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sábado, 15 de mayo de 2010

LA DOCTRINA SECRETA DE LAS ERAS ARCAICAS





Blavatsky
LA DOCTRINA SECRETA
DE LAS
ERAS ARCAICAS
The Secret Doctrine of the Archaic Ages


H.P. Blavatsky



EL BUDDHISMO Y LA FILOSOFIA ESOTERICA
Diferencia entre Buddhismo y Budismo
La Filosofía Esotérica no niega a Dios en la Naturaleza
La Naturaleza de la Reforma del Buddha
La Filosofía Esotérica enseñada por Buddha a sus Arhats
POR QUÉ ALGUNAS VERDADES FUNDAMENTALES SON AHORA
REVELADAS
El desarrollo del materialismo tiene que ser comprobado
Verificación de las Estancias de Dzyan
Los Iniciados Transhimaláyicos poseen todos los Anales
Bibliotecas Ocultas en fortalezas montañosas
LAS OBRAS ESOTERICAS REQUIEREN DE UNA CLAVE DE
INTERPRETACION
La Doctrina de Lao Tse está velada para todos los no Iniciados
Desaparición de un vasto número de obras antiguas
Anales caldeos y arios
Falsificaciones y mutilaciones de Eusebio
Sólo una pequeña porción de la voluminosa literatura buddhista
está disponible ahora
LA IGNORANCIA MODERNA EN LO CONCERNIENTE A LAS
ANTIGUAS RELIGIONES
Limitaciones de los orientalistas occidentales
Escaso conocimiento de la Religión Egipcia
Conjeturas del Profesor Max Müller

Escrituras ocultas en Criptas himaláyicas
UNA CIVILIZACION PREHISTÓRICA EN ASIA CENTRAL
Ciudades enterradas en el Desierto de Gobi
Reliquias de cien razas y naciones
Alguna vez la Doctrina Secreta estuvo universalmente difundida
Todos los antiguos Comentarios aún existen
LOS SECRETOS PELIGROSOS TIENEN QUE ESTAR GUARDADOS
La Doctrina del Sistema Septenario brinda pistas
Los Misterios fueron un Disciplina y un estímulo a la Virtud
La naturaleza real de las Fuerzas inter-etéricas de Keely
Iniciación de místicos rusos en el Tibet y Asia Central
TODOS LOS FUNDADORES RELIGIOSOS SON TRANSMISORES
Verdades reveladas a las masas a intervalos
El Lenguaje de las Estancias de Dzyan
Las Escuelas Occidentales no toman estas Enseñanzas con seriedad
El Siglo XX podrá ver futuras Revelaciones
TENTATIVAS DE BORRAR LAS ENSEÑANZAS PRE-CRISTIANAS
Destrucción al por mayor de monumentos y literatura
Cómo ganaron sus prosélitos el Islam y el Cristianismo
“No hay Religión más Elevada que la Verdad”
LA EVOLUCIÓN DEL COSMOS Y DEL HOMBRE EN LAS OBRAS
ARCAICAS
Escrituras basadas en un auténtico Libro antiguo
Sensar, el sagrado lenguaje sacerdotal
Un Libro de Profecías para la Edad Negra (Kali Yuga)
Por quiénes fueron iniciados los primeros Padres de la Cristianos
Los días de Constantino, el punto crítico en la historia
Fragmentos de la Doctrina Matriz sobrevivieron al cataclismo

PREFACIO
En vista de la realización cada vez mayor de la profundidad y del valor del
pensamiento oriental, el tiempo parecería estar maduro para una difusión más
amplia de la introducción al opus magnum de H. P. Blavatsky, La Doctrina
Secreta. Aún son pocos quienes están enterados de la importancia y el grado de
la información que ella nos da aquí, referente a los orígenes de la religión y de la
filosofía, especialmente antes de la era histórica, en el este y en el oeste.
A excepción de algunas oraciones, se omiten los primeros cinco párrafos, pues se
ocupan de las preguntas semi-personales planteadas en el tiempo en que La
Doctrina Secreta fue publicada, y que se refieren principalmente a un
malentendido que se presentó referente al uso del término Buddhismo (la religión
de Gautama el Buddha) en vez de Budismo (sabiduría o conocimiento). Tres
párrafos del final también se omiten pues no son esenciales para la tesis principal.
Se han agregado una Tabla de Contenidos y algunos títulos para facilitar la
referencia a los varios temas tratados. También son señaladas las notas
explicativas a pie de página del editor.

INTRODUCCION
En los presentes volúmenes [La Doctrina Secreta – Síntesis de la Ciencia, la
Religión y la Filosofía. Volumen I Cosmogénesis; Volumen II. Antropogénesis. –
Por H.P. Blavatsky, Londres, 1888], a pesar de que dan a luz muchos de los
principios fundamentales de LA DOCTRINA SECRETA del Oriente, sólo
levantan una de las puntas del tupido velo. Porque a nadie, ni aun al más
grande de entre todos los Adeptos vivientes, le sería permitido, ni podría
aunque se le permitiese, declarar de golpe a un mundo burlón e incrédulo,
lo que tan eficazmente ha permanecido oculto durante largas edades.
Âdi o Âdhi Budha, el Uno, o la Primera, y Suprema Sabiduría, es un término
usado
por Âryâsanga en sus tratados secretos, y en la actualidad por todos los
místicos Buddhistas del Norte. Es una palabra sánscrita, y una
denominación dada por los primitivos arios a la Deidad desconocida; no
encontrándose la palabra “Brahmâ” ni en los Vedas ni en las obras
primitivas. Significa la Sabiduría Absoluta, y Fitzedward Hall traduce
Âdibhûta, la “primitiva causa increada de todo”. Debieron transcurrir evos
de duración indecible, antes de que el epíteto de Buddha fuera
humanizado, por decirlo así, para aplicarlo a los mortales, y apropiarlo
finalmente a uno, cuyas virtudes y sabiduría incomparables dieron motivo a
que le fuera concedido el título de “Buddha de la Sabiduría inmutable”.
Bodha significa la posesión innata de la inteligencia o entendimiento divino;
Buddha, la adquisición de la misma por los esfuerzos y méritos personales;
mientras que Buddhi es la facultad de conocer, el canal por el que el
conocimiento divino llega al Ego, el discernimiento del bien y del mal, y
también la conciencia divina, y el alma espiritual, que es el vehículo de
Âtmâ. “Cuando Buddhi absorbe nuestro Ego-tismo (lo destruye) con todos
sus Víkâras96, Avalokiteshvara, se nos manifiesta, y se alcanza el Nirvâna o
Mukti”; Mukti es lo mismo que Nirvâna, o sea la libertad de los lazos de
Mâyâ, o la ilusión. Bodhi es igualmente el nombre de un estado particular
de condición extática, llamado Samâdhi, durante el cual el sujeto alcanza el
punto más elevado del conocimiento espiritual.

EL BUDISMO Y LA FILOSOFIA ESOTERICA
Son unos ignorantes aquellos que, en su ciego y hoy día intempestivo odio
al Buddhismo, y por reacción al Budhismo, niegan sus enseñanzas
esotéricas que son también las de los brahmanes, simplemente porque el
nombre les sugiere lo que para ellos, como monoteístas, son doctrinas
perniciosas. Ignorantes, es el término correcto que debe emplearse para su
caso, puesto que la Filosofía Esotérica es la única capaz de resistir en esta
época de materialismo craso e ilógico, los ataques repetidos a todo cuanto
el hombre tiene por más querido y sagrado en su vida espiritual interna. El
verdadero filósofo, el estudiante de la Sabiduría Esotérica, pierde por
completo de vista las personalidades, las creencias dogmáticas y las
religiones especiales. Además, la Filosofía Esotérica reconcilia todas las
religiones, despoja a cada una de ellas de sus vestiduras humanas
exteriores, y demuestra que la raíz de cada cual es idéntica a la de las
demás grandes religiones. Ella prueba la necesidad de un Principio Divino y
Absoluto en la Naturaleza. Ella no niega la Deidad como no niega el Sol. La
Filosofía Esotérica jamás ha rechazado a Dios en la Naturaleza, ni a la
Divinidad como al Ente abstracto y absoluto. Rehúsa únicamente aceptar
los dioses de las llamadas religiones monoteístas; dioses creados por el
hombre a su propia imagen y semejanza, caricaturas impías y miserables
del Siempre Incognoscible. Por lo demás, los archivos que vamos a
presentar al lector, abrazan los principios esotéricos del mundo entero,
desde el principio de nuestra humanidad; y en ellos el ocultismo Buddhista
ocupa su lugar correspondiente, y no más. A la verdad, las porciones
secretas del Dan o Janna (Dhyâna) [Dan, en la moderna fonética china y
tibetana Chhan, es el nombre general de las escuelas esotéricas y su
literatura. En los antiguos libros, la palabra Janna se define como “la
reforma de uno mismo por medio de la meditación y el conocimiento un
segundo nacimiento interno. De aquí Dzan Djan fonéticamente, el libro de
Dzyan.] de la metafísica de Gautama, por grandes que aparezcan a los que
no están enterados de los principios de la Religión de la Sabiduría de la
antigüedad, constituyen tan sólo una pequeña porción del total. El
Reformador indo limitó sus enseñanzas públicas al aspecto puramente
moral y fisiológico de la Religión de la Sabiduría, a la ética y al hombre
únicamente. Las cosas “invisibles e incorpóreas”, el misterio del Ser fuera
de nuestra esfera terrestre, no fueron tratados en manera alguna por el
gran Maestro en sus enseñanzas públicas, reservando las verdades ocultas
para un círculo selecto de sus Arhats. Estos últimos recibían la iniciación en
la famosa Cueva Saptaparna (la Sattapanni de Mahâvansa) cerca del Monte
Baibhâr (el Webhára de los manuscritos palis). Esta cueva estaba en
Râjâgriha, la antigua capital de Magadha, y era la Cueva Cheta de Fa-hian,
como justamente sospechan algunos arqueólogos. [Mr. Beglor, ingeniero
jefe en Buddha Gâya y arqueólogo distinguido, fue el primero en
descubrirla, según creemos.]
El tiempo y la imaginación humana disminuyeron la pureza y la filosofía de
estas enseñanzas, cuando, durante el curso de su obra de proselitismo,
fueron trasplantadas del círculo secreto y sagrado de los Arhats, a un suelo
menos preparado para las concepciones metafísicas que la India; o sea, en
cuanto fueron
llevadas a China, Japón, Siam y Birmania. La manera como fue tratada la
prístina pureza de estas grandes revelaciones, puede verse estudiando
algunas de las llamadas escuelas buddhistas “esotéricas” de la antigüedad
en su aspecto moderno, no solamente en China y en otros países
buddhistas en general, sino hasta en no pocas escuelas del Tíbet,
abandonadas al cuidado de Lamas no iniciados y de innovadores
mongoles.
Así es, que el lector debe tener presente las muy importantes diferencias
que existen entre el Buddhismo ortodoxo, o sea las enseñanzas públicas de
Gautama el Buddha, y su Budhismo esotérico. Su Doctrina Secreta no
difiere, sin embargo, en manera alguna de la de los brahmanes iniciados
de su tiempo. El Buddha era hijo del suelo ario, un indo, un Kshatriya,
discípulo de los 96 nacidos dos veces” (los brahmanes iniciados) o Dvijas.
Sus enseñanzas, por tanto, no podían ser diferentes de las doctrinas de
aquéllos, pues toda la reforma buddhista consistió sencillamente en revelar
una parte de lo que había permanecido secreto para todos los hombres
que estaban fuera del “círculo encantado” de los iniciados del Templo y de
los ascetas. No pudiendo, por razón de sus votos, enseñar todo cuanto le
había sido comunicado, y a pesar de que Buddha enseñó una filosofía
fundada en la base del verdadero conocimiento esotérico, participó al
mundo únicamente el cuerpo material externo de aquélla, y guardó su
alma para sus elegidos. Muchos orientalistas que se dedican al chino, han
oído hablar de la “doctrina del alma”. Ninguno parece haber comprendido
su verdadera significación e importancia.
Aquella doctrina fue conservada en secreto, en demasiado secreto quizás,
dentro del santuario. El misterio que envolvía su dogma principal y sus
aspiraciones más exaltadas, el Nirvâna, ha llamado e irritado tanto la
curiosidad de los sabios que lo han estudiado, que siendo incapaces de
resolverlo de una manera lógica y satisfactoria desatando el nudo
Gordiano, han preferido cortarlo, declarando que el
Nirvâna significa la absoluta aniquilación.
POR QUÉ ALGUNAS VERDADES FUNDAMENTALES
SON AHORA REVELADAS
Hacia el final del primer cuarto de este siglo, apareció en el mundo una
clase de literatura especial, cuyas tendencias de año en año se han hecho
más definidas. Basada, según dice ella misma, en las sabias investigaciones
de sanscritistas y orientalistas en general, ha sido considerada como
científica. A las religiones, mitos y emblemas de la India, de Egipto y de
otros pueblos antiguos, se les ha hecho decir todo lo que deseaba el
simbologista que expresasen, dando así con frecuencia la ruda forma
exterior, en lugar de la significación interna. Aparecieron en rápida sucesión
obras notabilísimas por sus ingeniosas especulaciones y deducciones
formadas en círculo vicioso, por colocarse generalmente conclusiones
anticipadas en vez de premisas, en los silogismos de varios sabios
sánscritas o palis; y así fueron inundadas las bibliotecas con disertaciones
más bien sobre el culto fálico o sexual que sobre el verdadero simbolismo,
contradiciéndose además unas a otras.
Esta es quizás la verdadera razón porque hoy se permite que vean la luz,
después de millares de años del silencio y secreto más profundos, los
bosquejos de unas pocas verdades fundamentales de la Doctrina Secreta
de las Edades Arcaicas. Digo de propósito “unas pocas verdades” porque lo
que debe permanecer sin decirse, no podría contenerse en un centenar de
volúmenes como éste, ni puede ser comunicado a la presente generación
de saduceos. Pero aun lo poco que hoy se publica es preferible a un
silencio completo acerca de estas verdades vitales. El mundo actual, en su
loca carrera hacia lo desconocido, que el físico se halla demasiado
dispuesto a confundir con lo incognoscible siempre que el problema
escapa a su comprensión, progresa rápidamente en el plano opuesto al de
la espiritualidad. El mundo se ha convertido hoy en un vasto campo de
combate, en un verdadero valle de discordia y de perpetua lucha, en una
necrópolis en donde yacen sepultadas las más elevadas y más santas
aspiraciones de nuestra alma espiritual. Aquella alma se atrofia y paraliza
más y más a cada generación nueva. Los “amables infieles y cumplidos
calaveras” de la sociedad de que habla Greeley, se interesan bien poco por
la renovación de las ciencias muertas del pasado; pero existe una noble
minoría de estudiantes entusiastas, que tienen derecho a aprender las
pocas verdades que pueden serles dadas hoy; y ahora mucho más que hace
diez años, cuando Isis sin Velo apareció, o que cuando las últimas tentativas
para explicar los misterios de la ciencia esotérica fueron publicadas.
Las Estancias preliminares darán motivo a una de las mayores, y quizás
más seria objeción de las que pueden hacerse, en contra de la corrección
de la obra y de la confianza que merezca. ¿Cómo pueden comprobarse las
declaraciones contenidas en ellas? A la verdad, aunque la mayor parte de
las obras sánscritas, chinas y mongolas citadas en los volúmenes
presentes, son conocidas por algunos orientalistas, la obra principal,
aquella de la cual las Estancias han sido tomadas, no figura en las
bibliotecas europeas. El LIBRO DE DZYAN (o DZAN) es completamente
desconocido a nuestros filólogos, o al menos ninguno de ellos ha oído
hablar de él bajo este nombre. Esto es, sin duda alguna, un grave
obstáculo para todos aquellos que siguen los métodos de investigación
prescriptos por la ciencia oficial; pero para los estudiantes de Ocultismo y
para todo ocultista verdadero, esto tendrá poca importancia. El cuerpo
principal de las doctrinas dadas, se encuentra esparcido en centenares y
aun millares de manuscritos sánscritos, algunos ya traducidos, y como de
costumbre desfigurados en sus interpretaciones, y otros esperando todavía
que les llegue el turno. Todo hombre de ciencia, por lo tanto, tiene medios
de comprobar las afirmaciones y la mayor parte de las citas que se hacen.
Será difícil encontrar la procedencia de unos pocos hechos nuevos (nuevos
únicamente para el Orientalista profano), así como la de algunos pasajes
de los Comentarios que se citan. Varias de las enseñanzas también han
sido hasta la fecha transmitidas oralmente; pero aun estas mismas,
hállanse en todo caso indicadas en los casi innumerables volúmenes de la
literatura de los templos brahmánicos, chinos y tibetanos.
Sea como fuese, y cualquiera que sea la suerte reservada a la autora por
parte de la crítica malévola, un hecho es por lo menos completamente
cierto. Los miembros de varias escuelas esotéricas, cuyo centro se halla
más allá de los Himalayas y cuyas ramificaciones pueden encontrarse en
China, Japón, la India, el Tíbet y hasta en Siria, como también en la América
del Sur, aseguran que tienen en su poder la suma total de todas las obras
sagradas y filosóficas, tanto manuscritas como impresas, de hecho todas
las obras que se han escrito, en cualesquiera lenguajes o caracteres, desde
que comenzó el arte de la escritura, desde los jeroglíficos ideográficos,
hasta el alfabeto de Cadmo y el Devanâgari.
Constantemente han afirmado que desde la destrucción de la Biblioteca
Alejandrina, [Véase Isis sin Velo, vol. II.] todas las obras que por su carácter
hubieran podido conducir a los profanos al descubrimiento final y
comprensión de alguno de los misterios de la Ciencia Secreta, han sido
buscadas con diligencia, gracias a los esfuerzos combinados de los
miembros de estas Fraternidades. Y añaden además aquellos que lo saben,
que una vez encontradas todas estas obras fueron destruidas, salvo tres
ejemplares de cada una que fueron guardados cuidadosamente. En la India,
los últimos de estos inestimables manuscritos, fueron guardados en un
sitio oculto durante el reinado del Emperador Akbar. [El profesor Max
Müller declara que ni el soborno ni las amenazas de Akbar fueron capaces
de arrancar a los brahmanes el texto original de los Vedas , y sin embargo,
se jacta de que los orientalistas europeos lo poseen (Introduction to the
Science of Relígion, pág. 23). Es muy dudoso que Europa posea el texto
completo, y quizás reserve el porvenir sorpresas muy desagradables para
los orientalistas.]
Se afirma también que todos los libros sagrados de esta especie, cuyo
texto no se hallaba suficientemente velado por el simbolismo, o que
contenía referencias directas a los antiguos misterios, fueron en primer
término cuidadosamente copiados en caracteres criptográficos, tales como
para desafiar el arte del más hábil de los paleógrafos, y destruidos después
hasta el último ejemplar. Durante el
reinado de Akbar, algunos cortesanos fanáticos, disgustados por la
pecaminosa curiosidad del Emperador hacia las religiones de los infieles,
ayudaron por sí mismos a los brahmanes a ocultar sus manuscritos. Uno
de aquéllos fue Badâonî, el cual experimentaba un horror no disimulado hacia
la manía de Akbar por las religiones idólatras. [Escribe Badâonî en su
Muntakhab at Tawârikh: Como ellos (los Shrâmanas y Brahmanes) sobrepujan
a todos los hombres sabios en sus tratados de moral y sobre ciencias
físicas y religiosas, y alcanzan un altísimo grado en su conocimiento del
porvenir, en su poder espiritual y en la perfección humana, han presentado
pruebas fundadas en razones y en testimonios… y han inculcado sus
doctrinas tan firmemente… que ningún hombre… podía ser capaz de dar
lugar a que Su Majestad dudase, aun cuando las montañas se convirtiesen
en polvo, o se desgarraran de pronto los cielos… S. M. se permitió entrar
en averiguaciones referentes a las sectas de estos infieles, que no pueden
ser contados, dado lo numerosos que son, y que poseen un sinfín de libros
revelados. Esta obra “se conservó en secreto, y no fue publicada hasta el
reinado de Jahângîr”. (Aim i Akbâri, traducido por el Dr. Blochmann, citado
por Max Müller, ob. cit.)]
Además, en todas las grandes y ricas Lamaserías existen criptas
subterráneas y bibliotecas en cuevas excavadas en la roca, siempre que los
Gonpa y Lhakhang se hallen situados en las montañas. Más allá del
Tsaydam occidental, en los solitarios pasos de Kuen-lun [montañas de
Karakorum, Tibet Occidental], existen varios de estos sitios ocultos. A lo
largo de las cumbres de Altyn-tag, cuyo suelo no ha llegado a pisar todavía
planta alguna europea, existe una reducida aldea perdida en una garganta
profunda. Es un pequeño grupo de casas, más bien que un monasterio, con
un templo de miserable aspecto, y un Lama anciano, un ermitaño, que vive
próximo a él para estar a su cuidado. Dicen los peregrinos que sus galerías
y aposentos subterráneos contienen una colección de libros, cuyo número,
según las cifras que se citan, es demasiado grande para poder colocarse ni
aun en el Museo Británico. [Según la misma tradición, las regiones en la
actualidad desoladas y áridas del Tarim (un verdadero desierto en el
corazón del Turkestán) estaban cubiertas en la antigüedad de ciudades
ricas y florecientes. Hoy apenas algunos verdes oasis rompen la monotonía
de su terrible soledad. Uno de ellos, que alfombra el sepulcro de una
enorme ciudad, enterrada en el suelo arenoso del desierto, no pertenece a
nadie, pero es visitado con frecuencia por mongoles y buddhistas. La
tradición habla también de inmensos recintos subterráneos, de anchas
galerías llenas de ladrillos y cilindros. Puede ser un rumor sin fundamento,
y puede ser un hecho real.]
LAS OBRAS ESOTERICAS REQUIEREN
DE UNA CLAVE DE INTERPRETACION
Es muy probable que todo esto provoque una sonrisa de duda. Pero antes
de que el lector ponga en tela de juicio la veracidad de lo dicho, deténgase
y reflexione acerca de los siguientes hechos bien conocidos. Las
investigaciones colectivas de los orientalistas, y en especial los trabajos
verificados durante los últimos años por los que se han dedicado al estudio
de la Filología comparada y de la Ciencia de las Religiones, les han hecho
comprender que un incalculable número de manuscritos, y aun de obras
impresas que se sabe han existido, no se encuentran en la actualidad. Han
desaparecido sin dejar el menor rastro tras de sí. Si no hubiesen sido obras
de importancia, se hubieran podido dejar perecer en el curso ordinario del
tiempo, y aun sus nombres mismos se hubieran borrado de la memoria
humana. Pero no es así; porque, como se asegura ahora, la mayor parte de
ellas contenían las verdaderas claves de obras existentes en la actualidad, y
que son enteramente incomprensibles para la mayor parte de sus lectores, sin
aquellos volúmenes adicionales de comentarios y de explicaciones. Tal sucede,
por ejemplo, con las obras de Lao-tse, el predecesor de Confucio. [“Si nos
volvemos a China, nos encontramos con que la religión de Confucio está
fundada en los Cinco King, y en los cuatro libros Shu, en sí mismos de
extensión considerable y acompañados de comentarios voluminosos, sin
los cuales ni aun los más eruditos pueden aventurarse a sondear las
profundidades de su canon sagrado.” (Conferencias sobre la “Ciencia de la
Religión” p. 185 Max Müller). Pero no las han sondeado, y ésta es
precisamente la queja de los confucionistas, como lo deploró en 1881 en
París uno de los más sabios de éstos.]
Se dice de él que escribió 930 libros sobre ética y religión, y 70 Sobre
magia: un millar entre todos. Su gran obra, el “Tao-te-King”, el corazón de
su doctrina y la escritura sagrada del Tao-sse, contiene tan sólo, como lo
demuestra Estanislao Julien, “alrededor de 5.000 palabras” (Tao-te-King,
pág. XXVI), en una docena escasa de páginas; aunque el profesor Max
Müller dice que “el texto es ininteligible sin comentarios, de tal modo, que
Mr. Julien tuvo que consultar a más de 60 comentadores con motivo de su
traducción, de los cuales el más antiguo procedía del año 163 antes de
Cristo”, y no de época anterior, como vemos. Durante los cuatro siglos y
medio que precedieron a este “más antiguo” de los comentadores, hubo
tiempo más que suficiente para ocultar la verdadera doctrina de Lao-tse a
todos, menos a sus sacerdotes iniciados. Los japoneses, entre quienes se
encuentran en la actualidad los más sabios sacerdotes y adeptos de Laotse,
se ríen simplemente ante los disparates e hipótesis de los europeos
eruditos en chino; y la tradición afirma que los comentarios que a nuestros
sinólogos de Occidente han llegado, no son los verdaderas documentos
ocultas, sino velos intencionados; y que tanto los verdaderos comentarios,
como casi todos los textos, han desaparecido hace largo tiempo de los
ojos de los profanos.
Si nuestros eruditos dirigen la mirada a la antigua literatura de las
religiones semíticas, a las Escrituras de Caldea, la hermana mayor y
maestra, si no el origen, de la Biblia Mosaica, base y punto de partida del
Cristianismo, ¿qué es lo que encuentran? ¿Qué es lo que queda para
perpetuar la memoria de las antiguas religiones de Babilonia, para
consignar en los anales el vasto ciclo de observaciones astronómicas de los
magos caldeos, para justificar la tradición de su literatura espléndida y
eminentemente oculta? Solamente unos pocos fragmentos que, según se
dice, son de Beroso.
Estos, sin embargo, carecen casi de valor aun como guía para descubrir el
carácter de lo que ha desaparecido; pues pasaron por las manos del
Reverendo Obispo de Cesárea [Eusebio], aquel que por sí mismo se
constituyó en censor y editor de los sagrados anales de las religiones de
los demás; y hasta hoy llevan, indudablemente, el sello de su mano
eminentemente veraz y digna de fe. Porque, ¿cuál es la historia de este
tratado, sobre la en un tiempo gran religión de Babilonia?
Escrito en griego para Alejandro el Grande, por Beroso, sacerdote del
templo de Belo, de conformidad con los anales astronómicos y
cronológicos que comprendían un período de 200.000 años y que
conservaban los sacerdotes de aquel templo, se ha perdido. En el primer
siglo anterior a nuestra era, Alejandro Polyhistor escribió una serie de
extractos de esta obra, que también se han perdido. Eusebio hizo uso de
estos extractos para escribir su Chronicon (270-340 de nuestra era). Los
puntas de semejanza, casi de identidad, entre las Escrituras hebreas y las
caldeas [Encontradas y demostradas únicamente ahora, merced a los
descubrimientos verificados por George Smith (véase su Chaldean Account
of Genesis); y que, gracias a aquel falsificador armenio, han extraviado a
todas las “naciones civilizadas” durante unos 1.500 años, haciéndoles
aceptar las derivaciones judías como directa Revelación Divina], convertían a
estas últimas en un verdadero peligro para Eusebio, dado su papel de
defensor y campeón de la nueva fe que había adoptado las Escrituras
hebreas, y con ellas una cronología absurda. Ahora bien: es casi seguro
que Eusebio no perdonó las tablas egipcias sincrónicas de Manethon. Tanto
es así, que Bunsen [Egypt's Place in History, I, 200] le acusa de haber
mutilado la historia de la manera más desvergonzada; y tanto Sócrates,
historiador del siglo V, como Sincello, vicepatriarca de Constantinopla al
principio del siglo VIII, le denuncian como el más osado y cínico
falsificador.
¿Será, por tanto, probable, que tratase con mayor respeto los anales
caldeas, que por aquel tiempo ya amenazaban a la nueva religión tan
irreflexivamente aceptada?
Así que, con excepción de estos más que dudosos fragmentos, toda la
literatura sagrada de los caldeas ha desaparecido de la vista de los
profanos, tan por completo como la perdida Atlántida. Unos pocos hechos
que se hallaban contenidos en la Historia de Beroso se declararán más
adelante y podrán arrojar gran luz acerca del verdadero origen de los
Ángeles Caídos, personificados por Bel y el Dragón.
Volviendo ahora al más antiguo modelo de la literatura aria, el Rig Veda, se
encontrará el estudiante, siguiendo estrictamente los datos suministrados
por los mismos orientalistas, que aunque el Rig Veda contiene sólo unos
10.580 versos, o 1.028 himnos, no se ha comprendido correctamente
hasta hoy, a pesar de los Brâhmanas y de la masa de glosas y comentarios.
¿Y por qué? Evidentemente porque los Brâhmanas , “los tratados más
antiguos y escolásticos acerca de los primitivos himnos”, requieren ellos
mismos una clave, que no han logrado encontrar los orientalistas.
¿Qué dicen los sabios por lo que hace a la literatura buddhista? ¿Han
conseguido obtenerla completa? No, seguramente. No obstante los 325
volúmenes del Kanjur y del Tanjur de los buddhistas del Norte, cada uno de
cuyos volúmenes, según se dice, “pesa de cuatro a cinco libras”, nada, a la
verdad, se sabe sobre el verdadero
lamaísmo. Sin embargo, del canon sagrado se dice que contiene
29.368.000 letras en el Saddharmâlankâra [Spence Hardy: The Legends and
Theories of the Buddhists, pág. 66], o sea, prescindiendo de tratados y de
comentarios, cinco o seis veces la materia que contiene la Biblia, la cual
según el profesor Max Müller, tan sólo contiene 3.567.180 letras. No
obstante, pues, estos 325 volúmenes (en realidad son 333, comprendiendo
108 el Kanjur y 225 volúmenes el Tanjur), “los traductores, en lugar de
proporcionarnos las versiones correctas las han mezclado con sus propios
comentarios, con el propósito de justificar los dogmas de sus diversas
escuelas” [E. Schlagintweit: Buddhism in Tibet, pág. 77] Además, “según una
tradición conservada por las escuelas buddhistas, tanto del Norte como del
Sur, el canon sagrado buddhista comprendía en su origen 80.000 u 84.000
tratados; pero la mayor parte de ellos se perdieron, y sólo han quedado
6.000”, como dice el profesor a su auditorio. Perdidos para los europeos,
por supuesto. Pero, ¿quién puede tener la seguridad completa de que se
han perdido igualmente para los buddhistas y brahmanes?
Teniendo en cuenta la reverencia de los buddhistas por toda línea escrita
sobre Buddha y la Buena Ley, la pérdida de cerca de 76.000 tratados
parece milagrosa. Si hubiese sido viceversa, cualquier conocedor del curso
natural de los sucesos suscribiría la afirmación de que de estos 76.000
tratados, 5.000 o 6.000 podían haber sido destruidos durante las
persecuciones y las emigraciones procedentes de la India. Pero como está
bien confirmado que los Arhats buddhistas comenzaron su éxodo religioso
con el propósito de propagar la nueva fe más allá de Cachemira y de los
Himalayas, en el año 300 antes de nuestra era [Lassen: (Ind. Altertumskunde,
II, 1.072), habla de un monasterio buddhista erigido en los montes Kailâs
el año 137 antes de nuestra era; y el General Cunningham, de otro
anterior], y que llegaron a China en el año, 61 después de Cristo [Rey. J.
Edkins: Chinese Buddhism, pág. 87], cuando Kazyapa, a invitación del
Emperador Ming-ti, fue allí para enseñar al “Hijo del Cielo” las doctrinas del
buddhismo; parece extraño oír hablar a los orientalistas de semejante
pérdida como si fuera realmente posible. Ni por un momento parecen
conceder la posibilidad de que los textos estén perdidos solamente para el
Occidente y para ellos; o que los pueblos asiáticos posean la no igualada
entereza de conservar sus más sagrados anales fuera del alcance de los
extranjeros, rehusando entregarlos a la profanación y al mal empleo, aun
de razas tan “excesivamente superiores” a ellos mismos.
LA IGNORANCIA MODERNA EN LO CONCERNIENTE A
LAS ANTIGUAS RELIGIONES
A juzgar por las lamentaciones expresadas y por las confesiones
numerosas de todos los orientalistas [Véanse como ejemplo los discursos
de Max Müller], puede el público estar bien seguro: 1º De que los eruditos
en las antiguas religiones poseen, a la verdad, muy pocos datos para poder
fundar las conclusiones finales que en general promulgan con referencia a
las viejas creencias; y 2º De que tal carencia de datos no les impide en lo
más mínimo dogmatizar. Podría creerse que, gracias a los numerosos
anales de la teogonía y misterios egipcios, conservados en los clásicos y en
varios escritos antiguos, los ritos y dogmas del Egipto de los Faraones
habrían de ser por lo menos bien comprendidos; y de todos modos mejor
que las filosofías y panteísmo por demás abstrusos de la India, acerca de
cuya religión y lenguaje apenas tenía Europa la menor idea antes del
principio de este siglo. A lo largo del Nilo y en la superficie de todo el país,
existen ahora mismo, procedentes de exhumaciones anuales y aun diarias,
reliquias siempre frescas que elocuentemente narran su propia historia. Y,
sin embargo, no es así. El mismo sabio filólogo de Oxford confiesa la
verdad diciendo:”Contemplamos todavía en pie las pirámides y las ruinas
de templos y laberintos con sus muros cubiertos de inscripciones
jeroglíficas y de las extrañas pinturas de dioses y diosas. En rollos de
papiro que parecen desafiar los estragos del tiempo, tenemos fragmentos
de lo que podría llamarse los libros sagrados de los egipcios. Sin embargo
de esto, aunque se ha descifrado mucho concerniente a los antiguos
documentos de aquella raza misteriosa, la fuente principal de la religión de
Egipto, y la intención original de su culto y ceremonias, están muy lejos de
haber sido completamente descubiertas para nosotros” [Tan poco enterados
están nuestros grandes egiptólogos de los ritos funerarios de los egipcios,
y de las señales exteriores referentes a las diferencias de sexo en las
momias, que han cometido ridículas equivocaciones. Sólo hace uno o dos
años (i.e. alrededor de 1886) que una de aquéllas fue descubierta en Bulaq,
Cairo. La momia, que había sido considerada como la esposa de un faraón
poco importante, se ha convertido, gracias a la inscripción de un amuleto
colgado en el cuello, ¡en la de Sesostris, el rey más grande de Egipto!]. Una
vez más, ahí están los misteriosos documentos jeroglíficos; mas las claves
que solas podrían hacerlos inteligibles, han desaparecido.
Sin embargo, habiendo encontrado que “existe una relación natural entre el
lenguaje y la religión”, y que “existió una religión aria común, antes de la
separación de la raza aria”; “una religión semítica común, antes de la
separación de la raza semítica”, y “una religión turania común, antes de la
separación de los chinos y de las otras tribus pertenecientes a la clase
turania”; habiendo de hecho descubierto únicamente “tres antiguos centros
de religión” y “tres centros de lenguaje”; y a pesar de permanecer en la más
completa ignorancia, tanto en lo referente a aquellas religiones y lenguajes
primitivos, como en lo relativo a su origen, ¡el profesor no vacila en
declarar que “se ha encontrado una base histórica verdadera para tratar
científicamente de las principales religiones del mundo”!
“Tratar científicamente” de un asunto, no es, en manera alguna, una
garantía de su “base histórica”; y con tal escasez de datos a mano, ningún
filólogo, por eminente que sea, está autorizado para dar sus propias
conclusiones como hechos históricos. Sin duda alguna, que el eminente
orientalista ha demostrado por completo y a satisfacción del mundo, que
de acuerdo con la ley de Grimm, relativa a las reglas fonéticas, Odin y
Buddha son dos personajes diferentes, y del todo distintos el uno del otro,
y lo ha demostrado científicamente. Sin embargo, cuando aprovecha la
oportunidad de decir a renglón seguido, que Odin “fue adorado como la
deidad suprema durante un período muy anterior a la época de los Vedas y
de Homero” (Teología Comparada., pág. 318), carece de la menor “base
histórica” para ello; pero pone a la historia y a los hechos al servicio de sus
propias conclusiones, las cuales podrán ser muy “científicas” a los ojos de
los orientalistas, a pesar de que se hallan muy lejos de la verdad real. Las
opiniones contradictorias de los diversos filólogos y orientalistas
eminentes, desde Martín Haug hasta el mismo Max Müller, a propósito de
los asuntos de cronología, como sucede en el caso de los Vedas , son una
prueba evidente de que la afirmación no tiene base “histórica” alguna en
que apoyarse, siendo a menudo la “evidencia interna” la luz de un fuego
fatuo en vez de un faro seguro que sirva de guía. Tampoco tiene la
moderna ciencia de la mitología comparada, argumento alguno mejor que
oponer a la aseveración de los eruditos escritores que, durante el siglo
pasado, insistieron en que debían de haber existido “fragmentos de una
revelación primitiva hecha a los antecesores del género humano…
conservados en los templos de Grecia y de Italia”. Esto es precisamente lo
que todos los Iniciados y panditas orientales han venido proclamando ante
el mundo de tiempo en tiempo. Y mientras que un eminente sacerdote
cingalés aseguró a la que esto escribe, que era cosa bien sabida que los
principales tratados buddhistas, pertenecientes al canon sagrado,
permanecían guardados en países y lugares inaccesibles a los panditas
europeos, el llorado Svámi Dayânand Saravastî, el sanscritista más grande
de su época en la India, declaró a algunos miembros de la Sociedad
Teosófica el mismo hecho, con respecto a antiguas obras brahmánicas.
Cuando se le dijo que el profesor Max Müller había manifestado a los
oyentes de sus Discursos , que la teoría de “que ha existido una revelación
primitiva y sobrenatural, hecha a los padres de la raza humana, encuentra
hoy pocos sostenedores”, aquel hombre, tan santo como sabio, se echó a
reír. Su contestación fue significativa: «Si Mr. Moksh Mooller (así
pronunciaba el nombre) fuera un brahmán y viniese conmigo, podría
llevarle a una caverna gupta (una cripta secreta), cerca de Okhee Math, en
los Himalayas, en donde pronto encontraría que lo que ha cruzado el
Kâlapâni (las negras aguas del Océano), desde la India a Europa, eran sólo
fragmentos de copias desechadas de algunos paisajes tomados de nuestros libros
sagrados. Ha existido una “revelación primitiva” se conserva todavía; y no se
perderá para el mundo, sino que reaparecerá; aunque, por supuesto, los
Mlechchhas tendrán que aguardar”.
Habiéndosele interrogado acerca de este punto, no quiso decir más. Esto
ocurría en Meerut en 1880.
Sin duda fue cruel la burla hecha en Calcuta el siglo pasado por los
brahmanes al Coronel Wilford y a Sir William Jones. Pero fue bien merecida,
y nadie en este asunto se hizo acreedor a censuras, más que los
misioneros y el mismo Coronel Wilford. Los primeros, según testimonio del
mismo Sir William Jones [Asiatic Researches, I, pág. 272], fueron tan
insensatos que llegaron a sostener que “los indos, aun ahora, eran casi
cristianos, porque su Brahmâ, Vishnu y Maheza, no eran otra cosa más que
la trinidad cristiana” [Véase Max Müller, Ob. cit., pág. 288 y sig. Esto se
refiere a la hábil falsificación en hojas insertas en un antiguo monasterio
puránico, escritas en sánscrito arcaico y correcto, de todo cuanto los
panditas habían oído al Coronel Wilford acerca de Adam y Abraham, Noé y
sus tres hijos, etc.]. Fue una buena lección; hizo a los sabios orientalistas
doblemente cautos, pero quizás ha dado lugar también a que algunos de
ellos se hayan vuelto en exceso suspicaces, y ha sido causa, por reacción,
de que el péndulo de las conclusiones precedentes oscilase de modo
exagerado en el sentido opuesto. Porque “aquella primera provisión del
mercado brahmánico”, ofrecida a la demanda del Coronel Wilford, ha
producido ahora en los orientalistas la necesidad evidente y el deseo de
declarar a casi todos los manuscritos sánscritos arcaicos, tan modernos,
que justificasen plenamente a los misioneros, al aprovecharse de la
oportunidad. Que así lo hacen, y hasta donde alcanzan sus facultades
mentales, pruébanlo las absurdas tentativas llevadas a cabo últimamente,
para demostrar que toda la narración Puránica acerca de Krishna ¡era un
plagio de la Biblia hecho por los brahmanes! Pero los hechos citados por el
profesor de Oxford en sus Conferencias, relativas a las al presente famosas
interpolaciones hechas en beneficio del Coronel Wilford, aunque más tarde
para disgusto suyo, no se oponen a las conclusiones que debe sacar
inevitablemente el que estudie la Doctrina Secreta. Porque, si los
resultados demuestran que ni el Nuevo ni aun el Antiguo Testamento han
tomado cosa alguna de la religión más antigua de brahmanes y buddhistas,
no se sigue de aquí que los judíos no hayan tomado cuanto sabían de los
anales caldeos, que fueron mutilados más tarde por Eusebio. Por lo que
respecta a los caldeos, es seguro que adquirieron sus primitivos
conocimientos de los brahmanes; pues Rawlinson muestra una indudable
influencia védica en la mitología primitiva de Babilonia; y hace mucho
tiempo- que el Coronel Vans Kennedy declaró, con notable exactitud, que
Babilonia fue, por razón de su origen, centro de la sabiduría brahmánica y
sánscrita. Pero todas estas pruebas deben perder su valor en presencia de
la última teoría del profesor Max Müller. Cuál sea ésta, todo el mundo lo
sabe. El código de las leyes fonéticas ha llegado a ser un disolvente
universal de todas las identificaciones y “conexiones” entre los dioses de
muchos pueblos. Así, aunque la Madre de Mercurio (Buddha, Thoth-
Hermes, etc.), era Maia; a pesar de que la madre de Gautama Buddha se
llamó también Mâyâ; y aunque la madre de Jesús era asimismo Mâyâ
(Ilusión, porque María es Mare, el Mar, simbólicamente la gran Ilusión), sin
embargo, estos tres personajes no tienen entre sí conexión alguna, ni
pueden tenerla, desde que Bopp “ha establecido su código de leyes
fonéticas”.
UNA CIVILIZACION PREHISTÓRICA EN ASIA CENTRAL
En su afán de reunir las muchas madejas de la historia no escrita, es a la
verdad atrevimiento de parte de nuestros orientalistas, negar a priori todo
lo que no encaja
en sus conclusiones especiales. Así, mientras diariamente se hacen nuevos
descubrimientos de grandes artes y ciencias, que existieron allá en la
noche de los
tiempos, niégase hasta el mismo conocimiento de la escritura a algunas de
las naciones más antiguas, considerándolas bárbaras en lugar de cultas.
Sin embargo, todavía se encuentran las huellas de una civilización inmensa,
hasta en el Asia Central. Esta civilización es indudablemente prehistórica. ¿Y
cómo podría existir civilización alguna sin literatura en una u otra forma, y
sin anales ni crónicas? El sentido común basta para suplir los eslabones
rotos en la historia de las naciones que fueron. La gigantesca y no
interrumpida muralla de montañas que bordea toda la meseta del Tíbet,
desde el curso superior del río Khuan-Khé hasta las colinas de Karakorum,
fue testigo de una civilización que duró millares de años, y podría revelar a
la humanidad bien extraños secretos. Las porciones Oriental y Central de
aquellas regiones –el Nanchang y el Alty-Tâgh– estuvieron un tiempo
cubiertas de ciudades que bien podrían competir con Babilonia. Un
completo período geológico ha pasado sobre aquella tierra, desde que
tales ciudades exhalaron su postrer aliento, como lo atestiguan los montes
de arenas movedizas y el suelo estéril, y ahora muerto, de las inmensas
llanuras centrales de la cuenca del Tarim. Los territorios fronterizos de
estos países, es lo que solamente, de un modo superficial, conocen los
viajeros. En el interior de aquellas arenosas planicies hay agua y se
encuentran frescos oasis florecientes, donde ningún pie europeo se ha
aventurado a penetrar, temeroso de un suelo en la actualidad traicionero.
Entre estos verdes oasis existen algunos por completo inaccesibles, aun
para los indígenas profanos que viajan por el país. Los huracanes pueden
“arrebatar las arenas y cubrir llanuras enteras”; pero son impotentes para
destruir lo que está fuera de su alcance. Los subterráneos construidos en
las entrañas de la tierra, aseguran los tesoros allí encerrados; y como las
entradas se hallan ocultas, no hay peligro de que nadie los descubra, aun
cuando varios ejércitos invadiesen los arenosos desiertos, en donde
Ni pozo, ni arbusto, ni vivienda se divisan
Y la cordillera forma una áspera defensa
En torno de las áridas llanuras del desierto…
Mas no es necesario enviar al lector al través del desierto, puesto que las
mismas pruebas en favor de la existencia de antiguas civilizaciones se
encuentran en puntos relativamente poblados de aquella región. El oasis de
Tchertchen, por ejemplo, situado a unos 4.000 pies sobre el nivel del río
Tchertchen-Darya, está rodeado al presente en todas direcciones por
ruinas de ciudades arcaicas. Unos 3.000 seres humanos representan allí los
restos de cien razas y naciones extinguidas, cuyos nombres mismos
desconocen por completo nuestros etnólogos. Un antropólogo se
encontraría muy apurado si tuviera que proceder a clasificarlos, dividirlos y
subdividirlos; tanto más cuanto que los descendientes respectivos de todas
aquellas razas y tribus antediluvianas saben tan poco en lo referente a sus
propios antepasados como si hubiesen caído de la Luna. Cuando se les
pregunta acerca de su origen, contestan que no saben de dónde vinieron
sus padres; pero que han oído decir que sus primeros, o primitivos,
ascendientes fueron gobernados por los grandes Genios de aquellos
desiertos. Esto podría atribuirse a ignorancia y superstición; pero en vista
de las enseñanzas de la Doctrina Secreta, la respuesta puede considerarse
fundada en la tradición primitiva. Sólo la tribu del Khoorassan pretende
haber venido del país conocido hoy como Afghanistán, mucho tiempo
antes de Alejandro, y presenta conocimientos legendarios en corroboración
de este hecho. El viajero ruso Coronel Prjevalsky (ahora General) encontró
casi tocando al oasis de Tchertchen las ruinas de dos inmensas ciudades,
la más antigua de las cuales, según la tradición local, fue destruida hace
3.000 años por un héroe gigante, habiéndolo sido la otra por los mongoles
en el siglo décimo de nuestra era. “El emplazamiento de ambas ciudades
hállase cubierto ahora, por virtud de las arenas movedizas y del viento del
desierto, de reliquias extrañas y heterogéneas; fragmentos de porcelana,
utensilios de cocina y huesos humanos. Los indígenas encuentran con
frecuencia monedas de cobre y de oro, lingotes de plata fundida,
diamantes y turquesas, y, lo que es todavía más notable, vidrio roto…
Ataúdes de un material o madera incorruptible también, donde se
encuentran cuerpos embalsamados y conservados admirablemente… Las
momias de los hombres revelan individuos de una estatura y robustez
extraordinarias, y con ondeadas cabelleras… Se encontró una bóveda con
doce cadáveres. Otra vez en un ataúd separado, encontramos el de una
muchacha. Sus ojos estaban cerrados con discos de oro, y sus mandíbulas
fuertemente sujetas por un aro de oro que le cogía la barba hasta la parte
superior de la cabeza. Estaba vestida con túnica de lana, ceñida, tenía el
pecho cubierto de estrellas de oro y los pies desnudos (De una conferencia
de N. M. Prjevalsky). A esto añade el famoso viajero que durante todo su
camino a lo largo del río Tchertchen, llegaron a sus oídos leyendas
referentes a veintitrés ciudades sepultadas hace mucho tiempo por las
arenas movedizas del desierto. La misma tradición existe en el Lob-nor y
en el oasis de Kerya.
Las huellas de tal civilización juntamente con estas y parecidas tradiciones
nos dan derecho para conceder crédito a otras leyendas, autorizadas por
indos y mongoles educados y eruditos, que hablan de inmensas bibliotecas
salvadas de las arenas y de otros varios restos del antiguo Saber Mágico,
todo lo cual se halla depositado en lugares seguros.
Recapitulando: La Doctrina Secreta fue la religión universalmente difundida
del mundo antiguo y prehistórico. Las pruebas de su difusión, los anales
auténticos de su historia, una serie completa de documentos que
demuestran su carácter y su presencia en todos los países, juntamente con
las enseñanzas de todos sus grandes Adeptos, existen hasta hoy en las
criptas secretas de las bibliotecas pertenecientes a la Fraternidad Oculta.
Esta afirmación se acredita con los hechos siguientes: la tradición de los
millares de pergaminos antiguos salvados cuando la Biblioteca Alejandrina
fue destruida; los millares de obras sánscritas desaparecidas en la India
durante el reinado de Akbar; la tradición universal existente, tanto en la
China como en el Japón, de que los verdaderos textos antiguos con los
comentarios que únicamente pueden hacerlos inteligibles, y que suman
muchos miles de volúmenes, hace mucho tiempo que están fuera del
alcance de manos profanas; la desaparición de la vasta literatura sagrada y
oculta de Babilonia; la pérdida de las claves que podrían únicamente
resolver los mil enigmas contenidos en los anales de los jeroglíficos
egipcios; la tradición existente en la India de que los verdaderos
comentarios secretos, únicos que pueden hacer inteligibles los Vedas ,
aunque no son visibles para los profanos, están a disposición del Iniciado,
ocultos en cuevas y criptas secretas; y la idéntica creencia de los
buddhistas, por lo que hace a sus libros sagrados.
LOS SECRETOS PELIGROSOS
TIENEN QUE ESTAR GUARDADOS
Los ocultistas afirman que todos éstos existen, a cubierto de la expoliación
de manos occidentales, para reaparecer en una época más ilustrada, por la
cual, según las palabras del llorado Svámi Dayânand Sarasvatî, “los
Mlechchhas (proscritos, salvajes, aquellos que se hallan fuera de la
civilización aria) tendrán que esperar todavía”.
No es culpa de los iniciados que tales documentos estén hoy “perdidos”
para el profano, ni ha sido su conducta aconsejada por el egoísmo, o por
deseo alguno de monopolizar el sagrado saber que da la vida. Había
algunas partes de la Ciencia Secreta que debían permanecer ocultas a los
profanos durante edades sin cuento.
Mas esto era debido a que el comunicar a la multitud secretos de una
importancia tan tremenda, sin estar preparada para ello, hubiera sido
equivalente a entregar a un niño una vela encendida y meterle en un
polvorín.
La respuesta a una pregunta que, con frecuencia, hacen los que se dedican
a estos estudios, al encontrarse con una afirmación como la anterior,
puede bosquejarse aquí.
“Comprendemos” –dicen– la necesidad de ocultar a la masa secretos tales
como el del Vril, o el de la fuerza que destruye rocas, descubierta por J. W.
Keeley, de Filadelfia; [En el Volumen I, Parte III, Sección X: “La Fuerza Venidera:
Sus Posibilidades e Imposibilidades", la autora va al fondo de la teoría y de la
práctica del punto de vista de Keely sobre el Ocultismo Oriental, y explica por qué
no tendría éxito en la comercialización de su descubrimiento. Ella indica (p. 558)
que unos doce años antes [i.e. alrededor de 1876] en Filadelfia, dijo, en respuesta
a las serias preguntas de uno de sus admiradores que “él fue y seguirá siendo
inconsciente de la gama completa de sus energías, y resolverá simplemente las
que ha descubierto y comprobado en su propia naturaleza -primero, porque,
atribuyéndolos a una fuente incorrecta, él nunca podrá gobernarlas
completamente; y segundo, porque estaba más allá de su poder pasar a otros lo
que era una capacidad inherente a su especial naturaleza. Por lo tanto el entero
secreto no podia traspasarse permanentemente a cualquier persona para
propósitos y suso prácticos . . . (p. 563). Si se pregunta por qué no se permitió al
Sr. Keely pasar cierto límite, la respuesta es fácil: proque lo que él descubrió
inconscientemente es una terrible Fuerza Sideral, llamada por los atlantes MASHMAK,
y por los Rishis arios en su Ashtar Vidya [su más Antigua obra sobre el
conocimiento de la alta magia, de la cual solo existen algunos desfigurados
fragmentos] por un nombre que no daremos. . . El descubrimiento completo es
prematuro en varios miles —¿o más bien habría que decir cientos de miles? — de
años. Se producirá en su lugar y tiempo establecido cuando la gran riada rugiente
de indigencia, miseria, y falta de trabajo disminuya nuevamente -como cuando la
última de las justas demandas de muchos sean felizmente atendidas; cuando el
proletariado exista solo de nombre, y el llanto amargo por el pan, que resuena
desatendido a través del mundo, haya muerto. Desde que escribimos estas
palabras ha tenido lugar la gran guerra seguida por revoluciones y un problema de
desempleo siempre en aumento. Poco después de la muerte del autor en 1891, la
Keely Motor Co. falló por la razón que ella predijo, y fue efectivamente
desacreditada con el cargo de que sus resultados fueron obtenidos por el uso de
maquinaria oculta. — ED.] pero lo que no podemos comprender es cómo
puede haber peligro alguno en la revelación de una doctrina puramente
filosófica, tal como, por ejemplo, la de la evolución de las Cadenas
Planetarias.
El peligro está en que doctrinas tales como la de la Cadena Planetaria, o la
de las siete Razas, suministran desde luego una guía segura para el
descubrimiento de la séptuple naturaleza del hombre; pues cada uno de
los principios humanos está en correlación con un plano, con un planeta y
con una raza; y los principios humanos, en todos los planos, son
correlativos a fuerzas ocultas de naturaleza séptuple; siendo las
correspondientes a los planos más elevados, de una potencia formidable.
Así es, que cualquiera clasificación septenaria proporciona desde luego una
guía segura para descubrir poderes ocultos tremendos, cuyo abuso sería
origen de males incalculables para la humanidad; una guía que quizás no
lo sea para la generación presente, en especial para los occidentales,
protegidos por su propia ceguera y por su ignorante incredulidad
materialista en lo referente a las cosas ocultas, pero una guía que hubiera
sido, sin embargo, de un efecto bien real en los primeros siglos de la Era
cristiana, en que se trataba de gentes convencidas por completo de la
realidad del Ocultismo, y que entrando en un ciclo dé degradación,
hallábanse predispuestas a abusar de los poderes ocultos, y a ejercer la
hechicería de la peor especie.
Los documentos se ocultaron, es verdad; pero nunca hicieron un secreto ni
del conocimiento mismo, ni de su existencia real, los Hierofantes del
Templo, en el cual siempre han sido los MISTERIOS una disciplina y un
estímulo para la virtud. Éstas son novedades bien antiguas, y repetidas
veces fueron dadas a conocer por los grandes Adeptos, desde Pitágoras y
Platón, hasta los neoplatónicos. La nueva religión de los nazarenos fue la
que verificó un cambio desventajoso, en la regla de conducta seguida
durante siglos.
Además hay un hecho bien conocido –hecho curioso corroborado a la
escritora por un respetable caballero, agregado muchos años a una
embajada rusa– y es que existen varios documentos en las Bibliotecas
Imperiales de San Petersburgo, que demuestran que en una época tan
reciente como la en que la Francmasonería y las Sociedades Secretas de
místicos florecían libremente en Rusia, o sea a fines del último siglo y
principios del presente, más de un místico ruso se dirigió al Tíbet a través
de los montes Urales, para adquirir el saber y la iniciación en las
desconocidas criptas del Asia Central; y más de uno volvió después con un
tesoro de conocimientos que nunca hubiera podido adquirir en parte
alguna de Europa. Varios casos podrían citarse, juntamente con nombres
bien conocidos, si no fuera porque tal publicidad podría molestar a los
parientes, que hoy viven, de los últimos Iniciados. El que quiera saberlo
puede consultar los anales y la historia de la Francmasonería en los
archivos de la metrópoli rusa, y podrá asegurarse por sí mismo de la
realidad de los hechos citados.
Esto es una corroboración de lo afirmado antes muchas veces,
desgraciadamente con demasiada indiscreción. En lugar de producir
beneficios a la humanidad, los cargos virulentos de invención deliberada y
de impostura, lanzados de propósito sobre los que tan sólo afirmaban un
hecho real, si bien poco conocido, han engendrado únicamente mal Karma
para los calumniadores. Pero el daño ya está hecho, y no debe rehusarse la
verdad por más tiempo, sean cuales fueren las consecuencias. ¿Es la
Teosofía una nueva religión? –se nos pregunta–. De ningún modo: no es
una “religión” ni es “nueva” su filosofía; pues como ya se ha declarado, es
tan antigua como el hombre pensador. Sus principios no se han publicado
ahora por vez primera, sino que han sido cautelosamente comunicados y
enseñados por más de un Iniciado europeo, especialmente por el extinto
Ragón.
TODOS LOS FUNDADORES RELIGIOSOS
SON TRANSMISORES
Más de un gran erudito ha declarado que no ha existido jamás ningún
fundador religioso, sea ario, semita o turanio, que haya inventado una
nueva religión o revelado una nueva verdad. Todos aquellos fundadores
fueron transmisores, no maestros originales. Fueron autores de formas y de
interpretaciones nuevas; pero las verdades en que se apoyaban sus
enseñanzas, eran tan antiguas como la humanidad. Así escogían y
enseñaban a las masas una o más de las muchas verdades reveladas
oralmente a la humanidad en un principio, y conservadas y perpetuadas
por transmisión personal, hecha de una a otra generación de iniciados en
el Adyta de los templos, durante los Misterios –realidades visibles tan sólo
para los Sabios y Videntes verdaderos–. Así es como cada nación ha
recibido a su vez algunas de las verdades susodichas, bajo el velo de su
simbolismo propio, local y especial, el cual, andando el tiempo, desarrolló
un culto más o menos filosófico, un Panteón bajo un disfraz mítico. Por
esto Confucio (en la cronología histórica un legislador muy antiguo y un
sabio muy moderno en la historia del mundo) es señalado enfáticamente
por el Dr. Legge [Lün-Yü (§ I. a)., Schott: Chinesische Literatur, pág. 7, citado
por Max Müller] como transmisor no como autor. Como él mismo decía: “yo
únicamente transmito; no puedo crear cosas nuevas. Creo en los antiguos,
y por lo tanto, los amo”. [Life and Teachings of Confucius, pág. 96] (Citado en
La Ciencia de las Religiones por Max Müller)
También los ama la que escribe estas líneas, y cree, por tanto, en los
antiguos, y en los modernos herederos de su Sabiduría. Y creyendo en
ambos, transmite ahora lo que ha recibido y aprendido por sí misma, a
todos aquellos que quieran aceptarlo. Para aquellos que rechacen su
testimonio, que será la inmensa mayoría, no guardará el menor
resentimiento, pues están en su derecho negando, del mismo modo que
ella usa del suyo propio al afirmar; siendo lo cierto que las dos partes
contemplan la Verdad desde dos puntos de vista por completo diferentes.
De acuerdo con las reglas de la crítica científica, el orientalista tiene que
desechar a priori cualquiera declaración que no pueda demostrar por sí
mismo. ¿Y cómo podría un sabio occidental aceptar puramente de oídas
nada conoce? A la verdad, lo que se da a luz en
estos volúmenes, ha sido entresacado así de enseñanzas orales como
escritas. Esta presentación primera de las doctrinas esotéricas está basada
sobre Estancias que constituyen los anales de un pueblo que la etnología
desconoce. Están escritas aquéllas, según se afirma, en una lengua que se
halla ausente del catálogo de los lenguajes y dialectos que conoce la
filología; se asegura que han surgido de una fuente que la ciencia repudia:
esto es, el Ocultismo; y finalmente son ofrecidas al público por el
intermedio de una persona desacreditada sin cesar ante el mundo, por
todos cuantos odian las verdades venidas a deshora, o por los que tienen
alguna preocupación particular que defender. Así es que el repudio de
estas enseñanzas es cosa que puede esperarse, y aun debe esperarse de
antemano. Ninguno de los que se llaman a sí mismos “eruditos”, en
cualquiera de las ramas de la ciencia exacta, se permitirá mirar estas
enseñanzas seriamente. Durante este siglo serán escarnecidas y
rechazadas a priori; pero en este siglo únicamente, porque en el siglo XX de
nuestra Era, comenzarán a conocer los eruditos que la Doctrina Secreta no
ha sido ni inventada ni exagerada, sino por el contrario, tan sólo
bosquejada; y finalmente, que sus enseñanzas son anteriores a los Vedas .
[No es esto una pretensión de profetizar, sino una sencilla afirmación
fundada en el conocimiento de los hechos. En cada siglo tiene lugar una
tentativa para demostrar al mundo que el Ocultismo no es una superstición
vana. Una vez que la puerta quede algo entreabierta, se irá abriendo más y
más en los siglos sucesivos. Los tiempos son a propósito para
conocimientos más serios que los hasta la fecha permitidos, si bien tienen
todavía que ser muy limitados] ¿No han sido los mismos Vedas
escarnecidos, rechazados y llamados una “falsificación moderna” no hace
todavía cincuenta años? ¿ No hubo una época en la que se declaró al
sánscrito hijo del griego, y un dialecto derivado de este último, según
Lemprière y otros eruditos? El profesor Max Müller dice que hasta 1820, los
libros sagrados de los brahmanes, los de los magos y los de los
buddhistas, “eran desconocidos; dudábase hasta de su existencia misma, y
no existía ni un solo erudito que hubiese podido traducir una línea de los
Vedas … del Zend Avesta… o del Tripitaka buddhista; y ahora está
demostrado que los Vedas pertenecen a la antigüedad más remota, siendo
su conservación casi una maravilla”. (Lectura sobre los Vedas).
Lo mismo se dirá de la Doctrina Secreta Arcaica cuando se den pruebas
innegables de su existencia y de sus anales. Pero tendrán que pasar siglos
antes que se publique mucho más de ella. Hablando de la clave para los
misterios del Zodiaco, casi perdida para el mundo, hizo ya observar la
escritora en Isis sin Velo, hará unos diez años, que: “A la dicha clave deben
dársele siete vueltas antes de todo el sistema pueda ser divulgado. Le
daremos nosotros una vuelta tan sólo, permitiendo, con esto al profano
que perciba una vislumbre del misterio. ¡Feliz aquel que comprenda el
todo!”
Lo mismo puede decirse del Sistema Esotérico en su totalidad. Una vuelta y
no más se dio a la llave, en Isis sin Velo. En estos volúmenes se explica
mucho más. En aquellos días apenas conocía la escritora la lengua en que
la obra fue escrita, y había prohibición de hablar con la libertad de ahora,
acerca de muchas cosas. En el siglo XX, algún discípulo mejor informado, y
con cualidades muy superiores, podrá ser enviado por los Maestros de
Sabiduría para dar pruebas definitivas e irrefutables de que existe una
Ciencia llamada Gupta Vidyâ: y que, a manera de las fuentes del Nilo en un
tiempo misteriosas, la fuente de todas las religiones y filosofías en la
actualidad conocidas por el mundo, ha permanecido durante muchas
épocas olvidada y perdida para los hombres, pero ha sido encontrada por
fin.
A una obra tal como ésta, no podía servir de introducción un simple
prefacio, necesitaba más bien un volumen; un volumen que exponga
hechos, no meras disquisiciones, puesto que LA DOCTRINA SECRETA no es
un tratado o serie de teorías vagas, sino que contiene todo cuanto puede
darse al mundo en este siglo.
Sería inútil publicar en estas páginas aquellas porciones de las enseñanzas
esotéricas que han salido al presente del misterio, sin que se establezca
primero la autenticidad, o por lo menos la probabilidad de la existencia de
semejantes enseñanzas. Las afirmaciones que van a hacerse, tienen que
presentarse garantizadas por varias autoridades, tales corno la de los
antiguos filósofos, la de los escritores clásicos y aun la de eruditos Padres
de la Iglesia, algunos de los cuales conocían estas doctrinas por haberlas
estudiado, por haber visto y leído obras escritas acerca de ellas; y hasta
hubo entre ellos quienes fuesen iniciados personalmente en los antiguos
Misterios, durante cuya celebración se representaban alegóricamente las
doctrinas ocultas. La escritora habrá de citar nombres históricos y dignos
de confianza, y autores bien conocidos, antiguos y modernos, de
reconocida competencia, juicio recto y veracidad; así como también
nombrará a alguno de los más famosos en las artes y ciencias secretas,
juntamente con los misterios de estas últimas, tal corno han sido
divulgados, o mejor dicho, parcialmente presentados ante el público, en su
extraña forma arcaica.
Cómo debe hacerse esto, cuál es el medio mejor para lograr tal objeto, ha
sido siempre la cuestión. A fin de esclarecer el plan que nos proponemos,
pongamos un ejemplo. Cuando un viajero procedente de países bien
explorados, llega de pronto a las fronteras de una terra incognita,
circundada y oculta a la vista por una formidable barrera de rocas
infranqueables, puede, sin embargo, negarse a reconocer que se ha visto
burlado en sus planes de exploración. Le es imposible pasar adelante. Pero
si no puede visitar la región misteriosa personalmente, puede, sí, encontrar
medio de examinarla desde la distancia más corta a que pueda llegar.
Auxiliado de su conocimiento de los países que ha dejado atrás, puede
adquirir una idea general y bastante correcta de la perspectiva que hay más
allá de las barreras, tan sólo con subir a la más elevada altura que delante
de sí tiene. Una vez allí, puede extender la mirada a su placer, comparando
lo que confusamente percibe con lo que acaba de dejar atrás; pues ya,
gracias a sus esfuerzos, se encuentra más allá de la línea de las nieblas y
de las cimas cubiertas de nubes.
Tal punto de observación preliminar no puede ser ofrecido en estos seis
volúmenes a aquellos deseen comprender de un modo más correcto los
misterios de los períodos pre-arcaicos citados en los textos. Pero si el
lector tiene paciencia y quiere echar una ojeada al presente estado de las
diversas creencias existentes en Europa, compararlas y contraponerlas a lo
que la historia refiere de las épocas que directamente precedieron y
siguieron a la era cristiana, podrá encontrar todo esto en un futuro
volumen de la presente obra. [En la edición de 1888 decía: “en el Volumen
III de esta obra” ]
En dichos volúmenes se hará una breve recapitulación de todos los
Adeptos principales conocidos en la historia; y se dará noticia de cómo los
Misterios decayeron, [La Doctrina Secreta MS fue originalmente dividida en
cuatro volúmenes. Los primeros dos, tratan de la Evolución Cósmica y Humana
(de la cual esta es la Introducción), fue publicada en 1888. En su Prefacio la
autora dijo: “Debido a que los presentes volúmenes han encontrado una favorable
recepción, ningún esfuerzo se reservará para llevar a cabo enteramente el
esquema de trabajo. El tercer volumen está listo en su totalidad, el cuarto casi lo
mismo”. No fue publicado antes de su muerte en 1891, pero en 1897 apareció lo
que pretendió ser el Volumen III. Este resultó una gran desilusión, siendo descrito
por los autores en el Prefacio como consistente de una colección de escritos que
“estaban bastante desarreglados y no tenían un orden obvio”. Claramente esto no
podía ser el volumen aquí referido por la autora, porque este contiene solamente
breves referencias a los Misterios y a algunos de los Adeptos. En cuanto al
Volumen IV, (sobre el cual el Dr. Archibald y el Sr. Bertram Keightley, quienes la
ayudaron a preparar la totalidad de la MS para su impresión, testificaron que
trataba sobre el Ocultismo Práctico), ha desaparecido completamente, y por lo
tanto casi la mitad de esta maravillosa obra se ha perdido para el mundo. –Ed. ]
después de lo cual comenzó a desaparecer y a borrarse de la memoria de
los hombres, al fin de modo definitivo, la naturaleza verdadera de la
Iniciación y de la Ciencia Sagrada. Desde aquel tiempo sus enseñanzas se
hicieron ocultas, y la Magia fue conocida muy frecuentemente bajo un
nombre venerable, pero a menudo expuesto a interpretaciones erróneas,
de Filosofía Hermética. Así como el verdadero Ocultismo había prevalecido
entre los místicos durante los siglos que precedieron a nuestra era, así la
Magia, o más bien la Hechicería con sus artes ocultas, siguió al comienzo
del Cristianismo.
TENTATIVAS DE BORRAR
LAS ENSEÑANZAS PRE-CRISTIANAS
Grandes y celosos fueron los esfuerzos llevados a cabo por el fanatismo
durante aquellos primeros siglos, para borrar hasta la menor huella de la
obra mental e intelectual de los paganos; pero todo ha sido en balde,
aunque el mismo espíritu del oscuro genio del fanatismo y de la
intolerancia, haya adulterado sistemáticamente desde entonces, todas las
brillantes páginas escritas en los períodos anteriores al Cristianismo. La
historia misma, en sus inseguros anales, ha conservado bastante de lo que
ha sobrevivido de aquellos períodos, para arrojar una luz imparcial sobre el
conjunto. Deténgase, pues, el lector un momento en compañía de la que
escribe estas líneas en el punto de observación elegido, y fije toda su
atención en los 1.000 años que, correspondiendo a los períodos anterior y
posterior al Cristianismo, se hallan divididos en dos partes por el año Uno
de la Natividad. Este suceso, sea o no correcto, desde el punto de vista
histórico ha sido, no obstante, erigido en el primero de los múltiples
baluartes levantados contra la vuelta posible de una sola vislumbre a las
tan odiadas religiones del pasado: odiadas y temidas por lanzar tan vívida
luz sobre la interpretación nueva e intencionalmente velada de lo que
ahora se llama la “Nueva Ley”.
Por sobrehumanos que fuesen los esfuerzos de los primeros Padres de la
Iglesia para borrar la Doctrina Secreta de la memoria de los hombres, todos
ellos han fracasado. [Para la última colección de datos ver Falsificación en el
Cristianismo: un Registro Documentado de la Fundación de la Religión Cristiana,
por Joseph Wheless, Abogado. New York: Alfred A. Knopf, 1930 – Ed. ] La
verdad jamás puede ser destruida; de aquí que fracasase la tentativa de
hacer desaparecer por completo de la faz de la tierra todo vestigio de la
antigua Sabiduría, y de encadenar y amordazar a cuantos pudiesen dar
testimonio de ella. Si se considera los millares y quizás millones de
manuscritos quemados, los monumentos reducidos a polvo con sus por
demás indiscretas inscripciones y símbolos pictóricos, la multitud de
ermitaños y ascetas primitivos vagando entre las ruinas de las ciudades del
alto y el bajo Egipto, y por desiertos y montañas, por valles y cordilleras,
buscando con ardor obeliscos y columnas, rollos y pergaminos para
destruirlos si contenían el símbolo de la Tau, o cualquier otro signo que la
nueva fe se hubiese apropiado, se comprenderá fácilmente que haya
quedado tan poco de los anales del pasado. A la verdad, el endiablado
espíritu fanático del cristianismo primitivo y de la Edad Media, así como el
del islamismo, gustaron siempre vivir en las tinieblas y la ignorancia, y
ambos han hecho
…el sol de sangre, la tierra una tumba.
La tumba un infierno, y el infierno mismo una oscuridad más lóbrega.
Ambas religiones han conquistado sus prosélitos con la punta de la
espada; ambas han construido sus templos sobre enormes hecatombes de
víctimas humanas. En el pórtico del siglo I de nuestra era, brillaron
fatídicamente las palabras ominosas “EL KARMA DE ISRAEL”. Sobre los
umbrales del nuestro podrán leer los profetas del porvenir otras palabras
que harán referencia al Karma de la historia falsificada astutamente, de los
sucesos desnaturalizados de propósito y de los grandes caracteres
calumniados ante la posteridad y destruidos hasta hacer imposible su
reconocimiento, entre los dos carros de Jagannâtha: Fanatismo y
Materialismo; el uno aceptando demasiado, y el otro negándolo todo. Sabio
es aquel que se mantiene en el punto medio y que cree en la justicia eterna
de las cosas. Dice Faiza Dîwân, el “testigo de los maravillosos discursos de
un librepensador que pertenece a un millar de sectas”: En la asamblea del
día de la resurrección, cuando las cosas pasadas sean perdonadas, los
pecados de la Ka’bah serán perdonados en gracia al polvo de las iglesias
Cristianas.” A esto contesta el profesor Max Müller: “Los pecados del Islam
son indignos como el polvo del Cristianismo; en el día de la resurrección, tanto
mahometanos como cristianos, verán la vanidad de sus doctrinas religiosas. Los
hombres luchan por la religión en la tierra; en el cielo encontrarán que sólo
existe una religión verdadera: la adoración del ESPÍRITU DE DIOS” [Ob. cit.,
pág. 257]
En otras palabras, “NO HAY RELIGIÓN (o LEY) SUPERIOR A LA VERDAD” —
(Satyât Nâsti Paro Dharmah)— el lema del Mahârâjah de Benares, adoptado
por la Sociedad Teosófica.
Como ya se ha dicho en el Prefacio, LA DOCTRINA SECRETA no es una
versión de Isis sin Velo, como se pensó en un principio. Es más bien una
obra que explica la otra, y aunque por completo independiente de ella, es,
sin embargo, su indispensable corolario. Mucho de lo que contenía Isis era
de difícil comprensión para los teósofos de entonces. LA DOCTRINA
SECRETA ilustrará ahora muchos problemas que quedaron sin resolver en
aquella obra, en especial en sus primeras páginas, las cuales no han sido
nunca comprendidas.
LA EVOLUCIÓN DEL COSMOS Y DEL HOMBRE
EN LAS OBRAS ARCAICAS
No pudo echarse allí una rápida ojeada sobre el panorama del Ocultismo,
por tratarse en Isis simplemente de lo que tenía relación con los sistemas
filosóficos comprendidos en nuestros tiempos históricos, y con los
diversos simbolismos de las naciones desaparecidas. En la presente obra
se exponen detalladamente la cosmogonía y la evolución de las cuatro
Razas que han precedido a nuestra quinta Raza humana, dándose a luz
ahora dos grandes volúmenes [De la primera edición inglesa] que explican
lo que se dijo sólo en la primera página de Isis sin Velo, y en algunas
alusiones esparcidas acá y allá en toda la obra. No podía intentarse
presentar el vasto catálogo de las Ciencias Arcaicas en los actuales
volúmenes, antes que hubiésemos tratado de tan tremendos problemas
como los de la Evolución cósmica y planetaria, y el del gradual
desenvolvimiento de las misteriosas humanidades y razas que precedieron
a nuestra Humanidad Adámica. Por lo tanto, la tentativa presente para
aclarar algunos misterios de la Filosofía Esotérica, no tiene a la verdad
nada que ver con la obra anterior. Permítase a la que estas líneas escribe,
explicar lo dicho por medio de un ejemplo.
El volumen I de Isis, comienza con una referencia a “un libro antiguo”.
Es tan antiguo, que aunque nuestros modernos anticuarios meditasen
sobre sus páginas durante un tiempo indefinido, no llegarían a
ponerse de acuerdo acerca de la clase de material sobre que está
escrito. Es el único ejemplar original que hoy día existe. Es el
documento hebreo más antiguo, referente a la sabiduría oculta —el
Siphrah Dzenioutha–; es una compilación del mismo, verificada en
tiempos en que el primero era ya considerado como una reliquia
literaria. Una de sus viñetas representa a la Esencia Divina emanando
de ADAM [El nombre es usado en el sentido de la palabra griega
αγθρωπσs (ánthropos)], a manera de arco luminoso que pasa a formar
un círculo; y, después de haber llegado al punto superior de su
circunferencia, la Gloria inefable retrocede y vuelve a la tierra, llevando
en su vórtice un tipo de humanidad superior. A medida que se
aproxima más y más a nuestro planeta, la emanación se hace más y
más obscura, hasta que al tocar la tierra es ya negra como la noche.
Este libro tan antiguo es la obra original de la cual fueron compilados los
muchos volúmenes del Kiu-tí. Y no solamente este último y el Siphrah
Dzenioutha, sino que también el Sepher Yetzirah [El rabino Jeshoshua Ben
Chananea, que murió hacia el año 72 de nuestra Era, declaró abiertamente
que había hecho “milagros” por medio del libro Sepher Yetzirah, y desafiaba
a los escépticos. Franck, citando el Talmud babilónico, habla de otros dos
taumaturgos, los rabinos Chanina y Oshoi. (Véase Jerusalem Talmud,
Sanhedrín, cap. VII, &; y Franck, Kabalah, págs. 55, 56). Muchos de los
ocultistas, alquimistas y kabalistas de la Edad Media han pretendido lo
mismo, y aun el último mago moderno, Eliphas Lévi, lo asegura
públicamente en sus obras sobre magia] –la obra atribuida por los
kabalistas hebreos a su Patriarca Abraham (!); el Shu-King [Alrededor de 5000
años de antigüedad, escrito en los primitivos caracteres “Sello” (Chuan-tze) sobre
bambú. Ver también nota al pie de la p. 9 – Ed.], la Biblia primitiva de la China;
los volúmenes sagrados del Thoth-Hermes, egipcio; los Purânas de la India;
el Libro de los Números caldeo, y el Pentateuco mismo, todos han sido
derivados de aquel pequeño volumen padre. Dice la tradición que fue
escrito en senzar, la lengua secreta sacerdotal, conforme a las palabras de
los Seres Divinos que lo dictaron a los Hijos de Luz en el Asia Central, en
los comienzos de nuestra Quinta Raza: pues hubo un tiempo en que este
lenguaje (el senzar) era conocido de los Iniciados de todas las naciones,
cuando los antepasados de los toltecas lo comprendían tan bien como los
habitantes de la perdida Atlántida, que lo habían heredado a su vez de los
sabios de la Tercera Raza, los Mânus-his, quienes lo aprendieron
directamente de los Devas de las Razas Primera y Segunda. La viñeta de
que se habla en Isis, se refiere a la evolución de estas Razas y a la de las
Razas Cuarta y Quinta de nuestra Humanidad durante la Ronda o
Manvantara Vaivasvata; estando cada Ronda constituida por los Yugas de
los siete períodos de la Humanidad, cuatro de los cuales han pasado ya en
nuestro Ciclo de Vida, y debiendo alcanzarse muy pronto el punto medio
del quinto. Este dibujo es simbólico como cualquiera comprenderá
perfectamente, y abarca el fondo desde el principio. El antiguo libro,
después de haber descrito la evolución cósmica y explicado el origen de
todas las cosas que existen en la tierra, incluso el hombre físico; después
de hacer la verdadera historia de las Razas, desde la Primera hasta la
Quinta (la nuestra), se detiene. Hace alto al principio del Kâli Yuga, hace
ahora exactamente 4.989 años, cuando acaeció la muerte de Krishna, el
resplandeciente “dios-Sol”, héroe y reformador vivo y efectivo.
Pero hay otro libro. Ninguno de sus poseedores le considera como muy
antiguo, pues nació a los comienzos de la Edad Negra, y tiene tan sólo la
antigüedad de ella, o sea unos 5.000 años. Dentro de unos nueve años125,
terminará el primer ciclo de los 5.000 primeros, que comenzó con el gran
ciclo del Kâli Yuga, y entonces se cumplirá la última profecía contenida en
aquel libro, que es el primer volumen de profecías referentes a la Edad
Negra. No tenemos que esperar mucho tiempo, y muchos de nosotros
veremos la aurora del Nuevo Ciclo, a cuya conclusión no pocas cuentas y
litigios se habrán pagado y zanjado entre las razas. El volumen II de las
profecías se halla casi terminado, habiéndose preparado desde los tiempos
de Shankarâchârya, el gran sucesor de Buddha.
Debe llamarse la atención acerca de otro punto importante, que es el
principal de los que constituyen la serie de pruebas en pro de la existencia
de una Sabiduría primitiva y universal, por lo menos para los kabalistas
cristianos y para los eruditos. Sus enseñanzas fueron, al menos, conocidas
en parte por varios Padres de la Iglesia. Se sostiene, con fundamentos
puramente históricos que Orígenes, Synesio y aun Clemente de Alejandría,
habían sido iniciados en los misterios, antes de añadir al Neoplatonismo de
la escuela Alejandrina, el sistema de los gnósticos, bajo velo cristiano. Y
más aún: algunas de las doctrinas de las escuelas secretas, aunque no
todas ciertamente, se conservan en el Vaticano; y desde entonces, se han
convertido en parte y porción de los Misterios, bajo la forma de adiciones
desfiguradas, hechas por la Iglesia Latina al programa cristiano original.
Tal es el dogma de la Inmaculada Concepción, en la actualidad
materializada. Esto explica las grandes persecuciones emprendidas por la
Iglesia Católica Romana contra el Ocultismo, la Masonería y el Misticismo
heterodoxo en general.
Los días de Constantino fueron el último punto crítico en la historia, el
período de la lucha suprema que terminó en el mundo occidental con la
destrucción de las antiguas religiones en favor de la nueva, construida
sobre sus cuerpos. Desde entonces, la perspectiva de un pasado remoto,
más allá del Diluvio y del Jardín del
Edén, comenzó a ser interceptada a las indiscretas miradas de la
posteridad por modo forzoso e implacable, y recurriendo a toda clase de
medios lícitos e ilícitos. Se cerraron todas las salidas; se destruyeron todos
cuantos documentos podían hallarse a mano. Y, sin embargo queda
todavía lo suficiente, aun entre estos documentos mutilados, para
autorizarnos a decir que hay en ellos toda la prueba que se requiere para
demostrar la existencia efectiva de una Doctrina Matriz. Se han salvado de
los cataclismos geológicos y políticos bastantes fragmentos para narrarnos
la historia; y todos los que sobreviven, demuestran hasta la saciedad que la
actual Sabiduría Secreta fue en un tiempo la fuente original, la corriente
perenne siempre fluyendo, de la cual se alimentaban los riachuelos (las
religiones posteriores de todos los pueblos), desde la primera hasta la
última. Este período que comienza con Buddha y Pitágoras y termina con
los neoplatónicos y los gnósticos, es el único foco que nos muestra la
historia, donde por última vez convergen brillantes rayos de luz emanados
de edades remotísimas, y no obscurecidos por el fanatismo.
Esto demuestra la necesidad a que la escritora de estas líneas ha estado
siempre sometida, de tener que explicar los hechos procedentes de un
pasado muy lejano, por medio de la evidencia adquirida en períodos
históricos, aun a riesgo de sufrir una vez más la acusación de falta de
método y de sistema, pues no tenía otro medio a su disposición. Deben
darse a conocer al público los esfuerzos de muchos adeptos que ha habido
en el mundo, de poetas y escritores clásicos iniciados de todas las épocas,
para conservar en los anales de la humanidad el conocimiento por lo
menos de la existencia de tal filosofía, ya que no el de sus verdaderos
principios. Los Iniciados de 1888 permanecerían a la verdad
incomprensibles, y aparecerían corno un mito imposible, si no se
demostrase que Iniciados semejantes han vivido el todas las demás épocas
de la historia. Esto puede hacerse únicamente citando los capítulos y
versículos de las obras en que pueden encontrarse mencionados estos
grandes personajes que fueron precedidos y seguidos por una serie larga e
interminable de otros Maestros en las artes ocultas, así anteriores como
posteriores al diluvio. Sólo de este modo podrá demostrarse, con un
fundamento semitradicional y semihistórico, que el conocimiento oculto y
los poderes que al hombre confiere, no son ficciones en manera alguna,
sino cosas tan antiguas como el mundo mismo.
Nada tengo, por lo tanto, que decir a mis jueces pasados y futuros, ya sean
críticos serios, ya derviches literarios, aulladores que juzgan una obra por la
popularidad o impopularidad del autor, y que sin mirar apenas su
contenido, se agarran, a manera de bacilos mortíferos, a los puntos más
débiles del cuerpo. Tampoco me preocuparé de aquellos calumniadores
lunáticos, pocos por fortuna, que esperan llamar la atención del público
lanzando el descrédito sobre todo autor cuyo nombre sea más conocido
que el suyo, y ladran y echan espuma ante su misma sombra. Éstos
sostuvieron durante algunos años que las doctrinas expuestas en el
Theosophist, y más tarde en el Esoteric Buddhism, habían sido inventadas por
la presente escritora; y haciendo por fin un completo cambio de frente, han
denunciado a Isis sin Velo y a todas las demás obras como plagio de Eliphas
Lévi (!), Paracelso (!!) y mirabile dictu, del buddhismo y brâhamanismo (!!!).
Esto equivale a acusar a Renan de haber robado su Vida de Jesús de los
Evangelios, y a Max Müller sus Libros Sagrados del Oriente o sus Chips de las
filosofías de los brahmanes y de Gautama el Buddha. Pero al público en
general y a los lectores de LA DOCTRINA SECRETA puedo repetirles lo que
he venido diciendo durante todo este tiempo, y sintetizo ahora en las
palabras de Montaigne: “Señores: “Aquí tengo un ramillete de flores escogidas;
nada hay en él mío, sino el cordón que las ata”.

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