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miércoles, 1 de diciembre de 2010

El libro de los secretos II

Deepak Chopra




El libro
de los secretos





Descubre quiénes somos, de dónde venimos
y por qué estamos en esta vida.

II




Secreto 9
Vives en dimensiones
Múltiples


La semana pasada conocí a dos personas que podrían enfrascarse en una contienda espiritual si no fueran tan afables. La primera era una mujer interesada en la justicia social.
Luego de amasar una fortuna en el negocio de la ropa, supo que muchas de las prendas lujosas que vestimos se fabrican en condiciones infrahumanas en el Tercer Mundo, donde los niños trabajan dieciséis horas al día por unos centavos. Tras constatar en persona estas condiciones, la mujer se convirtió en una activista de gran dedicación.
Debemos eliminar la esclavitud laboral”, me dijo con voz apasionada. “No comprendo por qué no están todos indignados por lo que ocurre.” Me di cuenta de que en realidad quería saber por qué yo no estaba indignado. Sus ojos, de mirada intensa, ferviente, estaban clavados en mí. “Sobre todo tú” me decían. No hacía falta. Cuando se es una figura pública relacionada con la espiritualidad, las personas quieren saber por qué uno no sigue la rama de la espiritualidad elegida por ellas. En este caso, la mujer interesada en la justicia social pensaba que la forma más elevada de la espiritualidad era el humanitarismo. Según su manera de pensar, uno no es realmente espiritual mientras no ayude a los pobres y combata la injusticia y la desigualdad.
Unos días después conocí a su contrario, un hombre que se gana la vida realizando sanaciones a distancia. Nacido en Sudamérica, descubrió, mediante misteriosas experiencias en la infancia, que podía ver el mundo sutil de las auras y los campos de energía. Durante mucho tiempo, nada derivó de este don; se dedicó al negocio de importaciones y exportaciones hasta pasados los 40 años. Cierto día se sintió enfermo y acudió con un sanador que lo curó sin utilizar las manos, sólo moviendo su energía psíquica. A partir de ese momento, el hombre se dedicó apasionadamente a realizar la misma clase de trabajo. Y él, también, quiso saber por qué yo no seguía su camino espiritual.
Ocurrirán cambios en el plano astral”, me dijo en voz baja y reservada. “La ciencia ha dominado el plano material, pero habrá un cambio en 2012. Me lo han dicho mis guías espirituales. A partir de ese año, la ciencia entrará en decadencia, destruida por sus excesos. Entonces el espíritu volverá al planeta.”
En vez de un humanitarismo apasionado, este hombre defendía el desprendimiento y la renuncia al mundo material. Al igual que la mujer, no entendía por qué yo no comprendía: le parecía obvio que tratar de cambiar al mundo mediante la confrontación era inútil.
Por extraño que parezca, yo estuve de acuerdo con ambos. Lo que representaban era un secreto: todos vivimos en dimensiones múltiples. Podemos elegir hacia dónde dirigir nuestra atención, y en donde esa atención se concentre, se abrirá una nueva realidad. Aunque estas dos personas no estaban de acuerdo, ambas intentaban resolver el mismo problema: cómo ser espiritual pese a las exigencias materiales. Y las respuestas que ambas habían encontrado eran viables; pero ninguna era la respuesta.
Cuando digo otras dimensiones hablo de ámbitos de conciencia. La conciencia hace la realidad —hemos hablado bastante al respecto— pero hacer significa en realidad elegir. La realidad única posee ya todas las dimensiones posibles; nadie necesita hacer otras nuevas, ni podría aun si quisiera.
Pero mediante nuestra atención traemos estas dimensiones a la vida: las poblamos, les damos nuevo significado y pintamos paisajes únicos. Permíteme enumerar primero estos ámbitos.
Los ámbitos invisibles
Cómo se despliega la conciencia desde la fuente






Ser puro.
El ámbito de lo absoluto, conciencia pura antes de que adquiera ninguna característica. El estadio anterior a la creación. No es en realidad un ámbito separado, pues impregna todo.
Dicha potencial.
El ámbito de la conciencia cuando empieza a descubrir su propio potencial.
Amor.
La fuerza motivadora de la creación.
Cognición.
El ámbito de la inteligencia interna.
Mitos y arquetipos.
Las pautas colectivas de la sociedad. Es el ámbito de dioses y diosas, héroes y heroínas, energías masculinas y femeninas.
Intuición.
El ámbito donde la mente comprende el funcionamiento sutil de la vida.
Imaginación.
El ámbito de la invención creativa.
Razón.
El ámbito de la lógica» la ciencia y las matemáticas.
Emoción.
El ámbito de los sentimientos.
Cuerpo físico.
El ámbito de la sensación y los cinco sentidos.
¿Cuál de estos reinos es auténticamente espiritual? Todos están interconectados, pero vemos que frecuentemente las personas acampan en uno u otro, y una vez que encuentran el lugar que prefieren, también encuentran ahí al espíritu.
La mujer interesada en la justicia social halló su lugar en las emociones y el cuerpo físico; fue la lucha física de la pobreza cotidiana lo que conmovió su corazón. Pero, por supuesto, no puede excluirse el amor de su conjunto de motivos; quizá descubrió intuitivamente que este tipo de trabajo humanitario era el camino hacia un mayor crecimiento personal.
El hombre que sanaba a distancia encontró su lugar en el reino de la intuición. Aquí es donde operan las energías sutiles. Su rama de la espiritualidad implicaba manipular las fuerzas invisibles que sustentan el mundo físico. No podemos excluir al amor de su conjunto de motivos, y hay que considerar también el reino del mito y los arquetipos, pues apelaba a ángeles y guías espirituales para realizar su trabajo.
Un escéptico replicaría que estos reinos simplemente no existen. Éste es un argumento difícil de rebatir porque si algo no existe para ti, entonces puede no existir. Tal vez convenga poner un ejemplo.
Un auto se ha incrustado en un montículo de nieve. El conductor yace inconsciente sobre el volante. Los curiosos se detienen a ver qué pasa y se preguntan unos a otros:
¿Cómo pasó esto?” Uno de ellos señala las huellas de las llantas en la nieve. “El auto se desvió. Así fue como pasó”
Otro observador señala el volante torcido hacia un lado. “La cadena de tracción estaba defectuosa. Así fue como pasó.”
Un tercer observador huele el aliento del conductor. “Estaba ebrio. Así fue como pasó.” Finalmente, pasa por ahí un neurólogo con un escáner para exámenes de resonancia magnética y señala el resultado de la exploración. “Su corteza motriz muestra anormalidades. Así fue como pasó.”
Cada respuesta depende por completo del tipo de evidencias utilizadas. La misma pregunta se formuló en niveles diferentes de la realidad, y de acuerdo con el nivel, sólo una clase de respuesta tenía sentido. No es que el neurólogo sea enemigo del mecánico; sólo cree que su propia respuesta es más profunda y, por tanto, más acertada.
Cuando se afirma que no hay prueba científica de que el universo es consciente, mi respuesta inmediata es: “Yo soy consciente, ¿y acaso no soy una actividad del universo?” El cerebro, que opera con impulsos electromagnéticos, es una actividad del universo tanto como lo es una tormenta electromagnética en la atmósfera o una estrella lejana. Por tanto, la ciencia es una forma de electromagnetismo que dedica su tiempo a estudiar otra forma. Una vez, un físico me hizo un comentario que me agradó: “La ciencia no debería ser considerada enemiga de la espiritualidad, pues es su más grande aliada. La ciencia es Dios explicando qué es Dios a Dios mediante un sistema nervioso humano. ¿No es la espiritualidad lo mismo?”
Un filósofo podría argumentar que la realidad no se conoce en verdad mientras no se incluyan todos los niveles de interpretación. En ese sentido, la teoría de la realidad única no se opone al materialismo: lo expande. El conductor que se estrelló en el banco de nieve pudo tener muchos niveles de motivación: quizá estaba deprimido y se salió del camino a propósito (emociones). Quizá estaba pensando en un poema que quería escribir y su atención se desvió (imaginación).
Quizá vio con la mente que otro auto estaba a punto de invadir su carril (intuición)
Para alcanzar un nuevo nivel de explicación debes trascender el nivel en el que estás, ir más allá de él. Si puedes reconocer que ir más allá es algo que haces todos los días, no hay mucha razón para utilizar el materialismo como palo de golf para azotar a la espiritualidad en la cabeza. El mundo material puede ser tu nivel básico de experiencia o no. Los otros niveles están disponibles mediante la trascendencia —ir más allá de tu nivel básico— como lo estás haciendo en este instante en que tu cerebro convierte química en pensamientos.
Así, la pregunta correcta es en qué ámbito quieres vivir.
Para mí, la vida ideal se vive en todos los niveles de conciencia. Tu atención no es limitada ni estrecha; te abres a la totalidad de la conciencia. Tienes la oportunidad de vivir así, pero al concentrarte en uno o dos niveles has provocado que los demás se atrofien. Han sido expulsados de tu conciencia, por lo que tu capacidad para trascender está muy limitada. (En el nivel más mundano, frecuentemente es una cuestión de tiempo. Pocas veces encuentro científicos que hayan reflexionado detenidamente acerca de la conciencia; no piensan más que en el trabajo de laboratorio. Como el resto de nosotros, tienen muchas ocupaciones, y si el mundo tuviera una base profundamente distinta de la que ellos han aprendido como estudiantes de medicina o física cuántica, el científico típico tendría que ocuparse de ella.)
Cada dimensión de tu existencia tiene un propósito y ofrece un nivel de realización que no está disponible en ningún otro lugar (éstos son los “sabores de la creación”). Con una conciencia totalmente expandida puedes acceder a todas las dimensiones.


















Cuando las puertas están abiertas
Vivir en todas las dimensiones de la conciencia






Ser puro.
Cuando esta puerta se abre, te conoces a ti mismo como el “yo soy”, el estado simple de la existencia eterna.
Dicha potencial.
Cuando esta puerta se abre, sientes animación y efervescencia en toda actividad. La dicha está más allá del placer y el dolor.
Amor.
El ámbito de la dicha como experiencia personal.
Cuando se abre esta puerta, experimentas amor en todos los aspectos de la vida. El amor es tu motivación primaria en todas las relaciones, empezando por la relación contigo mismo. En un nivel más profundo, el amor te vincula con el ritmo del universo.
Cognición.
Es la fuente de la mente. Cuando se abre esta puerta, puedes acceder a la sabiduría y al conocimiento sobre todo lo que hay en la creación.
Mitos y arquetipos.
Cuando se abre esta puerta, conduces tu vida como una búsqueda. Aspiras a los logros de los héroes y heroínas que admiras. También encarnas la dinámica eterna entre masculino y femenino.
Intuición.
Cuando se abre esta puerta, puedes moldear estas fuerzas sutiles en la sanación, la clarividencia y la comprensión de la naturaleza humana. La intuición también te guía en tu propio camino, mostrándote cómo elegir el camino a recorrer cuando tu vida cambia de rumbo.
Imaginación.
Cuando esta puerta se abre, las imágenes de tu mente tienen poder creativo. Infunden vida a posibilidades que jamás habían existido. En este nivel también desarrollas la pasión por explorar lo desconocido.
Razón.
Cuando esta puerta se abre, puedes concebir sistemas y modelos de la realidad. El pensamiento racional hace frente a posibilidades infinitas utilizando la lógica, que corta rebanadas de la realidad para analizarlas separadas.
Emoción.
Cuando esta puerta se abre, percibes las sensaciones corporales y las interpretas como placer o dolor, sentimientos que anhelas y sentimientos que quieres evitar. El ámbito emocional es tan poderoso que invalida la lógica y la-razón.
Cuerpo físico.
Cuando esta puerta se abre, te descubres como un ser aislado en el mundo físico.
¿Cómo surgieron todos estos niveles? Como un hecho de la existencia: el ser puro los concibió» los proyectó desde sí, y entró en ellos. Se trata del circuito principal del universo, y tu sistema nervioso está conectado a él. Al prestar atención a cualquier dimensión de la vida, le envías una corriente de conciencia. Si no prestas atención, el circuito está cerrado para esa dimensión. Aunque utilizamos palabras como puertas, circuitos y niveles éstas no logran reflejar la realidad, que vibra con cada impulso. Tú produces un efecto en cada dimensión aun cuando no hayas dirigido tu atención a explorar y comprender lo que hay ahí.
Cuando una persona ha explorado a fondo una dimensión, se dice que ha alcanzado el vidya, palabra que en sánscrito significa literalmente “conocimiento” pero que implica mucho más: el dominio de un conjunto de leyes naturales. Imagina que entras en un taller del cual desconoces las herramientas y el oficio. En el momento de entrar captas todo de un vistazo, pero hace falta entrenamiento para dominar cada detalle. Al final eres una persona diferente, con percepciones totalmente distintas. Así, un músico graduado por la Julliard School of Music escucha las notas del radio con un sistema nervioso diferente al de alguien que se acaba de graduar del MIT [Massachusetts Institute of Technology] como ingeniero en electrónica. Ambos han adquirido vidya, el tipo de conocimiento en que uno se convierte y que no sólo se aprende pasivamente.
Personas con perspectivas totalmente distintas de la espiritualidad tienen en común la búsqueda del vidya. Quieren ser transformados por el conocimiento que fluye directamente de la fuente. El hecho de que la fuente de una persona sea Dios y la de otra sea Brahma, Alá, Nirvana o Ser, es una diferencia insignificante. Lo que en realidad divide a las personas es mantener las puertas de la percepción cerradas- A este estado se le llama avidya, o falta de conciencia.



Avidya
Cómo nos apartamos de la conciencia






Ser puro. Cuando esta puerta se cierra, vivimos en la separación. Hay un temor subyacente a la muerte, pérdida de conexión y ausencia de cualquier presencia divina.
Dicha potencial. Cuando esta puerta se cierra, la vida carece de alegría. La felicidad es sólo un estado efímero. No hay apertura para las experiencias sublimes.
Amor. Cuando esta puerta se cierra, la vida es cruel. Nos sentimos aislados en un mundo gris donde las demás personas son figuras distantes, indiferentes. No se percibe la presencia de una mano amorosa en la creación.
Cognición. Cuando esta puerta se cierra, las leyes de la naturaleza resultan desconcertantes. El conocimiento se alcanza sólo mediante los hechos y la limitada experiencia personal, sin acceso al significado profundo.
Mitos y arquetipos. Cuando esta puerta se cierra, no existen modelos, héroes, dioses ni búsquedas apasionadas. No encontramos un significado mítico en nuestras vidas. No hay una dimensión más profunda en la relación entre hombres y mujeres.
Intuición. Cuando esta puerta se cierra, la vida pierde sutileza. La persona no alcanza a comprender a fondo las cosas, no tiene chispazos de genialidad ni esos momentos de júbilo en los que decimos: “¡Aja!”. La red de conexiones sutiles que sostiene al universo queda totalmente oculta.
Imaginación. Cuando esta puerta se cierra, la vida queda desprovista de fantasía. Vemos todo de manera literal; el arte y las metáforas importan poco. Las decisiones importantes se abordan mediante el análisis técnico, y no hay esperanza de un salto creativo súbito.
Razón. Cuando esta puerta se cierra, la vida no tiene sentido. Somos gobernados por impulsos aleatorios. Ninguna línea de acción se continúa hasta su conclusión, y las decisiones se toman irracionalmente.
Emoción. Cuando esta puerta se cierra, los sentimientos están congelados. Hay poco o ningún espacio para la compasión y la empatia. Los sucesos parecen desconectados, sin continuidad, y las demás personas no ofrecen oportunidad alguna de establecer lazos.
Cuerpo físico. Cuando esta puerta se cierra, la vida es completamente mental. La persona siente que su cuerpo está inerte, que es un peso muerto que debe arrastrar. El cuerpo existe como un sistema de apoyo necesario para la vida, nada más. No hay “combustible” para moverse y actuar en el mundo.
Como puedes ver, no hay un solo estado de avidya sino varios. Tradicionalmente, en India la distinción no era tan sutil y a las personas se les calificaba de ignorantes o iluminadas. Si no estabas en la unidad, se pensaba, estabas en la ignorancia absoluta. (Un equivalente aproximado en Occidente es que uno estaba perdido o estaba redimido.) Así, el número de personas en vidya era minúsculo, y el número de personas en avidya era enorme.

Pero la tradición pasaba por alto el funcionamiento de la conciencia. Somos criaturas multidimensionales, y por tanto una persona puede alcanzar vidya en un área pero no en otra. Picasso era un artista supremo (imaginación) pero un pésimo marido (amor); Mozart, un creador divino de música (imaginación y amor) pero débil físicamente; Uncoln, un maestro del mito y el arquetipo pero desecho emocionalmente. Estos desequilibrios también ocurren en tu vida. En la medida en que nos esforcemos en pasar del avidya al vidya, llevaremos una vida espiritual.









CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR
EL NOVENO SECRETO
La razón por la que Cristo, Buda, Sócrates o cualquier otro maestro espiritual nos habla personalmente es que la conciencia limitada permite atisbos súbitos y diáfanos de una realidad que está más allá. Tu mente quiere trascender. La atención ceñida es como una luz que sólo ilumina un objeto; excluye todo lo que está fuera de su haz; el equivalente mental es el rechazo. Pero> ¿qué pasaría si renunciaras a todo el proceso de rechazo? Si lo hicieras, te encontrarías prestando atención en la misma medida a todo. El rechazo es un hábito. Sin él, puedes participar en la vida tal como se te presenta.
Considera cada uno de los ámbitos de la conciencia y escribe cómo te impides entrar en ellos. Con esto advertirás qué haces para limitar tu conciencia, y al identificar cada uno de estos reflejos arraigados empezarás a cambiarlos. Por ejemplo:
Ser puro.
No aminoro la marcha lo suficiente para tener una paz interior auténtica. No dedico tiempo a meditar. No he experimentado la tranquilidad de la naturaleza recientemente. Ahora advertiré cuando rechace la paz interior y encontraré tiempo para ella.
Dicha potencial.
No he sentido alegría por el simple hecho de estar vivo. No estoy buscando oportunidades para maravillarme. No paso suficiente tiempo con niños pequeños. No he contemplado el cielo nocturno. Ahora advertiré cuando rechace la apreciación gozosa y encontraré tiempo para ella.

Amor.
No he valorado a mis seres queridos, por lo que no he expresado mucho mi amor. Me siento incómodo recibiendo amor. He dado al amor un lugar secundario en mi escala de valores. Ahora advertiré cuando rechace esas oportunidades para hacer del amor algo importante en mi vida y encontraré tiempo para él.
Cognición.
Me dejo llevar demasiado por la duda. Automáticamente asumo una postura escéptica y sólo me conformo con hechos comprobables. No conozco a personas sabias y dedico poco tiempo a leer textos filosóficos y espirituales. Ahora advertiré cuando rechace la sabiduría tradicional y encontraré tiempo para ella.
Mitos y arquetipos.
Ya no tengo héroes. No recuerdo haber encontrado un ejemplo valioso en nada ni en nadie desde hace mucho tiempo. Sigo mi propio camino, que es tan válido como el de cualquier otro. Ahora advertiré cuando rechace la idea de que es necesaria una inspiración más elevada y encontraré tiempo para ella.

Intuición.
Utilizo mi cabeza, no creo en algo tan ridículo como la intuición. Busco pruebas antes de creer en algo. Me parece que todos los poderes extrasensoriales son fantasía.
Analizo una situación y tomo mi decisión en consecuencia.
Ahora advertiré cuando rechace mis corazonadas y empezaré a confiar en ellas.
Imaginación.
El arte no es lo mío. No voy a museos ni a conciertos. Mi pasatiempo es la televisión y los deportes. Para mí, los individuos más creativos no tienen los pies sobre la tierra. Ahora advertiré cuando rechace mi imaginación y encontraré maneras de expresarla.
Razón.
Yo sé lo que sé y me mantengo fiel a ello. Con frecuencia no escucho a la otra parte en una discusión; sólo quiero demostrar que tengo razón. Tiendo a presentar las mismas reacciones en situaciones similares. No siempre sigo los planes que hago, aun cuando sean buenos. Ahora advertiré cuando sea poco razonable y me detendré a considerar todos los puntos de vista.
Emoción.
No hago escenas y me molesta cuando alguien las hace. No me impresionan las personas que dan rienda suelta a sus emociones. Mi lema es: guárdalo para ti. Nadie me ve llorar jamás. No recuerdo que alguien me haya enseñado en mi infancia que las emociones son positivas. Ahora advertiré cuando rechace mis sentimientos auténticos y encontraré una manera sana de expresarlos.
Cuerpo físico.
Debería cuidarme. Mi condición física es considerablemente peor de lo que era hace cinco o diez años.
No estoy satisfecho con mi cuerpo y no me interesa mucho la actividad física. He escuchado sobre terapias corporales, pero creo que recibirlas sería indulgente de mi parte y un poco excéntrico. Ahora advertiré cuando rechace el aspecto físico de mi vida y le daré tiempo.
Por cuestión de espacio, he puesto como ejemplo notas muy generales, pero tú debes ser lo más específico posible.
En el apartado “Amor” escribe el nombre de alguien a quien no hayas demostrado tu amor o un incidente en el que recuerdes haberte sentido incómodo de recibir amor. En el de “Imaginación” anota el museo de tu ciudad que no visitas o el nombre de la persona con inclinaciones artísticas cuya compañía has evitado. Asimismo, sé lo más específico que puedas respecto de cómo cambiarás estos hábitos de rechazo.












Ejercicio 2: mi perfil de conciencia






Ahora que has tomado nota de dónde están tus limitaciones, traza un perfil de tu conciencia tal como es hoy. Guárdalo en un lugar seguro y revísalo dentro de 60 días para ver cuánto has cambiado. Cada categoría se califica en una escala del uno al diez. Cuando vuelvas a él después de 60 días, califícate de nuevo sin ver la primera evaluación.

O puntos: no presto atención a esta parte de mi vida.
1-3 puntos: he tenido un poco de experiencia en esta área pero no recientemente ni muy seguido.
4-6 puntos: estoy familiarizado con esta área de mi vida y la experimento con bastante frecuencia.
7-9 puntos: ésta es un área importante de mi vida, una en la que me concentro mucho.
10 puntos: esta área es mi hogar. La conozco bien y le dedico casi toda mi atención adicional.
(O a 10 puntos)
  • Ser puro
  • Dicha potencial
  • Amor
  • Cognición
  • Mitos y arquetipos
  • Intuición
  • Imaginación
  • Razón
  • Emoción
  • Cuerpo físico































Secreto 10

La muerte
hace posible la vida



Imagino que sí la espiritualidad buscara en la Avenida Madison asesoría para su comercialización, la propuesta sería: “Atemoriza a las personas con la muerte”. Esta táctica ha funcionado durante miles de años, porque todo lo que podemos ver de la muerte es que una vez que morimos, dejamos de estar aquí, y esto provoca un profundo temor. No ha habido época en que las personas no quisieran saber desesperadamente qué hay “al otro lado de la vida”.
Pero, ¿qué pasaría si no hubiera “otro lado”? Quizá la muerte es relativa, no un cambio total. Después de todo, cada 10 de nosotros está muriendo todos los días, y el momento que llamamos muerte es en realidad una extensión de este proceso. San Pablo hablaba de morir para la muerte, refiriéndose a tener una fe tan firme en la vida después de la muerte, y en la salvación prometida por Cristo, que la mordiera su poder de provocar temor. Pero morir para la muerte es también un proceso natural que ha estado en marcha en las células durante billones de años. La vida está íntimamente entrelazada con la muerte, como podemos ver cada vez que una célula cutánea es desechada. Este proceso de exfoliación es el mismo mediante el cual un árbol deja caer sus hojas —el término latino para “hojas” es folia—, y los biólogos tienden a considerar a la muerte como un mecanismo para la regeneración de la vida.
No obstante, esta perspectiva ofrece poco consuelo cuando la hoja que debe caer del árbol para dar lugar al siguiente retoño es uno mismo. En vez de examinar la muerte desde un punto de vista impersonal, quisiera que nos concentráramos en tu muerte, en el supuesto fin del tú que está vivo en este momento y que quiere seguir estándolo. El prospecto de la muerte personal es un tema que nadie quiere enfrentar; no obstante, si puedo mostrarte cuál es la realidad de tu muerte, podrás vencer toda esa aversión y miedo y prestar más atención tanto a la vida como a la muerte.
Sólo al enfrentar la muerte puedes desarrollar una pasión verdadera por estar vivo. La pasión no es desesperación; no está impulsada por el miedo. Sin embargo, justo en este momento, muchas personas creen que están arrebatando la vida a las mandíbulas de la muerte, desesperados por el conocimiento de que su tiempo en el planeta es muy breve. Pero cuando nos consideramos parte de la eternidad, se termina este arrebatar las migajas de la mesa y en su lugar recibimos la abundancia de la vida, de la que oímos hablar tanto y que pocas personas poseen.
He aquí una pregunta simple: cuando seas abuelo, ya no serás bebé, adolescente ni adulto joven. Cuando llegue el momento de ir al cielo, ¿cuál de estas personas se presentará?
Casi todos se sienten totalmente desconcertados cuando se les plantea esta pregunta, pero no es vana. La persona que eres hoy no es la misma que cuando tenías diez años. Sin duda, tu cuerpo es completamente distinto al del niño de diez años. Ninguna de las moléculas de tu cuerpo es la misma, ni tampoco tu mente. Sin lugar a dudas, no piensas como un niño.
En esencia, el niño que fuiste está muerto. Desde la perspectiva del niño de diez años, el bebé de dos años que alguna vez fuiste también está muerto. La razón por la cual la vida parece continua es que tienes recuerdos y deseos que te unen al pasado, pero éstos asimismo están cambiando siempre. Así como tu cuerpo viene y va, tu mente lo hace con sus pensamientos y emociones fugaces.
Sólo la conciencia contempladora puede ser considerada como ese observador: sigue siendo la misma mientras todo lo demás cambia. El espectador u observador de la experiencia es el yo a quien ocurren todas las experiencias. Sería inútil aterrarte a quien eres en este momento en función del cuerpo y la mente. (Las personas se sienten desconcertadas cuando piensan cuál yo llevarán al cielo porque imaginan a un yo ideal que irá ahí o un ser que han prendado a su imaginación. Sin embargo, en cierto nivel todos sabemos que nunca hubo una edad que pareciera ideal.) La vida necesita refrescarse. Necesita renovarse. Si pudieras vencer la muerte y seguir siendo quien eres —o quien eras en el que consideras el mejor momento de tu vida— lo único que lograrías sería momificarte.
A cada momento estás muriendo para poder seguir creándote.

Ya hemos visto que no estás en el mundo; el mundo está en ti. Éste, el principio fundamental de la realidad única, también significa que no estás en tu cuerpo; tu cuerpo está en ti.
No estás en tu mente; tu mente está en ti. No hay lugar en el cerebro donde pueda encontrarse una persona. Tu cerebro no consume ni una molécula de glucosa para mantener tu sentido del yo, pese a los millones de estallidos sinápticos que sustentan todas las cosas que el yo está haciendo en el mundo.
Así, aunque decimos que el alma deja el cuerpo de una persona en el momento de la muerte, sería más correcto decir que el cuerpo deja al alma. El cuerpo ya está yendo y viniendo; ahora se va sin regresar. El alma no puede irse porque no tiene dónde ir. Esta proposición tan radical necesita explicación, pues si no vas a ningún lado cuando mueres, ya debes estar ahí. Es una de las paradojas de la física cuántica cuya comprensión depende de saber de dónde provienen las cosas por principio de cuentas.
A veces planteo a las personas preguntas como: “¿Qué comiste ayer?” Cuando responden: “Ensalada de pollo” o “Bistec”, yo les pregunto: “¿Dónde estaba ese recuerdo antes de que te preguntara?” Como ya vimos, no hay una imagen de ensalada de pollo o de bistec impresa en tu cerebro, ni sabores u olores de comida. Cuando traes un recuerdo a la mente, concretas un acontecimiento. Las explosiones sinápticas producen el recuerdo, repleto de imágenes, sabores y aromas si así lo deseas. Antes de concretarlos, los recuerdos no están circunscritos, lo que significa que no tienen un lugar; son parte de un campo potencial de energía o inteligencia. Esto es, tú tienes el potencial de la memoria, que es infinitamente más vasto que un recuerdo individual» pero imperceptible. Dicho campo se extiende de manera invisible en todas direcciones; las dimensiones ocultas de las que hemos hablado pueden entenderse como distintos campos inmersos en un campo infinito, que es el ser.






Tú eres el campo.






Todos cometemos un error al identificarnos con los acontecimientos que vienen y van en el campo: son momentos, accidentes aislados en que el campo se concreta momentáneamente. La realidad subyacente es potencial puro, que también recibe el nombre de alma. Sé que esto suena muy abstracto, y los antiguos sabios de India lo sabían también.
Contemplando la creación, que está llena de objetos de los sentidos, forjaron un término especial, akasha, para referirse al alma. La palabra akasha significa literalmente “espacio”, pero en un sentido amplio se refiere al espacio del alma, el campo de la conciencia. Cuando mueres no vas a ninguna parte porque ya estás en la dimensión del akasha, que está en todas partes. (En la física cuántica, la partícula subatómica más diminuta está en todas partes en el espacio-tiempo antes de ser localizada como partícula. Su existencia no circunscrita es igualmente real, pero invisible.)
Imagina una casa con cuatro paredes y un techo. Si la casa se incendia, las paredes y el techo se vienen abajo. Pero el espacio interior no se modifica. Puedes contratar a un arquitecto para que diseñe una casa nueva, y luego de que la construyas, el espacio interior seguirá sin modificarse. Al construir una casa sólo estás dividiendo el espacio ilimitado en dentro y fuera. Esta división es una ilusión. Los antiguos sabios decían que tu cuerpo es como esa casa. Se construye cuando naces y se incendia cuando mueres, pero el akasha, el espacio del alma, sigue inmutable; sigue siendo ilimitado.
Según estos antiguos sabios, la causa de todo sufrimiento de acuerdo con el primer klesha, es no saber quiénes somos.
Si estamos en el campo ilimitado, la muerte no es en absoluto eso que hemos temido.
El propósito de la muerte es que te imagines con una nueva forma y una nueva ubicación en el tiempo y el espacio.
En otras palabras, tú te imaginas en esta vida específica, y al morir te sumerges de nuevo en lo desconocido para imaginar tu siguiente forma. No considero que ésta sea una conclusión mística (en parte porque he conversado con físicos que apoyan esta posibilidad con base en su conocimiento de la no-circunscripción de la energía y las partículas), pero no es mí intención convertirte a la creencia en la reencarnación,
Sólo estamos siguiendo a una realidad hasta su fuente oculta. Justo ahora estás creando pensamientos nuevos al concretar tu potencial; así, parece razonable que el mismo proceso haya producido a quien eres ahora.
Tengo una televisión con control remoto, y cuando oprimo un botón puedo cambiar de CNN, a MTV o a PBS. Mientras no accione el control remoto, esos programas no existen en la pantalla; es como si no existieran en absoluto. No obstante, sé que cada programa, entero e intacto, está en el aire como vibraciones electromagnéticas que esperan ser seleccionadas,
Del mismo modo, tú existes en akasha antes de que tu cuerpo y mente sintonicen la señal y la manifiesten en el mundo tridimensional. Tu alma es como los múltiples canales disponibles en la televisión; tu karma —o acciones— sintoniza el programa. Aunque no creas en una o en el otro, puedes convertir la asombrosa transición de un potencial que flota en el espacio —como los programas de televisión— a un acontecimiento categórico en el mundo tridimensional.
Entonces, ¿cómo será la muerte? Tal vez sea como cambiar de canal. La imaginación seguirá haciendo lo que siempre ha hecho: proyectar imágenes nuevas en la pantalla.
Algunas tradiciones creen que cuando una persona muere, ocurre un proceso mediante el cual revive su karma para entender cuál fue el meollo de esta vida y prepararse para establecer un nuevo acuerdo espiritual para la siguiente. Se dice que en el momento de la muerte, la persona ve pasar toda su vida, no a la velocidad del rayo —como experimentan quienes se están ahogando— sino lentamente y con plena comprensión de cada una de las elecciones hechas desde el nacimiento.
Si estás condicionado a pensar en términos de cielo e infierno, tu experiencia será ir a uno u otro. (Recuerda que la concepción cristiana de esos lugares no es igual en la versión islámica, ni a los miles de lokas del budismo tibetano, que contempla una multitud de mundos después de la muerte.)
El mecanismo creativo de la conciencia producirá la experiencia de ese otro lugar, mientras que para una persona que hubiera llevado la misma vida con un sistema de creencias distinto, esas imágenes podrían parecer un sueño extático, la representación de fantasías colectivas —como un cuento de hadas— o el desarrollo de temas de la infancia.
Pero si fueras a otro mundo después de la muerte, ese mundo estará en ti tanto como éste, ¿Eso significa que cielo e infierno no son reales? Asómate por la ventana y mira un árbol. No tiene otra realidad excepto como un acontecimiento en el espacio-tiempo concretado a partir del potencial infinito del campo. En consecuencia, podemos decir que cielo e infierno son tan reales como ese árbol, e igualmente irreales.
La ruptura absoluta entre la vida y la muerte es una ilusión.
Lo que preocupa a las personas ante la pérdida del cuerpo es que parece una ruptura o interrupción terrible. Esta interrupción se concibe como desaparecer en el vacío; es la extinción total de la persona. Pero esta perspectiva, que suscita un miedo terrible, está limitada al ego. El ego ansia la continuidad; quiere sentirse hoy como una extensión de ayer. Sin esa cuerda para asirse, el viaje de un día al siguiente parecería inconexo, o al menos eso es lo que teme el ego. Pero, ¿qué tanto te traumatiza concebir una imagen o un deseo nuevos? Te sumerges en el campo de las posibilidades infinitas en búsqueda de cualquier pensamiento nuevo, y vuelves con una imagen de los trillones de ellas que podrían existir. En ese momento ya no eres la persona que eras un segundo atrás.
Por lo tanto, estás aferrándote a una ilusión de continuidad.
Renuncia a ella en este momento y cumplirás la sentencia de San Pablo: morir para la muerte. Comprenderás que has sido discontinuo todo el tiempo: has cambiado constantemente, y constantemente te has sumergido en el océano de posibilidades para engendrar algo nuevo.
La muerte puede considerarse una ilusión completa porque ya estás muerto. Cuando piensas en quién eres en términos del yo, te remites a tu pasado, un tiempo que ya no existe.
Los recuerdos son reliquias de un tiempo ido. El ego se mantiene intacto mediante la repetición de lo que ya sabe. Pero la vida es, de hecho, desconocida, como debe ser si queremos concebir nuevos pensamientos, deseos y experiencias. SÍ eliges repetir el pasado, impides que la vida se renueve.
¿Recuerdas la primera vez que probaste un helado? Si no, observa a un niño pequeño en su primer encuentro con un cono de helado. Su mirada te dirá que está perdido en el éxtasis puro. Pero el segundo cono de helado, aunque el niño niegue y patalee por él, es un poco menos maravilloso que el primero. Cada repetición palidece gradualmente porque cuando se vuelve a lo conocido, es imposible experimentarlo por vez primera. Hoy, por más que te guste el helado» la experiencia de comerlo se ha convertido en un hábito. La sensación del gusto no ha cambiado, pero tú sí. El acuerdo que estableciste con tu ego —mantener al yo recorriendo los senderos de siempre— fue un mal acuerdo. Has elegido lo opuesto a la vida, que es la muerte.
Técnicamente, hasta el árbol que ves por tu ventana es una imagen del pasado. En el momento en que lo ves y lo procesas en tu cerebro, el árbol ya avanzó en el nivel cuántico, fluyendo con el tejido vibrante del universo. Para estar plenamente vivo debes sumergirte en el ámbito no circunscrito, donde nacen las experiencias nuevas. Si desechas la idea de estar en el mundo te darás cuenta de que siempre has vivido desde ese lugar discontinuo, no circunscrito, llamado alma. Cuando mueras entrarás al mismo lugar desconocido, y entonces tendrás una buena oportunidad de sentir que nunca estuviste más vivo.
¿Por qué esperar? Tú puedes estar tan vivo como quieras mediante un proceso conocido como rendición. Es el siguiente paso para vencer a la muerte. En lo que va de este capítulo, la línea entre la vida y la muerte se ha desdibujado tanto que concebir nuevos pensamientos, deseos y experiencias. SÍ eliges repetir el pasado, impides que la vida se renueve.
























Rendirse es...






  • Atención plena.
  • Apreciación de la riqueza de la vida.
  • Abrirte a lo que está frente a ti.
  • No juzgar.
  • Ausencia de ego.
  • Humildad.
  • Ser receptivo a todas las posibilidades.
  • Permitir el amor.
La mayoría de las personas cree que la rendición es un acto difícil, si no imposible. Connota rendirse a Dios, algo que pocos, salvo los más santos, pueden enfrentar. ¿Cómo podemos identificar si el acto de la rendición ha ocurrido? “Estoy haciendo esto por Dios” suena ejemplar, pero una cámara de vídeo colocada en el ángulo superior de alguna habitación no podría distinguir entre un acto realizado por Dios y el mismo acto realizado sin pensar en Dios.

Es mucho más fácil realizar la rendición por ti mismo y dejar que Dios se manifieste si así lo desea. Ábrete a una pintura de Rembrandt o de Monet, que es, al fin y al cabo, una creación tan gloriosa como cualquiera. Préstale toda tu atención. Aprecia la profundidad de la imagen y el cuidado en su ejecución. Ábrete a lo que está frente a ti y no permitas distracciones. No juzgues de antemano que la pintura debe gustarte porque te han dicho que es maravillosa. No te fuerces a responder para parecer inteligente o sensible.
Permite que la pintura sea el centro de tu atención, que es la esencia de la humildad. Sé receptivo a cualquier reacción que puedas tener. Si todos estos pasos de la rendición están presentes, un gran Rembrandt o Monet despertará amor porque el artista simplemente está ahí, en toda su humanidad.
La rendición no es difícil en presencia de esta humanidad. Las personas son más difíciles, pero la rendición a alguien sigue los mismos pasos que hemos enumerado. Quizá la próxima vez que te sientes a cenar con tu familia decidas concentrarte en un solo paso de la rendición, como prestar plena atención o no juzgar.
Elige el paso que te parezca más sencillo o, mejor aún, el que sepas que has excluido. La mayoría negamos la humildad cuando nos relacionamos con nuestras familias. ¿Qué significa ser humilde con un niño, por ejemplo? Significa considerar su opinión igual a la tuya. En el nivel de la conciencia, es igual; tu ventaja de años como padre de familia sentado a la mesa no refuta este hecho. Todos fuimos niños, y lo que entonces pensamos tuvo todo el peso y la importancia que tiene la vida a cualquier edad, y quizá más. El secreto de la rendición es que la realices en tu interior, sin tratar se satisfacer a nadie más.
Tarde o temprano, todos llegamos a la inquietante presencia de una persona longeva, débil o moribunda. En esta situación son posibles los mismos pasos de la rendición. Si los sigues, la belleza de una persona agonizante es tan evidente como la de un Rembrandt. La muerte inspira una clase de asombro que puedes alcanzar cuando vas más allá de la reacción automática del miedo. Hace poco percibí esta sensación de asombro cuando supe de un fenómeno biológico que respalda la noción de que la muerte está completamente entrelazada con la vida. Resulta que nuestros cuerpos han encontrado ya la clave de la rendición.
El fenómeno se llama apoptosis. Esta extraña palabra, completamente nueva para mí, nos lleva a un profundo viaje místico- Al volver de él, encontré que mis percepciones sobre la vida y la muerte cambiaron. Al consultar apoptosis en una fuente de internet, obtuve 357000 entradas, y la primera de ellas definía la palabra en tono bíblico: “Para cada célula hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir”
La apoptosis es la muerte programada de las células, y aunque no nos damos cuenta, todos morimos diariamente, de manera puntual, para mantenernos vivos. Las células mueren porque quieren hacerlo. Una célula invierte minuciosamente el proceso de nacimiento: se encoge, destruye sus proteínas básicas y desmonta su propio ADN. En su superficie aparecen burbujas cuando abre sus puertas al mundo exterior y expele todas las sustancias químicas vitales, que serán devoradas por glóbulos blancos cual si fueran microbios invasores. Cuando el proceso está terminado, la célula se ha disuelto sin dejar rastro.
Es imposible no sentirse conmovido por este detallado relato del sacrificio tan cuidadoso y metódico de una célula.
No obstante, la parte mística está todavía por venir. La apoptosis no es, como podría suponerse, un método para deshacerse de células enfermas o viejas. El proceso nos dio la, vida. En el vientre materno todos atravesamos etapas primitivas de desarrollo en las que tuvimos colas de renacuajo, branquias de pez, membranas entre los dedos y, por increíble que parezca, demasiadas neuronas. La apoptosis se hizo cargo de estos vestigios indeseables. En el caso del cerebro, el bebé recién nacido establece las conexiones neurales necesarias eliminando el tejido cerebral excesivo con el que todos nacemos. (Los neurólogos se sorprendieron al descubrir que el momento en que nuestro cerebro cuenta con un mayor número de células es al nacer, y que éstas deben reducirse por millones para que la inteligencia más elevada pueda tejer su delicada red de conexiones. Durante mucho tiempo se pensó que la muerte neuronal constituía un proceso patológico relacionado con el envejecimiento, pero ahora todo el asunto debe reconsiderarse.)
No obstante, la apoptosis no termina en el vientre materno. Nuestros cuerpos siguen prosperando gracias a la muerte. Las células inmunes que tragan y consumen a las bacterias invasoras se volverían contra los tejidos del cuerpo si no provocaran la muerte entre sí y se volvieran contra ellas mismas con los mismos venenos utilizados con los invasores. Cuando una célula detecta que su ADN está dañado o es defectuoso, sabe que el cuerpo padecería si ese defecto se transmitiera.
Por fortuna, cada célula porta un gene tóxico conocido como p53 que puede activar para provocarse la muerte.
Estos casos apenas son una mínima muestra. Los anatomistas saben desde hace mucho que las células de la piel mueren en unos pocos días, que las células de la retina, de la sangre y el estómago también tienen programadas vidas cortas para que sus tejidos puedan reponerse rápidamente. Cada una muere por una razón específica. Las células de la piel deben mudarse para que ésta se mantenga flexible y no se convierta en una rígida armadura; las células del estómago mueren en la potente combustión química que digiere los alimentos.
La muerte no puede ser nuestra enemiga si hemos dependido de ella desde que estábamos en el vientre materno.
Considera esta paradoja: el cuerpo es capaz de repudiar la muerte y producir células que vivan por siempre. Éstas no secretan p53 cuando detectan defectos en su ADN. Por el contrario; renuentes a dictar su propia sentencia de muerte, estas células rebeldes se dividen de manera incesante e invasora.
El cáncer, la más temida de las enfermedades, resulta del repudio del cuerpo hacia la muerte, mientras que el suicidio programado es su boleto a la vida. Ésta es la paradoja de la vida y la muerte encaradas frente a frente. La idea mística de morir cada día resulta el hecho más concreto del cuerpo.
Esto significa que somos sumamente sensibles al equilibrio de las fuerzas positivas y negativas, y cuando este equilibrio se pierde, la respuesta natural es la muerte. Níetzsche señaló que los seres humanos son las únicas criaturas que deben ser exhortadas a permanecer con vida. Él no podía saber que esto es literalmente cierto. Las células reciben señales positivas que les dan la instrucción de permanecer vivas, sustancias químicas llamadas factores de crecimiento e interleukin-2. Si estas señales positivas dejan de enviarse, la célula pierde su voluntad de vivir. Como el beso de la muerte en la mafia,.la célula puede recibir mensajeros que se adhieren a sus receptores externos para anunciarle que la muerte ha llegado. De hecho, a estos mensajeros químicos se les conoce como “activadores de la muerte”.
Meses después de escribir este párrafo, conocí a un profesor de medicina en Harvard, quien descubrió un hecho sorprendente. Hay una sustancia en las células cancerígenas que activa nuevos vasos sanguíneos para proveerse de alimento.
La investigación médica se ha concentrado en descubrir cómo bloquear esta sustancia desconocida de manera que los tumores carezcan de alimento y mueran. El profesor descubrió que la sustancia exactamente opuesta provoca toxemia en las mujeres embarazadas, la cual puede ser letal. “¿Se da cuenta de lo que esto significa?” dijo profundamente admirado. “El cuerpo puede liberar sustancias químicas haciendo malabarismos con la vida y la muerte, pero la ciencia ha ignorado totalmente a quien realiza los malabarismos. ¿No es cierto que el secreto de la salud reside en esa parte de nosotros, y no en las sustancias químicas utilizadas?” El hecho de que la conciencia pudiera ser el ingrediente faltante, el factor X tras bambalinas, vino a él como una revelación.
Los místicos también aquí se adelantaron a la ciencia, pues en muchas tradiciones místicas leemos que todas las personas mueren en el momento justo y que saben de antemano qué momento será ése. Pero me gustaría examinar con más profundidad el concepto de muerte diaria, una elección que todos pasamos por alto. Yo quiero verme como la misma persona día tras día para preservar mi sentido de identidad; quiero habitar el mismo cuerpo todos los días porque es demasiado extraño pensar que me está abandonando constantemente.
Sin embargo, debe hacerlo para que yo no sea una momia viviente. Al seguir el complejo programa de la apoptosis, recibo un cuerpo nuevo por el mecanismo de la muerte. Este proceso es tan sutil que pasa inadvertido. Los niños de dos años no cambian su cuerpo por uno nuevo cuando cumplen tres. Todos los días tienen el mismo cuerpo, y a la vez otro.
Sólo el proceso constante de renovación —un don que nos da la muerte— le permite mantener el paso de cada etapa de desarrollo. Lo maravilloso es que uno se siente la misma persona durante este cambio incesante.
A diferencia de lo que ocurre con la muerte celular, soy consciente de cuándo nacen y mueren mis ideas. Para respaldar el paso del pensamiento infantil al pensamiento adulto, la mente debe morir todos los días. Mis ideas más preciadas mueren y nunca reaparecen; mis experiencias más intensas se consumen en sus propias pasiones; mi respuesta a la pregunta “¿Quién soy?” cambió completamente de los dos a los tres años, de los tres a los cuatro, y así durante el transcurso de la vida.
Comprendemos la muerte cuando desechamos la ilusión de que la vida debe ser continua. Toda la naturaleza tiene un ritmo; el universo muere a la velocidad de la luz, pero se las arregla para crear este planeta y las formas de vida que lo habitan. Nuestros cuerpos mueren a muchas velocidades distintas a la vez, empezando con los fotones y siguiendo con la disolución química, la muerte celular, la regeneración de tejidos y, finalmente, la muerte de todo el organismo. ¿Qué es lo que nos produce tanto miedo?
Creo que la apoptosis nos rescata del miedo. La muerte de una sola célula no afecta al cuerpo. Lo que cuenta no es el acto sino el plan: un proyecto global controla el equilibrio de señales positivas y negativas a las que todas las células responden. El plan está más allá del tiempo porque se remonta a la construcción misma del tiempo. El plan va más allá del espacio porque está en cada lugar del cuerpo y en ninguno a la vez. Cada célula se lleva consigo el plan cuando muere, pero aun así, el plan sobrevive.
En la realidad única, las discusiones no se resuelven optando por una de las partes; ambos argumentos son igualmente verdaderos. Así pues, no me cuesta admitir que lo que ocurre después de la muerte es invisible para los ojos y no puede demostrarse como un suceso material. Reconozco sin dudarlo que normalmente no recordamos las vidas pasadas y podemos vivir muy bien sin conocerlas. Sin embargo, no comprendo cómo alguien puede seguir siendo materialista después de ver la apoptosis en acción. El argumento en contra de la vida después de la muerte sólo parece convincente si ignoramos todo lo que hemos descubierto sobre células, fotones, moléculas, pensamientos y el cuerpo entero. Cada nivel de existencia nace y muere según su propio programa, que va de menos de una millonésima de segundo al probable renacimiento de un nuevo universo dentro de billones de años. La esperanza que yace más allá de la muerte proviene de la promesa de la renovación. Sí te identificas apasionadamente con la vida, y no con el desfile efímero de formas y fenómenos, la muerte adopta su posición legítima como agente de la renovación. En uno de sus poemas, Tagore se pregunta: “¿Qué ofrecerás cuando la muerte toque a tu puerta?” Su respuesta refleja la alegría serena de quien se ha elevado sobre el miedo que rodea a la muerte:
La plenitud de mi vida:
el vino dulce de los días de otoño y las noches de verano, mi modesto tesoro recogido a
lo largo de los años, y horas colmadas de vida.
Ése será mi regalo

Cuando la muerte toque a mi puerta.




CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR
EL DÉCIMO SECRETO



El décimo secreto dice que la vida y la muerte son naturalmente compatibles. Tú puedes hacer tuyo este secreto despojándote de una imagen de ti mismo perteneciente al pasado: una especie de exfoliación de tu propia imagen. El ejercicio es muy sencillo: siéntate con los ojos cerrados e imagínate como un niño. Utiliza la mejor imagen que recuerdes de un bebé, y si no recuerdas una, invéntala.
Asegúrate de que el bebé está despierto y alerta. Llama su atención y pídele que te vea a los ojos. Cuando hayan hecho contacto, sólo mírense un momento hasta que ambos se sientan tranquilos y conectados entre sí. Ahora invita al bebé a unirse a ti y mira la imagen desvanecerse lentamente en el centro de tu pecho. Si quieres, puedes visualizar un campo de luz que absorbe la imagen, o simplemente un sentimiento cálido en tu corazón.
Ahora imagínate como un niño pequeño. De nuevo, establece contacto, y una vez que lo hayas hecho, pide a esa versión que se una a ti. Repite el procedimiento con cualquier tú anterior que desees evocar. Si tienes recuerdos especialmente vividos de cierta edad, permanece ahí más tiempo, pero el objetivo último es que veas a todas las imágenes desvanecerse y desaparecer.
Continúa hasta tu edad actual, y entonces imagínate en etapas de mayor edad. Termina con dos imágenes finales: tú como una persona muy longeva y tú en el lecho de muerte. En cada caso establece contacto y absorbe esas imágenes.
Cuando tu imagen de moribundo haya desaparecido, permanece sentado tranquilamente y siente lo que resta. Nadie puede imaginar realmente su propia muerte porque, aun si llegaras al extremo —demasiado horripilante para muchos de verte como un cadáver colocado en la tumba que se descompone en sus elementos, el testigo permanecerá. La visualización de uno mismo como cadáver es un antiguo ejercicio tántrico de India, y lo he puesto en práctica con los grupos que dirijo. Casi todos entienden el meollo, que no tiene nada que ver con lo horripilante: al ver que cada vestigio terrenal tuyo se desvanece, comprendes que nunca lograrás extinguirte. La presencia del testigo, superviviente supremo, señala el camino más allá de la danza de la vida y la muerte.
Ejercicio 2: morir conscientemente












Como todas las experiencias, la muerte es algo que creas y algo que te ocurre. En muchas culturas orientales hay una práctica llamada “muerte consciente” en que la persona participa activamente en la configuración del proceso de muerte. Mediante la oración, rituales, medicación y asistencia de los vivos, el moribundo inclina la balanza de “Experiencia que me está ocurriendo” a “Yo estoy creando esta experiencia”.
En Occidente no contamos con una tradición de muerte consciente. De hecho, dejamos solos a los moribundos en hospitales impersonales donde la rutina es fría, terrorífica y deshumanizadora. Hay mucho por cambiar en este aspecto.
Lo que puedes hacer personalmente en este momento es dirigir tu conciencia al proceso de muerte, liberándolo de la ansiedad y el temor excesivos.
Piensa en alguien cercano a ti, mayor de edad y cercano a la muerte. Mírate en la habitación con esa persona (puedes imaginar la habitación si no sabes exactamente dónde está).
Colócate dentro de su mente y su cuerpo. Obsérvate en detalle: siente la cama, mira la luz que entra por la ventana, rodéate con los rostros de familiares, médicos y enfermeras, si los hay.
Ahora ayuda a la persona en el cambio de enfrentar pasivamente la muerte a crear activamente la experiencia.
Escúchate hablando con voz normal; no hay necesidad de ser solemne. Reconforta y tranquiliza» pero concéntrate principalmente en cambiar la conciencia de la persona de “Esto me está ocurriendo” a “Yo estoy haciendo esto”. Hay muchos temas de los que se puede hablar (los he escrito en segunda persona, como si se tratara de un amigo cercano):
Creo que has tenido una vida maravillosa. Cuéntame las mejores cosas que recuerdes.
Puedes estar orgulloso de haberte convertido en una buena persona.
Has despertado mucho amor y respeto.
¿A dónde te gustaría ir ahora?
Dime qué sientes sobre lo que está ocurriendo. ¿Cómo lo cambiarías si pudieras?
Si estás arrepentido de algo, háblame de ello. Te ayudaré a liberarte de ese sentimiento.
No tienes necesidad de sentir pesar. Te ayudaré a liberarte del que aún sientas.
Mereces estar tranquilo. Has realizado bien tu trayecto, y ahora que lo has concluido, te ayudaré a volver a casa.
No creerás esto, pero te envidio. Estas a punto de ver qué hay detrás de la cortina.
¿Hay algo que quieras para tu viaje?
Es posible, por supuesto, abordar estos temas en el lecho de alguien que en verdad está muriendo. Pero una conversación imaginaria es una buena manera de explorar en ti. El proceso no debe ser superficial ni apresurado: cada tema podría extenderse durante una hora. Para estar realmente comprometido, necesitarás sentir que estás prestándote mucha atención. Este ejercicio suscitará sentimientos encontrados, pues todos experimentamos miedo y pesar ante la muerte. Si alguien en tu vida murió antes de que pudieras despedirte como hubieras querido, imagínate hablando con esa persona sobre los temas que acabo de enumerar. El ámbito donde la vida y la muerte se funden está siempre con nosotros, y al prestarle atención te conectas con un aspecto inestimable de la conciencia. Morir con plena conciencia resulta totalmente natural si has vivido con plena conciencia.



Secreto 11
El universo piensa
a través de ti







Hace poco tuve un breve encuentro con el destino; tan breve que pude haberlo pasado por alto completamente. Un hombre que había dedicado su vida entera a la espiritualidad vino a visitarme. Me habló de sus muchas visitas a India y de la devoción por sus costumbres. Traía puestos amuletos que se venden en templos y lugares sagrados; se sabía muchos cantos sagrados, o bhajans; había sido bendecido por muchos santos en sus viajes. Algunos le habían regalado mantras. Un mantra puede ser tan corto como una sílaba o tan largo como una oración, pero es básicamente un sonido. ¿De qué manera puede ser un regalo? Para alguien que conoce la tradición hindú, el regalo no es el mantra sino el efecto que debe provocar, como riqueza o un buen matrimonio. Hay miles de mantras y miles de resultados posibles.
Cuando le pregunté cómo se ganaba la vida, el hombre hizo un ademán desdeñoso y dijo: “Oh, un poco de sanación, un poco de psiquismo. Ya sabes, lectura de la mente. No le presto mucha atención”.
Su actitud negligente me intrigó, y le pedí que me diera un ejemplo. Se encogió de hombros. “Piensa en alguien y escribe una pregunta que quieras hacerle.” La única persona que ocupaba mi mente ese día era mi esposa, quien llevaba un tiempo visitando a la familia en Nueva Delhi. Recordé que debía llamarla para preguntarle cuándo planeaba regresar. No habíamos determinado una fecha porque algunos de los familiares eran mayores, y la estancia de mi esposa dependía de su estado.
Escribí esto y miré a mi visitante. Él cerró los ojos y empezó a cantar un extenso mantra. Luego de un minuto, dijo: “Martes. Estás pensando en tu esposa y quieres saber cuándo volverá a casa”.
Tenía razón, y cuando se fue y pude hablar por teléfono con mi esposa, comprobé que había acertado también en la fecha de su regreso. Lo felicité, pero él sonrió e hizo el mismo ademán que significaba: “No es nada. Casi no le presto atención”. Una hora después, estando solo, empecé a pensar sobre estos sucesos psíquicos, que han dejado de ser una novedad debido a la gran atención que los medios de comunicación prestan a los fenómenos paranormales.
En concreto, reflexioné sobre el libre albedrío y el determinismo. Este hombre dijo que podía leer la mente, pero el regreso de mi esposa el martes no estaba en mi mente.
Era un acontecimiento que podía ocurrir cualquier día de la semana; incluso yo había supuesto que podría permanecer allá indefinidamente si las circunstancias lo exigían.

El asunto del libre albedrío y el determinismo es, por supuesto, muy complejo. En la realidad única, cada par de opuestos es, en última instancia, una ilusión. Ya hemos desdibujado la división entre bien y mal y entre vida y muerte. ¿Resultará que el libre albedrío es lo mismo que determinismo? Hay mucho que depende de la respuesta.
LIBRE ALBEDRÍO =
  • Independencia.
  • Auto determinación.
  • Capacidad de elegir.
  • Control de los acontecimientos.
  • El futuro está abierto.

DETERMINISMO =
  • Dependencia de una voluntad externa.
  • El yo determinado por el destino.
  • Alguien más elige por ti.
  • Ausencia de control de los acontecimientos.
  • El futuro está cerrado.

Estas frases esbozan lo que comúnmente se considera que está en juego. Todo en la columna de libre albedrío suena atractivo. Todos queremos ser independientes; tomar nuestras propias decisiones; despertar con la esperanza de que el futuro está abierto y lleno de posibilidades infinitas. Por otra parte, nada suena atractivo en la columna determinismo. Si alguien más ha elegido por ti, si permaneces atado a un plan escrito antes de que nacieras, el futuro no puede estar abierto. Al menos emocionalmente, el prospecto del libre albedrío ha ganado ya la discusión.
Y en cierto nivel ya nadie necesita ahondar más. Si tú y yo somos marionetas manejadas por un titiritero invisible —llámese Dios, destino o karma—, entonces los hilos que tiran también son invisibles. No tenemos pruebas de no estar realizando elecciones libres, excepto por esos momentos espeluznantes como el descrito al principio, y quienes leen la mente no van a cambiar la manera en que actuamos fundamentalmente.
Sin embargo, hay una razón para ahondar más, y se condensa en la palabra vasana. En sánscrito, vasana es una causa inconsciente. Es el software de la psique, la fuerza impulsora que te hace realizar algo cuando crees hacerlo espontáneamente. Como tal, vasana es muy perturbadora. Imagina a un robot cuyas acciones están impulsadas en su totalidad por un programa interno. Desde el punto de vista del robot, no importa que el programa exista, hasta que algo sale mal. La ilusión de no ser un robot se derrumba sí el software falla, pues si el robot quiere hacer algo y no puede, ya conocemos la razón.
Vasana es determinismo que parece libre albedrío. Recuerdo a mi amigo Jean, a quien conozco desde hace casi veinte años. Jean se considera muy espiritual, y a principios de los noventa llegó al extremo de renunciar a su empleo en un periódico de Denver para vivir en un ashram al oeste de Massachusetts. Pero la atmósfera le pareció sofocante. “Son hinduistas clandestinos”, se quejó. “No hacen más que rezar, cantar y meditar.” Jean decidió seguir con su vida. Se ha enamorado de un par de mujeres sin casarse. No te gusta la idea de sentar cabeza, y tiende a mudarse a un estado distinto cada cuatro años aproximadamente. (Una vez me dijo que luego de hacer cuentas descubrió que ha vivido en cuarenta casas diferentes desde que nació.)
Un día, Jean me llamó para contarme una historia. Durante la cita con una mujer que había desarrollado un interés repentino en el sufismo, y mientras se dirigían a casa, ella le dijo a Jean que según su maestro sufí, todas las personas tienen una característica preponderante.
    ¿Te refieres a lo más evidente de cada quien, como ser extrovertido o introvertido? —preguntó Jean.
    No, no evidente —dijo ella—. Nuestra característica preponderante está oculta. Actuamos con base en ella sin damos cuenta de que lo estamos haciendo.

Tan pronto escuchó esto, Jean se sintió emocionado.
Me asomé por la ventana del auto, y de repente entendí”, me dijo. “Soy indeciso. Sólo me siento cómodo cuando puedo tener ambos lados de una situación sin comprometerme con ninguna.” De un momento a otro, muchas cosas cobraron sentido. Jean pudo entender por qué entró en un ashram pero no se sintió parte del grupo. Entendió por qué se enamoraba de las mujeres, pero siempre se concentraba en sus defectos. Muchas más cosas salieron a la luz. Jean se queja de su familia pero siempre pasa la Navidad con ellos. Se considera un experto en cada una de las materias que ha estudiado —han sido muchas— pero no se gana la vida ejerciendo ninguna de ellas. Es, sin lugar a dudas, un indeciso empedernido. Y como sugirió la mujer con la que había salido, Jean no tenía idea de que su vasana, que es de lo que estamos hablando, lo hacía pasar de una situación a otra sin decidirse por ninguna.
Sólo piensa en ello —dijo con evidente sorpresa—.
Aquello que mejor me define es justo lo que nunca había notado.
Si las tendencias inconscientes continuaran obrando en la oscuridad, no serían un problema. El software genético de los pingüinos o los núes los impulsa a actuar sin conocimiento de que actúan de manera muy similar a los demás pingüinos y núes. Pero los seres humanos, únicos entre todas las criaturas vivientes, queremos echar abajo el vasana. No es suficiente ser un peón que se cree rey. Ansiamos la seguridad de la libertad absoluta y su resultado: un futuro completamente abierto. ¿Es esto razonable? ¿Es posible siquiera?
En su texto clásico, Sufras del yoga, el sabio Patanjali nos informa que hay tres clases de vasana. A la clase que induce un comportamiento agradable la llama vasana blanco; a la que motiva un comportamiento desagradable la llama vasana oscuro; a la que mezcla estas dos la llama vasana mixto. Yo diría que Jean tenía vasana mixto: le gustaba la indecisión pero se perdía la recompensa del amor duradero hacia otra persona, una aspiración que lo estimulara o una visión compartida que lo vincularía con una comunidad. Mostraba las ventajas y desventajas de quienes necesitan mantener abiertas todas las opciones. La meta del aspirante espiritual es menoscabar el vasana de manera que pueda alcanzarse la claridad. En la claridad tú sabes que no eres una marioneta; te has liberado de los impulsos inconscientes que alguna vez te hicieron creer que actuabas espontáneamente.
El secreto es que el estado de liberación no es el libre albedrío. El libre albedrío es lo opuesto al determinismo, y en la realidad única, los opuestos deben fundirse en uno. En el caso de la vida y la muerte, vimos que se funden porque ambas son necesarias para renovar el flujo de la experiencia. El libre albedrío y el determinismo se funden sólo cuando una discusión cósmica se resuelve de una vez por todas. He aquí la discusión en su forma más simple.
Hay dos demandas relacionadas con la realidad última.
Una demanda proviene del mundo físico, donde los sucesos tienen causas y efectos evidentes. La otra proviene del Ser absoluto, que no tiene causa. Sólo uno de los demandantes tiene razón porque no pueden existir dos realidades últimas.
Entonces, ¿cuál es?
Si el mundo físico es la realidad última, nuestra única opción es jugar el juego de vasana. Toda tendencia tiene su causa en otra, y tan pronto menoscabes una, estarás creando otra para remplazaría. No podemos ser un producto terminado. Siempre hay algo que espera ser arreglado, atendido, ajustado, pulido, limpiado o listo para desmoronarse. (Las personas que no pueden enfrentar este hecho se vuelven perfeccíonistas: persiguen constantemente la quimera de una existencia perfecta; aunque no se den cuenta, tratan de vencer la ley de vasana, la cual dicta que ninguna causa puede desaparecer, sólo transformarse en otra.) El mundo físico también se conoce como el ámbito del karma, que tiene su propio aspecto cósmico. Karma, como sabemos, significa “acción”, y la pregunta que debe plantearse respecto de la acción es ésta: ¿Tuvo un comienzo? ¿Tiene un final? Toda persona que nace se ve arrojado a un mundo de acción que ya estaba en pleno funcionamiento. No hay pistas de que una primera acción haya iniciado las cosas, ni podemos saber si una última acción detendrá todo. El universo está dado, y pese a las teorías sobre el Big Bang, la posibilidad de otros universos, o incluso de universos infinitos, significa que la cadena de primeros sucesos podría extenderse para siempre.
Los antiguos sabios no ocupaban telescopios porque veían en un destello de comprensión, que la mente está gobernada por causas y efectos; por tanto, no puede ver más allá del karma. El pensamiento que tengo en este preciso instante surgió del que tuve hace un segundo; el que tuve hace un segundo, del que tuve el segundo anterior y así sucesivamente. Con Big Bang o sin él, mi mente es prisionera del karma porque pensar es todo lo que puede hacer.
Hay otra alternativa, afirmaban los sabios. Tu mente puede ser. Así es como el segundo demandante entró en el tribunal. La realidad última podría ser el Ser mismo. El Ser no actúa, y por tanto, el karma jamás lo toca. Si el Ser es la realidad última, el Juego de vasana ha concluido. En vez de preocuparnos por causas y efectos, origen de todas las tendencias, simplemente podemos decir no hay causa ni efecto.
Dije que vasana nos da una razón para profundizar en el libre albedrío. Ahora vemos por qué. La persona contenta con seguir siendo una marioneta, no es distinta al rebelde que grita que debe seguir siendo libre a toda costa. Ambos están sujetos al karma; sus opiniones no suponen ninguna diferencia. Pero si podemos identificarnos con un estado que no tiene vasanas, el libre albedrío y el determinismo se funden; se convierten en simples instrucciones en el manual del software kármico. En otras palabras, ambos son herramientas del Ser y no un fin en sí mismos. Así, el karma pierde la discusión sobre ser la realidad última.
¿Cómo puedo decir que la discusión está resuelta? Puedo afirmar que fue resuelta por la autoridad ya que el acta espiritual registra a innumerables sabios y santos, quienes testifican que el Ser es el fundamento último de la existencia.
Pero como aquí no nos servimos de la autoridad, la prueba debe provenir de la experiencia. Yo experimento que estoy vivo, lo que parece apoyar el caso del karma, pues estar vivo consiste en una acción tras otra. Pero no puedo estar vivo si el universo entero no lo está. La conclusión parecería absurda sin un argumento previo. Pero hemos llegado bastante
lejos para darnos cuenta de que lo verdaderamente absurdo es estar vivos en un universo muerto. Nadie antes de la era moderna se había sentido varado en una porción de roca y agua sin más paisaje que un vacío negro. Me parece que esa imagen, la cual sustenta la superstición de la ciencia, es horripilante y falsa. Mi cuerpo y el universo están compuestos de las mismas moléculas, y por más que me esfuerce, no puedo creer que un átomo de hidrógeno esté vivo dentro de mí y muerto tan pronto sale de mis pulmones.
Mi cuerpo y el universo provienen de la misma fuente, obedecen a los mismos ritmos, brillan con las mismas tormentas de actividad electromagnética. Mi cuerpo no puede darse el lujo de debatir sobre quién creó el universo; cada célula desaparecería en el instante en que dejara de crearse.
Por tanto, el universo debe estar viviendo y respirando a través de mí. Soy una expresión de todo lo que existe.
En todo momento, la burbujeante actividad subatómica que mantiene en marcha el universo está en cambio permanente; cada partícula aparece y desaparece de la existencia miles de veces por segundo. En ese intervalo, yo también aparezco y desaparezco, viajando de la existencia a la aniquilación y vuelta a empezar, billones de veces al día. El universo se vale de este ritmo ágil para detenerse y crear a continuación.
Lo mismo ocurre conmigo. Aunque mi mente es demasiado lenta para notar la diferencia, no soy la misma persona cuando vuelvo de mis billones de viajes al vacío. Cada uno de mis procesos celulares es repensado, reexaminado y reorganizado.
La creación ocurre en niveles infinitesimales, y el resultado final es el génesis perpetuo.
En un universo viviente no debemos responder preguntas sobre el creador. En distintos momentos, las religiones han mencionado un dios único, dioses o diosas múltiples, una fuerza vital invisible, una mente cósmica y —en la religión actual de la física— un juego ciego del azar. Puedes elegir cualquiera o todos porque lo más importante acerca del génesis eres tú. ¿Eres capaz de verte como el punto alrededor del cual todo está girando?
Mira alrededor e intenta reconocer tu situación de manera integral. Desde la perspectiva de un yo limitado resulta imposible ser el centro del cosmos. Tu atención salta de un fragmento de situación a otro: una relación, los incidentes del trabajo, tu economía, y quizá hasta alguna preocupación vaga relacionada con una crisis política o la situación del mercado de valores. No importa cuántos elementos intentes comprender; de esta manera no podrás ver tu situación total. Desde la perspectiva de la totalidad, el universo está pensando en ti. Sus pensamientos son invisibles, pero en última instancia se manifiestan como tendencias —las ya conocidas vasanas— y en ocasiones tu atención percibe el plan mayor porque en cada vida inevitablemente hay sucesos cruciales, momentos decisivos, oportunidades> epifanías y grandes adelantos.
Para ti, un pensamiento es una imagen o una idea que flota en tu mente. Para el universo (y con esa palabra me refiero a la inteligencia universal que impregna la cantidad inconmensurable de galaxias, hoyos negros y polvo interestelar) un pensamiento es un paso evolutivo. Es un acto creativo. Para vivir verdaderamente en el centro de la realidad única, la evolución debe adquirir un interés primordial para ti. Los acontecimientos secundarios de tu vida se manejan solos. Piensa en tu cuerpo, que opera con dos clases distintas de sistema nervioso. El sistema nervioso involuntario es automático; regula las funciones cotidianas del cuerpo sin que tú intervengas. Cuando una persona cae en coma, este sistema nervioso continúa trabajando más o menos normalmente, manteniendo pulso, presión sanguínea, hormonas, electrolitos y cientos de otras funciones en coordinación perfecta.
El otro sistema nervioso recibe el nombre de voluntario porque está asociado a la voluntad o volición. El sistema nervioso voluntario lleva a cabo los deseos; es su único propósito. Sin él, la vida sería exactamente como lo es para una persona en estado de coma; sin avance alguno, congelada en una muerte en vida.
El universo refleja la misma distinción. En el nivel material las fuerzas no necesitan nuestra ayuda para mantener todo regulado de manera que la vida pueda sostenerse. La ecología se estabiliza sola; las plantas y los animales viven en armonía sin darse cuenta. Podríamos imaginar un mundo en el que nada se expandiera más allá de la existencia elemental, donde las criaturas se contentaran con comer, respirar y dormir. Pero tal mundo no existe. Hasta organismos unicelulares como las amibas nadan en una dirección específica, buscan alimento, avanzan hacia la luz y prefieren determinadas temperaturas. El deseo está integrado al plan de la vida.
Por esto, no resulta descabellado buscar la segunda mitad del sistema nervioso del universo, la mitad que gira alrededor del deseo. Cuando nuestro cerebro lleva a cabo un deseo, el universo lo realiza al mismo tiempo. No hay diferencia entre “quiero tener un hijo” y “el universo quiere tener un hijo”. El embrión que empieza a crecer en el vientre materno se apoya en billones de años de inteligencia, memoria,
creatividad y evolución. Aquello que llamamos feto es un individuo que se ha integrado al cosmos con perfecta naturalidad. Pero, ¿por qué habría de terminar ahí la fusión? El hecho de que experimentemos los deseos como individuos no significa que el universo no esté actuando a través de nosotros, así como considerar a nuestros hijos como propios no significa que no sean también hijos de un enorme acervo genético. Ese acervo genético no tiene otro padre que el universo.
En este momento flotas en perfecta unión con el cosmos.
No hay diferencia entre tu respiración y la de la selva tropical; entre tu flujo sanguíneo y el de los ríos del mundo, entre tus huesos y los acantilados de tierra caliza de Dover. Cada cambio del ecosistema ha influido en ti en el nivel genético.
El universo recuerda su evolución mediante el registro que escribe en el ADN. Esto significa que tus genes son el punto focal de todo lo que ocurre en el mundo. Son tu línea de comunicación con la naturaleza como un todo, no sólo con tu madre y tu padre.
Deja de lado todo lo que has leído acerca de que el APN es una serie de azúcares y aminoácidos base ensartados en una doble hélice. Ese modelo describe la apariencia del ADN, pero no dice nada sobre la dinámica de la vida, del mismo modo que el sistema de cables de una televisión no dice qué aparece en la pantalla. Lo que se proyecta a través de tu ADN en este momento es la evolución del universo. Tu siguiente deseo quedará registrado en su memoria, y el universo puede avanzar hacia él o no hacerlo. Solemos pensar que la evolución es una línea recta desde los organismos primitivos hasta los más complejos. Una imagen más precisa sería la de una burbuja que se expande para abarcar más y más del potencial de la vida.
  • Cuando accedes a más inteligencia estás evolucionando.
  • Si restringes tu mente a lo que ya sabes o puedes predecir, tu evolución será más lenta.
  • Cuando accedes a más creatividad estás evolucionando. Si intentas utilizar soluciones viejas para resolver problemas nuevos, tu evolución será más lenta.
  • Cuando accedes a más conciencia estás evolucionando. Si continúas utilizando una mínima parte de tu conciencia, tu evolución será más lenta.


El universo está pendiente de tus elecciones, pues las evidencias muestran de manera contundente que prefiere la evolución a la inmovilidad. En sánscrito, la fuerza evolutiva recibe el nombre de Dharma, palabra cuya raíz significa “conservar”. Sin ti, el Dharma estaría confinado a tres dimensiones. Aunque casi no dedicamos tiempo a pensar en nuestra relación con una cebra, una palmera o un alga, guardamos relación estrecha con cada una de ellas en la cadena de la vida.
Los seres humanos extendimos esa cadena cuando la vida alcanzó cierto límite en el aspecto físico. Después de todo, desde el punto de vista físico, el planeta depende más de las algas y el plancton que de los humanos. El universo quería una nueva perspectiva, y por ello debía crear creadores como él mismo.
En cierta ocasión pregunté a un físico si a estas alturas ya todos sus colegas consideraban que la realidad no está circunscrita. Él reconoció que sí.
    -¿No es lo mismo no circunscripción que omnisciencia? le pregunté- No hay distancia en el tiempo ni distancia en el espacio. La comunicación es instantánea, y todas las partículas están conectadas con todas las demás.
    -Podría ser —me dijo sin convenir del todo, pero permitiéndome continuar.
    -Entonces, ¿por qué el universo se molesta en circunscribirse? Ya sabe todo. Ya incluye todo, y en el nivel más profundo, ya encierra todos los sucesos que podrían ocurrir.
    -No lo sé —dijo el físico—. Quizá sólo quería tomarse unas vacaciones.

Ésta no es una mala respuesta. El universo juega a través de nosotros. ¿Juega a qué? A ceder a alguien más el control para ver qué se le ocurre. Lo único que el universo no puede experimentar es apartarse de sí. Por ello, en cierto sentido, somos sus vacaciones.
El problema con dilemas como el libre albedrío y el determinismo es que no dejan mucho tiempo para jugar. Éste es un universo recreativo. Nos proporciona alimento, aire, agua y una enorme cantidad de paisajes para explorar. Todo esto proviene de la parte automática de la inteligencia cósmica. Avanza por sí misma, pero la parte que quiere jugar está conectada a la evolución, y Dharma es su manera de decirnos cómo funciona el juego. Si analizas cuidadosamente los momentos decisivos de tu vida comprobarás que estabas prestando mucha atención al juego evolutivo.
Estar en el Dharma
  • Estabas listo para avanzar. La experiencia de una realidad antigua estaba agotada y lista para ser sustituida.
  • Estabas listo para prestar atención. Cuando la oportunidad llegó, tú lo notaste y diste el salto necesario.
  • El entorno te respaldó. Cuando avanzaste, los acontecimientos sucedieron de forma tal que un retroceso hubiera sido imposible.
  • Te sentiste más pleno y libre en tu nuevo lugar.
  • Te viste como una nueva persona.

Este conjunto de circunstancias internas y externas es lo que el Dharma proporciona. Esto significa que cuando te sientes listo para avanzar, la realidad cambia para mostrarte cómo. ¿Y si no estás listo para avanzar? Entonces está el sistema de respaldo de vasana, que te hace avanzar mediante la repetición de las tendencias incrustadas en ti desde el pasado. Cuando te sientes atascado e incapaz de avanzar, normalmente es por las siguientes circunstancias:
1. No estás listo para avanzar. La experiencia de una realidad antigua sigue fascinándote. Sigues disfrutando tu estilo de vida habitual o, si hay más dolor que felicidad, te has vuelto adicto al dolor por alguna razón que permanece en el misterio.
2. No estás prestando atención. Tu mente permanece absorta en distracciones. Esto suele ocurrir cuando hay un exceso de estímulos externos. Mientras no estés alerta en tu interior, no podrás identificar las señales que transmite la realidad única.
3. El entorno no te respalda. Cuando intentas avanzar, las circunstancias te echan atrás. Esto significa que debes aprender más o que todavía no es el momento. También puede suceder que en un nivel profundo no estés convencido de avanzar; tu deseo consciente está en conflicto con dudas e inseguridades más profundas.
4. Te sientes amenazado por la expansión que deberías realizar y prefieres la seguridad de una imagen propia limitada. Muchas personas se aferran a un estado restringido creyendo que los protege. La realidad es que la mayor protección a la que podemos aspirar es la de la evolución, la cual resuelve problemas por medio de la expansión y el avance. Pero cada aspecto de ti debe poseer este conocimiento; basta con que uno desee permanecer en un estado restringido para que la evolución se entorpezca.
5. Sigues viéndote como la persona antigua que se adaptó a una situación vieja. Ésta suele ser una elección inconsciente. Las personas se identifican con su pasado e intentan utilizar sus viejas percepciones para entender lo que ocurre. Como la percepción es todo, considerarte demasiado débil, limitado, indigno o deficiente obstaculizará cualquier avance.
La conclusión final es que el Dharma necesita que colabores con él. La fuerza de conservación está en ti tanto como “allá fuera” en el universo o el reino del alma.
La mejor manera de alinearnos con el Dharma es dar por hecho que está escuchando. Da al universo oportunidad de responderte. Comienza una relación con él como lo harías con otra persona. Desde hace dos años soy un abuelo consentidor, y me sorprende que mi nieta Tara no tenga problemas para hablar con árboles, rocas, el mar o el cielo. Ella da
por descontado que hay subjetividad en todas partes. “¿Ves esos dragones?”, dice señalando un espacio vacío en mitad de la sala, nombrando a un dragón azul aquí y a uno rojo allá. Le pregunto a Tara si le dan miedo los dragones, pero ella me asegura que siempre han sido amigables.
Los niños habitan mundos imaginarios, no por la fantasía en sí sino para poner a prueba sus instintos creativos. Tara es una creadora en formación, y si se le privara de su relación con árboles, rocas y dragones, sería separada de un poder que necesita crecer. A su edad, la vida de Tara es un juego permanente, y en mi papel de abuelo procuro sumergirla en todo el amor y el placer posibles. Su vasana será blanco si puedo ayudarla. Pero también sé que su mayor reto ser ir más allá de todas las tendencias, buenas o malas. Deberá cuidarse de mantenerse en el Dharma, y para quienes al crecer consideramos a la vida como un asunto serio con pocas pausas para jugar, el Dharma espera nuestro regreso a la cordura.













CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR EL
DECIMOPRIMER SECRETO

El decimoprimer secreto trata sobre cómo escapar de la esclavitud de causas y efectos. El universo está vivo e impregnado de subjetividad. Causas y efectos sólo son el mecanismo que utiliza para realizar lo que quiere. Y lo que quiere es vivir y respirar a través de ti. Para descubrir la verdad sobre esto necesitas relacionarte con el universo como si estuviera vivo.
De otra manera, ¿cómo podrías saber que lo está? A partir de hoy, comienza a adoptar los siguientes hábitos:
  • Habla con el universo.
  • Escucha su respuesta.
  • Establece una relación íntima con la naturaleza.
  • Contempla la vida en todas las cosas.
  • Condúcete como un hijo del universo.
El primer paso, hablar con el universo, es el más importante. No implica ir por ahí susurrando a las estrellas o iniciar una conversación cósmica imaginaria. El hábito de considerar al mundo “allá fuera”, desconectado de ti, está muy arraigado; todos compartimos un prejuicio cultural que reserva la vida sólo para plantas y animales, y concede inteligencia exclusivamente al cerebro. Tú puedes empezar a derribar esta creencia reconociendo cualquier pista de que los mundos interno y externo están conectados. Ambos tienen la misma fuente; están organizados por la misma inteligencia profunda; se responden entre sí.
Cuando digo que puedes hablar con el universo quiero decir que puedes conectarte con él. Sí te sientes deprimido por un día gris y lluvioso, por ejemplo, considera lo gris de tu interior y del exterior como el mismo fenómeno con aspectos objetivo y subjetivo. Si vas de regreso a casa después de trabajar y una intensa puesta de sol atrapa tu mirada, considera que la naturaleza quería llamar tu atención, no que tú y la puesta de sol tuvieron solo un encuentro accidental. En un nivel íntimo, tu existencia se entrelaza con el universo, no por azar sino por intención.
Cuando veas que la vida existe en todas partes, reconoce lo que ves. Al principio puedes sentirte extraño haciendo esto, pero eres un cocreador y tienes el derecho de apreciar las pautas de conexión que has formado. Conducirte como un hijo del universo no es un juego de fingimiento cósmico. En el campo, tú existes en todas partes en el espacio-tiempo, un hecho científico al que llevamos un paso adelante diciendo que este momento en el espacio-tiempo tiene un propósito especial en tu mundo. Es tu mundo, y al responder a él de esa manera, empezarás a notar que te responde:
  • Algunos días todo sale bien.
  • Algunos días todo sale mal.
  • En ciertos momentos te sientes inmerso en el ritmo de la naturaleza.
  • En ciertos momentos sientes como si desaparecieras en el cielo o el océano.
  • A veces sabes que siempre has estado aquí.
Son ejemplos generales, pero puedes estar alerta a momentos que parecen hechos sólo para ti. ¿Por qué ciertos momentos parecen tener una magia irrepetible? Sólo tú puedes saberlo, pero no lo sabrás si no te sintonizas primero con el sentimiento. El símil más cercano que se me ocurre en esta clase de relación privilegiada es la que se da entre personas que se aman: los momentos ordinarios están impregnados de una presencia o peculiaridad que no podría sentir una persona ajena. Algo totalmente irresistible atrae nuestra atención cuando estamos enamorados; una vez que lo hemos experimentado, no se olvida fácilmente. Sentimos como si estuviéramos dentro de la persona amada y ésta dentro de nosotros. Nuestra fusión con algo más grande que nosotros es una fusión de dos subjetividades. Se le ha llamado relación “yo y tú”, o la sensación de ser como una ola en el océano infinito del Ser.
No permitas que nombres y conceptos te distraigan. No hay una manera determinada para relacionarte con el universo. Sólo relaciónate a tu modo. Un niño pequeño, como mi nieta, encuentra su camino hablando con árboles y dragones invisibles. Ésa es su relación privilegiada. ¿Cuál será la tuya? Estremécete de expectación y descúbrelo.











































































Secreto 12
No hay más tiempo
que el ahora


He tenido momentos en que toda mi vida cobra sentido. Yo sabía exactamente quién era. Todas las personas presentes en mi vida estaban ahí por una razón. Me resultaba obvio, sin lugar a dudas, que la razón era el amor, pues entonces podía reírme de la absurda idea de tener enemigos o ser un extraño en este mundo.
La perfección tiene una manera misteriosa de escabullirse dentro y fuera del tiempo. Son pocos quienes no han sentido el momento que acabo de describir, aunque no he conocido a nadie que pueda aferrarse a él. Las personas ansían desesperadamente hacerlo, y con frecuencia este deseo motiva su vida espiritual. En la tradición budista hay una gran cantidad de ejercicios dedicados a la conciencia profunda, un estado en que podemos tomar conciencia de los momentos perfectos. Sería maravilloso que todos fueran perfectos.
Pero para ser conscientes de ellos, primero debemos advertir cuándo no somos conscientes de ellos, lo cual es difícil; después de todo, no estar conscientes puede definirse como no saber que no estamos conscientes.
Esta capacidad de escabullirse me resultaba muy confusa hasta que alguien me dijo: “Es como ser feliz. Cuando estás feliz, simplemente lo estás. No tienes que pensar en ello. Pero llega un momento en que dices en voz alta: ‘En verdad me siento feliz ahora’, y entonces comienza a desaparecer. De hecho, para romper el hechizo basta con pensar las palabras ‘Estoy feliz ahora’.
Gracias a este ejemplo comprendí qué significa ser consciente: atrapar el momento presente sin palabras ni pensamientos. Pocas cosas son tan fáciles de describir y tan difíciles de hacer. El meollo del asunto es el tiempo. El tiempo es escurridizo, como ese dichoso momento antes de que digas: “Estoy feliz ahora”. ¿En verdad es fugaz ese momento, o es eterno?
La mayoría damos por hecho que el tiempo vuela, esto es, que pasa muy rápidamente. Pero en el estado consciente» el tiempo no pasa en absoluto. Sólo hay un instante de tiempo que se renueva una y otra vez con variedad infinita. El secreto sobre el tiempo es, entonces, que existe sólo como solemos pensar en él. Pasado, presente y futuro son sólo compartimentos mentales para cosas que queremos mantener cerca o lejos de nosotros, y al decir que “el tiempo vuela”, conspiramos para evitar que la realidad se nos acerque demasiado. ¿Es el tiempo un mito que utilizamos para nuestra conveniencia?
Por todas partes hay libros que ensalzan las virtudes de vivir en el momento presente. Hay buenas razones para ello, pues las cargas de la mente provienen del pasado. En sí misma, la memoria es ingrávida, y el pasado también debería serlo. Lo que llamamos “el ahora” es la desaparición del tiempo como un obstáculo psicológico. Cuando retiras el obstáculo te liberas de la carga del pasado o el futuro: has encontrado el estado de conciencia profunda (y también la felicidad, ésa que no necesita palabras ni pensamientos). Nosotros somos quienes hacemos del tiempo una carga psicológica: nos hemos convencido de que las experiencias se acumulan a lo largo del tiempo.

  • Soy mayor que tú, sé de qué estoy hablando.
  • He pasado varias veces por eso.
  • Escucha la voz de la experiencia.
  • Presta atención a tus mayores.






Estas fórmulas convierten en virtud la experiencia acumulada, no con perspicacia o atención, sino simplemente por estar sin hacer nada. No obstante, son en su mayor parte expresiones vanas. Todos sabemos en algún nivel que cargar con la pesada maleta del tiempo es lo que ensombrece a las personas.
Vivir en el presente significa soltar esa maleta. Pero, ¿cómo se logra eso? En la realidad única, el reloj sólo marca “ahora”.
El truco para soltar el pasado consiste en descubrir la manera de vivir ahora como si fuera para siempre. Los fotones se mueven a la velocidad de Planck, que es igual a la velocidad de la luz, mientras que las galaxias evolucionan durante billones de años. Por tanto, si el tiempo es un río, debe ser uno muy profundo y suficientemente ancho para contener la partícula más pequeña del tiempo y la infinitud de la eternidad.
Esto implica que “ahora” es más complejo de lo que parece. ¿En qué situación estamos en el ahora, cuando somos más activos y energizados, o más quietos? Observa un río. En la superficie, la corriente es rápida y agitada; a medía profundidad el flujo se hace más lento, y en el fondo, el légamo sólo es agitado ligeramente. En el lecho de roca, el movimiento del agua no ejerce efecto alguno. La mente es capaz de participar en todos los niveles del río. Podemos desplazarnos con la corriente más rápida, que es lo que la mayoría procura hacer en la vida cotidiana. Su versión del ahora es lo que tiene que hacerse en este momento. Para ellos, el momento presente es un drama constante. Tiempo es lo mismo que acción, tal como en la superficie del río.
Cuando se cansan demasiado por la carrera —o sienten que la están perdiendo—, las personas apresuradas pueden reducir el paso, sólo para descubrir con sorpresa cuan difícil es pasar de correr a caminar. Pero si decides, “Está bien, simplemente seguiré adelante”, la vida trae nuevos problemas, como obsesiones, pensamiento circular, y la llamada depresión hiperactiva.
En cierto sentido, todos estos son desórdenes del tiempo.
Tagore tiene una frase maravillosa acerca de esto: “Somos demasiado pobres como para llegar tarde”. En otras palabras, corremos por la vida como si no pudiéramos desperdiciar un solo minuto. En el mismo poema, Tagore ofrece una descripción perfecta de lo que encontramos después de que toda esa premura llega donde quiere ir:
Y cuando terminó la frenética carrera
Pude ver la línea de meta
Hinchado de miedo a llegar demasiado tarde
Sólo para descubrir en el último minuto
Que aún hay tiempo.
Tagore reflexiona sobre el significado de correr por la vida como sí no tuviéramos tiempo que perder, para descubrir al final que siempre tuvimos la eternidad. Pero la mente tiene dificultades para ajustarse a un paso más lento cuando está condicionada a hacer mal uso del tiempo. Una persona obsesivo-compulsiva, por ejemplo, se siente aterrada por el reloj . Apenas hay tiempo suficiente para limpiar la casa dos veces antes de que lleguen invitados, para acomodar cuarenta pares de zapatos en el clóset y además preparar la cena. ¿Cuándo se corrompió el tiempo?
Sin haber identificado la fuente de la obsesión, los psicólogos han descubierto que la baja autoestima está acompañada por palabras negativas como perezoso, aburrido, torpe, feo, perdedor, despreciable y fracasado, que se repiten varios cientos de veces por hora. Esta repetición ininterrumpida es síntoma de sufrimiento mental así como un vano intento por hallar una cura. La misma palabra vuelve una y otra vez porque la persona desea desesperadamente que se vaya pero no ha descubierto cómo expurgarla.
El pensamiento circular se relaciona con la obsesión, pero tiene más etapas. En vez de rumiar una sola idea como “la casa no está suficientemente limpia” o “debo ser perfecto”, la persona está atrapada en una lógica falsa. Un ejemplo serían los individuos que se sienten indignos de ser amados. No importa cuántas personas les expresen su amor, ellos no se consideran dignos de ser amados porque piensan: “Yo quiero que me amen. Esta persona dice que me ama pero yo no puedo sentirlo, así que debo ser indigna de amor. La única manera de solucionar esto es logrando que me amen”. La lógica circular aflige a quienes nunca se sienten suficientemente exitosos, seguros o deseados. La premisa fundamental que los impulsa a actuar (“Soy un fracaso”, “Estoy en peligro”, “No tengo la capacidad necesaria”) no cambia porque todos los resultados en el exterior, buenos o malos, refuerzan la idea original.
Estos ejemplos nos traen a la “paradoja del ahora”. Mientras más rápido corras sin avanzar, más lejos estarás del momento presente.
La depresión hiperactiva nos da una imagen clara de la paradoja, pues las personas deprimidas se sienten inertes, congeladas en un instante y sin más sentimiento que la desesperanza. Para ellos, el tiempo no avanza pero por su mente pasan a toda prisa ideas y emociones fragmentarias. Parece inverosímil que esta ráfaga de actividad mental ocurra en la cabeza de alguien incapaz de levantarse de la cama por la mañanas. En este caso la ráfaga mental está desconectada de la acción. Una persona deprimida piensa miles de cosas, pero no lleva a la práctica ninguna.
Cuando estos problemas no están presentes, la mente aminora su marcha sumergiéndose un poco más. Las personas que se dan tiempo a sí mismas buscan la soledad, donde las exigencias externas son menores. En su estado natural, la mente deja de reaccionar rápidamente si la estimulación externa desaparece. Es como huir de las ondas superficiales del río para buscar en un lugar profundo la corriente más tranquila. El momento presente se convierte en una especie de remolino lento; los pensamientos siguen en movimiento, pero no son tan insistentes como para hacernos avanzar.
Finalmente, hay personas que disfrutan más la quietud que la actividad, y se sumergen tanto como pueden donde el agua deja de correr, un punto quieto y profundo que les permite aislarse totalmente de las corrientes de la superficie. En este centro estable se experimentan a sí mismas al máximo y al mundo exterior al mínimo.
De una u otra forma, todos hemos experimentado estas distintas versiones del momento presente, desde una carrera exhaustiva hasta un punto de calma inmóvil. Pero, ¿qué hay del ahora que está justo frente a ti, este ahora? En la realidad única no tiene duración. Términos relativos como rápido y lento, pasado y futuro, carecen de significado. El momento presente incluye lo que es más rápido que lo más rápido, y lo que es más lento que lo más lento. Sólo cuando incluimos el río entero vivimos en la realidad única, y entonces vivimos en un estado de conciencia que es siempre nuevo y siempre el mismo.
Entonces, ¿cómo llegamos ahí?
Para responder debemos referirnos a las relaciones.
Cuando te encuentras con alguien a quien conoces bien —digamos tu mejor amigo—, ¿qué ocurre? Ambos se reúnen en un restaurante y su plática está llena de temas viejos y familiares que les producen una sensación de tranquilidad.
Pero también quieren decir algo nuevo, pues de otro modo su relación sería estática y aburrida. Ya se conocen muy bien, que es parte de ser los mejores amigos, pero no son totalmente predecibles; el futuro traerá nuevos acontecimientos, algunos felices y otros tristes. Dentro de diez años uno de ustedes podría estar muerto, divorciado o convertido en un extraño.
Esta intersección entre nuevo y viejo, conocido y desconocido, es la esencia de las relaciones, incluyendo las que mantienes con el tiempo, el universo y contigo mismo. En última instancia, sólo mantienes una relación. Conforme evolucionas, el universo también lo hace, y la intersección de los dos es el tiempo. Sólo hay una relación porque nada más hay una realidad. Ya mencioné los cuatro caminos del yoga, pero cada cual es un sabor de la relación:
  • El camino del conocimiento (Jyana yoga) tiene sabor a misterio. Percibes la incomprensibilidad de la vida. Experimentas la maravilla de cada experiencia.
  • El camino de la devoción (Bhakti yoga) tiene el sabor del amor. Experimentas la dulzura de cada experiencia.
  • El camino de la acción (Karma yoga) tiene el sabor del desprendimiento. Experimentas la interconexión de cada experiencia.
  • El camino de la meditación y el silencio interior (Raja yoga) tiene el sabor de la quietud. Experimentas el ser en cada experiencia.

El tiempo existe para que experimentes estos sabores tan profundamente como sea posible. En el camino de la devoción, si puedes experimentar aunque sea un pequeño rayo de amor, es posible experimentar más amor. Cuando experimentas ese poco más, se hace posible el siguiente grado de intensidad. Así, el amor engendra amor hasta que alcanzas el punto de saturación, cuando te fundes totalmente en el amor divino. A esto se refieren los místicos cuando dicen que se sumergen en el océano del amor hasta ahogarse.
El tiempo despliega los grados de la experiencia para que alcances el océano. Elige cualquier cualidad que te seduzca, y si la sigues lo suficiente, con compromiso y pasión, te fundirás con el absoluto. Pues al final del camino, todas las cualidades desaparecen, tragadas por el Ser. El tiempo no es flecha, reloj, ni río; es, de hecho, una fluctuación en los sabores del Ser. En teoría, la naturaleza pudo ser organizada sin una progresión de menos a más. Uno podría experimentar amor, misterio o desprendimiento de manera aleatoria. Sin embargo, la realidad no fue construida de esa manera, por lo menos no como se experimenta mediante un sistema nervioso humano. Experimentamos la vida como evolución. Las relaciones crecen desde el primer atisbo de atracción hasta la intimidad profunda. (El amor a primera vista realiza el mismo viaje pero en cuestión de minutos y no en semanas o meses.) Tu relación con el universo sigue el mismo curso, si lo permites. El propósito del tiempo es ser el vehículo de la evolución, pero si haces mal uso de él, se convierte en fuente de temor y ansiedad.
  • El mal uso del tiempo
  • Sentirse ansioso por el futuro.
  • Revivir el pasado.
  • Arrepentirse de viejos errores.
  • Revivir el ayer.
  • Anticipar el mañana.
  • Correr contra el reloj.
  • Obsesionarse con la transitoriedad.
  • Resistirse al cambio.
Cuando haces mal uso del tiempo, el problema no está en el nivel del tiempo. Nada ha fallado en los relojes de la casa de quien pierde cinco horas de sueño preocupándose por la posibilidad de morir de cáncer. El mal uso del tiempo es sólo un síntoma de atención mal dirigida. Es imposible mantener una relación con alguien a quien no prestas atención, y en tu relación con el universo, la atención se presta aquí y ahora,
o no se presta en absoluto. De hecho, no hay más universo que el que percibes en este instante. Por tanto, para relacionarte con el universo debes concentrarte en lo que está frente a ti. Como dijo un maestro espiritual: “La totalidad de la creación es necesaria para provocar el momento presente”.
SÍ tomas esto en serio, tu atención cambiará. En este momento, cada situación en la que estás es una mezcla de pasado, presente y futuro. Imagina que vas a solicitar un empleo.
Cuando te presentas al escrutinio de un extraño, tratando de controlar el estrés y crear una buena impresión, no estás realmente en el ahora. “¿Obtendré este empleo?” “¿Cómo me veo?” “¿Serán suficientes mis recomendaciones?” “De cualquier forma, ¿en qué estará pensando esta persona?” Pareciera que no puedes eludir los traspiés en la mezcla de pasado, presente y futuro. Pero el ahora no puede ser una mezcla de lo viejo y lo nuevo. Debe ser diáfano y abierto; de otro modo no estarías desplegándote, que es la razón de ser del tiempo.
El momento presente es en realidad una abertura, y por tanto no tiene duración: estás en el ahora cuando el tiempo deja de existir. Quizá la mejor manera de vivir esta experiencia es darnos cuenta de que la palabra presente se relaciona con la palabra presencia. Cuando el momento presente se llena de una presencia que todo lo absorbe, en completa paz y con total satisfacción, estás en el ahora.
La presencia no es una experiencia. La presencia se siente cuando la conciencia está suficientemente abierta- La situación en curso no debe implicar ninguna responsabilidad.
Paradójicamente, es posible que una persona sufra un dolor tan intenso que la mente, incapaz de tolerarlo, decida abandonarlo de repente. Esto suele suceder con el dolor psicológico; los soldados atrapados en el horror de la batalla hablan de un momento de liberación en el que el intenso estrés es remplazado por una súbita tranquilidad extática.
El éxtasis cambia todo. El cuerpo pierde su pesadez y lentitud; la mente deja de experimentar su fondo de tristeza y temor. La personalidad es desechada y remplazada por la dulzura de un elíxir. Esta dulzura puede permanecer mucho tiempo en el corazón —algunos afirman que puede paladearse como la miel en la boca— pero cuando se va, uno sabe sin lugar a dudas que lo ha perdido. En el álbum de recortes de la mente colocamos una imagen de dicha perfecta que se convierte, como el primer bocado de helado, en una meta inalcanzable que no dejamos de perseguir, sólo para encontrar que el éxtasis permanece fuera de nuestro alcance.
El secreto del éxtasis es que debes desecharlo cuando lo has vivido. Sólo al alejarte puedes experimentar de nuevo el momento presente, el lugar donde vive la presencia. La conciencia está en el ahora cuando se conoce a sí misma. Si hacemos a un lado el vocabulario de dulzura, dicha y elíxir, la cualidad que está ausente en la vida de la mayoría de las personas» el factor más importante que les impide estar presentes, es la sobriedad.
Debes estar sobrio antes de experimentar el éxtasis. Ésta no es una paradoja. Lo que estamos persiguiendo —llámese presencia, ahora, éxtasis— está totalmente fuera del alcance.-No puedes perseguirlo, correr tras él, ordenarle o persuadirlo de que venga a ti. Tus encantos personales resultan inútiles, tanto como tus pensamientos y conocimientos.
La sobriedad comienza al entender, con toda seriedad, que debes desechar prácticamente todas las estrategias utilizadas hasta ahora para obtener lo que quieres. Si esto te parece fascinante, cumple el propósito de abandonar las estrategias inútiles de esta manera:
  • Sobriedad espiritual
  • Comprométete a estar en el presente
  • Advierte cuando no prestes atención.
  • Escucha lo que dices en realidad.
  • Observa cómo reaccionas.
  • Apártate de los detalles.
  • Sigue el ascenso y descenso de la energía.
  • Cuestiona a tu ego.
  • Sumérgete en un entorno espiritual.
Estas instrucciones podrían provenir de un manual para cazadores de fantasmas o de unicornios. El momento presente es más esquivo que éstos, pero si deseas apasionadamente llegar a él, lo que necesitas es implementar el programa para la sobriedad.












No prestar atención.
El primer paso no es místico ni extraordinario. Cuando notes que no prestas atención, no te permitas divagar. Vuelve adonde-estás. Casi instantáneamente descubrirás por qué te desviaste: estabas aburrido, ansioso, inseguro, te preocupaba otra cosa o estabas anticipando un suceso. No evites ninguno de estos sentimientos. Son hábitos arraigados de la conciencia, que te has acostumbrado a seguir automáticamente. Cuando adviertes que te desvías de lo que tienes frente a ti empiezas a recuperar el ahora.
Escuchar lo que dices.
Una vez que regreses de tu distracción, escucha las palabras que dices o piensas. Las relaciones son impulsadas por las palabras. Escúchate y sabrás cómo te relacionas con el universo en ese instante. Que no te confunda el hecho de que haya otra persona frente a ti. Cualquier persona con la quien hables, incluido tú, representa la realidad. Si estás quejándote de un mesero perezoso, te quejas del universo. Si alardeas frente a alguien a quien quieres impresionar, intentas impresionar al universo. Sólo hay una relación; escucha cómo está en este momento.
Observa tu reacción.
Todas las relaciones son bilaterales; por tanto, el universo responderá a todo lo que digas. Observa tu reacción. ¿Estás a la defensiva? ¿Consientes y sigues adelante? ¿Te sientes seguro o inseguro? De nuevo, que no te distraiga la persona con la cual te relacionas. Sintonízate con la respuesta del universo, cerrando el círculo que abarca al observador y a lo observado.
Apártate de los detalles.
Antes de la sobriedad debiste hallar una manera de adaptarte a la soledad que resulta de la ausencia de realidad. La realidad es totalidad, lo abarca todo. Te sumerges y no hay nada más. En la ausencia de la totalidad también ansias un abrazo similar que intentas encontrar en los fragmentos. En otras palabras, buscaste perderte en los detalles, como si el caos y el desorden pudieran saturarte hasta el punto de satisfacerte. Ahora sabes que esa estrategia no funcionó, así que renuncia a ella. Apártate de los detalles. Olvida el barullo. Ocúpate de él de la manera más eficiente posible, pero no lo tomes en serio; no permitas que sea importante para lo que eres.
Sigue el ascenso y descenso de la energía.
Una vez que los detalles están fuera del camino, necesitas algo que seguir. Tu atención quiere ir a alguna parte, así es que llévala al corazón de la experiencia: es el ritmo respiratorio del universo que genera situaciones nuevas, un ascenso y descenso de energía.
Advierte cómo la tensión conduce a la liberación, la excitación al cansancio, el júbilo a la tranquilidad. Así como hay altas y bajas en todos los matrimonios, tu relación con el universo asciende y desciende. Al principio puedes experimentar estos vaivenes de manera emocional, pero procura evitarlo. Éste es un ritmo mucho más profundo: comienza en silencio cuando se concibe una nueva experiencia; pasa por un periodo de gestación conforme la experiencia adquiere forma en silencio; comienza a acercarse al nacimiento insinuando cómo cambiarán las cosas; finalmente, nace algo nuevo. Este “algo” puede ser una persona, un suceso, un pensamiento, una intuición; en realidad, cualquier cosa. Lo que todos tienen en común es ascenso y descenso de energía.
Necesitas conectarte con cada etapa porque en el momento presente una de ellas está justo frente a ti.
Cuestiona a tu ego.
Todo este observar, notar y percibir no pasa inadvertido. Tu ego tiene su manera “correcta” de hacer las cosas, y cuando rompas esa pauta, te hará saber su descontento. El cambio provoca miedo, pero sobre todo es una amenaza para el ego. Este miedo es sólo una táctica para someterte. No puedes combatir las reacciones de tu ego porque eso sólo afianzará tu relación con él. Pero puedes cuestionarlo, lo que significa cuestionarte a ti mismo desde una distancia tranquilizadora. “¿Por qué estoy haciendo esto?” “¿No es éste un reflejo automático?” “¿Hasta dónde he llegado en el pasado actuando así?” “¿No he comprobado ya que esto no funciona?” Debes plantear obstinadamente estas preguntas una y otra vez, no con la intención de vencer a tu ego sino de reducir el control reflexivo que ejerce sobre tu comportamiento.
Sumérgete en un entorno espiritual.
Cuando analizas seriamente tu comportamiento comprendes que el ego te ha mantenido aislado todo el tiempo. El quiere que pienses que la vida se vive en la separación, pues con esa creencia puede justificar su aferramiento al yo y a los intereses de éste. De manera muy similar, el ego intenta aferrarse a la espiritualidad como si fuera una pertenencia nueva e invaluable. Para contrarrestar esta tendencia, que sólo traerá más aislamiento, sumérgete en otro mundo. Me refiero un mundo donde las personas buscan conscientemente experiencias de presencia, donde hay una intención compartida de transformar la dualidad en unidad. Puedes encontrar este entorno en los grandes textos espirituales.
Como alguien que ha encontrado esperanza y consuelo inconmensurables en estos escritos, te exhorto fervientemente a que te acerques a ellos. Pero también hay un mundo viviente que debes buscar. Sumérgete en un contexto espiritual acorde con tu definición de espíritu. Asimismo, prepárate para sentirte decepcionado cuando llegues ahí, pues es inevitable que encuentres mucha frustración entre personas que luchan con sus imperfecciones. La agitación que encuentras es también la tuya.
Una vez que te comprometes a mantenerte sobrio, no hay nada más que hacer. La presencia aparecerá por sí misma, y cuando lo haga, tu conciencia sólo podrá estar en el ahora. Un momento en el ahora provoca un cambio interno que se refleja en todas las células. Tu sistema nervioso aprende un modo de procesar la realidad que no es viejo ni nuevo, conocido o desconocido. Nos elevamos a un nuevo nivel del ser
en el que rige la presencia, y rige de manera absoluta. Cualquier otra experiencia es relativa y por tanto puede rechazarse, olvidarse, ignorarse o desecharse. La presencia es el toque de la realidad, que no puede rechazarse ni perderse. Cada encuentro nos vuelve un poco más reales.
Las pruebas de esto son muchas y variadas. La más inmediata tiene que ver con el tiempo. Cuando el único momento es el ahora, nuestra experiencia muestra las siguientes características:
1. El pasado y el futuro sólo existen en la imaginación. Todo lo que hiciste carece de realidad; todo lo que harás carece de realidad. Sólo lo que haces ahora es real.
2. El cuerpo al que alguna vez llamaste “yo”, ya no es quien eres. La mente a la que alguna vez llamaste “yo”, ya no es quien eres. Los abandonas fácilmente, sin esfuerzo. Ambos son patrones temporales que el universo asumió por un instante antes de continuar.
3. Tu ser real se manifiesta en este momento como pensamientos, emociones y sensaciones proyectados en la pantalla de la conciencia. Los reconoces como el punto de encuentro del cambio y la eternidad. Te ves a ti mismo exactamente del mismo modo.

Cuando te encuentras en el momento presente, no hay nada que hacer. El río del tiempo puede fluir. Experimentas remolinos y corrientes, superficies y profundidades, en un nuevo contexto: la inocencia. El momento presente es inocente por naturaleza. El ahora resulta ser la única experiencia que no va a ninguna parte. ¿Cómo es posible, si he dicho que el propósito del tiempo es desplegar los pasos de la evolución? Ése es el misterio de misterios. Crecemos pero la vida permanece eterna en su esencia. Imagina un universo que se expande en dimensiones infinitas a velocidad infinita, completamente libre de crear en todas partes a la vez. Para avanzar con él sólo necesitamos permanecer absolutamente quietos.






CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR
EL DECIMOSEGUNDO SECRETO

El decimosegundo secreto es sobre cómo emplear el tiempo.
El mejor uso que puedes hacer de él es para reconectarte con tu ser. El mal uso del tiempo se reduce a lo contrario: alejarte de tu ser. Siempre hay tiempo suficiente para evolucionar porque tú y el universo se despliegan Juntos. ¿Cómo puedes comprobarlo? Una manera es mediante la práctica sánscrita llamada sankalpa. Cualquier intención o pensamiento tras del cual vaya tu voluntad es un sankalpa. El término comprende la idea de medios: una vez que has expresado un deseo o pensamiento que quieres realizar, ¿cómo obtienes resultados? La respuesta depende en gran medida de tu relación con el tiempo (la raíz etimológica kalpa significa tiempo).
  • Si la eternidad es parte de tu ser, el deseo se realizará espontáneamente sin demora. Tienes el poder de jugar con el tiempo tal como lo harías con cualquier otra parte de tu mundo.
  • Si la eternidad mantiene una relación indecisa con tu ser, algunos deseos se realizarán espontáneamente y otros no.
  • Habrá demoras y la preocupación de que tal vez no obtengas lo deseado. Tu capacidad para dejarte ir con el tiempo es poco firme pero está en desarrollo.
  • Si la eternidad no tiene relación con nuestro ser, necesitarás trabajo y determinación para obtener lo que quieres.
  • No tienes poder sobre el tiempo. En vez de jugar con él, estás sujeto a su marcha inexorable.
A partir de estas categorías generales podemos proyectar tres sistemas de creencias. Considera con cuál te identificas mejor.

1. Me siento presionado por el tiempo. No hay horas suficientes en el día para lograr todo lo que quiero. Las demás personas reclaman mucho de mi tiempo y no puedo hacer más para mantener todo en equilibrio. Lo que he obtenido en la vida ha sido mediante trabajo duro y determinación. Hasta donde sé, éste es el camino de! éxito.

2. Me considero muy afortunado. He logrado hacer muchas de las cosas que siempre quise. Aunque llevo una vida ajetreada, encuentro la manera de tener tiempo para mí.
De vez en cuando las cosas se solucionan por sí mismas. En el fondo, espero que mis deseos se realicen, pero no me molesto si esto no ocurre.

3. Creo que el universo te da todo lo que necesitas. Sin duda, éste ha sido mi caso. Me sorprende comprobar que cada uno de mis pensamientos suscita alguna respuesta. Si no obtengo lo que quiero, es porque algo dentro de mí lo está bloqueando. Dedico mucho más tiempo a trabajar en mi conciencia interna que a luchar con fuerzas externas.

Éstas son sólo instantáneas de sankalpa, pero la mayoría de las personas cae dentro de alguna de estas categorías. Representan, también de manera muy general, tres etapas de la evolución personal. Conviene saber que existen, pues a muchos les parecerá difícil creer en una realidad distinta a la primera, en la cual el trabajo duro y la determinación son los únicos medios para obtener lo que se quiere.
Una vez que percibes algún indicio, por pequeño que sea, de que los deseos pueden realizarse sin tanto esfuerzo, puedes avanzar a una nueva etapa de crecimiento. El crecimiento se logra mediante la conciencia, pero hoy puedes cambiar tu relación con el tiempo:
  • Permitiré que el tiempo se despliegue para mí.
  • No olvidaré que siempre hay suficiente tiempo.
  • Seguiré mi propio ritmo.
  • No haré mal uso del tiempo con postergaciones y aplazamientos.
  • No temeré lo que el tiempo traiga en el futuro.
  • No lamentaré lo que el tiempo trajo en el pasado.
  • Dejaré de correr contra el reloj.
Procura adoptar hoy sólo una de estas resoluciones y comprueba cómo cambia tu realidad. El tiempo no es exigente, aunque todos actuamos como si el reloj gobernara nuestra existencia (y aunque no creamos esto, le seguimos la pista muy de cerca). La razón de ser del tiempo es desplegarse de acuerdo con tus necesidades y deseos. Comenzará a hacerlo si renuncias a la creencia contraria: que el tiempo es una carga.








Eres auténticamente libre
cuando no eres una persona

Hace muchos años, en un pequeño pueblo a las afueras de Nueva Delhi, estuve en una habitación pequeña y mal ventilada con un hombre muy viejo y un sacerdote joven. El sacerdote se sentó en el piso balanceándose de atrás hacia adelante mientras recitaba palabras escritas con tinta en hojas de corteza de aspecto antiguo. Yo escuchaba sin comprender en absoluto lo que entonaba el sacerdote. Él era del extremo sur y su idioma, el tamil, me era desconocido. Pero yo sabía que me estaba contando la historia de mi vida, pasada y futura. Me pregunté cómo me había enredado en todo eso y empecé a retorcerme.
Fue necesario un arduo trabajo de convencimiento por parte de un amigo para llevarme a esa habitación. “No es solo ioyotish, es mucho más sorprendente”, me dijo. La astrología hindú se llama jyoíish y se remonta a miles de años. La consulta del astrólogo familiar es una práctica común en India, donde las personas planean bodas, nacimientos y hasta transacciones rutinarias de negocios con base en sus cartas astrológicas (Indira Gandhi fue una célebre seguidora de la jyotish). Pero los tiempos modernos han contribuido a la decadencia de la tradición. Yo, como hijo de 1.a India moderna y más tarde médico practicante en Occidente, había evitado sistemáticamente cualquier contacto con la jyotish.
Pero mi amigo logró su cometido y tuve que admitir que sentía curiosidad por lo que ocurriría. El sacerdote joven, vestido con una falda ceñida que dejaba su pecho descubierto y con el cabello brillante por el aceite de coco —rasgos típicos de los sureños— no trazó mi carta astral. Todas las cartas que necesitaba habían sido trazadas cientos de años atrás. En otras palabras, alguien se sentó bajo una palmera hace muchas generaciones, tomó un trozo de corteza —conocido como nadí— y escribió mí vida en ella.
Estas nadis se hallan dispersas por toda India y sólo por azar puedes encontrar una relacionada contigo. Mi amigo había buscado durante varios años una para él; el sacerdote sacó un fajo entero para mí, ante la sorpresa y deleite de mi amigo. Debes venir a la lectura, me insistió.
El anciano sentado al otro lado de la mesa traducía al hindi los cantos del sacerdote. Debido a la coincidencia de fechas de nacimiento y a la inevitable vaguedad cuando se habla de siglos, los nadis pueden superponerse parcialmente, de tal suerte que las primeras hojas no se aplicaban a mí. Sin embargo, hacía la tercera o cuarta hoja, el joven sacerdote de la voz monótona empezó a leer datos sorprendentemente precisos: mi fecha de nacimiento, mi nombre y el de mi esposa, el número de hijos que tenemos y el lugar donde vivían, el día y la hora de la reciente muerte de mi padre, así como su nombre exacto y el nombre de mi madre.
Al principio parecía haber un error: el nadi registraba un nombre equivocado para mi madre, Suchinta, cuando en realidad se llama Pushpa. Este error me inquietó, así que hice una pausa y fui a un teléfono para preguntarle a ella. Mi madre me dijo, con gran sorpresa, que su nombre original era Suchinta, pero como éste rima con la palabra que en hindú significa “triste”, un tío sugirió que se lo cambiaran cuando cumpliera tres años. Colgué el teléfono preguntándome qué significaba toda aquella experiencia, pues el joven sacerdote también había leído que un pariente intervendría para cambiar el nombre de mi madre. Nadie de mi familia había mencionado jamás este incidente, prueba de que el sacerdote no estaba incurriendo en alguna lectura de la mente.
Diré en beneficio de los escépticos que el joven sacerdote había pasado prácticamente toda su vida en un templo en el sur de India y no hablaba inglés ni hindi. Ni él ni el anciano sabían quién era yo. Pues bien, en esta escuela de jyotish, el astrólogo no apunta la fecha de nacimiento de la persona ni bosqueja una carta astral para interpretarla. En vez de ello, la persona llega a la casa del lector de nadis; éste le toma la huella del pulgar y con base en eso localiza las cartas correspondientes (no hay que olvidar que los nadis pueden estar perdidos o dispersos). El astrólogo sólo lee lo que alguien escribió sobre esa persona hace, quizá, miles de años. Y he aquí otro giro de este misterio: los nadis no versan acerca de todos los individuos que vivirán en algún momento, ¡sólo sobre quienes algún día acudirían a la casa del astrólogo para pedir una lectura!
Con profunda fascinación escuché durante una hora información arcana de una vida pasada que yo había tenido en un templo del sur de India» los pecados de aquella vida que habían provocado dolorosos problemas en ésta y (después de un momento de duda cuando el lector me preguntó si en verdad quería saber) el día de mi muerte. Para mi tranquilidad, la fecha era lejana, aunque más tranquilizadora fue la promesa del nadi acerca de que mi esposa y mis hijos tendrían largas vidas llenas de amor y éxitos.
Me alejé del anciano y del joven sacerdote bajo el ardiente, cegador sol de Delhi, casi mareado por la duda acerca de cómo cambiaría mi vida aquel conocimiento. Pero lo importante no fueron los detalles de la lectura; he olvidado casi todos y rara vez pienso en el incidente, excepto cuando mis ojos se posan en una de aquellas hojas de corteza pulida, hoy enmarcada y exhibida en un sitio de honor en nuestra casa. El joven sacerdote me la entregó con una tímida sonrisa antes de que partiéramos. La información que sí ejerció un pro-fundo impacto fue la fecha de mi muerte. Tan pronto como la supe, sentí una profunda sensación de paz y una sobriedad renovada que desde entonces ha modificado sutilmente mis prioridades.
Al reflexionar ahora en todo aquello, me gustaría que hubiera otro nombre para la astrología, como “cognición no circunscrita”. Alguien que vivió hace siglos me conocía mejor de lo que yo me conozco. Él me vio como una pauta en el universo realizándose a sí misma y vinculada con patrones anteriores, capa sobre capa. Sentí que con esa hoja de corteza recibí una prueba directa de que no estoy restringido al cuerpo, la mente o las experiencias que llamo “yo”.
Cuando vives en el centro de la realidad única empiezas a percibir patrones que vienen y se van. Al principio, estos patrones siguen pareciendo personales. Tú los creas y eso produce una sensación de acoplamiento. Se sabe que los artistas no coleccionan sus propias obras; lo que les produce satisfacción es el acto creativo. Una vez concluida, la pintura pierde vitalidad; se le ha exprimido todo el jugo. Lo mismo ocurre con los patrones creados. La experiencia pierde su jugo cuan-do sabes que tú la has creado.
El concepto de distanciamiento, presente en todas las tradiciones espirituales orientales, preocupa a muchas personas porque lo consideran equivalente a pasividad y desinterés. Pero en realidad se relaciona con el distanciamiento que siente cualquier creador una vez terminada la obra. Cuando hemos creado y vivido una experiencia, el distanciamiento surge con naturalidad. Sin embargo, no ocurre de manera inmediata. Durante mucho tiempo permanecemos fascinados por el juego de la dualidad, opuestos en conflicto constante.
En algún momento llegamos a estar preparados para vivir la experiencia llamada metanoia, que en griego significa cambiar de opinión. Debido a que la palabra apareció muchas veces en el Nuevo Testamento, adquirió más de un significado espiritual. Significaba cambiar de opinión acerca de una vida pecaminosa, luego contrajo la connotación de arrepentimiento, y finalmente se amplió hasta significar salvación eterna. Pero sí salimos de los muros de la teología, la metanoia es muy cercana a lo que aquí hemos llamado transformación. Cambias tu sentido del yo de circunscrito a no circunscrito. En vez de considerar “mía” cada experiencia, adviertes que todos los patrones del universo son temporales. El universo revuelve una y otra vez su material básico para crear nuevas formas, y durante un tiempo has llamado a una de esas formas “yo”.
Pienso que la metanoia es el secreto detrás de la lectura de nadis. Un remoto vidente miró dentro de sí y seleccionó una onda de la conciencia que tenía el nombre Deepak acoplado a ella. Escribió el nombre junto con otros detalles surgidos en el espacio-tiempo. Esto implica un nivel de con-ciencia que debo alcanzar dentro de mí. Si pudiera verme como una onda en el campo de luz (jyotish significa “luz” en sánscrito), encontraría la libertad que no puedo lograr si sigo siendo quien soy dentro de mis límites aceptados. Si los nombres de mis padres se supieron antes de mi nacimiento, y si la fecha de la muerte de mi padre pudo calcularse gene-raciones antes de que naciera, estas precondiciones están cerradas al cambio.
La libertad auténtica ocurre sólo en la conciencia no circunscrita.
La capacidad de cambiar de la conciencia circunscrita a la no circunscrita es para mí el significado de la redención o salvación. Vamos a ese lugar donde el alma vive sin tener que morir primero. En vez de exponer de nuevo la metafísica de esto, permíteme reducir el tema de la no localidad a algo que todos buscamos: la felicidad. El deseo de ser feliz es intensa-mente personal y, por tanto, algo que encargamos al ego, cuyo objetivo único es que “yo” sea feliz. Si resulta que la felicidad esta fuera de “mí”, en el ámbito de la conciencia no circunscrita, ése sería un argumento convincente en favor de la metanoia.
La felicidad es algo complejo para los seres humanos. Nos resulta difícil experimentarla sin recordar lo que puede destruirla. Algunas de éstas sobreviven al pasado como heridas traumáticas; otras son proyecciones hacia el futuro, como preocupaciones y anticipaciones de desastres.
No es culpa nuestra que la felicidad sea escurridiza. El juego de opuestos es un drama cósmico y nuestras mentes han sido condicionadas por él. La felicidad, como sabemos, es demasiado buena para durar. Y esto es cierto, siempre y cuando la definas como “mi” felicidad; al hacerlo te atas a una rueda que debe girar en sentido contrario. La metanoia, o conciencia no circunscrita, resuelve este problema trascendiéndolo porque no hay otra manera. Los ingredientes que integran tu vida están en conflicto. Aun si pudieras manipular cada uno de manera que condujera sistemáticamente a la felicidad, subsiste el problema sutil del sufrimiento imaginario.
Los terapeutas pasan años liberando a las personas de todo lo que ellas imaginan que podría salir mal en sus vidas, cosas que nada tienen que ver con las circunstancias reales.
Esto me recuerda la experiencia que vivió un colega hace años cuando yo estaba en capacitación. Él tenía una paciente muy aprensiva que acudía cada pocos meses a hacerse una revisión completa, aterrada por la posibilidad de contraer cáncer. Los rayos X siempre resultaban negativos, pero ella insistía, cada vez tan preocupada como las anteriores. Final-mente luego de muchos años, los rayos X mostraron que en efecto tenía un tumor maligno. Con aspecto triunfante gritó: “¿Ven? ¡Se los dije!” El sufrimiento imaginario es tan real como cualquier otro, y en ocasiones se fusionan.
El hecho de que alguien se aferré a la infelicidad con tanta fuerza como otros lo hacen a la felicidad resulta desconcertante, hasta que analizamos cuidadosamente la conciencia
circunscrita. La conciencia circunscrita está presa en la frontera entre el ego y el universo. Este lugar produce ansiedad. Por un lado, el ego obra como si tuviera el control. Navegas por el mundo con la asunción tácita de que eres importante y obtener lo que deseas es importante. Pero el universo es vasto y las fuerzas de la naturaleza, impersonales. La sensación de control del ego y el engreimiento parecen una absoluta ilusión cuando consideras que los seres humanos apenas son una mota en el lienzo del universo. No hay seguridad para quien sabe en el fondo que su posición en el centro de la creación es ilusoria: la evidencia física de nuestra insignificancia resulta aplastante.
¿Pero es posible escapar? En su propio ámbito, el ego dice no. Tu personalidad es un patrón kármico aferrado feroz-mente a sí mismo. Sin embargo, cuando te distancias de la conciencia circunscrita abandonas el juego del ego, esto es, te apartas totalmente del problema de encontrar la felicidad del “yo” El individuo no puede ser aplastado por el universo si no hay tal individuo. Mientras vincules tu identidad con alguna parte de tu personalidad, por pequeña que sea, todo lo demás viene por añadidura. Es como entrar en un teatro y escuchar a un actor decir “ser o no ser”. Al instante conocemos al personaje, su historia y su trágico destino.
Los actores pueden descartar un papel y adoptar otro con un rápido ajuste mental. El cambio de Hamiet a Macbeth no se hace palabra por palabra; simplemente evocas el personaje correcto. Más aún, cuando cambias de un personaje a otro te trasladas a lugares distintos: Escocia en vez de Dinamarca, una tienda de brujas al lado del camino en vez de un castillo cerca del Mar del Norte.
Una manera de renunciar a la conciencia circunscrita es dar-te cuenta de que ya lo has hecho. Cuando vamos a casa el día de Acción de Gracias, tal vez representemos automáticamente el papel del niño que mimos. En el trabajo personificamos un papel distinto al que adoptamos durante las vacaciones. Nuestra mente es tan eficiente para almacenar papeles opuestos que hasta los niños más pequeños saben cambiar fácilmente de uno a otro. Cuando se han utilizado cámaras ocultas para observar a niños de tres años jugar sin la supervisión de adultos, los padres frecuentemente se sorprenden al ver la transformación que sufren sus hijos. El niño dulce, obediente y conciliador puede convertirse en un violento bravucón. Algunos psicólogos infantiles afirman que la crianza desempeña un papel menor en el desarrollo del niño. Dos pequeños criados bajo el mismo techo y la misma atención de sus padres, pueden ser tan diferentes fuera de casa que resulte imposible reconocerlos como hermanos. Pero sería más correcto decir que los niños aprenden muchos papeles simultáneamente y que el aprendido en casa es sólo uno de ellos. Además, no deberíamos esperar que fuera de otro modo.
Si puedes reconocer esto en ti, la conciencia no circunscrita está a sólo un paso. Todo lo que necesitas es darte cuenta de que todos tus papeles existen de manera simultánea. Al igual que un actor, mantienes a tus personajes en un lugar más allá del tiempo y el espacio. Macbeth y Hamiet se encuentran simultáneamente en la memoria del actor. Para representarlos en el escenario hacen falta horas, pero su hogar
auténtico no es un sitio donde pasen las horas. El papel completo está en la conciencia, en silencio pero completo en todos sus detalles.
Del mismo modo, tú almacenas esos papeles superpuestos en un sitio que es más tu hogar que el escenario donde representas los dramas. SÍ intentas separar estos papeles superpuestos, encontrarás que ninguno de ellos eres tú. Tú eres quien oprime el botón mental que permite al papel cobrar vida. De tu amplio repertorio seleccionas situaciones que representan el karma personal, y cada ingrediente encaja a la perfección para producir la ilusión de que eres un ego individual.
El tú real está distanciado de cualquier papel, escenario o drama. Desde el punto de vista espiritual, el distanciamiento no es un fin en sí mismo; es algo que se desarrolla hasta alcanzar una clase de maestría, con la cual puedes cambiar de la conciencia circunscrita a la no circunscrita siempre que quieras. A esto se refieren los Sutras de Shiva cuando dicen que usemos la memoria sin permitirle utilizarnos. Pones en práctica el distanciamiento cuando renuncias a tus papeles memorizados, con lo cual te liberas del karma adjunto a cada uno de ellos. Si intentas cambiar tu karma parte por parte obtendrás resultados limitados, pero ese modelo mejorado de ti no será más libre que el anterior.
Si en verdad existe un secreto para la felicidad, sólo puede encontrarse en la fuente de la felicidad, que tiene las siguientes características:
La fuente de la felicidad es...
  • No circunscrita.
  • Distanciada.
  • Impersonal.
  • Universal.
  • Ajena al cambio.
  • Esencial.

Esta lista descompone la metanoia en sus partes constitutivas. Metanoia significaba originalmente cambio de opinión, y creo que los mismos elementos resultan pertinentes:
No circunscrita. Antes de cambiar de opinión debes salir de ti mismo para adquirir una perspectiva más amplia. El ego trata de reducir todos los asuntos a: “¿Qué obtendré de esto?” Cuando reformulas la pregunta como “¿Qué obtendremos de esto?” o “¿Qué obtendrán todos de esto?” tu corazón se sentirá inmediatamente menos confinado y constreñido.
Distanciada. Si tienes interés en un resultado específico, no puedes permitirte un cambio de actitud. Los límites han sido establecidos; todos han decidido de qué lado ponerse. El ego insiste en que mantener tu mirada en el premio —esto es, el resultado que él quiere— es de suma importancia. Pero gracias al desprendimiento te das cuenta de que muchos resultados podrían beneficiarte. Trabajas en favor del que de-seas, pero permaneces suficientemente desprendido para cambiar de actitud cuando tu corazón te lo diga.
Impersonal. Las situaciones parecen ocurrirle a las personas, pero en realidad se desarrollan a partir de causas kármicas más profundas. El universo se despliega para sí mismo, produciendo todas las causas necesarias. No tomes este proceso de manera personal. El juego de causa y efecto es eterno. Tú eres parte de este ascenso y descenso perpetuo, y sólo montando las olas evitarás que te hundan. El ego toma todo de manera personal excluyendo toda guía o propósito más elevado. Si puedes, ten conciencia de que un plan cósmico está desarrollándose, y valora el tapiz increíblemente tejido por lo que es: un diseño sin parangón.
Universal. Cierta vez, cuando me esforzaba en comprender el concepto budista de la muerte del ego —que entonces me parecía frío y desalmado—, alguien me tranquilizó diciendo: “No es que destruyas lo que eres. Simplemente ex-tiendes tu sentido del ‘yo1 desde tu pequeño ego hasta el ego cósmico”. Es una gran propuesta, pero lo que me gustó de esta versión es que nada queda excluido. Empezamos a ver cada situación como parte de nuestro mundo, y aunque ese sentido de inclusión empiece modestamente —mi familia, mí casa, mi vecindario— puede crecer de manera natural. El hecho mismo de que al ego le parezca absurdo decir mi mundo, mi galaxia, mi universo, implica que se impone un cambio que no puede hacer por sí mismo. La idea clave es tener en mente que la conciencia es universal, por más que tu ego te haga sentir confinado.
Más allá del cambio. La felicidad a la que estás acostumbrado viene y va. En vez de imaginar un manantial seco, piensa en la atmósfera. En ella siempre hay humedad, y en ocasiones se libera en forma de lluvia. Los días en que no llueve no hacen desaparecer la humedad; ésta siempre se halla presente en el aire, esperando a precipitarse tan pronto cambien las condiciones. Tú puedes adoptar la misma actitud con respecto a la felicidad, la cual siempre está presente en la conciencia sin tener que precipitarse en todo momento: se muestra cuando las condiciones cambian. Las personas tienen distintas líneas de fondo emocionales, y algunas experimentan más alegría, optimismo y satisfacción que otras.
Esta variedad manifiesta la diversidad de la creación. No podemos esperar que el desierto y la selva tropical se comporten del mismo modo. No obstante, estas diferencias de carácter son superficiales. Todos podemos acceder a la misma felicidad inmutable en nuestra conciencia. Ten presente esta verdad y no utilices las altas y bajas de tu felicidad personal como pretexto para no realizar el viaje a la fuente.
Esencia. La esencia no es algo único. Es uno de los muchos sabores de la esencia. Cierta vez, un discípulo se quejó con su maestro de que todo el tiempo que había dedicado al trabajo espiritual no lo había hecho feliz. “Tu trabajo en este momento no es ser feliz”, respondió con prontitud el maestro. “Tu trabajo es llegar a ser real.” La esencia es real, y cuando la atrapas, la felicidad viene con ella porque todas las cualidades de la esencia vienen con ella. Buscar la felicidad como un fin en sí mismo resulta limitado; podrás sentirte afortunado si logras satisfacer los requerimientos de tu ego para una vida feliz. Si en vez de eso te esfuerzas por lograr un cambio total de conciencia, la felicidad llegará como un obsequio de la conciencia.
El decimotercer secreto se refiere a la libertad personal. Es imposible que seas libre si tus interacciones con el universo son personales: una persona es un paquete limitado. Si permaneces dentro del paquete, también lo hará tu conciencia. A partir de hoy, empieza a actuar como si tu influencia se extendiera a todas partes. Uno de los espectáculos más comunes en India, y en todo Oriente, eran los monjes con togas color azafrán meditando antes del amanecer. Muchas otras personas —mi abuela y mi madre entre ellas— también se levantaban a esa temprana hora para ir al templo a rezar. El objetivo de esta práctica es recibir al día antes de que empiece.
Recibir al día antes de que empiece significa estar presente al momento de su nacimiento. Te abres a una posibilidad. Como todavía no hay acontecimientos, el día recién nacido está abierto, es fresco y nuevo. Puede convertirse en cualquier cosa. Los monjes que meditan y las personas que rezan quieren añadir la influencia de su conciencia durante ese momento crítico, como estar presente en el inicio de la vida de un bebé.
Tú puedes hacer lo mismo hoy. Despiértate más temprano de lo que sueles hacerlo (lo ideal es que realices este ejercicio sentado y a la primera luz del día, pero puedes hacerlo acostado en tu cama antes de levantarte) y permite que tu mente contemple el día que comienza. Al principio es posible que notes residuos del hábito. Te verás realizando tu rutina normal en el trabajo, los quehaceres cotidianos relacionados con tu familia y otras obligaciones. Luego es probable que experimentes residuos de ayer: el proyecto no concluido, la fecha límite que se acerca, una discusión no resuelta. A continuación, es posible que experimentes el regreso de las pre-ocupaciones, todo lo que esté pendiendo sobre tu cabeza en ese momento.
Permite que todo esto entre y salga de tu conciencia. Ten la intención de que esta maraña de imágenes y palabras se despeje. De cualquier forma, tu ego se hará cargo de todos estos asuntos habituales. Sigue contemplando el día que comienza, que no es cuestión de imágenes ni pensamientos, puesto que apenas está naciendo. Siéntelo; trata de recibirlo con tu ser.
Luego de unos momentos notarás que tu mente no siente el impulso de saltar apresuradamente de la cama. Entrarás y saldrás de una conciencia borrosa, lo cual significa que te has sumergido bajo la capa superficial de la inquietud mental. (Sin embargo, evita dormirte de nuevo. Cuando surja la somnolencia, vuelve a tu intención de recibir al día.)
En este momento descubrirás que tu mente, dejando de lado las imágenes, adopta un ritmo de sentimientos. Es más difícil de describir que las imágenes o las voces. Semeja una sensación de cómo serán las cosas, o de estar preparado para todo lo que venga. No esperes algo dramático. No estoy ha-blando de premoniciones ni portentos. Se trata de una experiencia simple: tu ser está recibiendo el día en el nivel de la incubación, donde los acontecimientos son semillas preparándose para germinar. Tu único propósito es estar ahí. No necesitas cambiar nada; no tienes que adherirte a juicios u opiniones sobre lo que debe pasar hoy. Cuando recibes al día, añades la influencia de tu conciencia en silencio.
¿Y eso de qué sirve? El efecto ocurre en un nivel sutil. Es como sentarse junto a la cama de un niño mientras se queda dormido. Tu presencia es suficiente, sin palabras o acciones, para tranquilizarlo. El día necesita comenzar en un estado de tranquilidad, libre de los residuos y torbellinos de la actividad de ayer. Pero también añades un nivel sutil de intención al recibir al día. Tu intención es permitir a la vida desplegarse según su voluntad. Te has presentado con la mente y el corazón abiertos.
He descrito este ejercicio en detalle con el fin de .abrir el sendero que tu mente podría seguir. Sin embargo, no experimentarás estas etapas exactamente como las he presentado. El ejercicio será exitoso si alcanzas, aunque sea brevemente, alguno de los siguientes estados de conciencia:
  • Te sientes nuevo. Este día será único.
  • Te sientes tranquilo. Este día resolverá algún asunto estresante.
  • Te sientes en armonía. Este día estará libre de conflictos.
  • Te sientes creativo. Este día te mostrará algo nunca antes visto.
  • Te sientes afectuoso. Esta día limará asperezas e incluirá a quienes se sienten excluidos.
  • Te sientes completo. Este día fluirá sin obstáculos.

Ahora ya conoces el mundo previo al amanecer, en que santos y sabios se han afanado durante miles de años. Lo que han estado haciendo, y lo que ahora estás empezando a hacer, es precipitar la realidad a la Tierra. Estás abriendo un canal en tu propia conciencia mediante el cual renovación, paz, armonía, creatividad, amor y plenitud tienen la oportunidad de estar aquí. Sin alguien que reciba el día, estas cualidades existen sólo dentro de los individuos, y a veces ni eso.
Como lluvia que cae de un cielo despejado, tu influencia provoca que una posibilidad se manifieste.




























Secreto 14

El significado de la vida
es todo

¿Estamos más cerca de responder la pregunta suprema: “¿Cuál es el significado de la vida?” Imagina por un momento que alguien planteara una respuesta. Directa o indirectamente, todos hemos estado en contacto con la mayoría de las respuestas tradicionales; el significado de la vida suele reducir a un propósito más elevado, tal como:

  • Glorificar a Dios.
  • Glorificar la creación de Dios.
  • Amar y ser amado.
  • Ser honesto con uno mismo.

Como sucede con muchas otras preguntas espirituales, resulta difícil imaginar de qué manera podrían compro- estas respuestas. Si alguien tiene un buen trabajo, sostiene a su familia, paga sus impuestos y respeta la ley, ¿puede considerársele un ejemplo de glorificar a Dios o de ser honesto con uno mismo? En tiempos de grave crisis, como la guerra, ¿cambia el significado de la vida? Quizá sea todo lo que uno pueda hacer para mantenerse con vida y ser razonablemente feliz durante una crisis.
Una manera de comprobar la respuesta a la pregunta
“¿Cuál es el significado de la vida?”, sería escribirlo, sellarlo dentro de un sobre, y enviarlo por correo a mil personas elegidas al azar. Si la respuesta fuera correcta, todo el que abriera el sobre diría al leerla: “Tienes razón. Ése es el significado de la vida”. Una emocionada novia en el día de su boda estaría de acuerdo. Un anciano paralizado en su lecho de muerte estaría de acuerdo. Personas que luchan a muerte por diferencias políticas y religiosas estrían de acuerdo, así como quienes comulgan con sus creencias.
Sin embargo, ésta podría parecer una prueba imposible, pues tal vez no exista respuesta alguna que satisfaga a todos. ¿Y si la hoja de papel estuviera en blanco, o dijera: “El significado de la vida es todo”? En la realidad única, estas res-puestas no son evasivas; de hecho, ambas están apegadas a la verdad. El papel en blanco significa que la vida es potencial puro hasta que alguien le da una forma. El significado de potencial puro es que la vida está infinitamente abierta. Del mismo modo, decir que el significado de la vida es todo indica que no excluye nada ni nadie. “Todo” es sólo otra manera de abarcar la gama infinita de posibilidades.
La vida no permite que se le reduzca a una explicación, Sea cual sea el significado que deseas que refleje el universo, él lo reflejará. En la Europa medieval las personas querían
que reflejara su ferviente creencia en la Sagrada Trinidad; en ese mismo periodo, las personas de India querían que reflejara la danza cósmica de Shiva y su consorte Shakti; en los dominios del Islam se esperaba que reflejara a Alá. En nuestros días, los agnósticos esperan que el universo refleje su confusión y dudas espirituales. De esta manera, el cosmos aparenta ser una explosión azarosa que comenzó con el Big Bang. Muchas personas religiosas aceptan esta realidad excepto los domingos, cuando el universo refleja débilmente la posibilidad de un creador divino.
Si intentas reducir el universo a un solo reflejo, reduces tu vida al mismo tiempo. La realidad es como un espejo doble en el que además de verte, contemplas lo que está del otro lado. Este efecto es inevitable porque el universo no posee un conjunto de hechos. Tú, el observador, das vida a tu versión de la realidad. Permíteme darte un ejemplo de cómo funciona este espejo doble en el campo de la medicina.
Resulta desconcertante que el cuerpo humano pueda ser curado de tantas maneras. Casi todas las enfermedades parecen seguir una historia típica. En el caso del cáncer de
mama, por ejemplo, se ha identificado un índice de supervivencia con base en el momento de la detección de la primera anomalía en las células mamarias. Las mujeres que contraen
la enfermedad caerán en algún punto de la curva campaniforme de supervivencia. Como me dijo un oncólogo hace años, el cáncer es un juego de números. Un estudio estadístico nos dirá a qué edad es más probable que se presente la enfermedad. La respuesta de los tumores a distintas formas de radiación y quimioterapia se documenta constantemente. Con estos datos en mente, la medicina busca una cura definitiva, y si ésta no ha sido descubierta, la ciencia seguirá trabajando hasta descubrirla.
Sin embargo, fuera de la norma estadística ocurren cosas extrañas. En mi experiencia como médico, he encontrado a los siguientes pacientes:
  • Una joven me contó que su madre, que vivía en una re-mota granja de Vermont, desarrolló un gran tumor de mama pero consideró que estaba demasiado ocupada para tratárselo. Sobrevivió más de una década sin atención médica.
  • Una mujer que sintió un bulto en su pecho decidió eliminarlo mediante la visualización. Veía hordas de leucocitos cayendo como nieve para tragar el bulto. Después de practicar esta visualización durante seis meses, e! bulto desapareció.
  • Una mujer que tenía un tumor enorme, abandonó el hospital un día antes de la cirugía: no quería hacer frente a su afección con temor y pánico. Regresó meses después, cuan-do confió en que sobreviviría. La operación tuvo éxito y la mujer sobrevivió.

Todo médico se ha encontrado con el lado opuesto del espectro, mujeres que mueren rápidamente luego de comunicárseles la existencia de un pequeño número de células malignas en su pecho. (En algunos casos las células son anómalas. Esto significa que pueden ser inofensivas, aunque en algunas mujeres dichas anomalías se convierten rápidamente en tumores. A este fenómeno se le conoce desde hace mucho como “muerte por diagnóstico”). No estoy haciendo recomendaciones sobre cómo tratar el cáncer; sólo hago notar que, con frecuencia, la enfermedad parece reflejar las creencias del paciente. David Siegel, en una célebre investigación realiza-da en Stanford, dividió en dos grupos a un conjunto de mujeres con cáncer de mama en estada avanzado. Un grupo recibió la mejor atención médica, que entonces era muy modesta. El otro grupo se reunía una vez a la semana y compartía sus sentimientos acerca de la enfermedad. Esto produjo un resultado notable. Dos años después, todas las supervivientes a largo plazo habían pertenecido al segundo grupo, y la supervivencia general en él fue más del doble que en el otro, el cual no hablaba de sus sentimientos. En resumen, las mujeres que confrontaron sus emociones fue-ron capaces de modificar el reflejo del espejo.
El cuerpo humano funciona con doble mando. Responde si lo curamos desde el exterior con medios materiales y también si lo curamos desde el interior con medios subjetivos. ¿Como es posible que hablar de los sentimiento sea tan eficaz—o más eficaz— que una poderosa droga contra el cáncer? La respuesta es que la conciencia siempre toma estos dos caminos. Se despliega objetivamente como el universo visible y también y subjetivamente como los sucesos de la mente. Ambos son la misma conciencia. La misma inteligencia se ha puesto dos máscaras, diferenciando entre el mundo que está “allá ” y el que está “aquí dentro”. Así, los sentimientos que surgen en un paciente con cáncer se comunican con el cuerpo de manera muy similar a como lo hacen las moléculas de una droga.
Este fenómeno ya no se considera insólito. Toda la medicina mente-cuerpo se basa en el descubrimiento de moléculas mensajeras que surgen en el cerebro como pensamientos, creencias» esperanzas, temores y deseos. El paso decisivo se dará cuando la medicina deje de dar todo el crédito a las moléculas. Cuando Mozart quería componer una sinfonía, su intención evocaba la función cerebral necesaria. Sería absurdo decir que el cerebro de Mozart quiso componer una sinfonía y entonces produjo moléculas mensajeras que se lo informaran a él. La conciencia siempre está primero, y sus proyecciones, objetivas y subjetivas, vienen después.
Esto nos lleva a un nuevo principio de importancia crucial, llamado “co-surgimiento interdependiente simultáneo”: co~ surgimiento porque cada parte proviene de la misma fuente; interdependiente porque cada aspecto está coordinado con todos los demás; simultáneo porque una cosa no causa la otra.
Cuando Mozart quería componer una sinfonía, todo lo relacionado con su creación ocurría simultáneamente: idea, notas, sonido en su imaginación, actividad cerebral necesaria, señales a sus manos para escribir las notas. Todos estos recursos estaban integrados en una experiencia y surgían juntos. Sería falso decir que uno era la causa de otro.
Si faltara cualquiera de estos elementos, todo el proyecto se vendría abajo. Si Mozart se hubiera deprimido, su estado emocional bloquearía la música. Si estuviera exhausto físicamente, la fatiga bloquearía la música. Podemos imaginar cientos de maneras en que el desorden podría trastornar la situación: Mozart podía haber sufrido problemas maritales, un ataque cardiaco, un bloqueo artístico repentino o la distracción producida por un ruidoso niño de dos años en la casa.
La creación no es anárquica gracias al co-surgimiento simultáneo.

El cosmos es tan parecido a la mente humana que no podemos pasar por alto este hecho. Es como si el universo presentara su alucinante espectáculo de galaxias surgidas de la nada sólo para alardear ante nosotros. Es absurdo pensar que un proceso que abarca billones de años luz y se expande con increíble velocidad para generar trillones de estrellas, haya alcanzado su clímax con la aparición del ADN. ¿Por qué el universo necesita nuestro asombro? Tal vez porque la realidad funciona simplemente de ese modo: el drama cósmico que está desplegándose existe simultáneamente con el cerebro humano, un instrumento tan finamente sintonizado que puede sumergirse en cualquier nivel de la naturaleza. Somos el público final. Nada nos pasa inadvertido, no importa cuan minúsculo o enorme sea.
Ahora empieza a surgir una respuesta extraordinaria: Tal vez nosotros estamos montando todo el espectáculo. El significado de la vida es todo porque exigimos nada menos que el universo como nuestro patio de juego.
La física cuántica reconoció hace mucho tiempo que el observador es el factor decisivo en toda observación. Un electrón no tiene una posición fija en el espacio hasta que alguien lo busca, y de repente surge justo donde se le buscó. Hasta ese momento sólo existe como una onda que se propaga por todo el espacio. Esa onda puede convertirse en partícula en cualquier lugar. Cada átomo del universo tiene una mínima posibilidad de ser localizado tan lejos o cerca como sea posible.
El universo opera con un interruptor de sólo dos posiciones: encendido y apagado. “Encendido” es el mundo material con todos sus acontecimientos y objetos. “Apagado” es
posibilidad pura, el vestidor a donde van las partículas cuando nadie las ve. La posición de encendido sólo puede controlarse por medios externos. Una vez que lo activas, el universo físico obedece un conjunto de reglas. Pero si lo percibes en la posición de apagado, el universo puede modificarse sin tener en cuenta el tiempo y el espacio. Nada es pesado o inamovible en la posición de apagado porque no hay objetos. Nada está cerca ni lejos. Nada está atrapado en pasado, presente o futuro. La posición de apagado es potencial puro. Ahí, tu cuerpo es un conjunto de posibilidades en espera de ocurrir, pero también es el conjunto de posibilidades ocurridas y que podrían ocurrir. En la posición de apagado, toda la creación se concentra en un punto y, milagrosamente, tú vives en ese punto; es tu fuente.
No obstante, las imágenes de encendido y apagado no son muy exactas. Así como hay muchos grados de realidad física, hay muchos de realidad no física. Tu cuerpo es un objeto sólido, un remolino de átomos, una tormenta de partículas subatómicas y un fantasma de energía, todo al mismo tiempo. Dichos estados son simultáneos, pero cada uno obedece reglas distintas. En física, este confuso conjunto de reglas recibe el nombre de “jerarquía enmarañada”. La palabra jerarquía indica que los niveles están apilados en cierto orden. Tu cuerpo no está en peligro de desmoronarse porque en la jerarquía de las cosas, los objetos sólidos permanecen en su sitio, pero en realidad eres una nube de electrones y una curva de probabilidad, así como todo lo que hay entre las dos.
Esto es en la posición de encendido. En la de apagado rige el mismo enmarañamiento, pero es totalmente invisible. El ámbito invisible se divide de maneras extrañas. En un nivel, todos los sucesos están fundidos; los comienzos y los finales nadie las ve. La posición de encendido sólo puede controlar-se por medios externos. Una vez que lo activas, el universo físico obedece un conjunto de reglas. Pero si lo percibes en la posición de apagado, el universo puede modificarse sin tener en cuenta el tiempo y el espacio. Nada es pesado o inamovible en la posición de apagado porque no hay objetos. Nada está cerca ni lejos. Nada está atrapado en pasado, presente o futuro. La posición de apagado es potencial puro. Ahí, tu cuerpo es un conjunto de posibilidades en espera de ocurrir, pero también es el conjunto de posibilidades ocurridas y que podrían ocurrir. En la posición de apagado, toda la creación se concentra en un punto y, milagrosamente, tú vives en ese punto; es tu fuente.
No obstante, las imágenes de encendido y apagado no son muy exactas. Así como hay muchos grados de realidad física, hay muchos de realidad no física. Tu cuerpo es un objeto sólido, un remolino de átomos, una tormenta de partículas subatómicas y un fantasma de energía, todo al mismo tiempo. Dichos estados son simultáneos, pero cada uno obedece reglas distintas. En física, este confuso conjunto de reglas recibe el nombre de “Jerarquía enmarañada”. La palabra jerarquía índica que los niveles están apilados en cierto orden. Tu cuerpo no está en peligro de desmoronarse porque en la jerarquía de las cosas, los objetos sólidos permanecen en su sitio, pero en realidad eres una nube de electrones y una curva de probabilidad, así como todo lo que hay entre las dos.
Esto es en la posición de encendido. En la de apagado rige el mismo enmarañamiento, pero es totalmente invisible. El ámbito invisible se divide de maneras extrañas. En un nivel, todos los sucesos están fundidos; los comienzos y los finales se tocan y nada ocurre que no influya en todo lo demás. Pero en otro nivel algunos acontecimientos tienen preeminencia; mientras unos pueden controlarse, otros flotan alrededor debido a que sus vínculos de causa y efecto son débiles. Puedes encontrar una analogía en tu mente. Algunos pensamientos te exigen que los acates mientras otros son caprichos pasajeros; algunos muestran una lógica estricta mientras otros obedecen a asociaciones laxas. Los acontecimientos del universo también son una mezcla de sucesos potenciales. Si lo deseas, puedes sumergirte en la posición de apagado y empezar a suscitar los acontecimientos que quieras. Sin embargo, debes estar preparado para confrontar frente a frente al enmarañamiento jerárquico, pues cada suceso que quieras modificar está inmerso en todos los demás. No obstante, hay ciertas condiciones que no cambian.






Sumérgete en el potencial puro
Cómo navegar en el campo del todo

1. Mientras más profundo te sumerjas, más poder tendrás a tu disposición para cambiar cosas.

2. La realidad fluye desde las regiones más sutiles hacia las más burdas.

3. La manera más fácil de cambiar algo consiste en ir primero a su nivel más sutil: la conciencia.

4. El silencio apacible constituye el principio de la creatividad. Cuando un suceso empieza a vibrar es porque ha comenzado a entrar al mundo visible.

5. La creación avanza por saltos cuánticos.

6. El comienzo de un suceso es simultáneo a su final. Los dos emergen del ámbito de la conciencia silente.

7. Los acontecimientos se desarrollan en el tiempo pero nacen fuera de él.

8. La manera más fácil de crear es hacerlo en la dirección de la evolución.

9. Como las oportunidades son infinitas, la evolución nunca termina.

10. El universo corresponde al sistema nervioso que lo con-templa.

La exploración de estas condiciones te permitirá crear el significado de tu vida. Permíteme condensar estos diez puntos en un bosquejo que podrás rellenar: desde el BigBang, el universo entero actúa como lo hace para adecuarse al sistema nervioso humano. Si pudiéramos percibir el cosmos de otra manera, sería diferente. El universo no tiene luz para los peces ciegos de las cavernas, los cuales han evolucionado para excluir todo lo visual. El universo tampoco tiene sonidos para las amibas, sabores para los árboles ni olores para los caracoles.
Cada criatura elige su gama de manifestación de acuerdo con su gama de potencial.
El universo se ve obligado a respetar tus límites. Así como no hay belleza visual que afecte a un pez ciego de las cavernas ni perfume que seduzca a un caracol, cualquier aspecto de la vida fuera de tus límites carecerá de significado para ti. Eres como un nómada recolectando plantas en el bosque.
Pasarás por alto todas las que no sean comestibles, y un bosque lleno de flora exótica estará vacío para ti. La fuerza de la evolución es infinita pero sólo puede trabajar con lo que el observador le proporciona. Una mente cerrada al amor, por ejemplo, contemplará un mundo sin amor y será inmune a cualquier evidencia de él, mientras que una mente abierta mirará el mismo mundo y encentrará infinitas expresiones de ese amor.
Si nuestros límites tuvieran la última palabra, la evolución no podría atravesarlos. Aquí es donde entran en acción los saltos cuánticos. Cada observador crea una versión de la realidad que encierra ciertos significados y energías. Mientras esos significados parezcan válidos, las energías lo mantienen unido. Pero cuando el observador quiere ver algo nuevo, todo significado se derrumba, las energías se combinan de nuevas maneras y el mundo da un salto cuántico. El salto ocurre en el plano visible cuando el interruptor está “encendido”, pero fue fraguado en el ámbito invisible cuan-do el interruptor estaba “apagado”.
He aquí un ejemplo: nuestra capacidad para leer surgió cuando el hombre prehistórico desarrolló una corteza cerebral aunque nadie en el mundo prehistórico necesitaba leer. Si la evolución fuera tan aleatoria como sostienen muchos genetistas, la capacidad para leer hubiera desaparecido hace un millón de años. pues su utilidad para la supervivencia era nula.
Pero este rasgo sobrevivió para la criatura que estaba surgiendo. La conciencia conoce lo que está por venir, e infunde en cada partícula de la creación el potencial necesario no
sólo para el futuro que se está desarrollando, sino para cualquier futuro. La naturaleza no necesita predecir lo que ocurrirá en todos los niveles. Sólo abre vías de crecimiento, y
luego una criatura —en este caso, nosotros— da el salto cuando lo considera apropiado. Mientras el potencial esté vivo, el futuro puede evolucionar por elección.
En varias ocasiones, individuos suspicaces me han seña-lado una inconsistencia en lo que he dicho. “Estás contradiciéndote. Por una parte dices que causa y efecto son eternos; ahora dices que el final está presente en el comienzo. ¿Cuál de los dos es correcto?” Bueno, los dos. Ésta no parece una respuesta muy satisfactoria, y sin duda los críticos suspicaces fruncirán el ceño al escucharla. Pero el universo está utilizando causas y efectos para llegar a algún lado. Cuando quiere dar un salto cuántico, causa y efecto se amoldan al propósito. (De hecho, experimentas esto en este preciso instante: cuando imaginas el color rojo, tus neuronas emiten señales de una manera concreta. Pero tú no les ordenaste que lo hicieran; ellas se alinearon automáticamente con tu pensamiento.)
En la jerarquía enmarañada, amibas, caracoles, galaxias, hoyos negros y quarks son expresiones igualmente válidas de la vida. El hombre prehistórico estaba tan inmerso en su realidad como nosotros en la nuestra, igualmente fascinado por ella, y era asimismo privilegiado por ver el desarrollo de la realidad. La evolución ofrece a cada criatura exactamente el mundo que se ajusta a su capacidad de percepción. Pero hay algo que necesita evolucionar más que ninguna otra cosa: la brecha. Si aún no estás listo para aceptar que el significado de la vida es todo, encuentra tu significado en el cierre de la brecha. Aparta al mundo del borde del desastre; cambia el rumbo del futuro para evitar la colisión con el caos. El Dharma, la fuerza que sostiene la naturaleza, respaldará cualquier pensamiento, sentimiento o acción que cierre la brecha, porque el universo está hecho para fundir a observador y observado.
Debido a que eres consciente de ti mismo, tu destino es la unidad. La unidad está integrada a tu cerebro tanto como la capacidad de leer lo estaba en el cerebro del Hombre de Cromagnon. En la medida en que la brecha se cierre, los seres humanos modernos nos fundiremos con formas de vida inferiores y superiores. Todas las generaciones de la humanidad, desde el primer homínido hasta lo que sea que venga después de nosotros, serán consideradas una. ¿Y entonces qué? Imagino que quitaremos el cuadro de la pared, distanciándonos de cualquier imagen fija. Vivir desde el nivel de la existencia pura, libres de los sucesos del mundo físico, es el final de este viaje y el comienzo de otro nunca antes visto. Éste será el advenimiento de la unidad y el apogeo de la libertad.






CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR
EL DECIMOCUARTO SECRETO
El decimocuarto secreto se refiere a la comprensión total. Comprensión no es lo mismo que pensamiento. La comprensión es una habilidad que se desarrolla en la conciencia. Es lo que has hecho a partir de tu potencial. Un bebé se convierte en niño, por ejemplo, mediante el desarrollo de la habilidad de caminar, la cual representa un salto cuántico de la conciencia del niño, extendida hasta cada rincón de la existencia: los patrones cerebrales cambian; en el cuerpo surgen nuevas sensaciones, los movimientos descoordinados se coordinan; los ojos aprenden a ver el mundo desde una perspectiva vertical y móvil; nuevos objetos del entorno están al alcance; y desde el umbral del primer paso, el bebé entra en un mundo de posibilidades inexploradas que podría culminar en escalar el Monte Everest o en correr un maratón. Así pues, no estamos hablando de una habilidad sino de un auténtico salto cuántico que no deja intacto ningún aspecto de la realidad del bebé.
La diferencia entre un niño pequeño y un corredor de maratón es que el nivel de comprensión se ha profundizado, no sólo en un frente sino en toda la persona. Cuando realizas una acción en realidad estás expresando un nivel de comprensión. En una carrera, dos corredores pueden compararse en áreas tales como disciplina mental, resistencia, coordinación, administración del tiempo, equilibrio de obligaciones y relaciones, etcétera. Cuando compruebas cuan amplio es el alcance de la conciencia, empiezas a comprender que nada está excluido.
La comprensión modifica la imagen total de la realidad.
Ser capaz de influir en la totalidad de tu realidad al mismo tiempo es la esencia del “cosurgimiento simultáneo interdependiente”. No hay límites para la influencia que puedes ejercer, pero para descubrir esto debes abordar la vida con pasión. Cuando haces algo con pasión, expresas cada aspecto de quien eres. La pasión libera toda la energía que
posees. En ese momento te juegas el todo por el todo, pues si pones todo lo que tienes en una empresa, tus defectos y debilidades también quedan expuestos. La pasión saca todo a la luz.
Este hecho inexorable desanima a muchas personas, a quienes desagradan tanto sus aspectos negativos, y se sien-ten tan intimidados por ellos.-que contienen su pasión creyendo que así la vida será más segura. Tal vez lo sea» pero al mismo tiempo limitan gravemente su comprensión de lo que la vida puede ofrecer. En términos generales, hay tres niveles de compromiso que puedes expresar:
1. Abordar una situación sólo hasta encontrar el primer obstáculo real.
2. Abordar una situación lo suficiente para superar algunos obstáculos.
3. Abordar una situación para vencer todos los obstáculos.

Usando este modelo, piensa en algo que hayas deseado apasionadamente hacer bien: pintar, escalar montañas, escribir, criar a un hijo o destacar en tu profesión. Evalúa honestamente tu desempeño en esa tentativa.
Nivel 1. “No estoy satisfecho con lo que he logrado. Las cosas no resultaron como yo quería. Otros tuvieron un mejor desempeño que el mío. Perdí el entusiasmo y me desanimé. Sigo haciendo lo que debo hacer, pero básicamente estoy patinando sobre la superficie. Creo que esencialmente he fracasado.”
Nivel 2. “Estoy bastante satisfecho con mis logros. Mi des-empeño no siempre es el mejor pero sigo en la carrera. La gente confía en mí porque sé lo que hago. He vencido muchos obstáculos para llegar a ser así de bueno. Siento que esencialmente soy un triunfador.”
Nivel 3. “Dominé lo que me propuse. Las personas me miran con respeto y me consideran una autoridad. Conozco todos los recovecos de esto y siento una profunda satisfacción por ello. Ya casi no necesito pensar en los pormenores. Mi intuición me guía. Esta área de mi vida -es una de mis grandes pasiones.”
Cada nivel de compromiso refleja la comprensión que estás dispuesto a alcanzar. Si no conocieras la naturaleza humana podrías suponer que actividades como pintar, practicar montañismo o escribir podrían tratarse aisladamente, pero toda la persona se ve afectada porque toda ella se está expresando. (Por esto se dice que uno llega a conocerse en la montaña o frente al lienzo en blanco.) Aun si piensas en una habilidad modesta, como correr un maratón o cocinar, todo tu sentido del yo cambia cuando tienes éxito con pasión, a diferencia de cuando fracasas o te echas para atrás.
La voluntad de entrar en cada parte de ti abre la puerta a la comprensión total. Te juegas toda tu identidad, no sólo una parte. Esto puede parecer sobrecogedor, pero es de hecho la manera más natural de abordar cualquier situación. Cuando retienes una parte de ti, le niegas contacto con la vida; reprimes su energía y evitas que comprenda lo que necesita saber. Imagina a un bebé que desea caminar, pero tiene estas reservas:
1. No quiero verme mal
2. No quiero caer.
3. No quiero que nadie me vea fracasar.
4. No quiero vivir con la carga del fracaso.
5. No quiero gastar toda mi energía.
6. No quiero dolor.
7. Quiero acabar con las cosas lo más rápidamente posible.

Para un bebé, estas reservas parecen absurdas. Si cualquiera de ellas entrara en juego, nunca aprendería a caminar o lo haría con vacilación. La oportunidad de alcanzarla maestría jamás se presentaría. Sin embargo, los adultos recurrimos a estas reservas todo el tiempo. Como resultado, nos negamos la maestría. Nadie puede cambiar el hecho de que todos los aspectos negativos de una situación se expresan en el instante en que la situación surge, junto con todos los aspectos positivos. No podemos escapar de las decisiones internas que hemos hecho.
Todo lo que has decidido sobre ti está en juego en este instante.
Por fortuna, estas decisiones individuales pueden examinarse y modificarse. Como todos los aspectos negativos están Justo frente a ti, no necesitas ir en su búsqueda. Lo que las personas experimentan como obstáculos en la vida son reflejos de una decisión mediante la cual rechazaron la comprensión. Sí rechazas demasiada comprensión te conviertes en una víctima sujeta a fuerzas que te abruman y apabullan. Estas fuerzas no son destino ni infortunio: son huecos en tu conciencia, lugares donde no has sido capaz de mirar.
Considera hoy una de las decisiones que has evitado que te comprometan totalmente en la vida; puede estar incluida en la lista anterior.
No quiero verme mal.
Esta decisión se relaciona con la imagen propia. “Verse bien” significa preservar una imagen, pero las imágenes son sólo fotografías congeladas. Dan la impresión más superficial de quién eres. A la mayoría de las personas se le dificulta superar su imagen propia. Crean cierta apariencia, cierta manera de actuar, cierto nivel de gusto, estilo de vida y estatus que se engranan en quienes creen que son. Su imagen propia se proyecta en cada situación nueva con sólo un resultado posible: se ven bien o se ven mal. Mucho tiempo atrás, estas personas decidieron que nunca se verían mal sí podían evitarlo.
La única manera en que puedes contrarrestar esta decisión es mediante tu voluntad de olvidar cómo te ves. Estoy seguro de que has visto filmaciones en cámara lenta de corredores olímpicos cruzando la línea de meta, empapados en sudor, las caras distorsionadas por el esfuerzo, gastando hasta el último gramo de sí mismos. En su pasión por ganar no les importa en lo más mínimo cómo se ven. Esto te ofrece una pista sobre tu situación: si estás verdaderamente concentrado en el proceso en curso, no pensarás en tu apariencia.
Considera hoy las siguientes ideas y reflexiona en ellas hasta comprender cómo se relacionan contigo:
  • El triunfo no tiene que verse bien. Una cosa no tiene nada que ver con la otra.
  • Apasionarse por algo se ve bien desde dentro, que es lo que importa.
  • Verse bien desde dentro no es una imagen. Es un sentimiento de satisfacción.
  • No te sentirás satisfecho mientras mantengas una imagen en tu mente.






No quiero caer.
Esta decisión gira alrededor del fracaso, que a su vez gira alrededor del enjuiciamiento. En el ámbito de la pintura, toda obra maestra está precedida por un boceto. A veces estos bocetos son unos cuantos garabatos burdos, otras requieren años y decenas de intentos. ¿Fracasó el pintor cuando hizo un boceto? No, porque dominar una habilidad requiere etapas de desarrollo. Si consideras que tus primeros esfuerzos son fracasos» te opones a un proceso natural.
En general, las personas que temen caer fueron ridiculizadas o humilladas en el pasado. Ésta es un área donde los padres emiten juicios negativos de terribles consecuencias:
el fracaso es algo que heredas de alguien que te desalentó. El temor se adhiere al fracaso al vincularse con el sentido del yo. “Caer significa que no valgo.” Junto a verse mal, la segunda reserva mental más nociva es el miedo a caer y sentirse como un individuo sin valor.
Hoy, analízate honestamente y considera cuánto de este miedo hay en ti. El grado con que te evalúes es el grado con que necesitas sanar. La mayoría de las personas dice que odian fracasar, pero detrás de la palabra odio puede haber una amplia gama de emociones, desde un derrumbe desolador del yo hasta una ligera molestia por no haber tenido tu mejor desempeño. Tú puedes sentir en qué nivel de la escala caes.
Califícate:
  • Me siento desolado cuando fracaso. No puedo librarme de ese sentimiento durante días, y cuando recuerdo mis más grandes fracasos revivo cuan intensa fue la humillación.
  • Me siento tan mal cuando fracaso que generalmente deserto. Me cuesta mucho volver a la carrera, pero finalmente lo hago. Es una cuestión de orgullo y amor propio.
  • Me tomo con calma el fracaso porque me importa más alcanzar mis objetivos. Aprendo de mis fracasos. Hay algo positivo en cada revés. SÍ puedes aprender de tus errores, no has fallado.
  • No pienso en términos de ganar o perder. Permanezco concentrado y observo mi desempeño en cada situación. Cada respuesta me muestra un nuevo aspecto de mí mismo. Quiero comprender todo, y desde esa perspectiva, cada experiencia es como pasar otra página en el libro de la evolución.

Una vez que determinas en dónde te encuentras, desarrolla un programa de cambio apropiado para ese nivel.
Primero, las personas en este nivel son hipersensibles a los reveses y los toman de manera tan personal que abren sus viejas heridas una y otra vez. Si es tu caso, vuelve a lo básico. Encuentra algo muy sencillo de lograr, como preparar un omelet o correr alrededor de la cuadra. Aparta tiempo para esta actividad, y mientras la estés llevando a cabo, percibe cómo se siente triunfar. Sé como un buen padre y elógiate. Si las cosas salen un poco mal, piensa que no hay problema. Necesitas reformatear tu manera de sentir respecto de establecer una meta y alcanzarla.
Dentro de ti hay una voz desalentadora que percibes muy pronto y a la que das demasiado crédito. Desarrolla progresivamente una conexión con la voz que alienta. Ésta también está en tí pero ha sido ahogada por la voz de la crítica. Incrementa gradualmente los retos que puedes enfrentar. Pasa de preparar un omelet para ti a preparar uno para alguien más. Percibe qué se siente ser alabado. Asimila el hecho de que mereces este halago. No te compares con nadie más; tú estás donde estás y en ninguna otra parte. Sigue reforzando tus éxitos.
Por lo menos una vez al día, haz algo que consideres un éxito y que suscite elogios de ti o de alguien más. Asegúrate de que el elogio externo sea sincero. Tomará tiempo, pero luego de un tiempo notarás que la voz interior de aliento está empezando a crecer. Aprenderás a confiar en ella, y llegarás a comprender que tiene razón.
Segundo, a las personas de este nivel les afectan de tal manera los fracasos que con frecuencia evitan nuevos desafíos, pero no tanto como para sentirse desolados. Si es tu caso, necesitas más motivación porque estás en la frontera entre querer ganar y el temor al fracaso. Puedes inclinarte hacia uno u otro. Para aumentar tu motivación puedes unirte a un equipo o buscar un tutor. El espíritu de equipo te ayudará a hacer caso omiso de las voces desalentadoras de tu interior.
Un tutor te mantendrá concentrado de manera que desertar no sea una opción. Elige un nivel de actividad que no ponga en riesgo la confianza en tí mismo. Es más importante
interiorizar los elementos del éxito que vencer un gran desafío. El equipo no tiene que ser deportivo; busca cualquier grupo que tenga esprit de corps. Podría ser una banda de jazz,
un grupo de voluntarios o un partido político. El apoyo externo te ayudará a vencer tus obstáculos internos. Llegarás a comprender que esos obstáculos no son montañas; pueden reducirse a pequeñas cimas de éxito.
Tercero, las personas de este nivel se sienten más alentadas por el éxito que desalentadas por el fracaso. Tienen un buen abastecimiento de motivación positiva. Si es tu caso, puedes tener éxito por mucho tiempo pero llegará un momento en que las recompensas externas dejarán de satisfacerte. Necesitas fijarte un objetivo completamente interno parar crecer. Entre los objetivos internos más valiosos están aprender a profundizar en tí, aprender a servir a otros sin recompensa, y aprender sobre las profundidades de la espiritualidad. Proponte obtener mayor comprensión de ti sin recompensas externas. Con el tiempo, la distinción entre éxito y fracaso empezará a difuminarse. Empezarás a ver que todo lo hecho no ha sido sino el despliegue de ti mismo para ti mismo. Las mayores satisfacciones de la vida ocurren cuando ese despliegue es lo único que necesitas. ‘
Cuarto, las personas de este nivel han vencido el fracaso. Disfrutan cada giro de la vida y les satisfacen todas las experiencias. Si es tu caso, profundiza tu maestría. Tus obstáculos restantes son sutiles y están en el nivel del ego. Aún crees que un yo aislado está teniendo esas experiencias. Proponte distanciarte e ir más allá de este yo limitado. Los textos espirituales más profundos y tu compromiso personal con uno de los cuatro caminos te proporcionarán gran satisfacción.
No quiero que nadie me vea fracasar.

Esta decisión gira alrededor de la vergüenza, temor interiorizado a la opinión de los demás. La desaprobación de ellos se convierte en tu vergüenza. El cliché acerca de que las personas en Oriente no soportan “perder la cara” se refiere a la vergüenza, que puede ser una poderosa fuerza social. La respuesta a la vergüenza no es la adopción de un comportamiento desvergonzado. Muchas personas intentan esa solución en su adolescencia, esperando vencer su intensa timidez con actos externos de bravuconería, como pasearse en autos robados o vestir de manera extravagante. Si te sientes avergonzado fácilmente, has tomado una decisión interna que necesitas modificar.
Primero, date cuenta de que lo que los demás piensan de tí depende frecuentemente de si tus actos son buenos o malos a sus ojos. La opinión social es inevitable, y nos afecta a todos. No obstante, algunos intentarán avergonzarte median-te sus palabras, tono de voz y comportamiento. Distánciate de tu situación y observa cómo funciona esto. Lee un tabloide o ve un programa televisivo de chismes del espectáculo. Advierte el flujo constante de insinuaciones y juicios. Siéntete cómodo con el hecho de que este tratamiento existe. No estás aquí para cambiarlo, sólo para tomar conciencia de cómo funciona.
Segundo, evita avergonzar a los demás. Este comporta-miento es un disfraz. Crees que sí chismorreas, hablas mal de las personas, intentas sentirte superior o atacas de cualquier otra manera, protegerás tu vulnerabilidad. En realidad, lo que estás haciendo es hundirte en la cultura de la vergüenza. Aléjate; no te puedes permitir permanecer ahí más tiempo.
Tercero, encuentra maneras de granjearte halagos que te hagan sentir una buena persona, lo cual es diferente a recibir halagos por tus logros. Sin duda puedes hacer muchas cosas
por las que los demás dirían que has hecho un gran trabajo, pero lo que te hace falta es el halago que sane tu sensación dé vergüenza. Eso sólo puede ocurrir cuando las emociones están en juego. Necesitas sentir el calor de la gratitud; necesitas ver la admiración en la mirada de otra persona. Te sugiero que ayudes a los pobres, ancianos o enfermos. Dedica tiempo a un programa voluntario de ayuda a necesitados, sea cual sea tu definición de ese término. Mientras no te reconectes sobre la base del amor, no serás capaz de separarte de los sentimientos de vergüenza.






No quiero vivir con la carga del fracaso.
Esta decisión gira alrededor de la culpa, conocimiento interno de que se ha obrado mal. Tiene su lugar como una voz saludable de tu conciencia. Pero cuando la culpa se adhiere a la razón equivocada puede ser destructiva y enfermiza. Las personas que se sienten culpables sufren por la incapacidad de distinguir entre pensamientos y actos. Sienten la carga de cosas exclusivamente mentales, no de acciones. A esto suele llamársele “pecar en el corazón”. Sea cual sea el nombre que le des, la culpa te hace sentir un fracasado debido a tu horrendo pasado.
Las personas que se sienten culpables no quieren enfrentar nuevos desafíos por miedo a que, cuando fracasen, se sentirán más culpables y la carga del pasado se incrementará. Esto les suena razonable, pero en realidad la culpa es extremadamente irracional. Como la vergüenza, podemos descomponer la culpa en sus ingredientes irracionales: :;






  • La culpa no es una medida confiable del bien y el mal. Puede hacerte sufrir por razones triviales.
  • La culpa es una manta que quiere cubrir todo. Te ha sentir culpable respecto de personas y cosas que no tienen relación con tus actos excepto porque casualmente estaban en los alrededores.
  • La culpa te hace sentir excesivamente responsable. Crees haber causado males que, en realidad no tienen nada que ver contigo.

  • La culpa es parcial. Invariablemente te considera culpable, sin oportunidad de indulto.

Cuando comprendes estos cuatro enunciados puedes empezar a aplicarlos en tu caso. No intentes ahuyentar la culpa. Ten tu reacción de culpa, déjala ser, y entonces pregúntate:

"¿En verdad hice algo malo?" "¿Condenaría yo a alguien que hiciera lo mismo?" "¿Actué lo mejor posible dadas las circunstancias?" Estas preguntas te ayudarán a percibir más
objetivamente el bien y el mal. Si tienes duda, busca la opinión de una persona poco inclinada a inculpar.

"¿A quién lastimé en realidad?" Sé específico; no permitas que la culpa sea una manta. Tal vez descubras que en realidad jamás lastimaste a nadie. SÍ aún crees que lo hiciste, ve
con la persona y pregúntale cómo se siente al respecto. Comenta tus acciones. Intenta llegar al punto donde puedas disculparte. Escribe la disculpa en un papel. Cuando la voz
de la culpa te acuse de nuevo, toma el papel que demuestra que has sido perdonado y di: "¿Lo ves? No importa que quieras hacerme sentir así. La persona que lastimé ya no se pre-
ocupa por esto".

"¿En verdad soy el responsable aquí? ¿Cuál fue mi participación? ¿Jugaron mis acciones un papel importante o secundario?" Sólo eres responsable de las acciones que realizaste o
que no realizaste. Sé específico. Detalla esas acciones; no las exageres y no caigas en la idea irracional de que eres totalmente responsable sólo porque estabas ahí. Muchas situaciones familiares nos sumergen en una sensación general de culpa compartida; pero si eres específico y te responsabilizas de lo que en realidad dijiste e hiciste, no lo de lo que dijeron e hicieron quienes estaban alrededor, puedes disipar el sentimiento de ser responsable de todo.

"¿Qué cosas buenas he hecho para compensar las malas? ¿Cuándo habré hecho lo suficiente para dejar esto atrás? ¿Estoy listo para perdonarme?" Todas las malas acciones tienen su límite, después del cual eres perdonado e indultado. Pero como hemos visto, la voz interna de la culpa es parcial: eres culpable desde el momento en que entras al tribunal y sigues siéndolo por siempre. Piensa en cualquier acción que te produzca culpa y escribe el día en que serás perdonado. Haz todo lo que puedas para compensar tu mala acción y cuando llegue el día de la liberación, toma tu indulto y aléjate. Ninguna
acción, por atroz que sea, merece una condena perpetua; no te dejes llevar por el prejuicio que sigue responsabilizándote hasta de tus pecados más veniales año tras año.

No quiero gastar toda mi energía. Esta decisión gira alrededor de la creencia de que la energía, como el dinero de tu cuenta bancaria, es limitada. Las personas que no quieren
gastar mucha energía evitan nuevos desafíos por pereza, pero ésta es en gran medida un disfraz de asuntos más profundos.
Es cierto que la energía es limitada, pero si alguna vez te has comprometido apasionadamente con algo, sabrás que mientras más energía le dediques, más tendrás. La pasión se renueva a sí misma.

Curiosamente, lo que drena la energía es el acto de contenerla. Mientras más reserves tu energía, más se estrechan los canales por los que puede fluir. Quienes temen amar, por
ejemplo, reprimen la expresión del amor. Su corazón se constriñe en vez de expandirse; las palabras afectuosas se atoran en sus gargantas; se sienten torpes hasta en los más pequeños gestos de cariño. La constricción desarrolla el temor a la expansión y la serpiente sigue mordiendo su propia cola: mientras menos energía gastes, menos tienes para gastar. Los siguientes pasos pueden expandir los canales de la energía:

Aprende a dar. Cuando sientas el impulso de acumular, acércate a una persona necesitada y ofrécele algo que tengas en abundancia. No tiene que ser dinero o mercancías.
Puedes dar tiempo y atención, lo que de hecho contribuirá más a abrir tus canales de energía que dar dinero.

Sé generoso. Esto implica ser generoso con elogios y agradecimientos más que con dinero. La mayoría de las personas ansia el elogio y recibe mucho menos del que merece.
Sé el primero en notar cuando alguien obre bien. Agradece con todo el corazón y no sólo con fórmulas verbales.
Elogia detalladamente, mostrando a la persona que en verdad prestaste atención a lo que hizo. Mira a la persona a los ojos y mantén esa conexión mientras la elogias.

Sigue tu pasión. Algún área de tu vida te hacer querer gastar toda tu energía ahí. Sin embargo, a la mayoría de las personas les inhibe la idea de ir demasiado lejos y no gas-
tan su energía ni en esas áreas. Ten la disposición de llegar al límite, y entonces avanza un poco más. Si te gusta la caminata, fija tus expectativas en una montaña y conquístala. Si te gusta escribir, comienza y termina un libro. No se trata de forzarte sino de demostrar cuánta energía hay ahí en realidad. La energía es la portadora de la conciencia; le permite salir al mundo. Al dedicar más energía a cualquier empresa incrementas la recompensa de comprensión que obtendrás.

No quiero dolor. Esta decisión gira alrededor de varias cuestiones que se relacionan más con el dolor psicológico que con el físico. La primera de ellas es el sufrimiento pasado. Las personas que han sufrido y no han podido sanar sienten gran aversión hacía cualquier nueva posibilidad de dolor.
Otra cuestión es la debilidad. Si el dolor ha vencido a alguien en el pasado, la perspectiva de sufrir más dolor hace surgir el temor de debilitarse aún más. Finalmente está la vulnerabilidad. El dolor nos hace sentir expuestos y más susceptibles al dolor que si permaneciéramos invulnerables. Todas estas cuestiones son profundas y no es fácil encontrar a alguien inmune a ellas. Como siempre, hay varios grados de sensibilidad.

El dolor es neutral en el plan cósmico. En el mundo material, el dolor nos motiva negativamente y el placer lo hace positivamente. Aprender a ser libres significa que tus actos no dependen de accionar alguno de estos interruptores. No hay desafío mayor, pues todos estamos profundamente inmersos en el ciclo de placer y dolor. Sólo alcanzando el nivel del testigo puedes notar cuan incómodo te sientes cuando el placer o el dolor te impulsan.

Quiero acabar con las cosas lo más rápidamente posible.
Esta decisión gira alrededor de la impaciencia. Cuando tu mente está inquieta y desorganizada no puedes evitar sentirte impaciente. Careces del nivel de atención necesario para tomarte tu tiempo y ser paciente. Las personas que se contienen porque no pueden prestar suficiente atención también se privan de nuevos desafíos. Su comprensión se ve forzada a permanecer en un nivel muy superficial. Irónicamente, el tiempo no es esencial para una respuesta atenta.
Lo que importa no es cuánto tiempo sino con qué profundidad prestas atención.

En la película Amadeus, un compositor muy competente, Salieri, se siente atormentado por el genio de Mozart, su rival. Mozart no era mejor persona que Salieri: para favorecer
el dramatismo, la película convierte a Mozart en un hedonista vanidoso y pueril. Él no dedicaba más tiempo a componer que Salieri; no era más favorecido por los patrones; no asistió más tiempo a la escuela de música. Salieri culpaba a Dios por esta flagrante iniquidad de dones, y casi todos hacemos inconscientemente lo mismo cuando conocemos a alguien que excede por mucho nuestras capacidades.

La impaciencia está arraigada en la frustración. Nos rehusamos a prestar atención porque los resultados no ocurren con suficiente rapidez o no producen suficientes recompensas. La mente prefiere alejarse de esta fuente potencial de incomodidad. Si te impacientas fácilmente, probablemente responsabilizas a las circunstancias externas. El tránsito no
avanza con suficiente rapidez, la fila para pagar en el supermercado dura una eternidad; cuando pides a alguien que realice una tarea, siempre arrastra los pies.

La proyección de tu impaciencia en el mundo externo es una defensa, una manera de desviar el miedo a la ineptitud.
En los casos más graves del transtorno por déficit de atención, especialmente en niños, ese miedo siempre está detrás de la falta de atención. Las personas impacientes están demasiado desalentadas como para profundizar demasiado.
Aun sin un rival del genio de Mozart, todos nos sentimos intimidados por un competidor interno y misterioso, alguien que por definición es mejor que nosotros. Este fantasma nos
expulsa de nuestra propia conciencia.

La impaciencia termina cuando vuelves a tu interior con la confianza suficiente para permitir que la conciencia se despliegue. La confianza no puede forzarse. Te considerarás
apto cuando experimentes niveles más y más profundos de comprensión. Si eres impaciente, necesitas enfrentar la realidad de que no eres el mejor en nada, ni necesitas serlo. Detente cuando te sientas eclipsado por genios, riquezas, estatus o logros mayores. La única persona real dentro de tí eres tú.
Esa persona es una semilla cuyo crecimiento es ilimitado. Para que las semillas germinen es necesario alimentarlas, y en este caso la alimentación se logra prestando atención. Ten
la disposición de enfrentarte a tí mismo, sean cuales fueren las limitaciones que creas tener. Sólo un encuentro directo contigo mismo produce el alimento de la atención, y mientras más alimento ofrezcas, mayor será tu crecimiento.


































Secreto 15

Todo es esencia pura

Finalmente hemos retirado todas las capas de la cebolla. Estamos cara a cara con lo indescriptible, el secreto en el corazón de la vida. Pero las palabras casi han alcanzado su
límite.

¿Con qué cuentas cuando estás frente a lo indescriptible? Sólo queda intentar describirlo con palabras inadecuadas. La mente no puede ayudarse. Acostumbrada a poner todo en un pensamiento, no puede comprender algo que está más allá del pensamiento.

Todos dibujamos un mundo de líneas, formas y colores con tinta invisible. Nuestro instrumento no es más que una mota de conciencia, como la punta de un lápiz desplazándose sobre un papel blanco. No obstante, todo surge de ese punto.
¿Hay algo más misterioso y al mismo tiempo más milagroso? Un punto infinitamente más pequeño que la punta de un lápiz traza la forma del universo.
Ese punto está hecho de esencia, o la forma más pura del Ser. La esencia es el misterio supremo porque se las arregla para hacer tres cosas a la vez:

Concibe todo lo que existe.

Hace realidad lo que ha imaginado.

Entra en esa realidad y la mantiene viva.

En este instante tú también estás realizando estas tres actividades. Antes de que algo te suceda, ese algo es concebido en la imaginación, esto es, en el estado donde surgen las imágenes y los deseos. Esas imágenes se despliegan entonces en objetos y sucesos explícitos. Mientras eso ocurre, tú entras en el suceso de manera subjetiva, lo que significa que lo absorbes en tu sistema nervioso. La manera más sencilla de describir este acto tripartita de creación es decir que imaginas un cuadro, luego lo pintas y finalmente entras en él.

Todo lo que se requiere para hallar la esencia de la vida es salir del cuadro y verte a tí mismo. No verás una persona, ni siquiera un alma, sólo una mota de conciencia, el punto que está produciendo los cuadros más adorables, horrorosos, insulsos, sagrados, asombrosos, vulgares y maravillosos. Pero al usar estas palabras he caído en la tentación de intentar describir lo indescriptible. Permíteme desechar todas las imágenes y decir las cosas más simples que son verdaderas: existo, estoy consciente, soy creador. Éstas son las tres características de la esencia que impregnan el universo.

Cuando has retirado todos los aspectos irreales de tí, sólo queda la esencia. Cuando te das cuenta de que esa esencia es el tú real, se abren las puertas doradas. La esencia es preciosa porque es el material del que está hecha el alma. Si pudieras mantenerte en contacto con la esencia y volver al cuadro que has creado, vivirías desde el nivel del alma en todo
momento.
Sin embargo, una gran dificultad mantiene cerradas las puertas doradas: no hay nada que no sea esencia. Cuando reduces la realidad única a su esencia, todas las características desaparecen. Ahora, un árbol, un caballo, una nube y un ser humano son lo mismo. Las dimensiones físicas también desaparecen. El tiempo transcurrido entre dos sucesos cualquiera es cero; el espacio entre dos objetos cualquiera es cero.
La luz y la oscuridad dejan de existir. Completamente lleno y totalmente vacío son equivalentes.

En otras palabras, en el preciso instante en el que crees conocer el secreto de todo, tus manos quedan vacías. Es un resultado especialmente perturbador para quienes recorren
el sendero espiritual con el fin de encontrar a Dios. A menos que definas a Dios como esencia, él también se esfumará.
Pero en India hay una fuerte tradición que coloca la esencia muy por arriba de los dioses personales. Uno de los más grandes maestros espirituales modernos, Nisargadatta Maharaj, no hizo concesiones a este respecto. Él declaró que era —al igual que todas las demás personas— esencia pura. Como resultado, enfrentó mucha oposición contenciosa.

He aquí una conversación típica de Maharaj con un visitante escéptico:

Pregunta: ¿Dios creó la Tierra para usted?

Respuesta: Dios es mi devoto y él hizo todo esto para mí.

P: ¿No hay un dios aparte de usted?

R: ¿Cómo podría haberlo? "yo soy" es la raíz. Dios es el árbol. ¿A quién voy a venerar, y para qué?

P: ¿Es usted el devoto o el objeto de la devoción?

R: Ninguno de los dos. Soy la devoción.

Podemos percibir el desconcierto y la frustración en la voz de quien pregunta, ¿y quién podría culparlo? El camino a la unidad es tan diferente del que enseña la religión organizada, que fuerza a la mente. Maharaj solía afirmar que no fuimos creados para Dios; Dios fue creado para nosotros. Con esto quería decir que la esencia, siendo invisible, debía crear una proyección todopoderosa que fuera venerada. En sí misma, la esencia no tiene características; no hay de qué sujetarse.

La esencia realiza un acto de desaparición porque no es algo que podamos sentir o pensar. Pero si estar vivo consiste en sentir y pensar, ¿de qué sirve la esencia? En el nivel más
superficial, la esencia es inútil porque las diferencias siguen atrapando nuestra atención. Supongamos que quieres ser feliz y no infeliz, rico y no pobre, bueno y no malo. Ninguna de estas distinciones resulta relevante para tu esencia. Ella sólo trabaja con tres cosas: existe, crea, es consciente.

Una vida sin diferencias puede parecemos absolutamente inconcebible, pero hay un documento que habla de la esencia en términos prácticos, lo que sugiere que alguien ha
descubierto cómo vivir desde este nivel. El documento, conocido como Yoga Vashistha, contiene muchas cosas extrañas. Como sabemos, yoga significa unidad, y Vashistha es el
nombre del autor. Así pues, el título significa en sánscrito "la versión de Vashistha sobre la unidad". Nadie ha demostrado que esta persona haya existido —el texto tiene varios siglos de antigüedad—, pero la versión de la unidad propuesta por Vashistha es una obra que destaca por su singularidad. Creo que es el más grande esfuerzo realizado por el sistema nervioso humano para tomar conciencia de la existencia.

Algunas reflexiones características de Vashistha te darán rápidamente una idea de su visión de la vida:

En la conciencia infinita, los universos van y vienen como partículas de polvo flotando en un haz de luz que penetra por un hoyo del techo.

La muerte siempre está al pendiente de tu vida.

Todos los objetos son experimentados en el sujeto y en ningún otro lado.

Mundos enteros se alzan y caen como las olas del mar.

La enseñanza de Vashistha tiene la reputación de ser uno de los textos más difíciles y abstractos del canon espiritual y, por tanto, de no ser apropiado para principiantes. Yo lo leo de manera mucho más sencilla, como la voz de la esencia.
Un puñado de frases basta para darnos una idea de sus temas principales. Vashistha considera que el universo es transitorio y fugaz; advierte que la muerte está irrevocablemente unida a la vida; utiliza la conciencia subjetiva como la medida auténtica de lo real, y comparado con ella, el mundo material es como una ráfaga.

Conforme avanza la lectura, estos temas aparecen reelaborados cientos de veces con tal convicción que el lector pronto queda atrapado. Los pasajes suenan oscuros, inconcebibles
a veces, pero ése es el meollo: ésta es la vida condensada en ideas tan concentradas como diamantes:
Eso que la mente piensa es lo único que ve.

Lo que la gente llama destino o voluntad divina no es más que un acto del pasado obedeciéndose a sí mismo.

Así corno el movimiento es inherente al aire, la manifestación es inherente a la conciencia.

Al estudiar estas palabras es fácil caer en una especie de trance en el que el mundo visible sale volando como una pluma. El efecto no es alentador ni agradable; Vashistha no
ofrece consuelo alguno. Nada le interesa fuera de la esencia, por lo que es el maestro supremo en cómo ser reales. Llegar a ser reales es también el objetivo de este libro, así que he tratado de destilar los consejos de Vashistha sobre cómo vivir si en verdad te interesa despertar de la irrealidad. Él describe cuatro condiciones para encontrar la realidad:

Complacencia.
Voluntad de investigar.
Conciencia de uno mismo.
Fortaleza.

Cuatro palabras y frases comunes, un tanto inofensivas. ¿Qué quería decir con ellas este sabio que probablemente conoció la esencia mejor que ninguna otra persona que haya existido?

Complacencia.
Es la tranquilidad mental. Una persona que vive en la complacencia es ajena a dudas y miedos. Las dudas nos recuerdan insistentemente que no hay respuesta para el misterio de la vida o que ninguna de ellas es fiable. El temor nos recuerda sin cesar que podemos sufrir algún daño.
Mientras alguna de estas creencias se albergue en tu mente, te resultará imposible encontrar paz en ti. La complacencia debe ganarse en el nivel donde la duda y el temor han sido vencidos.

Voluntad de investigar.
Para ser real debes cuestionar lo irreal una y otra vez hasta que desaparezca. Este proceso es similar a pelar una fruta. Sí algo que te parecía confiable traiciona tu confianza, debes arrancarlo y decir: "No, esto no es real". SÍ lo siguiente que reclama tu confianza tampoco resulta confiable, asimismo tendrás que arrancarlo. Capa por capa sigues indagando hasta que encuentres algo totalmente confiable, y eso será real.

Conciencia de uno mismo.
Esta cualidad nos indica dónde debemos realizar nuestras indagaciones: no fuera en el
mundo material sino en ti mismo. Este vuelco no se completa en una sola acción. Para cada desafío hay siempre dos soluciones, una interna y otra externa. Sólo al analizar todas
las razones para volcarnos hacia fuera descubrimos porqué, debemos volcarnos hacia dentro.

Fortaleza.
Como estás vuelto hacia dentro, nadie del exterior puede ayudarte. Esto implica aislamiento y soledad que sólo los fuertes pueden aceptar. La fortaleza no es innata; no nacemos fuertes o débiles. La fortaleza interior es resultado de la experiencia. En las primeras etapas en que mires hacia dentro obtendrás un indicio de que puedes llegar a ser real, y con esa fuerza agregada seguirás avanzando. Te volverás más resuelto y seguro. Pondrás a prueba todo lo que encuentres a tu paso hasta que lo sientas seguro. Paso a paso comprobarás que la fortaleza nace de la experiencia. El viaje mismo nos hace fuertes.

Vashistha no menciona casi nada más sobre asuntos cotidianos. No es necesario empezar a vivir de cierto modo —o dejar de vivir de cierto modo— para ser real. La actitud de
Vashistha es de aceptación total: le complace dejar que la vida se despliegue. "Pues sólo mientras invistamos a un objeto de realidad", afirma, "durará ese confinamiento; una vez que esa noción se va, con ella se va el confinamiento". En otras palabras, la irrealidad debe desvanecerse por sí sola. Mientras tanto, podemos ser ricos o pobres, felices o infelices, indecisos o seguros, según lo dicte nuestro karma.

Vashistha siente infinita tolerancia porque "lo irreal no existe y lo real nunca dejará de existir". Siente infinita tranquilidad porque "la conciencia es omnipresente, pura, serena, omnipotente". Sin embargo, no es por estos profundos pensamientos por lo que considero que Vashistha es extraordinario. Su talento está en aguijonearnos con verdades agudas como lanzas: "El universo es un largo sueño. El sentido del yo, al igual que la fantasía de que existen más personas, es tan irreal como un sueño".

Cuando imagino a Vashistha, visualizo un día de campo en que todos se han dormido bajo la sombra de una vieja haya. Están agotados por comida, placer y juego. Sólo una
persona está sentada, despierta y alerta, esperando a que los demás terminen su siesta. Todos los demás están dormidos.
No hay manera de negar esa verdad. Vashistha sabe que está solo, pero no es pesimista. Su solitaria vigilia no ha debilitado su amor por las demás personas. La esencia es amor. No el amor de la emoción pasajera ni el que liga a una persona, sino el amor por el simple hecho de estar aquí. En comparación, el amor emocional es limitado, incierto, temeroso y está motivado por sueños que nunca se realizan plenamente.

En esencia pura, Vashistha supo que había descubierto el secreto de la felicidad universa!, el cual consta de tres partes: libertad de toda limitación, conocimiento completo de la
creación e inmortalidad. Vashistha descubrió los tres. El hecho de que esta condición sea posible demuestra la existencia del amor, pues no hay otra cosa digna de desearse. Mientras no se alcancen estas tres cosas, cualquier otro despertar es falso; el universo entero existe en el estado del sueño, en el mantenimiento de una ilusión cósmica.

Ahora conoces esta ilusión en todos sus detalles. Consiste en separación, fragmentación, pérdida de la totalidad. Debe haber un "¡No!" definitivo que se rehuse a participar en la
ilusión, y Vashistha lo ha pronunciado, fuerte y claro. En lo personal, él es el maestro al que recurro cuando imagino que estoy en problemas. Al leer sus palabras siento que me elevo a su nivel, no completa ni permanentemente, pero con la suficiente validez como para regresar tranquilizado. A veces me gustaría que la CNN dejara de informar sobre crisis interminables por la banda de texto que está en la parte inferior de la pantalla de televisión» y transmitiera en su lugar estas palabras para que la gente recuerde qué es real:

Todo lo que hay en la mente es como una ciudad en las nubes. El surgimiento de este mundo no es más que la manifestación de pensamientos.
A partir de la conciencia infinita, todos nos hemos creado mutuamente en nuestra imaginación.
Mientras haya un "tú" y un "yo", la liberación resultará imposible. Amados míos, todos somos la conciencia cósmica que ha adoptado formas individuales.

Tal vez sea imposible trasladar estos nobles sentimientos a los vaivenes de la vida cotidiana, pero lo que Vashistha quiere primordialmente es que vivamos desde la esencia, y eso sí es factible. El maestro que mencioné antes, Nisargadatta Maharaj, vivió una vida así. Creció en una granja caminando tras un par de bueyes y un arado. Pero la espiritualidad lo intrigaba y se abrió paso hasta un gurú que le dio un consejo: "Tú eres el 'yo soy' nonato e inmortal. Recuerda esto, y si tu mente se desvía de esta verdad, hazla volver". El joven Maharaj no necesitó visitar a más gurúes; encontró su esencia con esa sencilla enseñanza.

El estado de conciencia más exaltado se reduce a darse cuenta de cuan ordinario es en realidad vivir una vida cósmica. Lo hacemos en todo momento. Sólo hace falta ver cómo
Vashistha mira alrededor con gran sentido práctico y descubre infinitud en todas partes. Tener sus enseñanzas cerca de la cama es lo más apropiado cuando quieras hacer algo más que dormir:

Para el que sufre, la noche es una eternidad; para el parrandero, un instante. En los sueños, un instante no difiere de una eternidad. Pero para el sabio, cuya conciencia ha superado todas las limitaciones, no existe el día ni la noche. Cuando nos alejamos de las nociones
del "yo" y "el mundo" encontramos la liberación.




CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR
EL DECIMOQUINTO SECRETO

El decimoquinto secreto se refiere a la unidad. Cuando era joven sentía el impulso de llegar lo más lejos posible, pero con el tiempo comprendí que la unidad no es un objetivo
que pueda plantearse como ganar un juego, encontrar al cónyuge perfecto o llegar a la cima de una profesión. La unidad es más parecida a la música. Imagina que Bach visitara un jardín de infantes e infundiera a los niños la esperanza de que todos pueden llegar a ser como él. En realidad, pocos llegarán a tener el genio de Bach para la música. Pero no tienen que hacerlo. La música es una actividad gloriosa en sí misma, sin necesidad de compararte con nadie. Cada momento en la ejecución de música produce dicha por sí mismo, no sólo por ser un paso más en el ascenso a la cima más alta.

La espiritualidad puede producir dicha en todo momento —o al menos todos los días— si se le busca teniendo en mente las cuatro enseñanzas de Vashistha. Repasémoslas,
considerando esta vez cómo aplicarlas en nuestra vida:

Complacencia. Busca un momento de complacencia todos los días. Tienes derecho a ella porque, en el plan cósmico, estás protegido y eres atendido. Complácete no por lo
que tienes en la vida sino por estar en el flujo de la vida. Las glorias de la creación están en tus células; estás hecho del mismo material que los ángeles, las estrellas y Dios mismo.

Voluntad de investigar. No dejes que pase ni un día sin preguntarte quién eres. La comprensión es una habilidad, y como todas las habilidades, debe persuadírsele para que surja. Comprender quién eres significa volver una y otra vez a la pregunta. ¿Quién soy? Cada vez que vuelves permites que un ingrediente nuevo entre en tu conciencia. Cada día está lleno del potencial para expandir tu conciencia, y aunque cada nueva adición parezca minúscula, la acumulación será grande. Pueden ser necesarios miles de días para saber quién eres; sólo se necesita uno para dejar de preguntar. No dejes que ese día sea hoy.

Conciencia de uno mismo.
Nunca olvides que no estás en el mundo; el mundo está en ti. Nada de lo que necesitas saber sobre la existencia surgirá fuera de ti. Cuando te ocurra algo, lleva la experiencia a tu interior. La creación está hecha de tal manera que te ofrece indicios y pistas constantes de tu papel como cocreador. Toma conciencia de ellos; asimílalos.
Tu alma metaboliza la experiencia tal como tu cuerpo metaboliza el alimento.
Fortaleza.
Nadie podrá decir jamás que recorrer el sendero espiritual es lo más sencillo ni lo más arduo que hay. El nacimiento de lo nuevo está demasiado ligado a la muerte
de lo viejo. La alegría sucede inmediatamente a la pena, como debe ser si el nacimiento y la muerte se funden. No esperes hoy una u otra. Utiliza tu fortaleza para recibir lo que venga.
Comprométete y apasiónate con la espiritualidad lo más que puedas. La fortaleza es la base de la pasión, y tú fuiste diseñado para sobrevivir y prosperar sin importar cómo se desarrolle la vida. Fortalécete hoy con este conocimiento.



























Epílogo

Renacimiento

En determinado punto, la vida no tiene más secretos que revelar. Vives como si hubiera una sola realidad, y a cambio ésta te recompensa en abundancia. El miedo producido por la dualidad ha sido remplazado por una complacencia inquebrantable.
La conciencia ha tomado plena conciencia de sí. Cuando alcanzamos este nivel de libertad, la vida comienza de nuevo. Por ello, a la iluminación se le llama apropiadamente renacimiento.

Crecí en India pero nunca conocí a un iluminado. Mi familia era profundamente religiosa, en especial la rama de mi madre. Pero cuando nací, el país entero estaba atrapado en
el remolino de un nacimiento político: los ingleses levantaron sus campamentos de un día para otro y nos dejaron padecer solos los dolores del nacimiento. Fueron tiempos
horrendos: la intolerancia religiosa desató la violencia en todo el norte de India y los disturbios y matanzas a gran escala se propagaron sin restricción.

Cuando Mahatma Gandhi fue asesinado por un fanático religioso el 30 de enero de 1948, el homicida cobró otra víctima. Una cuerda. La vestimenta tradicional de la casta de
los brahmanes incluía una cuerda doble que se colocaba sobre un hombro. Había muchos vicios en el sistema de castas, pero para mí, esa cuerda simbolizaba una profunda verdad:
que la iluminación era posible. Hasta hace poco, en India todos sabían que la cuerda doble era la promesa de un renacimiento. Representaba un legado que se remonta a mucho antes de la aparición de la memoria. La iluminación ya no se considera la meta de la vida, ni siquiera en India. Lo más que puede hacer un maestro es abrir la puerta de nuevo; puede
responder las tres preguntas a la manera antigua:

  • ¿Quién soy? Eres la totalidad del universo actuando mediante un sistema nervioso humano.

  • ¿De dónde vengo? De una fuente que no nació ni morirá.

  • ¿Por qué estoy aquí? Para crear el mundo en todo momento.

Recibir este conocimiento es como ser empujado a través del útero por segunda vez. Damos un grito de sorpresa —tal vez de conmoción y dolor— al encontrarnos en un mundo desconocido. Una vez que hemos aceptado este renacimiento, aún tenemos pensamientos y sentimientos, pero ahora son impulsos suaves sobre un fondo de conciencia silente, suaves oleadas que ascienden y descienden sin perturbar el
océano del ser.

No puedo evitar el pensamiento de que la iluminación nunca fue el derecho exclusivo de India ni de ninguna cultura. El renacimiento es resultado de ver la vida como es, de verla desde el punto inmóvil de nuestro interior. En la medida en que una persona haga esto, permanecerá iluminada. El universo va al punto inmóvil para crear el tiempo y el espacio. Nosotros vamos ahí para buscar una palabra, el recuerdo de un rostro, el aroma de una rosa. En este preciso instante, el mundo está floreciendo con su infinita variedad antes de
volver al silencio, asombrado por el milagro que acaba de realizar.


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