este hombre parece tener una gran bizarría." Por
ello, cuando tuvieron lugar los combates a lo largo el río Uti, el Señor Takanobu se
llevó a Ichiguyen con él. Aquél alcanzó una gloria sin igual al precipitarse a la
vanguardia enemiga y diezmarla a cada carga. En la batalla de Tagaki, Ichiguyen se
adentró tanto en las filas enemigas que el Señor Takanobu, preso de remordimientos,
tuvo que llamarlo de vuelta. Desgraciadamente, su vanguardia no pudo avanzar y sólo
fue echándose el mismo en la batalla que pudo coger el brazo de Ichiguyen. Su cabeza
tenía y numerosas heridas que había cuidado aplicando hojas sostenidas con una fina
servilleta.
Cuando Fukuchi Rokurouemon abandonaba el castillo, el palanquín de una dama
que parecía ser de alto rango pasó delante de la mansión del Señor Tabu y el hombre de
guardia hizo las salutaciones con esmero. Sin embargo, un portador de alabarda que
acompañaba el palanquín lo interpeló y dijo: "No te has inclinado lo suficiente" y lo
golpeó con el puño de la alabarda. El guardia tocó su cabeza y notó que sangraba. Se
levantó y dijo: "Habéis cometido una acción degradante cuando yo he sido cortés. Es
una desgracia." Y mató al portador de la alabarda de un solo tajo de su sable. El
palanquín continuó su camino, Rokurouemon levantó su lanza y dijo: "Envainad vuestro
sable, está prohibido desenvainar el sable en el recinto del castillo." El hombre contestó:
"Lo que acaba de ocurrir era inevitable y las circunstancias han sido las que han dictado
mi conducta. Os habréis probablemente dado cuenta de ello. Deseo volver a envainar
pero me es difícil hacerlo dado el tono de vuestra voz. Estaré contento de contestar a
vuestro desafío." Rokurouemon bajó inmediatamente su lanza y dijo: "Sois razonable.
Yo me llamo Fukuchi Rokurouemon. Testificaré que vuestra conducta ha sido ejemplar.
Más aún, os sostendré a riesgo de mi propia vida. Ahora, os ruego que envainéis vuestro
sable." "Con sumo placer." Dijo el guardia y envainó. Dijo servir a Taku Nagato No
Kami Yasuyori. Por esto Rokuroemon lo acompañó y relató los hechos. Sin embargo,
sabiendo que la Dama del palanquín era la esposa de un noble, el Señor Nagato le
ordenó hacerse Seppuku. Rokurouemon dijo entonces: "He dado mi palabra de Samurai.
Si este hombre es culpable voy a cometer Seppuku yo el primero." Se cuenta que esta
historia terminó sin otras consecuencias.
Un grupo de hombres se había reunido un día en la plaza de la Ciudadela interior
del castillo cuando alguien dijo a Uchida Shouemon: "Se dice que enseñáis el arte del
sable, pero si se os juzga por vuestro comportamiento cotidiano debéis de carecer de
pulcritud. Si se os pidiera ser el asistente de un Seppuku tengo la impresión de que en
vez de cortar la base del cuello, cortaríais la coronilla." Shouemon replicó: "Tal caso no
es cierto, dibuja un pequeño punto con tinta en la base de tu cuello y te voy a mostrar
cómo puedo cortarlo sin errar ni el espesor de un cabello."
Camino de Tokaido, Nagayama Rokurozaemon se detuvo en Hamatsu. Cuando
pasaba delante de un albergue, un mendigo se aproximó a su palanquín y dijo: "Soy un
Ronin de Echigo, no tengo dinero y estoy en dificultades. Los dos somos Bushi. Os
ruego que me ayudéis." Rokurozaemon se enfadó y dijo: "Es insultante decir que los
dos somos Bushi. En vuestro lugar, ya me hubiera clavado el sable en el vientre, en vez
de continuar errando, exponiendo vuestra vergüenza; cortaos ahora mismo el
estómago." Se dice que el mendigo se alejó.
En el curso de un Seppuku ritual, el asistente cortó la cabeza teniendo cuidado
de dejar un pequeño trozo de carne de manera que la cabeza no quedara separada
completamente del tronco. Un observador oficial declaró: "No se ha acabado." El
Kaishaku, furioso, cogió la cabeza, cortó el trozo de carne, levantó la cabeza a la altura
de sus ojos y dijo: "¡Mirad!" Fue bastante impresionante. Era una historia del Señor
Sukeemon. Antaño ocurría que la cabeza "volara". Se dijo entonces que más valía dejar
un pequeño trozo de carne que impidiera a la cabeza ser proyectada sobre los Oficiales.
Ahora, la costumbre es cortar completamente la cabeza. Un hombre que había cortado
cincuenta cabezas dijo un día: "Algunas veces el tronco de un cuerpo cuya cabeza
habéis cortado no os deja indiferente. Para los tres primeros, no notáis nada; al cuarto o
quinto ya empezáis a sentir algo. Como este punto es de una extrema importancia, si os
decidís a cortar cabezas, tenéis que hacerlo sin cometer ningún error."
Cuando el Señor Nabeshima Tsunashige era niño, Ivamura Kuranosuke fue el
encargado de cuidar de él. Un día, Kuranosuke, viendo que se habían colocado monedas
de oro delante del joven Tsunashige, preguntó al servidor: "¿Por qué razón están aquí
estas monedas?" El servidor contestó: " El Amo acababa de saber que le habían hecho
un regalo y como no lo había visto todavía, yo se lo he traído." Kuranosuke criticó
fuertemente al servidor y dijo: "Colocar tales objetos delante de una persona importante
es de mal gusto. Cuidad de que no estén jamás delante del hijo del Señor. Los
servidores deben ser vigilantes." Otra vez, el Señor Tsunashige, que tenía entonces
veinte años, se dirigía a la hacienda de Naeskiyama para divertirse. Cuando el cortejo
llegaba cerca de la hacienda, pidió un bastón para caminar. El encargado de la guardia
de sus sandalias, Miura Jibuzaemon, le fabricó uno con un palo. Koranosuke lo vio, se
apoderó rápidamente del bastón y reprendió ásperamente a Jibuzaemon: "¿Acaso deseas
que nuestro joven amo se vuelva blando? Darle este bastón, incluso si lo reclama, es una
negligencia." Jibuzaemon fue ascendido más tarde al rango de Teakiyari y Tsunetomo
lo aprendió directamente de él.
Cuando Sagara Kyuma fue ascendido al rango primer ordenanza, dijo a
Nabeshima Heizaemon: "Por una razón que yo ignoro el Amo me concede cada vez más
confianza y acaba de nombrarme para un puesto elevado. No teniendo personalmente
ningún servidor, me temo que mis asuntos padezcan por ello. Es por eso que os pido el
favor de que me deis a vuestro servidor akase Jibusaemon." Heizaemon le escuchó y
contestó: "Acepto y es un honor para mí que os hayáis fijado en mi servidor." Cuando
comunicó a Jibusaemon la noticia, éste dijo: "Pienso que mi deber es llevar
personalmente mi respuesta al Señor Kyuma." Fue a su casa y tuvo una entrevista con
él: "Pienso que es un gran honor haber sido tanteado para ser vuestro servidor, pero un
Samurai no sabría cambiar de Amo. Tenéis un rango elevado, estaría colmado si me
volviera vuestro servidor pero al mismo tiempo sería un deshonor. Heizaemon es de un
rango menor, la vida es difícil para él, vivimos de sopa de arroz barato, sin embargo, es
muy dulce. Os ruego que toméis todo esto en cuenta." Kyuma quedó muy impresionado
por esta actitud.
Nakano Jinemon acostumbraba a decir: "Un hombre que sólo sirve a su Señor, si
es tratado con bondad no es un Samurai. El que lo sirve cuando es duro e irracional, éste
es un Samurai. Debéis impregnaros de este principio."

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